Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS
Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, на английском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:DESTINOS TRUNCADOS
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
DESTINOS TRUNCADOS: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «DESTINOS TRUNCADOS»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
DESTINOS TRUNCADOS — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «DESTINOS TRUNCADOS», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
y por supuesto, obediente, abrí la carpeta, tomé el bolígrafo y comencé a escribir en uno
de los márgenes: «Estación de metro Sokólniki, carretera Bogoródskoie, núm. 239,
Instituto, Iván Davídovich Martinsón, matusalina». O sea, yo debía correr ahora al extremo
más lejano de Moscú, buscar en la carretera Bogoródskoie un instituto desconocido, en
ese instituto encontrar un tal Martinsón, a quien debía pedirle, para Kostia, eso
denominado matusalina. («Aunque sea dos o tres gotas... Sé que no me corresponde,
pero de todos modos, pídele que me lo dé... De otra manera, moriré...») A continuación,
las puertas del ascensor se cerraron y quedé solo en el rellano.
Seré totalmente honesto. Yo no sentía la menor lástima, y mucho menos deseaba
llevar a cabo esas complejas evoluciones en el espacio y con mi tiempo. ¿A santo de
qué? ¿Quién creía que era para mí? ¡Un poeta casi desconocido, medio alcohólico!
Además, se había manifestado contra mí; sí, por error, pero contra mí, y no a mi favor.
Por supuesto, ya no iría a ninguna parte, ni siquiera a la cal e Bánnaia, todo aquel o me
había irritado y molestado bastante. Pero en ese momento, otro hombre que vestía una
bata blanca salió del piso de Kostia y se detuvo junto a mí, ante la puerta del ascensor. A
juzgar por el fonendoscopio y las gafas con montura de asta, se trataba del médico, que
llevaba en los labios un emboquillado sin encender. Y le pregunté qué le ocurría a Kostia.
Me respondió que sospechaban que Kostia sufría de botulismo, una gravísima
intoxicación producida por las conservas. Me asusté. Una vez en Kamchatka me había
intoxicado con conservas; estuve a punto de diñarla.
Las puertas del ascensor se abrieron, el médico y yo entramos y le pregunté, siguiendo
las notas hechas en la carpeta, si la matusalina ayudaría a Kostia. El médico me miró sin
comprender y leí, silabeando: «Ma-tu-sa-li-na». Pero el médico no sabía nada sobre la
matusalina, y l egué a la conclusión de que se trataba de una medicina nueva, novísima
incluso.
Nos separamos junto a la ambulancia. Al pobre Kostia se lo l evaron a Biriuliovo, al
hospital nuevo, y yo me encaminé hacia el metro.
Seguía igual que antes, sin el menor deseo de ir a ninguna parte. Para mis adentros
reconocía, como una revelación, que Kostia nunca me había resultado simpático: una
persona totalmente ajena, idiota y sin talento. Era verdad que su botulismo generaba
cierta compasión, pero eso iba unido a cierta irritación, y con cada minuto la irritación se
hacía más fuerte que la compasión. Por qué demonios yo, un hombre de cierta edad, no
muy saludable, debía atravesar toda la ciudad en busca de un instituto desconocido, en
busca de un tal Martinsón, de una cosa l amada matusalina, sobre la cual ni siquiera el
médico sabía nada... Caminar, preguntar, buscar y después rogar, si hasta el propio
Kostia había dicho que no le correspondía... y finalmente resultaría que no existía
43
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
semejante instituto, y si existía, allí no trabajaba nadie l amado Martinsón... que todo era
un delirio de Kostia, visiones febriles, estaba intoxicado y gravemente...
Metiéndome en la nieve que los conserjes no habían recogido aún, patinando a veces
en charcos de hielo invisibles, llegué a la estación del metro mientras me inventaba
nuevas justificaciones, aunque ya sabía firmemente que mientras más justificaciones me
inventara, más seguro era que mi trayectoria me l evara a través de todo Moscú, más al á
de Sokólniki, en busca de Iván Davídovich Martinsón, para regresar después, con tres
gotas de la valiosa matusalina, al hospital de Biriuliovo para salvar al poeta Kostia
Kudínov, persona que me resultaba totalmente innecesaria y antipática.
Por suerte, para ir desde nuestra estación a Sokólniki no había que cambiar de línea, a
esta hora (casi las dos de la tarde) no había mucha gente, me senté en un rincón y cerré
los ojos. Mis pensamientos fluyeron en otra dirección, más profesional, si es posible
definirla así.
Por enésima vez pensaba que la literatura, hasta la más realista, sólo correspondía a la
realidad de manera aproximada cuando trataba sobre el mundo interior de las personas.
Intentaba recordar una obra literaria en la que el protagonista estuviera en mi situación o
en una parecida, y lograra expresar de una forma más o menos clara la falta de ganas de
ir a determinado lugar. El lector no se lo perdonaría nunca. Y no importa que el
protagonista fuera de todos modos, sobreponiéndose a miles de obstáculos, que realizara
heroicos milagros, pues de cualquier manera su imagen quedaría feamente manchada
ante los ojos del lector, y por supuesto, del editor.
En general, al héroe se le permite tener muchos defectos en nuestra época tan liberal.
Incluso se le deja ser un borrachín, y hasta hurtar algo mal puesto (claro, siempre por
razones altruistas). Puede ser un mal padre de familia, un manirroto, un inadaptado,
puede ser una persona totalmente superficial que se comporta con ligereza. Lo único que
se le prohíbe a nuestro héroe es la misantropía práctica. Pasará antes un camello por el
ojo de una aguja, que no un personaje positivo con indiferencia ante un pajaril o con un
ala rota. Así resulta que yo, Félix Alexándrovich Sorokin, soy por lo menos un inválido
moral según las normas literarias, tanto nacionales como extranjeras.
Esa deducción me divirtió y me puso de buen humor. En primer lugar, ahora podía
dejar de ir a la cal e Bánnaia bajo un pretexto no sólo totalmente correcto, sino además
muy humano. En segundo lugar... En segundo lugar, bastaba con el primer pretexto. Para
regresar, tomaría un taxi, por suerte tenía dinero. Iría a Biriuliovo, entregaría la maldita
matusalina, y en el mismo taxi me largaría al club...
Me puse a dormitar, y entre sueños pensé que ese nuevo medicamento tenía un
nombre bastante raro. Matusalina. Generaba recuerdos asociativos. Turquía. El Oriente
Medio, quién sabe por qué. Matusalén. ¿La Biblia?
Encontré el instituto sin problemas. El autobús se detuvo delante de la entrada, desde
la cual se extendía, a lo largo de toda la cal e, una valla muy alta e infinita. No había
ningún letrero allí, y en el camino de entrada estaba de pie un hombre con las manos en
los bolsil os, sin abrigo, con un gorro de orejeras. Me echó una mirada torcida, pero no
dijo nada y entró a la caseta caliente. Seguramente, debí haber echado a andar
directamente por el caminito, sin mirar a derecha ni a izquierda, pero soy incapaz de
hacer eso. Me incliné ante la ventanilla.
—¿Cómo puedo ver a Iván Davídovich Martinsón?
En la cabina, un anciano de chaqueta grasienta bebía té de un platillo y mordía un
caramelo. Sin prisa, dejó el platil o humeante sobre la mesa, sacó de debajo de la mesa
una gorra también grasienta y se la colocó cuidadosamente sobre la calva.
—El pase —dijo.
44
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
Le respondí que no tenía pase. Ese reconocimiento ratificó el peor de sus temores.
Como si le hubieran advertido a primera hora que un tipo sin pase intentaría entrar y que
no podía dejarlo pasar de ninguna manera. Se levantó, salió al pasillo de entrada y se
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.