Llegué a París con esta única idea: anunciarle que era su hermanastra, llorar mi desgracia y hacerme aceptar. El Damas cayó como una pera madura en dos días. Me recibió con los brazos abiertos, e incluso lloró un poco, y cuando supo que también tenía un hermanastro, peor aún. Comía de mi mano, un verdadero imbécil. Nuestro plan del ADN iba sobre ruedas para Antoine y para mí. Una vez que hubiéramos tenido los dos tercios de la fortuna lo habría plantado allí mismo. No me gusta demasiado esa clase de tipo que se pasea enseñando musculitos y que llora por un sí y por un no. Algo más tarde comprendí que Damas estaba pirado. Como me comía de la mano y necesitaba apoyo, me contó todo su plan de pirado, su venganza, su peste, sus pulgas y todo el rollo. Yo estaba al corriente de todos los pequeños detalles, me hablaba de ello durante horas. Los nombres de los tipos que había localizado, las direcciones, todo. No me creí ni un minuto que sus pulgas idiotas fuesen a matar a nadie. Automáticamente cambié de planes, póngase en mi lugar. ¿Por qué conformamos con los dos tercios si podíamos tenerlo todo? En cuanto a Damas, él tenía el nombre y eso es muchísimo. Y nosotros, nada. Lo mejor era que Damas quería ante todo no tocar la pasta de su padre, decía que estaba maldita, podrida. Entre paréntesis, tuve la impresión de que tampoco él se lo había pasado muy bien de pequeño.
Tengo que darme prisa. Sería suficiente dejar que Damas hiciese sus numeritos y nosotros mataríamos por detrás. Si rematábamos su idea, el Damas acabaría en chirona a perpetuidad. Después de los ocho asesinatos yo habría puesto a los polis sobre su pista, como si nada. Soy bastante ducha en esas cosas. Después, como comía de mi mano, administraría toda su fortuna, es decir se la mangaría, con Antoine, y si te he visto no me acuerdo, justa conclusión de las cosas. Antoine no tenía que hacer otra cosa que obedecerme y matar, distribuimos los papeles y a él le gusta eso, obedecer y matar. Yo no soy lo suficientemente fuerte y no me gusta demasiado. Le eché una mano para sacar fuera a dos tipos, Viard y Clerc, cuando los polis estaban por todas partes y Antoine los eliminó uno por uno. Por eso que le digo que no es culpa de Antoine. Me ha obedecido, no sabe hacer otra cosa. Le pediría que fuese a buscar un cubo de agua a Marte, e iría sin vacilar. No es culpa suya. Si pudiesen internarlo en una casa de reposo, algo intensivo, ya sabe, y no en chirona, sería más justo porque, automáticamente, no es responsable. No tiene nada en el cerebro.
El Damas supo que la gente se moría y no se le ocurrió indagar más. Estaba convencido de que era su «fuerza Journot» que funcionaba, y no quiso preguntar más. Pobre imbécil. Lo habría engañado por completo si usted no hubiese reaccionado. A él también le vendría bien una cura, algo intensivo.
En cuanto a mí, estoy bien. Nunca me faltan ideas, no me preocupa el futuro, no se inquiete por mí. Si Damas pudiese enviarle un poco de su pasta podrida a mamá, no le haría daño a nadie. No se olvide de Antoine, cuento con usted. Deles un beso de mi parte a Lizbeth y a esa pobre tonta de Éva. Un abrazo para usted, lo ha fastidiado todo pero me gusta su estilo. Sin rencor,
Читать дальше