Armando Palacio Valdés - Páginas escogidas

Здесь есть возможность читать онлайн «Armando Palacio Valdés - Páginas escogidas» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, Зарубежные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Páginas escogidas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Páginas escogidas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Páginas escogidas — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Páginas escogidas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando Ricardo separó sus labios de los de la niña, lo primero que hizo fué pasear una mirada inquieta por los contornos de la peña. Estaban ya cercados por el agua. Levantóse bruscamente y sin decir nada cogió a Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló la herida del joven: después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido. Ricardo la siguió. Los dos marchaban callados. La distancia que los separaba se fué haciendo cada vez mayor, porque Marta ya no andaba, corría. El joven marqués sentía vago malestar y una turbación extraña que le impedían apretar el paso. Estaba enojado consigo mismo. Cuando entraron en el agujero del túnel que conducía al bosquecillo de pinos, perdió enteramente de vista a su amiga y hasta dejó de escuchar el ruido de sus botitas por el suelo. Al hallarse en medio de la cueva sumido en las tinieblas, creyó oir muy confusamente el eco de un sollozo y sintió aún más oprimido su corazón. Después de salir a la luz, empezó a encontrarse mejor.

Cuando llegaron a la casa supieron que se habían expedido ya varios criados a buscarlos, pues hacía rato que todo estaba dispuesto para el regreso. La tarde avanzaba y no era muy del gusto de las señoras que las sorprendiese la noche en el mar. Recibiéronlos, pues, con muestras de satisfacción, y todo el mundo se apresuró a acomodarse nuevamente en las falúas, que con el oleaje no estaban quietas un instante, como los caballos enjaezados, esperando al jinete al pie de la cuadra.

Izáronse las velas y dando largas bordadas para aprovechar el viento, hicieron rumbo hacia El Moral. Marta, al entrar en la lancha, había perdido los vivos colores de las mejillas.

El sol se acercaba cada vez con más prisa al horizonte. Las señoras veían con recelo crecer la sombra en el cielo como en el mar, dirigiendo miradas inquietas a los marineros. Las frecuentes viradas que las lanchas hacían les retrasaban extraordinariamente. Al cabo fué necesario arriar las velas y caminar al remo en línea recta. Nada tenía esto de particular, y es lo más usual cuando no se tiene el viento por la popa; pero he aquí que a Rosarito, la amiga de la señorita de Mory, se le mete en la cabeza de pronto que aquel cambio de motor náutico significa peligro inminente de naufragio, el cual se le representa a la imaginación con todos los horrores de que suele venir rodeado en las novelas por entregas: la densidad espesa de la noche, las olas elevándose como montañas a los cielos, los gritos de los náufragos mezclándose a los rugidos de la mar, etc., etc. Y sin poder evitarlo empieza a agarrarse con mano nerviosa a su amiga y a dejar salir de su boca exclamaciones de angustia y terror.

–¡Ay, Dios mío, vamos a perecer, vamos a parecer!

–No pasa nada; tranquilízate, Rosario.

–¡Sí, sí, vamos a perecer… nos vamos a ahogar!… ¡Dios mío, qué muerte tan horrible!… ¡Por qué habré venido yo a la Isla!… ¡Qué dirá mi papá cuando sepa que no tiene hija!… ¡Papá, papá del alma!…

¡Pero, niña, si no ocurre absolutamente nada!

–¡No me digas eso, por Dios! ¿no estoy viendo que han bajado las velas? ¡Ay, qué muerte, qué muerte tan espantosa!… ¡Morir sin confesión!… ¡Morir separada de mi papá!… ¡Y luego quedar sepultada aquí en este fondo tan negro… y ser comida por los peces… y por los cangrejos!… ¡Es horrible!…

Los esfuerzos de la señorita de Mory para calmar a su amiga eran inútiles. No contribuían poco a asustarla las voces de los marineros, que para alentarse y vencer la resistencia de las olas a cada golpe de remo gritaban a un tiempo: ¡Aaaguanta!… ¡aaaguanta!… Cada vez que sonaba esta palabra en el aire con ritmo brutal, Rosario exhalaba un grito de angustia; tanto que la vivaracha señorita de Mory, temiendo que se pusiera mala, dijo a los marineros:

–Señores, hagan ustedes el favor de no decir aguanta, porque esta señorita se asusta mucho.

Pero Rosario, toda azorada y hecha un mar de lágrimas, exclamó inmediatamente:

–¡No, no; que digan aguanta , que digan aguanta !… Si no, vamos a perecer más pronto…

Poco a poco, no obstante, y viendo que la tremenda catástrofe no llegaba, se fueron calmando sus nervios, y no tardó en reirse, como niña aturdida que era, de sus ridículos temores.

En la falúa de Elorza se hablaba poco: D. Mariano y D. Máximo llevaban demasiado Medoc en el cuerpo para hallarse en estado de sostener una conversación animada. La señorita de Delgado, secundada por sus hermanas, admiraba con vivos transportes de entusiasmo, abriendo y cerrando mucho los ojos, la puesta del sol. El marqués de Peñalta había cerrado los suyos y parecía dormido con la mano en la mejilla. Algunas parejas cuchicheaban.

¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar, grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le soplaba la brisa en el oído?

¡Oh! ¡Más fácil es descifrar el misterio de los rumores del Océano y los secretos de la brisa, que los vagos pensamientos que oculta la frente de una niña!

El mar quería entregarse otra vez al sueño. Las crestas de sus olas ya no blanqueaban a lo lejos con su corona de espumas. El horizonte replegaba su línea indecisa que se borraba en la sombra de la tarde. Las serenas y abultadas ondas bajaban y subían, semejando la respiración perezosa y dormida de un seno gigantesco. Una por una, con amable sosiego y confianza, las iban dejando atrás las falúas, avecinándose al puerto. La costa festoneaba con línea negra y ondulante la gran llanura resplandeciente. Allá a lo lejos, en lo interior, columbrábanse las cimas de las montañas, bañadas de un transparente vapor violáceo.

El pensamiento de Marta rompió la tupida nube que lo encerraba en un piélago de confusiones y vaguedades, y en su alma asomaron de golpe un sinnúmero de recuerdos dulces e inefables como otros tantos puntos luminosos de que estaba sembrado el cielo sereno de su vida. Entretúvose largo rato a contarlos recreándose en cada uno de ellos. ¡Qué vivos y qué hermosos ardían en su memoria! ¡Qué luz tan suave derramaban sobre los monótonos y laboriosos días de su existencia! Estaban rodeados de silencio y misterio; nadie los había gustado, nadie los conocía siquiera más que ella; la misma mano que había dejado caer en su corazón el bálsamo de la felicidad ignoraba en absoluto su bienhechora influencia. Este pensamiento la llenaba de íntimo gozo que hacía asomar a sus labios descoloridos una sonrisa. Uno tras otro, no obstante, y sin saber por qué, aquellos puntos luminosos se fueron apagando, se fueron borrando y perdiendo en los abismos profundos y negros de una idea. Su imaginación empezó a dar vueltas como un pájaro aturdido dentro de esta idea triste y desesperada donde no penetraba el más delgado rayo de luz. ¿Para qué estaba ella en el mundo? La felicidad que había venido a buscar estaba ya recogida y no le quedaba otro recurso que contemplarla sin rencor y sin envidia, porque la envidia en este caso constituía enorme pecado. ¿Y estaba segura de no caer en él a cada instante o, lo que es peor, estaba segura de no llevar la mano a aquella felicidad? La escondida playa de la isla le vino de pronto a la memoria con su arena de oro y sus olas espumosas derramándose sobre ella. Un gran remordimiento, un remordimiento vivo y cruel empezó a entrar en su inocente corazón como la hoja fina de un puñal, produciéndole tal dolor que dejó escapar un grito ahogado que nadie escuchó más que ella misma. La confusión y el vértigo se apoderaron de su cabeza que ardía como un volcán. Se llevó la mano a la frente y estaba fría como si fuese de mármol. Esto la sorprendió de un modo extraordinario, ¡Tanto calor dentro y tanto frío fuera!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Páginas escogidas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Páginas escogidas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Armando Alberola Romá - Quan la pluja no sap ploure
Armando Alberola Romá
Armando Palacio Valdés - Riverita
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - El maestrante
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - El origen del pensamiento
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - Tristán o el pesimismo
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés - La Espuma
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio - El Cuarto Poder
Armando Palacio
Armando Palacio - La aldea perdita
Armando Palacio
Armando Palacio - El idilio de un enfermo
Armando Palacio
Armando Palacio - El señorito Octavio
Armando Palacio
Armando Palacio - La Fe
Armando Palacio
Armando Palacio - Marta y Maria
Armando Palacio
Отзывы о книге «Páginas escogidas»

Обсуждение, отзывы о книге «Páginas escogidas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x