Fred Vargas - Un lugar incierto

Здесь есть возможность читать онлайн «Fred Vargas - Un lugar incierto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un lugar incierto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un lugar incierto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El comisario Adamsberg se halla en Londres invitado por Scotland Yard para asistir a un congreso de tres días. Todo debería transcurrir de manera tranquila, distendida, pero un hecho macabro alertará a su colega inglés: frente al antiguo cementerio de Highgate han aparecido diecisiete zapatos con sus respectivos pies dentro, cercenados. Mientras comienza la investigación, la delegación francesa regresa a su país. Allí descubren un horrible crimen en un chalet en las afueras de París: un anciano periodista especializado en temas judiciales ha sido, a primera vista, triturado. El comisario, con la ayuda de Danglard, relacionará los dos casos, que le harán seguir una pista de vampiros y cazadores de vampiros que le conducirá hasta un pequeño pueblo de Serbia.

Un lugar incierto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un lugar incierto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Veyrenc me ha encontrado. Veyrenc entró allí.

– ¿Veyrenc? ¿El tipo terco como una puerta de madera? ¿El que versificaba constantemente?

– El mismo.

– Creí que se había ido de la Brigada.

– Y se fue, pero él fue quien entró en el panteón. No me pregunte cómo, Weill, no lo sé.

– Me alegro en todo caso de encontrarlo entero, comisario.

– Lo único es que me falta un pie.

– Bueno -dijo Weill incómodo, incapaz de dispensar directamente consuelo-. He afinado con la vicepresidenta. Hubo efectivamente un matrimonio, hace veintinueve años.

– ¿El nombre del marido?

– No lo tengo, he hecho un llamamiento en la prensa. Uno de los testigos de la boda, una mujer, fue asesinada en Nantes hace ocho días de un balazo en la cabeza. Su hija ha contestado al anuncio. Estoy buscando al otro.

Nantes. Adamsberg recordaba haber pensado en esa ciudad. Pero ¿cuándo? ¿Y por qué?

– ¿Hubo un hijo?

– Ni idea. Y si es así, lo habrá dado.

– Hay que buscar al niño, Weill.

Adamsberg colgó y se señaló el pie.

– Hay algo que pica allí -dijo.

– Alabado sea Dios -dijo Danica santiguándose.

– Entonces te dejamos -dijo Bosko, inmediatamente seguido por Vukasin-. ¿Podrás arreglártelas para la comida de mediodía?

– Ve a descansar, Bosko. También vamos a acostarlo.

– Ponle una bolsa de agua caliente en el pie.

Mientras Adamsberg se dormía bajo el edredón azul, prepararon una habitación para el desconocido de pelo de jabato, a quien Danica encontraba una sonrisa deliciosa. El labio le subía bonitamente de lado, encantando brevemente su rostro. Sus pestañas, muy largas, arrojaban una pequeña sombra sobre sus mejillas de contornos fundidos. Nada que ver con el físico nervioso y danzante de Adamsberg. El desconocido no trataba de gustar. Sin embargo, llevaba las marcas del diablo en la pelambre, y es cosa sabida que el diablo puede adoptar los rasgos de un encantador.

39

Veyrenc concedió dos horas de sueño al comisario, antes de entrar en su habitación, abrir las cortinas, acercar dos sillas a la chimenea en que Danica había hecho un gran fuego. El calor en la estancia era asfixiante, como para hacer sudar a un muerto, que era el objetivo de Danica.

– ¿Cómo va tu pezuña? ¿Te vas a convertir en centauro, o seguirás siendo hombre?

Adamsberg agitó el pie, probó el movimiento de los dedos.

– Hombre -dijo.

– Asciende hacia los cielos, lentamente se eleva,

pero sólo era un hombre, y tan sólo era un sueño,

era un simple mortal, que había de caer.

Olvidémonos pues de sueños ilusorios.

– Querías perder esta costumbre.

– Mas ay, señor…

me esforcé largo tiempo, rayando en la esperanza,

pero antiguos diablos lograron la victoria.

– Siempre pasa. Danglard ha decidido dejar el vino blanco.

– Imposible.

– Se pasa al tinto.

Hubo un silencio. Veyrenc sabía que la ligereza de tono no iba a durar, y Adamsberg lo presentía. Era simplemente un apretón de manos antes de un difícil ascenso.

– Haz preguntas -dijo Veyrenc-. Y si no quiero tus preguntas, te lo digo.

– Bien. ¿Por qué bajaste de la montaña? ¿Para reengancharte?

– Una sola pregunta a la vez.

– ¿Para reengancharte?

– No.

– ¿Por qué bajaste de la montaña?

– Porque leí el periódico. El artículo sobre el asesinato de Garches.

– ¿Te interesó el caso?

– Sí. Por eso seguí tu trabajo.

– ¿Por qué no viniste a la Brigada?

– Tenía más intención de vigilarte que de saludarte.

– Siempre has hecho las cosas a la chita callando, Veyrenc. ¿Qué vigilabas?

– Tu investigación, tus actos, tus encuentros, el camino que tomabas.

– ¿Por qué?

Veyrenc hizo un gesto aéreo con los dedos indicando que pasara a la pregunta siguiente.

– ¿Me has seguido de verdad?

– Cuando llegaste a Belgrado con el joven cubierto de pelo, yo estaba aquí desde el día anterior.

– Vladislav, el traductor. No es pelo, es vello. Lo ha heredado de su madre.

– Eso dijo, en efecto. Una de mis amigas, en el tren, estaba encargada de escucharos.

– Elegante, rica, bonito cuerpo, mala cara. Fue lo que dijo Vlad.

– No es rica en absoluto. Interpretaba un papel.

– Pues dile que trabaje mejor. La localicé desde París. En Belgrado, ¿cómo supiste adónde iba? Ella no estaba en el autobús.

– Había llamado a un colega del servicio de misiones, que me avisaba de tus desplazamientos. Una hora después de que hubieras reservado, yo ya conocía tu destino final, Kiseljevo.

– No se puede uno fiar de los maderos.

– No, eso ya lo sabes tú.

Adamsberg cruzó los brazos, bajó la cabeza. La camisa blanca que le había prestado Danica estaba bordada en el cuello y las mangas, y examinaba los brillantes arabescos de hilos rojos y amarillos en sus puños. Quizá como los zapatos del tío Slavko.

– ¿No será más bien Mordent quien te dio esa información y quien te pidió que me siguieras?

– ¿Mordent? ¿Por qué Mordent?

– ¿No lo sabes? Está en su casa con depresión.

– ¿Qué tiene eso que ver?

– Tiene que ver con su hija, que va a juicio. Tiene que ver con la gente de allá arriba que no quiere que se detenga al asesino. Que ha echado las redes sobre la Brigada. Consiguieron a Mordent, todo hombre tiene un precio.

– ¿Cuánto me valoras?

– Mucho.

– Gracias.

– En cambio, Mordent hace su curro de traidor como un pringado.

– Será que no tiene vocación.

– Pero acaba dando sus resultados. Un casquillito colocado debajo de una nevera, unas virutillas de lápiz dejadas en una alfombra.

– No sé de qué me hablas. No conozco el expediente. ¿Por eso dejaste ir al sospechoso? ¿Porque te obligaron?

– ¿Hablas de Émile?

– No, del otro.

– No dejé que Zerk se fuera -dijo Adamsberg con firmeza.

– ¿Quién es Zerk?

– El aplastador, el Zerquetscher. El asesino de Vaudel y de Plögener.

– ¿Quién es Plögener?

– Un austriaco que sufrió el mismo trato cinco meses antes. Al final resulta que no sabes nada. Pero eres tú el que abre el panteón de Kisilova.

Veyrenc sonrió.

– Nunca confiarás realmente en mí, ¿verdad?

– Si te entiendo, lo conseguiré.

– Tomé el avión a Belgrado, te precedí en taxi hasta Kiseljevo.

– Se habrían fijado en ti en el pueblo.

– Dormí en la cabaña del claro. Te vi pasar el primer día.

– Cuando encontré a Peter Plogojowitz.

– ¿Quién es?

Y la ignorancia de Veyrenc parecía auténtica.

– Veyrenc -dijo Adamsberg levantándose-, si no conoces a Peter Plogojowitz, no tienes nada que hacer aquí realmente. A menos que pensaras, y dime por qué, que yo estaba en peligro.

– No vine con la idea de sacarte de ese panteón. No vine con la idea de ayudarte. Al contrario.

– Bien -dijo Adamsberg-. Cuando hablas así te entiendo mejor.

– Pero no te habría dejado morir en la tumba. ¿Me crees?

– Sí.

– Pensaba que el peligro eras tú. Te seguí cuando fuiste hacia el molino, vi el coche de alquiler en la carretera, matrícula de Belgrado. El tuyo, pensé. No sabía adónde pensabas ir, me metí en el portaequipajes. La cosa fue de otra manera. Llegué contigo a ese maldito cementerio. El tipo tenía un arma, y yo nada. Esperé, vigilé. Ya te lo he dicho, volvía cada dos por tres a comprobar lo que había hecho. Sólo pude intervenir tarde. Casi demasiado tarde. Dos horas más y te conviertes en centauro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un lugar incierto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un lugar incierto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un lugar incierto»

Обсуждение, отзывы о книге «Un lugar incierto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x