P. James - Sabor a muerte
Здесь есть возможность читать онлайн «P. James - Sabor a muerte» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Sabor a muerte
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Sabor a muerte: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sabor a muerte»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Sabor a muerte — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sabor a muerte», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El padre Barnes se limitó a contestar:
– No hablaré de esto con nadie más. Creo que necesitaba hablar de ello, compartirlo, pero ahora ya se lo he dicho a usted.
Dalgliesh repuso:
– La iglesia estaba escasamente iluminada. Usted ha dicho que no se habían encendido las luces. Estaba en ayunas. Pudo haberlo imaginado, y también pudo haber sido una ilusión debida a la escasa luz. Por otra parte, vio las marcas tan sólo durante un par de segundos, cuando él alzó las palmas de sus manos para recibir la hostia. Pudo usted haberse equivocado.
Pensó: «¿A quién estoy tratando de tranquilizar, a él o a mí?». Y después vino la pregunta que, contra toda razón, había de formular:
– ¿Qué aspecto tenía? ¿Diferente? ¿Cambiado?
El sacerdote meneó la cabeza y seguidamente contestó, con una inmensa tristeza:
– Usted no lo entiende. Yo no hubiera reconocido una diferencia, incluso en el caso de haberla. -Después, pareció recuperar fuerzas y prosiguió más resueltamente-: Fuera lo que fuese lo que vi, estaba allí. Y no duró mucho tiempo. Y no es un hecho tan inusual. Se han dado otros casos antes. La mente actúa sobre el cuerpo de una manera muy extraña: una experiencia intensa, un sueño poderoso. Y, como dice usted, la luz era muy débil.
Por consiguiente, tampoco el padre Barnes quería creerlo. Buscaba argumentos para rechazarlo. Bien, pensó Dalgliesh, eso siempre era mejor que una nota en la revista parroquial, una llamada telefónica a los diarios o un sermón el domingo siguiente sobre el fenómeno de los estigmas y la sabiduría inescrutable de la providencia. Le interesó descubrir que compartían la misma desconfianza, acaso la misma revulsión. Más tarde, habría un tiempo y un lugar para considerar por qué había ocurrido eso, pero de momento había otras preocupaciones de carácter más inmediato. Cualquiera que fuese la causa que había llevado a Berowne de nuevo a aquella sacristía, había sido una mano humana, la suya o la de otro, la que había empuñado aquella navaja. Dijo:
– ¿Y ayer por la noche? ¿Cuándo le preguntó si podía volver?
– Por la mañana. Me llamó poco después de las nueve. Me dijo que llegaría después de las seis de la tarde, y, precisamente a esa hora, vino a buscar la llave.
– ¿Está usted seguro de la hora, padre?
– ¡Ya lo creo! Estaba viendo las noticias de las seis. Acababan de empezar cuando llamó a la puerta.
– ¿Y tampoco le dio ninguna explicación?
– No. Llevaba la misma bolsa. Creo que vino en autobús o en metro, o tal vez andando. No vi ningún coche. Le entregué la llave en la misma puerta, la misma llave. Me dio las gracias y se fue. Por la noche, no fui a la iglesia, ya que no tenía ninguna razón para hacerlo. No me enteré de nada hasta que el niño vino a buscarme y me dijo que había dos muertos en la sacristía pequeña. Usted ya conoce lo demás.
– Hábleme de Harry Mack -dijo Dalgliesh.
Era evidente que el cambio de tema resultaba grato y el padre Barnes fue locuaz hablando de Harry. El pobre Harry era un problema para la parroquia de Saint Matthew. Por alguna razón, que nadie conocía, durante los últimos cuatro meses se había acostumbrado a dormir en el pórtico sur. Solía acostarse sobre una capa de periódicos y taparse con una vieja manta que a veces dejaba en el pórtico, preparada para la noche siguiente, y que otras veces se llevaba, enrollada y atada alrededor de su cintura con un cordel. Cuando el padre Barnes encontraba la manta, no se atrevía a retirarla de aquel lugar. Después de todo, era el único cobijo que tenía Harry, sin embargo, en realidad no era apropiado dejar que el pórtico se utilizara como refugio o como almacén para las pertenencias de Harry, de aspecto poco grato y más bien maloliente. En realidad, se había comentado en el Consejo Parroquial si convenía instalar una verja con una puerta, pero esto se juzgó poco caritativo y había cosas más importantes en las que invertir el dinero. De hecho, ya resultaba bastante difícil reunir la aportación que se esperaba de los feligreses. Todos habían intentado ayudar a Harry, pero la cosa no era fácil. Éste era bien conocido en el Refugio del Viajero de Cosway Street, en Saint Marylebone, un excelente lugar donde solía tomar su comida del mediodía y recibir, cuando la necesitaba, atención médica para dolencias leves. Era un tanto inclinado a la bebida y, de vez en cuando, intervenía en reyertas. Saint Matthew había hablado con el Refugio acerca de Harry, pero nadie sabía qué podía sugerirse. Habían tratado de persuadir a Harry para que tuviese una cama en su dormitorio común, pero él no lo admitía. No podía soportar el contacto íntimo con otras personas, y ni siquiera tomaba su comida en el albergue. La metía entre rebanadas de pan y se la llevaba, para comer en plena calle. El pórtico era su lugar, recóndito y orientado hacia el sur, fuera de la vista de los demás.
Dalgliesh dijo:
– Por lo tanto, no es probable que llamara a la puerta ayer por la noche, para pedir a sir Paul que le dejara entrar.
– ¡Oh, no! Harry nunca hubiera hecho tal cosa.
Pero de algún modo había entrado. Tal vez se había instalado ya bajo su manta cuando llegó Berowne. Berowne, inesperadamente, le había invitado a compartir su cena. Pero ¿cómo pudo persuadir a Harry? Preguntó al padre Barnes lo que pensaba él al respecto.
– Supongo que debió de ocurrir así. Es posible que Harry ya estuviera en el pórtico. Generalmente se acostaba bastante temprano. Y era una noche inusualmente fría para el mes de septiembre. Sin embargo, es muy extraño. Debió de ver en sir Paul algo que le dio confianza. No era una cosa que acostumbrara hacer. Incluso los empleados del Refugio, tan experimentados con los vagabundos de la ciudad, no lograban persuadir a Harry para que pasara la noche allí. Sin embargo, claro está que ellos sólo se ocupan de un dormitorio. Era dormir o comer con otras personas lo que Harry no podía soportar.
«Y aquí -pensó Dalgliesh- tenía la sacristía principal para él solo. Pudo haber sido esta seguridad y, tal vez, la promesa de una cena lo que le persuadiera para entrar.» Preguntó:
– ¿Cuándo estuvo usted en la iglesia por última vez, padre? Le hablo del día de ayer.
– Desde las cuatro y media hasta las cinco y cuarto, más o menos, cuando leí las vísperas en la capilla de Nuestra Señora.
– Y cuando la cerró al salir, ¿qué seguridad puede tener de que no hubiera alguien allí, tal vez escondido? Evidentemente, usted no registró la iglesia…, ¿por qué habría de hacerlo? Sin embargo, si alguien hubiera estado escondido en ella, ¿había alguna probabilidad de que usted lo hubiera visto?
– Creo que sí. Ya ve usted cómo es la iglesia. No tenemos bancos de respaldo alto, tan sólo las sillas. No hay ningún lugar en el que alguien hubiera podido esconderse.
Dalgliesh sugirió:
– ¿Tal vez debajo del altar, del altar principal o del de la capilla de Nuestra Señora? ¿O acaso en el púlpito?
– ¿Debajo del altar? Es un pensamiento terrible, un sacrilegio. Pero ¿cómo hubiera podido entrar? Cuando yo llegué, a las cuatro y media, encontré la iglesia cerrada.
– ¿Y nadie había cogido las llaves durante el día, ni siquiera los sacristanes?
– Nadie.
Y la señorita Wharton había asegurado a la policía que su llave no había abandonado su bolso.
– ¿Pudo haber entrado alguien durante las vísperas? -inquirió-. ¿Tal vez mientras usted estaba rezando? ¿Estaba usted solo en la capilla de Nuestra Señora?
– Sí. Entré, como de costumbre, por la puerta sur, y la cerré, así como la puerta de la verja. Después, abrí la puerta principal. Ésta representa la entrada natural para cualquiera que desee asistir a un servicio. Mi gente sabe que siempre abro la puerta principal para las vísperas, y es una puerta muy pesada y chirría atrozmente. Siempre estamos hablando de engrasarla. No creo que hubiera podido entrar nadie sin oírlo yo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Sabor a muerte»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sabor a muerte» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Sabor a muerte» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.