Ian Rankin - En La Oscuridad

Здесь есть возможность читать онлайн «Ian Rankin - En La Oscuridad» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

En La Oscuridad: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En La Oscuridad»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Edimburgo está a punto de convertirse, al cabo de casi tres siglos, en anfitriona del primer Parlamento escocés, un hito histórico y político que enciende pasiones. El inspector Rebus ha sido destinado al comité de enlace de seguridad del Parlamento, en Queensberry House, centro mismo del distrito de la comisaría de St. Leonard. De Queensberry House, futura sede del gobierno de la nueva Escocia, perdura la maldición de una leyenda, una maldición que según algunos recaerá sobre los nuevos inquilinos.Los problemas empiezan cuando, en la antigua chimenea donde de acuerdo con la leyenda murió asado un joven, aparece el cadáver de Roddy Grieve,candidato a un escaño en el nuevo Parlamento.

En La Oscuridad — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En La Oscuridad», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Nunca habléis con desconocidos. Sí, era el consejo que él mismo les habría dado. Era su vecino pero al mismo tiempo un desconocido. La gente se quedó sorprendida mirándole allí parado con la bolsa de panecillos, el periódico y la leche, mientras los dos críos se apartaban de él andando hacia atrás y él les decía: «¡Yo vivo enfrente! ¡Tenéis que haberme visto!».

No le habían visto, claro que no. Sus mentes estaban en otras cosas, inmersas en un mundo distinto al suyo. Puede que a partir de aquel momento le llamaran «el vecino raro», el hombre que vivía solo.

¿Vender el mundo? Él no podía venderse ni a sí mismo.

Así era Edimburgo. Reservada, autosuficiente, una ciudad en la que no hablas ni con el vecino. En la escalera de su casa, de seis viviendas sólo tres eran de propiedad, las otras estaban alquiladas a estudiantes, y hasta que no llegó un aviso reglamentario para el arreglo del tejado él no se enteró del nombre de sus verdaderos dueños. Dueños ausentes. Uno de ellos vivía en Hong Kong o un sitio por el estilo y, al faltar su firma, el presupuesto tuvo que hacerlo el Ayuntamiento, salió diez veces más caro que el original, y se pasó el trabajo a una empresa favorecida por el consistorio.

No hacía mucho que otro que residía en Dalry había muerto a manos de un asesino a sueldo pagado por un inquilino por haberse negado a dar conformidad a un presupuesto de reparación. Así era Edimburgo: reservada, autosuficiente y mortal si le plantabas cara.

Ahora sonaba Changes [Cambios], de Bowie. Black Sabbath tenía una canción con el mismo título, una especie de balada y Ozzy Osbourne cantaba I´m goingthrough changes [Experimento cambios]. «Igual que yo, colega» sintió ganas de decir Rebus.

En la cocina dio la vuelta a las tostadas de la parrilla y puso las lonchas de queso. Encendió el hervidor.

Cambios, igual que él con la bebida. Él, que podía citar de memoria cien pubs de Edimburgo, estaba en casa sin cerveza y con una media botella de whisky encima de la nevera. Se tomaría un vaso antes de acostarse, tal vez con agua. Luego cogería un libro y se taparía con el edredón. Tenía que leer esas historias de Edimburgo, pero había dejado los Diarios de Walter Scott. En Edimburgo había muchos pubs con nombres inspirados en las obras de Scott; seguramente más de los que él creía, a tenor de las pocas novelas que había leído de aquel autor.

Por el humo del horno se dio cuenta de que se quemaban las tostadas. Puso las dos en un plato y se lo llevó al cuarto de estar. Tenía puesta la tele sin sonido y el sillón junto a la ventana con el móvil y el mando a distancia cerca en el suelo. Algunas noches le visitaban fantasmas que se instalaban en el sofá o se sentaban en el suelo. No llegaban a ocupar todo el cuarto, pero eran más de los que a él le habría gustado. Malhechores, colegas muertos. Y ahora Cafferty volvía a entrar en su vida, como un resucitado. Masticó mirando al techo, preguntando a Dios qué había hecho para merecer aquello. Le gustaba un cierto sarcasmo, Dios, aunque fuese un sarcasmo cruel.

Queso tostado; algunos fines de semana, cuando su padre vivía y él iba a Fife a verle, el viejo estaba sentado a la mesa, comiendo siempre lo mismo, y acompañando cada bocado con un té pasado. Cuando él era niño comía con sus padres en la cocina, en la vieja mesa plegable, pero en los últimos años el padre había sacado la mesa al cuarto de estar para comer junto al calentador y la televisión; con el calor de dos resistencias a la espalda. Tenían también una estufa de gas; siempre empañaba las ventanas, que en invierno se helaban por la noche y había que rascarlas por la mañana o pasarles la manopla de la cocina cuando apagaban la calefacción.

Su padre lanzaba un gruñido, Rebus se sentaba en el sillón que había sido de su madre y decía que ya había comido; no tenía intención de acompañar al viejo en aquella mesa puesta para uno solo. Su madre siempre ponía mantel; el padre, no. Los mismos platos y cubiertos, sí, pero con una gran diferencia.

«Ahora yo ni siquiera uso mesa», pensó.

El fantasma de sus padres no le visitaba nunca. Quizá descansaran en paz a diferencia de los demás. Aquella noche no había fantasmas; sólo el resplandor de la tele, el alumbrado de la calle y los faros de los coches que pasaban. El mundo se configuraba más bien a base de luces y sombras que de colores. La sombra más tenebrosa era la de Cafferty. ¿Qué pretendería? ¿Cuándo daría el paso, el verdadero, el último paso de lo que tramaba?

Dios, necesitaba un trago. Pero no se lo iba a tomar todavía para ponerse a prueba. Siobhan tenía razón, había cometido un grave error con Lorna Grieve. Además, no pensaba que fuera exclusivamente por culpa del alcohol -había claudicado ante el embrujo del pasado, un pasado de portadas de discos y fotos de revista-; pero el alcohol había tenido parte de culpa. Siobhan le había preguntado que cuánto tardaría la bebida en afectar a su trabajo. Podría haber contestado que ya lo había hecho.

Cogió el teléfono y se planteó llamar a Sammy, pero miró el reloj inclinándolo hacia la luz de la ventana y vio que era muy tarde, más de las diez. No eran horas. Cuando se acordaba de llamarla era siempre tarde y, al final, era su hija quien lo hacía obligándole a disculparse, puesto que ella insistía en que llamase a la hora que fuese. Sí, pero de todos modos… se dijo que era muy tarde. Habría alguien en la habitación contigua y a lo mejor se despertaba, aparte de que Sammy necesitaba dormir porque el programa terapéutico era muy estricto y requería muchos análisis y ejercicios de rehabilitación. Ella le decía que «la cosa iba»; era su modo de expresar que el progreso era lento.

Progreso lento. Lo sabía. En cualquier caso, ahora ya hacía movimientos. Tuvo la sensación de que era él quien estaba en el asiento del conductor, pero con los ojos vendados, siguiendo instrucciones de alguien desde dentro de un coche. Probablemente había muchos indicadores de ceda el paso y de dirección prohibida en la carretera, pero él se las pintaba solo para pasar de todo. El problema era que en el coche no había cinturón de seguridad y su instinto le impulsaba a ir cada vez más deprisa.

Se levantó y cambió a Bowie por Tom Waits. Blue Valentine, grabado antes de entrar en decadencia. Triste, sórdido y perfecto. Waits conocía los recovecos podridos del alma, y aunque la manera de cantar era pretenciosa, la letra salía del corazón. Él le había visto en un concierto; se notaba que no era actor y sus letras sonaban algo a falso, por tratar de vender una imagen de sí mismo, un producto empaquetado para consumo público. Era algo que hacían constantemente las estrellas del pop y los políticos. Los políticos actuales carecían de opinión y de color. Eran simples ventrílocuos, maniquís, a quienes otros elegían la ropa, con los colores a juego y «con mensaje». Se preguntó si Seona Grieve sería distinta; pero lo dudaba. A los que piensan de otro modo les cuesta abrirse camino, y tenía la impresión de que Seona Grieve era demasiado ambiciosa para triunfar con esfuerzo. No se dejaría vendar los ojos; se dedicaría a trabajar con tesón en su papel de viuda. Él había bromeado con Linford a propósito de los móviles de la viuda. Móvil, medios y oportunidad: la trilogía del crimen. Su auténtico problema era ése: los medios, porque no veía en Seona Grieve a alguien capaz de matar a martillazos. Aunque, si no era tonta, ésta sería el arma que habría utilizado, difícilmente vinculable a su personalidad.

Linford no se apartaba de la calle principal siguiendo los indicadores del procedimiento de investigación, mientras que él había tomado un camino accidentado. ¿Y si el suicidio de Fred Hastings no tenía relación con Roddy Grieve? A lo mejor ni guardaba relación con Queensberry House. ¿No estaría persiguiendo sombras tan inconsistentes como el rastro del haz de una linterna sobre el techo? Nada más terminar la canción sonó el teléfono y se llevó un sobresalto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En La Oscuridad»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En La Oscuridad» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Ian Rankin - Fleshmarket Close
Ian Rankin
Ian Rankin - Hide And Seek
Ian Rankin
Ian Rankin - Resurrection Men
Ian Rankin
Ian Rankin - Aguas Turbulentas
Ian Rankin
Ian Rankin - Doors Open
Ian Rankin
Ian Rankin - The Complaints
Ian Rankin
Ian Rankin - Mortal Causes
Ian Rankin
Ian Rankin - Strip Jack
Ian Rankin
Ian Rankin - Westwind
Ian Rankin
Отзывы о книге «En La Oscuridad»

Обсуждение, отзывы о книге «En La Oscuridad» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x