P. James - Muerte en la clínica privada

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Muerte en la clínica privada: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando la prestigiosa periodista de investigación Rhoda Gradwyn ingresa en Cheverell-Powell, en Dorset, para quitar una antiestética y antigua cicatriz que le atraviesa el rostro, confía en ser operada por un cirujano célebre y pasar una tranquila semana de convalecencia en una de las mansiones más bonitas de Dorset. Nada le hace presagiar que no saldrá con vida de Cheverell Manor. El inspector Adam Dalgliesh y su equipo se encargarán del caso. Pronto toparán con un segundo asesinato, y tendrán que afrontar problemas mucho más complejos que la cuestión de la inocencia o la culpabilidad.

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Se acomodaron alrededor de la mesa. Mirando a Kate, Dalgliesh preguntó:

– ¿Estáis cómodos en la pensión? ¿Habéis cenado?

– Muy cómodos, gracias, señor. La señora Shepherd se ha portado muy bien. Sopa casera, pastel de pescado y… ¿qué era eso dulce, sargento? Tú entiendes de comida.

– El rey de los budines, señora.

– El inspector Whetstone ha acordado con los Shepherd que no acepten más huéspedes mientras estéis vosotros allí. Deberán ser compensados por las pérdidas económicas, pero seguro que esto ya está resuelto. La fuerza local ha colaborado de forma extraordinaria. No habrá sido fácil.

– No creo que los Shepherd vayan a ser molestados con otras visitas, señor -interrumpió Benton-. La señora ha dicho que no tenían reservas hechas y no esperaban ninguna. De todos modos, sólo disponen de las dos habitaciones. Están atareados en primavera y verano, pero sobre todo con huéspedes habituales. Y son exigentes. Si no les gusta el aspecto de los que llegan, ponen enseguida el cartel de «Completo» en la ventana.

– ¿Y qué gente no les gusta? -dijo Kate.

– Los que llevan coches grandes y caros y los que quieren ver las habitaciones antes de hacer la reserva. Nunca rechazan a mujeres que viajan solas o a personas sin coche que al final del día están lógicamente desesperadas. Su nieto se aloja con ellos el fin de semana, pero en un anexo al final del jardín. El inspector Whetstone lo conoce. Mantendrá la boca cerrada. Adoran a su nieto pero no su moto.

– ¿Quién te ha contado todo esto? -preguntó Kate.

– La señora Shepherd mientras me enseñaba la habitación.

Kate no hizo ningún comentario sobre la tremenda capacidad de Benton para obtener información sin pedirla. Evidentemente, ante un joven apuesto y deferente la señora Shepherd había sido tan vulnerable como la mayoría de las integrantes de su sexo.

Dalgliesh sirvió el vino y desplegó el plano de la Mansión sobre la mesa.

– Hemos de tener bien clara la disposición de la casa. Como veis, tiene forma de hache, con orientación al sur y alas este y oeste. El vestíbulo, el gran salón, el comedor y la biblioteca están en la parte principal, igual que la cocina. Los Bostock ocupan dos habitaciones encima de la cocina, y la de Sharon Bateman está al lado. La parte trasera del ala oeste ha sido adaptada para alojamiento de los pacientes. La planta baja comprende la suite de operaciones, que incluye el quirófano, una sala contigua para la anestesia, la sala de recuperación, el puesto de control de las enfermeras, y al final un almacén, duchas y un guardarropa. El ascensor, lo bastante grande para una silla de ruedas pero no para una camilla, llega a la segunda planta, donde está la salita, el dormitorio y el baño de la enfermera Holland, las habitaciones de los pacientes, primero la suite de la señora Skeffington y luego la de Rhoda Gradwyn, y al final la suite de reserva, todas con sala de estar y cuarto de baño. Las ventanas de los dormitorios dan al sendero de limeros que conduce a las Piedras de Chaverell, y las de las habitaciones orientadas al este dan al jardín clásico estilo Tudor. El señor Chandler-Powell está en la primera planta del ala este. La señorita Cressett y la señora Frensham en la planta baja. Las habitaciones de la última planta son dormitorios sobrantes que de vez en cuando se utilizan para personal de enfermería y auxiliar que tenga que quedarse a pasar la noche.

Hizo una pausa y miró a Kate, que tomó el testigo.

– El problema es que tenemos un grupo de siete personas, y cualquiera de ellas pudo matar a la señorita Gradwyn. Todos sabían donde dormía, sabían que las otras suites estaban desocupadas y constituían un posible escondite, sabían dónde se guardaban los guantes quirúrgicos, y todos tenían o podían conseguir llaves de la puerta oeste. Y aunque los Westhall no son residentes, sabían cuál era la habitación de Gradwyn y tenían llaves de la puerta principal y de la que conduce a la senda de los limeros. Si Marcus Westhall no regresó a la Casa de Piedra hasta las doce y media seguramente está libre de sospecha, pero no ha sido capaz de aportar un testigo. También pudo haber llegado antes. Y su explicación de por qué decidió volver anoche es extraña. Si no se fiaba del coche, ¿no habría sido más seguro quedarse en Londres y arreglarlo allí en vez de arriesgarse a sufrir una avería en la autopista? Y luego está Robin Boyton. No creo que supiera dónde dormía la señorita Gradwyn, y nadie le daría una llave de la casa, pero es el único que conocía a la víctima personalmente y admite haber hecho la reserva en el Chalet Rosa porque ella estaba en la Mansión. El señor Chandler-Powell insiste en que corrió el cerrojo de la puerta de la senda de los limeros puntualmente a las once. Si el asesino entró desde fuera y era un desconocido para la Mansión, alguien tuvo que permitirle la entrada, decirle dónde encontrar a su víctima, proporcionarle los guantes y al final facilitarle la salida y echar el cerrojo tras su marcha. Hay una clara posibilidad de que se trate de un crimen con complicidad interna, por lo que el móvil es de importancia primordial.

– Por lo general -dijo Dalgliesh-, es desaconsejable concentrarse demasiado pronto o con demasiada firmeza en el móvil. La gente mata por muchas razones, algunas no reconocidas ni siquiera por el asesino. Y debemos tener presente que Rhoda Gradwyn quizá no ha sido la única víctima. ¿Estaba esto dirigido contra Chandler-Powell, por ejemplo? ¿El asesino quería destruir la clínica o tenía un doble motivo, eliminar a Gradwyn y arruinar a Chandler-Powell? Es difícil imaginar una fuerza disuasoria más efectiva que el asesinato brutal e inexplicado de un paciente. Chandler-Powell considera la idea extravagante, pero no debemos descartarla.

– Por lo pronto, la señora Skeffington no volverá, señor -dijo Benton-. Tal vez sea desaconsejable concentrarse en exceso y demasiado pronto en el móvil, pero me cuesta imaginar a Chandler-Powell o a la enfermera Holland matando a un paciente. Por lo visto, el señor Chandler-Powell hizo una buena faena con la cicatriz. Es su trabajo. ¿Un hombre razonable destruiría su propia obra? Y no veo a los Bostock como asesinos. Dean y Kimberley parecen tener aquí una colocación muy cómoda. ¿Ya Dean Bostock a perder un buen empleo? Eso nos deja a Candace Westhall, Mogworthy, la señorita Cressett, la señora Frensham, Sharon Bateman y Robin Boyton. Y, por lo que sabemos, ninguno tenía motivos para matar a Gradwyn.

Benton se calló y miró alrededor; Kate pensó con cierto embarazo que habían tomado un camino que Dalgliesh quizá no quería explorar todavía.

Sin hacer comentarios, Dalgliesh dijo:

– Bien, aclaremos lo que hemos averiguado hasta ahora. De momento dejamos el móvil. Benton, ¿empiezas tú?

Kate sabía que su jefe siempre pedía que iniciara la discusión al miembro más joven del equipo. El silencio de Benton mientras acudían a reunirse con Dalgliesh daba a entender que ya había dedicado cierto tiempo a decidir el mejor medio de proceder. Dalgliesh no había precisado si Benton tenía que examinar los hechos, comentarlos, o ambas cosas, pero invariablemente si no lo hacía él lo hacía Kate, y ella sospechaba que este intercambio de opiniones, a menudo animado, era lo que Dalgliesh pretendía.

Benton tomó un trago de vino. Camino de la Vieja Casa de la Policía había estado pensando en lo que diría. Fue sucinto. Describió la relación de Rhoda Gradwyn con Chandler-Powell y la clínica de la Mansión Cheverell desde su visita a la consulta de Harley Street el 21 de noviembre hasta el momento de su muerte. Ella podía elegir entre una cama privada en Saint Ángela, Londres, o la Mansión Cheverell. Escogió la Mansión, al menos provisionalmente, y acudió a una visita previa el 27 de noviembre, cuando la empleada que más la vio fue Sharon, que le enseñó el jardín. Esto fue un poco sorprendente, pues por lo general el contacto con los pacientes incumbía más a los miembros del personal de más responsabilidad o a los dos cirujanos y la enfermera Holland.

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