Thomas Harris - Hannibal

Здесь есть возможность читать онлайн «Thomas Harris - Hannibal» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hannibal: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hannibal»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Han pasado diez años desde que el Doctor Lecter escapó de sus captores. La agente Sterling no ha podido dejar de pensar en volver a atraparle y cuando aparece un rastro en Florencia comienza la caza.

Hannibal — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hannibal», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mason siguió hablando mientras Margot se inclinaba para ver mejor la escena del granero.

El doctor Lecter miró el monitor para asegurarse de que Margot lo estaba viendo. Entonces, con voz metálica y tranquila, le susurró a Carlo en la oreja:

– Tu hermano, Matteo, debe de oler peor que tú ahora mismo. Se cagó encima mientras lo abría en canal.

Carlo llevó la mano al bolsillo de atrás y sacó la aguijada eléctrica. A la brillante luz de la cámara, golpeó con ella el lado de la cabeza de Lecter. Luego, asiéndolo del pelo con una mano, apretó el botón del mango y sostuvo el instrumento ante los ojos del doctor mientras el potente arco voltaico chisporroteaba entre los electrodos.

– Vas a joder a tu madre -dijo, y le hundió el arco en el ojo.

El doctor Lecter no emitió el menor sonido. El único ruido salió del altavoz: Mason bramaba en la medida en que su respiración se lo permitía, mientras Tommaso, que se había abalanzado sobre Carlo, procuraba que soltara al doctor. Fiero bajó del piso superior para ayudarlo. Por fin consiguieron sentarlo en el sillón de mimbre. Sin soltarlo.

– ¡Si lo dejas ciego no veremos un dólar! -le gritaban al unísono, cada uno por una oreja.

El doctor Lecter ajustó las celosías de su palacio de la memoria para aliviar el terrible resplandor. Ahhhhh. Apoyó el rostro contra el fresco mármol del costado de Venus.

Volvió la cara para mirar directamente a la cámara y dijo con voz serena:

– No voy a aceptar el chocolate, Mason.

– Este hijoputa está loco. Bueno, después de todo ya lo sabíamos -dijo el ayudante del sheriff Mogli-. Pero ese Carlo está igual o peor.

– Baja ahora mismo y arréglalo -le ordenó Mason.

– ¿Está seguro de que no tienen pistolas? -preguntó Mogli.

– Te pago para echarle cojones, ¿estamos? No. Sólo el rifle tranquilizante.

– Déjame hacerlo a mí -pidió Margot-. No fastidies todo obligándolos a demostrar quién es más machote. Los italianos respetan a sus mamas. Y Carlo sabe que manejo el dinero.

– Que saquen la cámara y me enseñen los cerdos -exigió Mason-. ¡La cena será a las ocho!

– Yo no pienso quedarme -replicó Margot.

– ¡Vaya si te quedarás! -zanjó Mason.

CAPÍTULO 83

Margot respiró hondo antes de entrar en el granero. Si tenía la intención de matarlo, tenía que ser capaz de mirarlo. Pudo oler a Carlo antes de abrir la puerta de la guarnicionería. Fiero y Tommaso flanqueaban a Lecter. No le quitaban ojo a Carlo, sentado en el sillón.

Buona sera, signori -dijo Margot-. Sus amigos llevan razón, Carlo. Estropéelo ahora y se quedan sin dinero. Después de haber llegado tan lejos y de haberlo hecho tan bien.

Los ojos de Carlo no se despegaban del rostro del doctor Lecter.

Margot sacó un teléfono celular del bolsillo. Pulsó unos números en la carcasa iluminada y acercó el aparato al rostro de Carlo.

– Lea -y lo sostuvo en la trayectoria de su mirada. En la diminuta pantalla podía leerse: «BANCO STEUBEN».

– Ése es su banco de Cagliari, signor Deogracias. Mañana por la mañana, cuando todo haya acabado, cuando le haya hecho pagar por lo que le hizo a su valiente hermano, yo misma llamaré a este número, le diré a su banquero mi código y añadiré: «Entregue al señor Deogracias el resto del dinero que custodia para él». Su banquero se lo confirmará por teléfono. Mañana por la noche estará volando de vuelta a casa, convertido en un hombre rico. Como la familia de Matteo. Podrá llevarles los coglioni del doctor en una bolsa para que les sirvan de consuelo. Pero si el doctor Lecter no puede ver su propia muerte, si no puede ver a los cerdos cuando se acerquen para comerle la cara, usted se queda sin nada. Sea hombre, Carlo. Vaya a por sus cerdos. Yo me sentaré con ese hijo de puta. En media hora lo estará oyendo gritar mientras le devoran los pies.

Carlo echó atrás la cabeza y respiró con fuerza.

Piero, andiamo! Tu, Tommaso, rimani.

Tommaso ocupó su sitio en el sillón de mimbre junto a la puerta.

– Todo controlado, Mason -dijo Margot dirigiéndose a la cámara.

– Querré llevarme a casa la nariz. Díselo a Carlo -refunfuñó Mason, y la pantalla se oscureció.

Trasladarse fuera de su habitación suponía un esfuerzo extraordinario tanto para Mason como para los que lo rodeaban; había que volver a conectar sus tubos a unos contenedores instalados en su camilla con ruedas especial y conectar su macizo respirador a un transformador de corriente alterna.

Margot escrutó el rostro del doctor Lecter.

El ojo destrozado estaba hinchado y cerrado entre las quemaduras negras que le habían producido los electrodos en los extremos de la ceja.

El doctor Lecter abrió el ojo bueno. Fue capaz de retener en su cara la frescura del costado marmóreo de Venus.

– Me gusta ese olor a linimento fresco y a limón -dijo el doctor Lecter-. Gracias por venir, Margot.

– Eso mismo me dijo cuando la matrona me hizo pasar a su despacho el primer día. Cuando estaban deliberando sobre Mason la primera vez.

– ¿Eso dije? -recién salido de su palacio de la memoria, donde había repasado sus entrevistas con Margot, sabía que era así.

– Sí. Yo estaba llorando, con miedo a contarle lo de Mason conmigo. También me daba miedo sentarme, pero usted en ningún momento me ofreció asiento, porque sabía que tenía suturas, ¿verdad? Paseamos por el jardín. ¿Se acuerda de lo que me dijo?

– Que no tenías más culpa por lo que había pasado…

– «…que si me hubiera mordido el trasero un perro rabioso», eso es lo que me dijo. Usted me hizo mucho bien en esa ocasión y durante las otras visitas, y le estuve agradecida durante algún tiempo.

– ¿Qué más te dije?

– Que usted era mucho más raro de lo que yo sería nunca -le recordó Margot-. Dijo que ser raro estaba bien.

– Si lo intentaras, serías capaz de recordar todo lo que hablamos. ¿Te acuerdas…?

– Por favor, no me suplique -le salió, a pesar de que no tenía intención de decirlo de esa manera.

El doctor Lecter se movió ligeramente y las sogas crujieron. Tommaso se levantó y se acercó a comprobar los nudos.

Attenzione a la bocca, signorina. Cuidado con la boca.

Margot no supo si Tommaso se refería a la boca del doctor Lecter o a sus palabras.

– Margot, ha pasado mucho tiempo desde que te traté, pero me gustaría que habláramos de tu historial médico, sólo un momento, en privado -dijo señalando con el ojo bueno hacia Tommaso.

Margot lo pensó unos instantes.

– Tommaso, ¿podrías dejarnos solos un momento?

– No, signorina , lo siento mucho; pero me quedaré ahí con la puerta abierta -y salió con el rifle al granero, desde donde se quedó vigilando a Lecter.

– Nunca te haría sentirte incómoda suplicando, Margot. Me gustaría saber por qué haces esto. ¿Te importa explicármelo? ¿Es que has empezado a aceptar el chocolate, como le gusta decir a Mason, después de haber luchado contra él tanto tiempo? Entre nosotros no hace falta que finjamos que estás vengando la cara de Mason.

Y ella se lo contó. Lo de Judy, lo de que querían tener un hijo. No le costó mas de tres minutos; se quedó sorprendida de lo fácil que le resultaba resumir sus problemas.

Unos sonidos lejanos, un chillido y la mitad de un grito. Fuera, apoyado contra la valla que había levantado en el extremo abierto del granero, Carlo estaba probando la grabadora para convocar a los cerdos de los pastos del bosque con los gritos de angustia de víctimas muertas o rescatadas hacía mucho tiempo.

Si el doctor Lecter lo había oído, no dio muestras de ello.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hannibal»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hannibal» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - Hannibal’s Elephants
Robert Silverberg
Thomas Harris - Black Sunday
Thomas Harris
Thomas Harris - Domingo Negro
Thomas Harris
Thomas Harris - Czerwony Smok
Thomas Harris
Thomas Harris - Red Dragon
Thomas Harris
Thomas Harris - Hannibal Rising
Thomas Harris
Thomas Harry - Echt und stark
Thomas Harry
Thomas Harris - Gesta de lobos
Thomas Harris
Отзывы о книге «Hannibal»

Обсуждение, отзывы о книге «Hannibal» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x