Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS
Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, на английском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:DESTINOS TRUNCADOS
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
DESTINOS TRUNCADOS: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «DESTINOS TRUNCADOS»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
DESTINOS TRUNCADOS — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «DESTINOS TRUNCADOS», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
definida. Shura siempre sabía, con toda exactitud, a qué mesa debía sentarse cada día.
Ya avanzaba, bajando del entresuelo por la escalera de madera y hablando
ruidosamente, una manada de críticos e investigadores literarios que acababan de poner
punto final a una reunión: fluía entre las mesas, saludaba, se detenía, se sentaba con
conocidos, se despedía; y en medio de todo aquel torbellino, en el centro del salón, una
pandil a de jovencitos rendía fervoroso homenaje al redactor jefe de una revista de la
periferia, un hombre de aspecto oriental, cuadrado, casi cúbico, que l evaba una
tiubeteika6 y una chaqueta corriente, en cuyas solapas brillaban insignias
incomprensibles... La buena vida fluía como agua de manantial y yo tenía de nuevo que
largarme a los confines de la ciudad. Pensé con tristeza qué cosas podría inventar aún el
que movía los hilos de mi destino...
Tuve suerte: conseguí enseguida un taxi y media hora después, el conductor y yo
buscábamos el hospital en el suburbio de Biriuliovo. Cuando entré en la sala, Kostia
estaba sentado sobre la cama con las piernas cruzadas a la manera turca, rebañando con
asco los restos de papilla de sémola del plato. Vestía ropa de hospital, con todas las
etiquetas y sellos posibles, pero por lo demás tenía buen aspecto. Por supuesto, no diría
6 Gorro tradicional uzbeko. (N. del T.)
52
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
que estaba rozagante, tenía el rostro demasiado pálido, pero tampoco quedaba en él
nada de angustia, aunque tenía la quijada embarrada de papilla.
La sala contaba con seis camas, junto a la ventana le pasaban un suero a alguien, pero
todos los demás se habían ido a ver el hockey por la televisión.
Al verme, Kolia se levantó de un salto y corrió hacia mí con tanta emoción que estuve a
punto de asustarme: acaso querría abrazarme. Pero se limitó a apretar y sacudir
cordialmente mi mano. Continuó apretándome y sacudiéndome la mano mientras hablaba
como si le hubieran dado cuerda, sin dejar de mirar por encima del hombro al paciente
con el suero. No me dejaba meter ni una sola palabra. Me contó cómo al principio vomitó,
después se desmayó, cómo primero le lavaron el estómago y después los intestinos,
cómo le pusieron inyecciones, cómo le dieron masajes y le pusieron oxígeno. Y mientras
tanto, no dejaba de mirar por encima del hombro y de empujarme hacia la puerta,
dándome pisotones.
—¿Qué locura te traes? —dije, cuando finalmente salimos al pasillo.
—Vamos a sentarnos. Allí, en el banquito bajo la palma.
Nos sentamos. El pasillo estaba totalmente vacío, sólo se veía a lo lejos a la enfermera
de guardia, que colocaba en silencio unos frascos. Kostia continuaba hablando, aunque
su excitación era mucho menor. Consideré que su febril alegría al verme había sido
causada por la euforia de un sentimiento exagerado de agradecimiento, y creo que pensé:
«¡Vaya, es una bestia, pero está vivo!». Y aprovechando su primera pausa, traté de saber
cómo había ido todo.
—Entonces, ¿eso te ayudó?
—¿El qué? —preguntó rápidamente.
—Eso... la matusa...
—¡Sí! —exclamó, con voz de entusiasmo, y me agarró el brazo—. ¡Sí! De no ser por
eso... Imagínate, aquí me hicieron un lavado de estómago a presión. ¡Me hicieron un
lavado terrible! Sólo hoy he comprendido qué tortura más terrible la de la Inquisición,
cuando le bombeaban agua a la gente por el trasero... ¡Los ojos se me salían de las
órbitas, creo que voy a tener que ir al oculista!
Y comenzó a contarlo todo por segunda vez: cómo había vomitado, cómo se había
desmayado, etcétera. Además, hacía chistes, a veces buenos, en general trataba de
pintarlo todo con tintes de humor, pero tras aquel humor se percibía una tensión malsana,
y de repente pensé que no había euforia alguna, sino que en aquel momento el horror de
la muerte que lo había embargado bullía dentro de él y amenazaba con salir al exterior, y
estaba yo a punto de palmearle la rodilla para tranquilizarlo, cuando de repente dejó de
hablar.
—¿Por qué me miras así? —susurró.
—¿Cómo? —pregunté, confuso—. ¿Cómo te miro?
Sus ojos recorrieron mi cara en zigzag y huyeron a algún lugar entre las sombras, más
al á de la palma.
—No, nada... —Eludió la respuesta, y al instante volvió a clavarme la mirada—. Veo
que vas cargadito hoy, ¿eh? ¿Has bebido?
—Un poco —respondí, y añadí, a mi pesar—: De no ser por ti, estaría allí ahora,
divirtiéndome...
—¡Pues nada! —pronunció, haciendo un gesto irreflexivo—. Mañana o pasado me
echan de aquí, y nos iremos a beber. Ni te imaginas qué coñac te daré a beber. Me lo han
enviado desde el Cáucaso...
53
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
Y se puso a contarme qué coñac le habían enviado desde el Cáucaso. Hablar del
coñac es algo tan carente de sentido y antinatural como describir con palabras la bel eza
de la música. No le presté atención. De repente sentí náuseas. Esas paredes blancas,
ese olor, no sé si de fenol o de muerte, la bata blanca de la enfermera que ondeaba a lo
lejos, los frascos de suero vacíos que reposaban junto a la puerta de la sala... el hospital,
la angustia, aquel lugar ajeno, alienado... ¿Por qué demonios estaba yo al í? ¡A fin de
cuentas, no era yo el que se había intoxicado!
—Oye —dije, con decisión—. Perdona, pero mi hija debe venir a verme hoy...
—¡Sí, sí, claro! ¡Márchate! Gracias por haber venido...
Se levantó. Yo también me levanté, totalmente confuso. Estuvimos en silencio unos
segundos, mirándonos a los ojos. No sabía qué hacer porque no podía comprender por
qué había insistido tanto, llamando a su esposa, a la administración, exigiendo que fuera
a verlo solamente para contarme dos veces, con todos los detalles, cómo le habían
lavado el estómago y los intestinos. Me parecía que Kostia también era presa del
desasosiego. Lo veía en sus ojos.
—¿Qué te ocurre? —preguntó en un susurro de repente.
De nuevo, una pregunta totalmente incomprensible.
—Pues nada —respondí, con precaución—. Ahora me marcho.
—Ve, ve —balbuceó—. Gracias por venir.
Su balbuceo era también muy precavido, inseguro, como si esperara algo de mí.
—¿No quieres decirme nada más?
—¿Sobre qué? —la pregunta de Kostia era casi inaudible.
—Pues no sé sobre qué —dije, incapaz de seguir conteniendo mi irritación—. No sé
para qué me has sacado del club. Me han dicho que era algo urgente, que sin falta debía
venir hoy mismo, enseguida... ¿De qué se trata? ¿Qué es lo que necesitas?
—¿Quién te lo ha dicho? —preguntó Kostia, y sus ojos comenzaron de nuevo a
moverse febrilmente.
—Me lo ha dicho tu mujer... me lo ha dicho Lidia Nikoláievna...
Y entonces quedó claro que lo habían entendido mal. Tanto su mujer como Lidia
Nikoláievna habían entendido otra cosa, él nunca había pedido que yo fuera a verlo ese
mismo día, de inmediato, y no le había dicho a nadie que fuera algo urgente. Era obvio
que mentía, se veía a simple vista. Pero no podía entender por qué mentía y qué era lo
que ocurría de verdad.
—Está bien. —Hice un ademán—. Si no te han entendido, qué se le va a hacer. Que te
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.