«vibración o tono graduado o ascendente, llano o extendido, torcido o apretado, saltarino o impulsivo». Estas interpretaciones respecto de la calidad de las vibraciones musicales son, por mi parte, sólo aproximativas de la realidad que el autor quiere señalar seguramente al anunciar estos vocablos de raíz latina indudable.
«diferencias de olores».
«Toma [o coge] el primero y el séptimo de cuatro.» «En los confines de África, amén.» «Se sentaron».
«negra pero hermosa» (Cantar de los Cantares).
«la muerte es el descanso del viajero, el fin de todo trabajo».
Lacrimosa dies illa [Día de lágrimas aquél] qua resurget ex favilla [en que resurgirá de la ceniza] iudicando homo reus [el hombre para ser juzgado como reo] huic ergo parce deus! [así pares a éste perdónale, Dios!] Pie Iesu domine [piadoso señor Jesús] dona eis requiem [dales el descanso]. Estos versos constituyen la penúltima y la última estrofa del himno medieval Dies irae, de Tomás de Celano (siglo xiii).
«la cena de Cipriano».
«chistes de los monjes».
«Me agradó jugar, admite al que juega, papa Juan. Si te gusta, tú mismo puedes reír.»
Ridens cadit Gaudericus [Riendo cae Gauderico], Zacharias admiratur [Zacarías se maravilla], supinas in lectulum [tumbado en el lecho], docet Anastasius [enseña Anastasio…]
I. «De los dichos de un necio.»
II. «Opúsculo de alquimia egipcia.»
III. «Exposición del Maestro Alcofriba sobre la cena del obispo de Cartago, Cipriano.»
IV. «Libro acéfalo de las violaciones de las doncellas y de los amores de las meretrices».
«suposición o supuesto material». «del dicho no de la cosa».
«violaciones de doncellas y amores de meretrices».
«de todo el cuerpo había hecho lengua».
«aquí hay leones».
«el Señor [no está] en la conmoción, no en la conmoción»
«cosas de nadie». Término del derecho romano para indicar algo que no pertenece a nadie.
«miembros dispersos» [o esparcidos de todas las lenguas que ha oído].
«toma y lee». Palabras que creyó oír san Agustín (Confesiones, VII) y que determinaron su conversión.
«¿En dónde está ahora la gloria de Babilonia?»
«Oh, qué saludable, qué agradable y suave es sentarse en la soledad y callar y hablar con Dios.»
Última frase del libro: «permanece la primitiva rosa de nombre, conservamos nombres desnudos», o «de la primitiva rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos [o sin realidad] », o «la rosa primigenia existe en cuanto al nombre, sólo poseemos simples nombres».
Respecto al último texto latino que aparece en El nombre de la rosa, del que ofrecemos varias y parecidas traducciones, podíamos remitirnos a la interpretación que el mismo autor hace del hexámetro latino en su Apostillas a El nombre de la rosa.
Allí nos asegura que es un verso (por cierto holodactílico o compuesto todo él por pies dáctilos, como todos los del larguísimo poema, extraído de la obra De contemptu mundi («Del desprecio del mundo»), del monje benedictino del siglo xii. Bernardo Morliacense, o de Cluny.
Añade Eco que el citado monje compuso variaciones sobre el tema del Ubisunt («¿En dónde están?»). Debe entenderse: la gloria, la belleza, la juventud, etc., salvo que al topos [o lugar o tema], habitual, Bernardo añade la idea de que de todo eso que desaparece, sólo nos quedan meros nombres, es decir:
DE LA ROSA NOS QUEDA ÚNICAMENTE EL NOMBRE.