Kjell Eriksson - La princesa de Burundi

Здесь есть возможность читать онлайн «Kjell Eriksson - La princesa de Burundi» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La princesa de Burundi: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La princesa de Burundi»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Uppsala, Suecia, todo el mundo está perplejo cuando se encuentra en la nieve el cadáver de John Jonsson. A juzgar por la desfiguración, parece evidente que quienquiera que haya asesinado al experto en peces tropicales lo odiaba profundamente. La detective Ann Lindell, que, en contra de su voluntad, deja su baja por maternidad para investigar el caso, apunta a un perturbado cáustico y encarnizado con cuentas pendientes con John.

La princesa de Burundi — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La princesa de Burundi», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Creía que estaba quitando nieve. Hablaba de buscar trabajo con un chapista que conocía.

– ¿Con Micke? -preguntó Lennart.

Berit miró a su cuñado y asintió. «Micke -pensó Beatrice-. Ahora saldrán todos los nombres.»

*****

Haver, Beatrice, Wende, Berglund, Fredriksson, Riis, Lundin y Ottosson estaban reunidos alrededor de un bote gigante de galletas de especias. Fredriksson cogió un buen puñado y apiló las galletas frente a su taza. «Once», constató Beatrice.

– ¿Vas a ser bueno?

Fredriksson asintió ausente. Ottosson, que al parecer ya era lo suficientemente bueno, no cogió ninguna galleta cuando la lata llegó a su lado.

– Toma una galleta de especias -dijo Riis.

– No, gracias -repuso el jefe de la brigada.

– Johny murió desangrado -explicó Haver de pronto-. Una o más personas lo apuñalaron con un cuchillo u otro objeto punzante hasta que se desangró.

El grupo sentado alrededor de la mesa digirió la información. Haver se detuvo. Imaginó que sus compañeros se hacían una idea del final de la vida de Johny.

– Antes lo golpearon repetidamente en la cara y en el pecho -prosiguió Haver-. Además, tenía quemaduras, probablemente de cigarrillo, en brazos y genitales.

– Buscamos a un fumador sádico -apostilló Riis.

– ¿No son unos sádicos todos los fumadores? -le preguntó Lundin.

Haver le lanzó una mirada y continuó.

– Probablemente murió entre las cuatro y las ocho de ayer tarde. Es algo difícil precisar la hora teniendo en cuenta que estaba medio congelado.

– ¿Tenía alcohol o drogas en la sangre? -preguntó Ottosson.

– Estaba limpio. Lo único que han constatado es un principio de úlcera de estómago y un hígado que podría haber estado en mejores condiciones.

– ¿Era alcohólico?

– No, no podemos decir que lo fuera, pero el hígado había trabajado lo suyo -contestó Haver, quien de pronto pareció agotado.

– ¿No murió por error? -preguntó Beatrice-. Que se desangrara después de tantos cortes pequeños apunta a un tratamiento largo. Si alguien quiere matar a una persona con un cuchillo le mete una buena cuchillada.

«Es absurdo», pensó Haver.

– Tortura -insistió-. Lo torturaron.

– Era un tipo duro -intervino Ottosson-. No creo que fuera tan sencillo someterlo.

– Eso nunca se sabe -dijo Fredriksson, y se comió la octava galleta-. Una cosa es hacerse el duro sentado a una mesa mientras te interrogan por robo y otro rollo muy distinto es mantener la máscara mientras te torturan hasta matarte.

Ottosson no era de los primeros que solían replicar, pero esta vez se reafirmó.

– Johny era testarudo. Además de valiente. A pesar de su tamaño nunca se rendía.

– Pero tú no lo has torturado -observó Riis.

Ottosson había contado que había interrogado a Johny en varias ocasiones. Estuvo presente en la primera detención, cuando tenía dieciséis años, y luego se habían tropezado durante cinco o seis años.

– ¿Es un asunto antiguo o es algo nuevo? -prosiguió Ottosson-. A mí me cuesta creer que Johny estuviera metido en nuevas irregularidades. Tú, Bea, has visto a la esposa y al hijo, y John, al parecer, se ha comportado bien durante los últimos diez años. ¿Por qué iba a fastidiarlo ahora?

Bea asintió y le lanzó a Ottosson una mirada para animarlo a continuar. Le gustaba cómo hablaba. Él ya era historia mucho antes de que ella llegara a la brigada e incluso antes de que empezara en la escuela. Beatrice pensaba que era un hombre inteligente. Cada vez soltaba menos discursos, y justo ahora ella deseaba que él siguiera hablando, pero Ottosson guardó silencio, le quitó la última galleta a Fredriksson y le lanzó a Beatrice una mirada traviesa.

– La mujer y el hijo parecen buena gente. Él llevaba varios meses en paro y eso había ocasionado pequeños problemas, pero no se había derrumbado. Bebía de vez en cuando, ha dicho la esposa, pero nada de borracheras continuadas. Es posible que ella endulzara algo la historia, pero yo creo que se comportaba bien. Trabajaba en su acuario. Es el más grande que he visto. Seguro que tiene cuatro metros de largo por uno de ancho. Ocupaba toda una pared.

– Como pierda agua, vaya humedades -dijo Riis.

Ottosson le lanzó una mirada que indicaba: «Ya vale de comentarios tontos». Riis esbozó una mueca.

– Al parecer era su pasión -continuó Beatrice-. Era miembro de una asociación de acuarios; según parece era muy activo en la dirección. Soñaba con tener una tienda de peces.

Ottosson asintió.

– En cambio, el hermano -dijo Haver- no parece estar tan limpio. ¿Podría haber empujado a John a hacer algo?

– No lo creo -comentó Beatrice-. Por lo menos no lo hizo de una forma deliberada. Parecía realmente sorprendido. Está claro que uno se encuentra en estado de shock cuando asesinan a su hermano, pero no hay nada que indique que tuviera la más mínima idea de que John estuviera involucrado en alguna pillería.

– No parece tener demasiadas luces -consideró Ottosson-. Quizá sea incapaz de darse cuenta de lo que ha hecho, de que fuera a tener tales consecuencias.

Beatrice pareció dudar.

– Quizá lo entienda ahora -añadió Ottosson.

Morenius, el jefe de la Brigada de Inteligencia Criminal, entró en la sala de personal. Lanzó un voluminoso archivador sobre la mesa, se sentó y emitió un sonoro suspiro.

– Disculpad el retraso, pero tenemos mucho que hacer -dijo, y lo subrayó con un suspiro.

– Tómate un café -propuso Ottosson-, así te despejarás.

Morenius sonrió y se estiró tras el termo de café.

– ¿Galletas? -ofreció Ottosson.

– Lennart Jonsson -comenzó el jefe de la Brigada de Inteligencia Criminal- es uno de nuestros clientes habituales y de unas cuantas administraciones más. Catorce detenciones por conducir sin carné, tres por conducir borracho, dieciséis por robo, tres de ellos con agravante, una por agresión y seguro que veinte más que desconocemos, una por intento de estafa, otra por posesión de drogas, pero esta es de hace mucho tiempo, tres por amenazas y una por desacato. Esto es lo que tenemos. Además, tiene una docena de multas impagadas y una deuda de cerca de treinta mil coronas con la oficina estatal de impagos. Recibe ayuda social y se está tramitando su pensión anticipada.

– ¿Por qué cojones…? -exclamó Lundin.

Morenius parecía agotado tras su larga relación, pero tomó un sorbo de café y prosiguió.

– Al parecer arrastra una antigua lesión. Se cayó de un andamio hace cinco años y desde entonces, en principio, está incapacitado.

– ¿Así que ha trabajado?

– En la construcción sobre todo, pero también para Ragnsells y, durante un tiempo, como portero de discoteca.

– ¿Es Lennart la clave de todo esto?

La pregunta de Ottosson quedó en el aire. Fredriksson se había provisto de un nuevo montón de galletas y seguía masticando. Riis aparentaba aburrimiento. Lundin miraba sus manos y todos esperaban a que se levantara y fuera al cuarto de baño a lavárselas. Su pánico a las bacterias era el hazmerreír de todo el edificio. El gasto en toallas de papel se había incrementado considerablemente desde la llegada de Lundin a la brigada.

Haver abordó una discusión acerca de elaborar un informe sobre los conocidos de la familia Jonsson y su economía.

Al principio Beatrice escuchó con atención, pero pronto se enfrascó en sus propias reflexiones. Intentó recordar algo que le había incomodado durante la visita a Berit Jonsson. ¿Fue quizá cuando mencionaron al hijo? ¿Fue algo que Berit dijo? ¿Puede que una mirada o un cambio en la expresión de su rostro? ¿Una especie de preocupación?

Ottosson interrumpió sus pensamientos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La princesa de Burundi»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La princesa de Burundi» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La princesa de Burundi»

Обсуждение, отзывы о книге «La princesa de Burundi» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x