Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS
Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, на английском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:DESTINOS TRUNCADOS
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
DESTINOS TRUNCADOS: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «DESTINOS TRUNCADOS»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
DESTINOS TRUNCADOS — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «DESTINOS TRUNCADOS», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
vencer y me puse a caminar, mientras me abrochaba la parka y me ponía correctamente
el gorro de piel. No me había gustado nada aquella aventura, y en particular no me había
gustado Iván Davídovich Martinsón, y volví a maldecir a Kostia una y otra vez por su
botulismo, y me juré a mí mismo que en el futuro, nunca más, nadie más y por ninguna
razón...
Después de todos aquel os líos, ni hablar de ir a la cal e Bánnaia. Únicamente al club.
¡Sólo al club! ¡A nuestro restaurante, con paredes forradas de cedro! ¡A aquel a atmósfera
de olores cautivantes! ¡A sentarme a mi mesa, cubierta por un mantel almidonado! Bajo el
ala de Sáshenka... aunque no, hoy era día impar. ¡O sea, bajo el ala de Alió-nushka!
Exacto, y pagarle enseguida lo que le debía, y pedir una ración de arenque, reluciente
bajo el aceite, las lonchas gruesas cubiertas de cebollino picado muy fino, además de tres
o cuatro patatas hervidas, bien calientes, con un trozo de mantequilla sacado
directamente del agua helada, y una botel ita panzuda (sin eso no es posible, además hoy
me lo he ganado)... además de setas marinadas en su jugo, con aros de cebolla, y un
poco de agua mineral... ¿o de cerveza? No, agua mineral... Y después de acallar el primer
ataque de hambre y de sentir auténtico apetito, pediremos una solianka de carne, la que
preparan en el club, por suerte todavía no se les ha olvidado la buena cocina, la traerán
en una sopera metálica de color mate, con todas esas carnes delicadas ocultas bajo el
caldo ambarino, con sus aceitunas negras brillantes... ¡Dios mío, se me olvidaba lo
principal! ¡Un bollo! Nuestro famoso bollo que hornean en el club, esponjoso, suave,
dorado... debería l evarme un par de el os a casa. El segundo plato...
Pero no pude deleitarme imaginándome el segundo plato, porque de repente sentí
cierta incomodidad, una molestia indefinible, y al volver a la realidad me di cuenta de que
viajaba en el metro, embutido entre dos tipos altos que llevaban mochilas deportivas, y
por el espacio que quedaba libre entre el os, me miraban fijamente unos ojos claros a
través del vidrio de unas gafas. Sólo vi aquellos ojos durante un segundo, así como una
barba noruega, rojiza, y una bufanda de seda blanca que salía del cuello de un abrigo a
cuadros, pero el tren comenzó a frenar, los dos tipos altos se juntaron y el observador
desapareció de mi vista.
Me pareció que me había mirado con una atención indecente, como si algo en mi
vestimenta estuviera fuera de lugar o tuviera el rostro enfangado. Por si acaso, comprobé
que l evaba el gorro puesto correctamente. Por cierto, cuando un minuto después los dos
tipos altos se separaron, mi observador dormitaba pacíficamente, con las manos cruzadas
sobre el vientre. Era un hombre de mediana edad, con gafas de montura metálica, y
llevaba un abrigo a cuadros, de esos que estuvieron de moda unos años atrás. Recuerdo
que aquel os abrigos me impresionaban porque también se podían llevar del revés: por un
lado eran, digamos, de cuadros negros y grises, y por el otro de cuadros grises y negros.
Aquel episodio momentáneo me apartó de mis visiones gastronómicas y por alguna
razón recordé una vez que estuve un mes entero en el hospital, donde me daban una
comida monstruosamente insípida, hecha puré a propósito, y aquel o me causaba tal
angustia que finalmente los médicos le permitieron a Katia traerme una ración fría de pollo
a la caucasiana. Daba miedo pensar lo que le esperaba a Kostia en ese sentido. Y no
tenía tiempo para meditar sobre tales asuntos, pues el tren se detuvo en la estación
Kropótkinskaia y me dirigí a la salida.
47
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
La portera del club, una mujer medio ciega, me exigía que le presentara el carné de
escritor, y por enésima vez yo intentaba meterle en la cabeza que llevaba un cuarto de
siglo escribiendo y que al menos los últimos cinco años entraba al club pasando por
delante de el a. No creyó ni una de mis palabras, pero en ese momento el tío Kolia rugió
desde las profundidades del guardarropa: «¡Es de los nuestros, María Trofímovna!», y ella
me dejó pasar.
Me quité el abrigo lentamente mientras conversaba con el tío Kolia sobre el tiempo
reinante, agarré un ejemplar del periódico del club y dejé una moneda en su lugar, me
arreglé el cabello y los bigotes, saludando las imágenes de gente conocida que aparecía
en lo profundo del espejo, y a continuación, mientras seguía saludando, me fue
invadiendo una cálida sensación de comodidad que me apartaba de todo lo incómodo y
peligroso. Entré en el restaurante caminando alegremente.
De ahí en adelante, todo fue según el programa. Lo único que fal ó fueron las setas
marinadas. Cuando terminaba de tomar la solianka, los amigos de siempre comenzaron a
acudir a mi mesa. El primero fue Garik Aganián, que una hora después comenzaba un
seminario. Por esa razón no bebió y pidió una tontería. No tuvimos tiempo ni de
intercambiar dos palabras cuando Zhora Naúmov se acercó, cojeando. Llevaba en una
mano un botellín medio lleno, y en la otra un cuenco con restos de ensalada capitalina.
Resulta que esa misma mañana había decidido pasar por Moscú, mientras viajaba de
Krasnodar a Tallinn. La cosecha en el sur tenía buen aspecto, y lo demás, como siempre,
quedaba en manos de Dios. Y en ese momento apareció en el horizonte Valia
Démchenko, que llevaba bajo el brazo un bastón nuevo, cuya empuñadura tenía la forma
de la garra de un león.
Discutimos sobre aquel bastón, hablamos de la cosecha de otoño y de la plaga de
filoxera del año anterior; Garik nos explicó, dibujando con el tenedor en el mantel, cómo
había que entender el artículo publicado en la prensa central, titulado «Un hueco en el
universo», y después conté mis desgracias de ese día con Kostia Kudínov.
Mi relato dio lugar a una reacción apática, inesperada para mí.
—Nada, saldrá a flote, la mierda no se hunde —mascul ó Garik, despectivo.
Valia citó un chiste sobre Kostia que él mismo se había inventado.
—Ayer, el ayudante del presidente de la Comisión Extranjera, camarada Kudínov,
recibió en el Salón Blanco a un grupo de escritores de Paraguay, a quienes tomó por
escritores de Uruguay...
Y Zhora Naúmov, que examinaba el mundo a través de su copa de vodka, narró la
intervención de Kostia Kudínov, estudiante del Instituto Literario, en aquella época un tipo
rubicundo, audaz y sobrio, ante la asamblea general de su curso en el memorable año de
1949. Cuando Zhora terminó, todos quedaron en silencio.
—Y tú, ¿qué dijiste entonces? —preguntó Valia con interés.
—Yo, ¿qué? —replicó Zhora, agresivo—. Tenía ganas de romperle la cara, pero en
aquella época él era levantador de pesas, un fortachón, ¿entiendes?, y yo tenía heridas
de bala en ambas piernas y andaba sacudiéndome con dos muletas, como las
vergüenzas de un anciano...
—Pero más tarde, cuando ya no llevabas muletas —intervino Garik—, en el bendito
año cincuenta y nueve... ¿no se disculpó ante ti?
—¡Por supuesto! Hasta me dedicó unos versos. En la Gaceta Literaria. Al estilo de
Pushkin, hablando de la amistad estudiantil...
48
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.