Unknown - i c40a5069f5c85ef3
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Parece ser que Kendra pensó que mudarse al Valle de Godric era la oportunidad perfecta para ocultar a Arianna de una vez y para siempre, algo que probablemente hab´ıa estado planeando durante a˜nos. La oportunidad del momento fue significativa. Ariana ten´ıa apenas siete a˜nos cuando se perdió de vista, y los siete es la edad mágica en la que la mayor´ıa de los expertos está de acuerdo en que se revela la magia a s´ı misma, si se presenta. Nadie vivo actualmente recuerda a Arianna demostrando la más m´ınima se˜nal de habilidad mágica. Parece claro, por lo tanto, que Kendra tomó la decisión de ocultar la existencia de su hija antes que sufrir la vergüenza de admitir que hab´ıa dado a luz a un a Squib. Mudarse lejos de amigos y vecinos que conoc´ıan a Ariana, por supuesto, har´ıa que mantenerla prisionera fuera más fácil. Pod´ıa contarse con el peque˜no número de personas que de ah´ı en adelante conocieron la existencia de Arianna para mantener el secreto, incluyendo a sus dos hermanos, que desviaban preguntas embarazosas con la respuesta que su madre les hab´ıa ense˜nado. “Mi hermana es demasiado frágil para la escuela.”
Próxima semana: Albus Dumbledore en Hogwarts... los Premios y la Presencia.
Harry hab´ıa estado equivocado. Lo que hab´ıa le´ıdo le hab´ıa hecho sentir peor. Volvió a mirar la fotograf´ıa de la aparentemente feliz familia. ¿Era cierto? ¿Cómo pod´ıa averiguarlo? Deseaba ir al Valle de Godric, incluso si Bathilda no estaba en condiciones de hablar con él; quer´ıa visitar el lugar donde Dumbledore hab´ıa perdido a aquellos a los que amaba.
Estaba en proceso de bajar el periódico, para preguntar a Ron y Hermione su opinión, cuando un ensordecedor crack llenó la cocina.
Por primera vez en tres d´ıas Harry se hab´ıa olvidado del todo de Kreacher. Su primer pensamiento fue que Lupin hab´ıa irrumpido en la habitación, y durante una fracción de segundo, no se fijó en la masa de extremidades que se retorc´ıan y que hab´ıa aparecido de la nada junto a su silla. Se apresuró a ponerse en pie mientras Keacker se desenredaba y se inclinaba ante Harry, croando, “Kreacher ha vuelto con el ladrón Mundungus Fletcher, Amo.”
CAPÍTULO 11. EL SOBORNO
125
Mundungus luchó por levantarse y sacó su varita. Hermione sin embargo, fue demasiado rápida para él.
“¡Expelliarmus! ”
La varita de Mundungus voló por el aire y Hermione la cogió. Con los ojos salvajes, Mundungus se lanzó hacia las escaleras; Ron le hizo un placaje y Mundungus golpeó el suelo de piedra con un crujido amortiguado.
“¿Qué?” gritó a voz en cuello, retorciéndose en su intento por liberarse del agarre de Ron. “¿Que he hecho? Mandarme a un sangriento elfo doméstico, ¿a qué estás jugando, qué he hecho?, suéltame, suéltame o...”
“No estás en posición de formular amenazas” dijo Harry. Lanzó a un lado el periódico, cruzó la cocina en unas pocas zancadas, y se puso de rodillas junto a Mundungus que dejó de luchar aterrado. Ron se levantó, jadeando, y observó como Harry apuntaba su varita deliberadamente hacia la nariz de Mundungus. Mundungus hed´ıa a sudor rancio y humo de tabaco. Su pelo estaba enredado y su túnica manchada.
“Kreacher se disculpa por la tardanza en traer al ladrón, Amo” croó el elfo. “Fletcher sabe como evitar la captura, tiene muchos escondrijos y cómplices. No obstante, Kreacher atrapó al ladrón al final.”
“Lo has hecho realmente bien, Kreacher” dijo Harry, y el elfo hizo una reverencia.
“Bueno, tenemos unas cuantas preguntas para ti” dijo Harry a Mundungus, que gritó al instante.
“¿Me entró el pánico, vale? Nunca quise ir para empezar, sin ofender, colega, pero nunca me ofrec´ı voluntario para morir por ti, y era el mism´ısimo Quien-tu-ya-sabes el que ven´ıa volando hacia m´ı, todo el mundo se largaba, dije todo el rato que no quer´ıa hacerlo...”
“Para tu información, el resto de nosotros no Desapareció” dijo Hermione.
“Bueno, entonces sois unos malditos héroes, ¿verdad?, pero yo nunca fing´ı presentarme voluntario para que me mataran...”
“No estamos interesados en por qué dejaste en la estacada a Ojoloco” dijo Harry, moviendo su varita un poco más cerca de los ojos perrunos e inyectados de sangre de Mundungus. “Ya sab´ıamos que eras un pedazo de escoria indigno de confianza.”
“Bueno entonces, ¿por qué me mandas elfos domésticos? ¿O esto va de las copas de nuevo? No tengo ya ninguna de ellas, o te las habr´ıa dev...”
“No es por las copas tampoco, aunque te vas acercando” dijo Harry. “Cállate y escucha.”
Era maravilloso tener algo que hacer, alguien a quien poder exigir un trocito de verdad.
La varita de Harry estaba ahora tan cerca del puente de la nariz de Mundungus que Mundungus bizqueaba intentando mantener la vista fija en ella.
“Cuando limpiaste esta casa de cualquier cosa de valor.” Empezó Harry, pero Mundungus le interrumpió de nuevo.
“A Sirius ningun le interesó nada de esta basura...”
Se produjo un sonido de pies corriendo, un destello de cobre brillante, un resonante clang y un grito de agon´ıa. Kreacher hab´ıa ido corriendo hacia Mundungus y le hab´ıa golpeado en la cabeza con una cacerola.
CAPÍTULO 11. EL SOBORNO
126
“Qu´ıtamelo de encima, qu´ıtamelo de encima. ¡Deber´ıan encerrarlo!” gritaba Mundungus, acobardado cuando Kreacher alzó de nuevo la pesada cacerola.
“¡Kreacher, no!” gritó Harry.
Los flacos brazos de Kreacher temblaban por el peso de la cacerola, todav´ıa sostenida en alto.
“¿Quizás solo un poco más, Amo Harry, por suerte?”
Ron rio.
“Le necesitamos consciente, Kreacher, pero si necesita que lo persuadan podrás hacer los honores” dijo Harry.
“Muchas gracias, Amo” dijo Kreacher con una reverencia, y retorcedió una corta distancia, sus grandes ojos pálidos todav´ıa estaban fijos en Mundungus con aversión.
“Cuando despojaste esta casa de todo lo de valor que pudiste encontrar.” Empezó Harry de nuevo, “cogiste unas cuantas cosas de la alacena de la cocina. Hab´ıa all´ı un guardapelo.” La boca de Harry se quedó de repente seca. Pod´ıa sentir la tensión de Ron y Hermione y también la excitación. “¿Que hiciste con él?”
“¿Por qué?” preguntó Mundungus. “¿Ten´ıa algún valor?”
“¡Todav´ıa lo tiene!” gritó Hermione.
“No, no lo tiene” dijo Ron astutamente. “Se pregunta si debió haber pedido más dinero por él.”
“¿Más?” dijo Mundungus. “Eso habr´ıa sido dificil.... dado que me lo quitaron, ¿verdad?
No tuve elección.”
“¿Qué quieres decir?”
“Estaba vendiendo en el Callejón Diagon y ella se presentó y mi preguntó si ten´ıa licencia para vender artefactos mágicos. Menuda entrometida. Me iba a arrestar, pero se le antojó el guardapelo y me dijo que se lo llevaba y me dejar´ıa en paz por el momento, y supongo que tuve suerte.”
“¿Quién era esa mujer?” preguntó Harry.
“No sé, alguna vieja bruja del Ministerio.”
Mundungus pensó por un momento, frunciendo la frente.
“Peque˜na. Con un sombrerito en lo alto de la cabeza.
Frunció el ce˜no y después a˜nadió: “Parec´ıa un sapo.”
Harry dejó caer su varita. Esta golpeó a Mundungus en la nariz y disparó chispas rojas hacia sus cejas, que se incendiaron.
“¡Aguamenti! ” gritó Hermione, y un chorro de agua surgió de su varita, empapando a un balbuceante y ahogado Mundungus.
Harry levantó la mirada y vio su propia sorpresa reflejada en las caras de Ron y Hermione. Las cicatrices del dorso de su mano derecha parec´ıan estar cosquilleando otra vez.
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