Lawrence Block - Cuando el antro sagrado cierra

Здесь есть возможность читать онлайн «Lawrence Block - Cuando el antro sagrado cierra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cuando el antro sagrado cierra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cuando el antro sagrado cierra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Matt Scudder fue policía de Nueva York. Ahora es un detective sin licencia que saca las castañas del fuego a sus amigos. Se divorció de su mujer, y ahora vive en un modesto hotel del West Side. Pero su verdadero hogar se encuentra en cualquiera de los bares de su zona, la clientela habitual forma su familia. Corre el verano de 1975, y Matt anda comprometido con varios favores a amigos. En primer lugar, debe salvar de sospechas a Tommie Tillary, un hombre de negocios de ropas estridentes cuya mujer ha sido asesinada. Matt Scudder no dejará de beber ni un instante, pero se mantendrá lo suficientemente lúcido como para encontrar la solución, hallando la inspiración en el fondo de la botella.

Cuando el antro sagrado cierra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cuando el antro sagrado cierra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Continua, Matt. Me estás alegrando el día.

– Si no es alguien que os tenga manía, entonces será alguien que simplemente quiera sacarse algo de pasta.

– ¿Vendiendo los libros?

– ¡Ajá!

– ¿Vendiéndonoslos a nosotros?

– Sois los clientes perfectos.

– También lo había pensado. Y Kasabian. «Espera», me dijo. «Espera y quien quiera que sea el que se los ha llevado llamará y entonces ya tendremos tiempo de preocuparnos. Pero mientras, espera a ver qué pasa». ¡Pero yo no puedo quedarme sentado esperando! ¿Te pueden detener bajo fianza por evadir impuestos?

– Claro.

– Entonces creo que cuando saliera podría huir. Podría abandonar el país. Viviría el resto de mi vida en Nepal vendiendo hachís a los jipis.

– Bueno, no adelantes acontecimientos.

– Ya. -Se quedó mirando su cigarrillo pensativo y lo apagó en los posos de la cerveza-. Odio cuando hacen esto -dijo-. Cuando los clientes te dejan los vasos con colillas flotando dentro. ¡Qué asco! -Me miró directamente a los ojos-. ¿Puedes ayudarme? Por supuesto, te pagaríamos.

– Pero es que ahora mismo no sé en qué podría ayudarte.

– Pues me toca esperar. Eso es lo que peor llevo. Esperar. En el instituto hacía atletismo. Los doscientos metros lisos. Entonces estaba más delgado. Fumaba mucho, fumo desde los trece, pero a esa edad puedes hacer lo que sea sin que te perjudique. A los chavales no les pasa nada, por eso se piensan que van a vivir eternamente. -Sacó otro cigarrillo, pero lo volvió a guardar-. Me encantaban las carreras, pero odiaba tener que estar esperando a que empezaran. Algunos chicos vomitaban. Yo nunca, aunque sí que tenía ganas muchas veces. Hacía pis y a los cinco minutos necesitaba mear otra vez. -Sacudió la cabeza al recordar-. Y me pasó lo mismo cuando estuve fuera y tenía que esperar a entrar en combate. Nunca me preocupó, y eso que había mucho por lo que preocuparse. Ahora lo pienso y esas cosas a las que antes no daba importancia sí que me preocupan y me perturban ahora.

– Lo entiendo.

– Pero lo de esperar era otra historia. Eso para mí siempre ha sido una tortura. -Apartó su silla-. ¿Qué te debo, Matt?

– ¿Por qué? No he hecho nada.

– Por el consejo.

– Invítame a la copa -dije- y estamos en paz.

– Hecho -dijo y se levantó-. Pero puede que necesite tu ayuda en algún momento.

– Claro -respondí.

Antes de irse, se detuvo para hablar con Dennis. Yo seguí tomándome el café. Cuando terminé, una mujer sentada a dos mesas de mí había pagado su cuenta y se había dejado olvidado el periódico. Lo leí mientras me tomaba otra taza de café y una copita de burbon para endulzarlo.

El bar se estaba llenando con la típica clientela de la tarde cuando llamé a la camarera. Le di un dólar de propina y le dije que me apuntara la consumición en mi cuenta.

– El señor ya lo ha pagado.

La chica era nueva y no se sabía el nombre de Skip.

– No tenía por qué haber pagado -le dije-. De todos modos, yo me he tomado algo después de que él se fuera. Anótalo en mi cuenta, ¿vale?

– Hable con Dennis -dijo ella.

Antes de que pudiera decir algo, ya se había ido a tomar nota a otra mesa. Fui a la barra y le hice señas con el dedo para avisarlo -Dice que lo de mi mesa ya está pagado.

– Y así es. -Sonrió. Sonreía a menudo, como si todo lo que veía lo divirtiera-. Devoe ha pagado la cuenta.

– No sé por qué lo ha hecho. Pero aun así me he tomado algo cuando él se ha ido. Le he dicho a la chica que lo anote en mi cuenta y me ha dicho que hablara contigo. ¿Qué pasa? ¿Es que ya no tengo cuenta en este bar?

Su sonrisa se hizo más amplia.

– Siempre que quieras, pero resulta que ahora mismo no tienes ninguna porque el señor Devoe la ha liquidado.

– ¿Y a cuánto ascendía?

– Creo que unos ochenta dólares. Pero si quieres, te lo calculo y te digo la cantidad exacta.

– No hace falta.

– Me ha dado cien dólares para saldar tu cuenta, para cobrarme las consumiciones de hoy, para una propina para Lyddie y otra para mí. Supongo que lo último que has tomado no está pagado, pero lo justo es que dé por hecho que sí lo está. -Y volvió a sonreír-. Así que no nos debes nada.

No se lo discutí. Si aprendí algo en el Departamento de Policía de Nueva York fue a aceptar todo lo que la gente me daba.

5

Volví a mi hotel. Pregunté si tenía correo o si me habían dejado algún mensaje. Nada. El recepcionista, un tipo negro y esbelto de Antigua y Barbuda, me dijo que no le importaba el calor, pero que echaba de menos la brisa del océano.

Fui arriba y me di una ducha. En mi habitación hacía calor. Había aire acondicionado, pero la bomba de frío debía de estar rota. Ventilaba, pero no enfriaba ni quitaba la humedad. Podía apagarlo y abrir la ventana, pero el aire de fuera era todavía peor. Me tumbé y me quedé dormido alrededor de una hora y, cuando desperté, necesité darme otra ducha.

Lo hice y después llamé a Fran. Su compañera de piso respondió. Le dije cómo me llamaba y esperé un buen rato hasta que Fran se puso al teléfono.

Le propuse salir a cenar y que, si luego nos apetecía, fuéramos a ver una película.

– Vaya, me temo que esta noche no puedo, Matt -dijo-. Tengo otros planes. ¿Qué tal otro día?

Colgué arrepintiéndome de haberla llamado. Me miré al espejo y, tras decidir que ya no necesitaba afeitarme, me vestí y salí de allí.

En la calle hacía calor, pero en un par de horas empezaría a refrescar un poco. Mientras tanto, había bares por todas partes y sus aires acondicionados funcionaban mejor que el mío.

Curiosamente no bebí demasiado. Estaba cabreado, de mal humor, y eso normalmente me hacía beber más deprisa. Pero me sentía nervioso y por eso no me quedé mucho rato en cada bar. Incluso en algunos simplemente entré y salí sin tomar nada.

En uno de ellos casi me meto en una pelea. En un garito de la Décima Avenida un borracho esquelético al que le faltaban dos dientes se chocó contra mí y me echó parte de su copa encima. Al parecer se ofendió por el modo en que había aceptado sus disculpas. Estaba buscando pelea y yo estaba dispuesto a hacerle el favor. Entonces uno de sus amigos lo agarró de los brazos por detrás y otro se metió entre los dos, yo me calmé y decidí salir de allí.

Caminé hacia el este por la Cincuenta y Siete. Un par de prostitutas negras estaban trabajando en la acera de enfrente del Holiday Inn. Me fijé en ellas más de lo que solía hacer. Una, cuyo rostro parecía una máscara de ébano, me desafió con la mirada. Sentí una oleada de furia, pero no sabía contra quién o contra qué estaba tan furioso.

Caminé hacia la Novena, me encontraba a media calle del Armstrong's. No me sorprendió ver a Fran. Era casi como si hubiera esperado encontrármela allí, sentada en una mesa. Estaba de espaldas a mí y no se había dado cuenta de que yo había entrado.

Su mesa era para dos y su acompañante no era nadie que yo conociera. Él tenía el pelo rubio y parecía joven. Llevaba una camisa azul oscuro de manga corta con trabillas. Creo que se llama camisa «estilo safari». Estaba fumando en pipa y bebiendo cerveza. La bebida de ella era de color rojo y se la habían servido en un enorme vaso bajo.

Probablemente era un tequila Sunrise. Ese año estaba de moda.

Me giré hacia la barra y allí estaba Carolyn. Las mesas estaban llenas, pero la barra estaba medio vacía y, dado que era viernes por la noche, apenas había camareros atendiéndola. A la derecha de Carolyn, hacia la puerta, había una pareja de pie bebiendo cerveza y charlando sobre béisbol. A su izquierda, había tres taburetes vacíos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cuando el antro sagrado cierra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cuando el antro sagrado cierra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Cuando el antro sagrado cierra»

Обсуждение, отзывы о книге «Cuando el antro sagrado cierra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x