Elmore Leonard - Bandidos

Здесь есть возможность читать онлайн «Elmore Leonard - Bandidos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Bandidos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Bandidos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Nueva Orleans, una fundación de ayuda a la `contra` nicaragüense guarda todo el dinero recaudado con la bendición de Reagan entre los magnates y empresarios norteamericanos. El coronel Dagoberto Godoy y su siniestro guardaespaldas, Franklin de Dios, son los encargados de recoger el dinero y de organizar el embarque clandestino, de las armas destinadas a la guerrilla antisandinista. La CIA sigue con atención los acontecimientos, pero nadie puede sospechar que se ha formado entre tanto un singular grupo de bandidos dispuestos a dar un golpe magistral. Aunque parezca una locura, Lucy Nichols, que había sido monja en una leprosería de Nicaragua, Jack Delaney, ex presidiario, y Roy Hicks, que fue expulsado de la policía acusado de soborno, tienen un plan infalible para hacerse con el botín.

Bandidos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Bandidos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

De acuerdo, confesaría los treinta y podrían cerrar esos casos a cambio de una acusación de allanamiento, unos cinco años y la posibilidad de salir a los tres si se portaba bien. Helene dijo: «Jack, lo siento muchísimo».

Había toallas mojadas en el suelo del cuarto de baño, y un par de calzoncillos, ambos de color rojo vivo; cinco billetes de cien dólares enrollados y un carrete de treinta y cinco milímetros lleno de cocaína en el neceser del coronel. Su cama estaba deshecha, parecía devastada, con las sábanas y la almohada tiradas por el suelo. Había al menos una docena de calzoncillos, todos del mismo rojo vivo, en el armario. Escondida entre las camisas, una Beretta automática.

Lo más interesante estaba en la mesa de la habitación, junto al teléfono. Resguardos de depósitos bancarios, un montón de ellos en diferentes tonos pastel… Un momento. Algunos eran resguardos de reintegros. Aparecía la misma cantidad ingresada, reintegrada y vuelta a ingresar en fechas distintas… y Jack advirtió que se trataba de operaciones en cuatro o cinco sucursales distintas de Whitney e Hibernia. Aquel tipo no lo estaba metiendo todo en la misma cuenta. Jack copió los datos, con sus signos más y menos en un papel del hotel. En otro papel del hotel había un nombre y un teléfono: «Alvin Cromwell (601) 682-2423.» Jack lo anotó también, extrañado por el prefijo de Misisipí. En una carpeta había una docena o más hojas grapadas, con nombres de personas y empresas, la mayoría de ellas de Nueva Orleans, Lafayette y Morgan City. R. W. Nichols, Nichols Enterprises, era uno de los nombres señalados con una marca… Y había una hoja en la carpeta que Jack empezó a leer al ver impreso en la cabecera «La Casa Blanca, Washington, D.C.».

Era una carta para el coronel, de… ¡Jesús!, de Ronald Reagan. Decía:

Querido coronel Godoy:

Para apoyarle en su misión de llevar un mensaje de libertad a todos mis buenos amigos de Louisiana, he escrito personalmente a cada uno de ellos para garantizar sus credenciales como auténtico representante del pueblo nicaragüense, y para ayudarle a confirmar su determinación de obtener una gran victoria en favor de la democracia. Porque sé que es usted de la madera de que están hechos los héroes, tengo la seguridad de que su modestia no le permitiría describir personalmente la extrema importancia de su liderazgo en esta lucha a muerte contra los marxistas que tienen ahora estrangulado a su amado país.

He solicitado a mis amigos del Estado del pelícano que le concedan su generosa ayuda, ayuda que usted convertirá en una victoria sobre el comunismo. Les he pedido que le ayudaran a cargar con la lucha por medio de su ayuda y que en su corazón se den cuenta de que «no es pesado, es mi hermano».

Y allí, debajo de «Sinceramente», la firma del presidente.

Sorprendente. Escribía como hablaba. O hablaba como alguno de sus asesores, que creía en eso o que podía hacerlo con una sola mano o con la mitad de la boca, escribir o hablar. Todos decían lo mismo, los presidentes: todos parecían presidentes de algo. Pero allí estaba su autógrafo. Jack se humedeció un dedo con la lengua, tocó «Ronald Reagan» y vio que la tinta se corría, aunque no mucho.

Empezó a leer la carta otra vez, inclinado sobre la mesa, llegó hasta «una gran victoria en favor de la democracia», y oyó que se encendía la televisión en la sala de estar.

Voces. Un hombre y una mujer que hablaban casi al mismo tiempo, soltando frases rápidamente, sin pausas, con voces irritantes. ¿De qué iba la cosa? Un tío y una tía, detectives…

Visualizó mentalmente la habitación. Desde la puerta del dormitorio a la de entrada, que estaba a su izquierda, cerrada, había unos tres metros. El televisor estaba a la derecha, en el rincón, detrás de la mesa. Escuchó. No se oía ninguna otra voz, aparte de las de la televisión. A lo mejor era la chica de la limpieza. Debía de encender la televisión mientras limpiaba. «Seguro -pensó Jack-, ha de ser ella.» Rodeó la cama para acercarse a la puerta y mirar hacia la sala de estar.

No era la chica de la limpieza.

Tampoco un nicaragüense. Era un individuo que estaba de perfil, con cabello negro peinado hacia atrás y apariencia enfermiza, vestido con un traje viejo de lana gris que a Jack le hizo pensar en el de los mendigos de la sopa de Lucy y que le dijo que aquel tipo no pertenecía al hotel. Estaba a un par de metros del televisor, mirando cómo la detective y su compañero se gruñían el uno al otro en broma, haciéndose los chiflados. El tipo de la chaqueta de espiga soltó una risa entrecortada y se frotó un ojo.

En aquel momento, Jack habría apostado diez pavos a que aquel fulano había estado alguna vez a la sombra; veinte pavos a que no era de los nicaragüenses. Aunque parecía saber muy bien lo que hacía.

Entonces Jack saltó hacia el armario y sacó la pistola del coronel, una Beretta del mismo modelo que las que habían confiscado la noche anterior. No comprobó si estaba cargada: no pensaba disparar. No le importaría pegarle un tiro al televisor, o a los agobiantes ruidos, pero no al tipo. Por algún motivo, le daba pena. Jack volvió a la puerta del dormitorio y se quedó aguardando, con la Beretta a un lado. Aquel hombre parecía rondar los cuarenta años, vestido con aquel traje ajado cuyos pantalones llegaban al suelo, cubriendo casi sus destrozados zapatos. Cuando empezó un anuncio se dio la vuelta.

Se quedó parado y dijo:

– ¡Oh, vaya! Me he equivocado de habitación, ¿verdad?

Buddy Jeannette había dicho que estaba seguro de que se había equivocado de habitación. La frase del tipo era parecida, y en cualquier caso requería mucho equilibrio. «Oh, me he equivocado de habitación», decía el tipo al tiempo que salía con su ropa ajada. Jack le vio dudar, con la mano en el pomo de la puerta, y mirar hacia atrás por encima del hombro, con el ceño fruncido y una pregunta en el gesto.

– ¿O no? -preguntó-. Puede que nos hayamos equivocado los dos.

Su acento era de alguna isla británica. ¿Qué era, irlandés?

– Apártate de la puerta y date la vuelta -dijo Jack.

El hombre abrió los brazos y mostró la barriga, escondida tras una corbata horrible.

– Como quieras, pero, créeme, no ando por tu ciudad con armas.

Era irlandés. Jack dijo:

– Quítate la chaqueta.

– Encantado de obedecerte.

Se quitó la chaqueta, y bajo ella aparecieron una camisa blanca arrugada y sucia y una corbata de dibujos en rojo y gris. Tiró la chaqueta al suelo al tiempo que daba una vuelta completa para encararse de nuevo con Jack.

– Ya está. Dime que no eres un poli, por favor, es todo lo que pido.

– ¿Acaso tengo pinta de poli?

Vio que el rostro del hombre se relajaba y empezaba a sonreír.

– No, la verdad es que no la tienes. Das la sensación de ser un actor, hay una tonalidad suave en tu voz. Eso me hace pensar que eres un hombre razonable, no un chiflado animal, y lo digo por experiencia. La última vez que hablé con un tipo de la pasma fue en Belfast, un salvaje de la RUC. Me preguntó cómo me llamaba y le contesté en irlandés. El cabrón contestó: «Habla en el inglés de la reina», y me pegó con un palo. Te enseñaré las marcas.

– ¿Cómo te llamas?

Sonrió.

– Tú lo preguntas de otra forma. Primero me pegó, luego me detuvo por alteración del orden. Me llamo Jerry Boylan. ¿Me vas a decir cómo te llamas tú?

Jack estaba a punto de decírselo. Desde el momento en que había abierto la boca, Jack sintió que tenían algo en común, que aquel hombre le resultaba familiar. No como alguien conocido, sino como si fuese un redivivo personaje de una fotografía: imágenes de una merienda familiar en Bayou Barataria en los años veinte, antes de que él naciera; las mujeres cubiertas con sombreros de paja, y aquellos vestidos que parecían de papel; pero lo que en aquel momento recordaba eran los hombres, aquellos hombres con el cabello peinado como Jerry Boylan, hombres que posaban en camisa blanca sin cuello, con rostro de bobalicón irlandés sonriendo a la cámara en un día soleado; el padre de su padre, o algún tío, se llevaba musgo a la cara para simular una barba. Aquel hombre, Jerry Boylan, podría ser cualquiera de ellos, redivivo en el hotel Saint Louis.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Bandidos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Bandidos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Elmore Leonard - Raylan
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Djibouti
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Out of Sight
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Cuba Libre
Elmore Leonard
Elmore Leonard - 52 pickup
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Riding the Rap
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Bandits
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Glitz
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Hombre
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Maximum Bob
Elmore Leonard
Отзывы о книге «Bandidos»

Обсуждение, отзывы о книге «Bandidos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x