Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS
Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, на английском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:DESTINOS TRUNCADOS
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
DESTINOS TRUNCADOS: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «DESTINOS TRUNCADOS»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
DESTINOS TRUNCADOS — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «DESTINOS TRUNCADOS», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Quiero jugar a los caballitos —gimió el parlamentario, implorante—. ¡Vamos, a los
caballitos! ¡Arreeee! —insistía.
Víktor se liberó con delicadeza y echó una mirada a la última habitación. Vio a Diana
al í. Al principio no se dio cuenta de que se trataba de Diana, y después, molesto, pensó:
«¡Qué tierno!». Había mucha gente, hombres y mujeres vagamente conocidos, formaban
un corro y marcaban el ritmo con las manos, y en el centro del corro Diana bailaba con el
mismo pijo del bronceado amarillento, dueño del perfil aguileño. Los ojos de el a ardían, al
igual que sus mejillas, el cabello volaba sobre sus hombros y se movía como una
diablesa. El del perfil aguileño intentaba estar a su altura.
«Qué raro —pensó Víktor—. ¿De qué se trata? Algo está fuera de lugar. Él baila bien,
en realidad baila maravillosamente. Como un profesor de danza. No baila, sino que
muestra cómo hay que bailar... Pero ni siquiera como un profesor, sino como un alumno
en un examen. Anhela recibir un sobresaliente. No, no es eso. ¡Escucha, querido, estás
bailando con Diana! ¿Acaso no te das cuenta de el o?» Víktor aguzó su imaginación,
como hacía habitualmente. El actor baila en el escenario, todo va bien, perfecto, todo
marcha de la forma debida, sin falsedades, pero en casa ocurre una desgracia... no, no
tiene que ser una desgracia, simplemente esperan el momento en que él regresará, y él
también espera a que bajen el telón y apaguen las luces... y no hace falta que sea un
actor, sino un hombre cualquiera que encarna a un actor, que a su vez encarna a un
hombre cualquiera... ¿Es que Diana no se da cuenta? Es una falsificación.
Un maniquí. Entre ellos no hay nada que los aproxime, ninguna seducción, ni una
sombra de deseo... Es imposible imaginarse que puedan decirse el uno al otro algo que
no sean palabras vacías. ¿Ha sudado usted? Sí, lo he leído, dos veces incluso... En ese
momento vio que Diana, apartando a los invitados, corría hacia él.
—¡Vamos a bailar! —le gritó, todavía a cierta distancia.
Alguien se le interpuso en el camino, otro la tomó de un brazo, pero ella se liberó,
riendo, mientras Víktor buscaba con los ojos al del rostro amaril ento y no lo encontraba, y
eso lo preocupaba de forma desagradable.
Ella llegó corriendo junto a él, lo agarró por la manga y lo arrastró al corro.
—¡Vamos, vamos! Todos los que aquí están son de los nuestros, los borrachos, los
harapientos, la escoria... ¡Muéstrales lo que es bailar! Ese chico no sabe nada.
Lo arrastró al corro. Alguien en la multitud gritó: «¡Tres hurras por el escritor Bánev!».
El tocadiscos calló por un segundo, y al momento volvió a aullar y ladrar. Diana se le
32
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
pegó, después dio un paso atrás, olía a perfume y a vino, su cuerpo ardía y ahora Víktor
no veía otra cosa que no fuera su rostro, excitado y maravilloso, y su cabello que flotaba.
—¡Baila! —gritó el a, y él comenzó a bailar—. Qué bien que has venido.
—Sí, sí.
—¿Por qué estás sobrio? Siempre estás sobrio cuando no se necesita.
—Me emborracharé.
—Hoy te necesito borracho.
—Lo estaré.
—Quiero hacer contigo lo que se me ocurra. No tú conmigo, sino yo contigo.
—Sí.
Ella reía, satisfecha, y a continuación bailaron sin hablar, sin ver nada y sin pensar en
nada. Como en sueños. Como en el combate. Así era ella ahora, como un sueño, como
un combate. Diana, la posesa... En torno a ellos daban palmadas y gritaban, al parecer
alguien intentaba bailar, pero Víktor lo apartó de un empujón para que no interfiriera,
mientras Roscheper gritaba sin parar: «¡Oh, mi pobre pueblo borracho!».
—¿Es impotente?
—Por supuesto. Yo lo baño.
—¿Y qué tal?
—Del todo.
—¡Oh, mi pobre pueblo borracho! —gemía el diputado.
—Vámonos de aquí —dijo Víktor.
La tomó de la mano y la condujo afuera. Borrachos y harapientos, que apestaban a
alcohol rancio y a ajo, les abrían paso, y en la puerta un mocoso de labios gruesos, con
manchas rojas en las mejil as, se interpuso y dijo algo grosero, mientras agitaba los
puños, pero Víktor le dijo: «Más tarde, más tarde», y el mocoso desapareció. Sin soltarse
las manos, corrieron por el pasillo vacío, después Víktor abrió la puerta sin liberar la mano
de el a, la cerró a sus espaldas e hizo calor, hizo un calor insoportable, asfixiante, y la
habitación, que primero había sido amplia y espaciosa, se volvió estrecha e incómoda, y
entonces Víktor se levantó y abrió de par en par las ventanas, y un aire negro y húmedo
envolvió sus hombros y su pecho desnudo. Retornó al lecho, buscó en la oscuridad la
botel a de ginebra, dio un trago y se la pasó a Diana. A continuación se acostó, a su
izquierda fluía un aire frío y a la derecha había algo sedoso y tierno. Oía la prolongación
de la borrachera: los invitados cantaban a coro.
—¿Durará mucho tiempo? —preguntó.
—¿Qué? —replicó Diana, medio dormida.
—Que si van a seguir aullando mucho tiempo.
—No sé. ¿Y qué nos importa? —Se volvió sobre un lado y colocó la mejil a sobre el
hombro de él—. Hace frío —se quejó.
Se metieron bajo la colcha.
—No duermas —dijo él.
—Aja —balbuceó el a.
—¿Te sientes bien?
—Sí.
—¿Y si te tiro de la oreja?
—Aja... Suelta, me duele.
—Oye, ¿no podría vivir aquí una semanita?
33
A
r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D
e s t i n o s t r u n c a d o s
—Sí.
—¿Y dónde?
—Quiero dormir. Deja dormir a una pobre mujer ebria.
Él calló y permaneció acostado, sin moverse. Ella dormía ya. «Eso es lo que haré —
pensó él—. Aquí se está bien, hay silencio. Pero de noche, no. O quizá también de noche.
No se pondría a beber cada noche, tiene que curarse... Vivir aquí tres o cuatro días...
cinco o seis... y beber menos, no beber del todo, trabajar un poquito... l evo tiempo sin
trabajar... Para comenzar a trabajar hay que añorarlo mucho, tanto que no se desee otra
cosa... —Se estremeció mientras se dormía—. Y con respecto a Irma... Lo que haré será
escribirle a Rotz-Tusov con relación a Irma. Ojalá no se asuste, ese Rotz-Tusov, cobarde.
Me debe novecientas coronas... Cuando se trata del señor Presidente, eso no tiene la
menor importancia, todos nos volvemos cobardes. ¿Por qué somos todos tan cobardes?
¿A qué tenemos miedo? Le tenemos miedo a los cambios. No podremos ir a una taberna
de escritores y darnos un trago de algo bueno... el portero no inclinará la cabeza a nuestro
paso... y, en general, no habrá portero, me harán portero a mí. Pero si me mandan a las
minas, entonces me irá mal... Pero eso ocurre rara vez, los tiempos han cambiado... las
costumbres no son ya tan brutales. He pensado cien veces en ello, y cien veces he
descubierto que no tenía de qué sentir miedo, pero lo sigo teniendo de todos modos.
Porque se trata de una fuerza bruta —se contestó—. Es terrible, cuando contra uno se
lanza una fuerza bruta, un cerdo con colmillos, una bestia invulnerable, tanto ante la
lógica como ante las emociones... Y no tendré a Diana...»
Se quedó dormido y se despertó de nuevo porque bajo la ventana abierta hablaban en
voz alta, con carcajadas que parecían relinchos. Los arbustos crujían.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.