Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS

Здесь есть возможность читать онлайн «Arkadi Strugatsky - DESTINOS TRUNCADOS» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Старинная литература, на английском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

DESTINOS TRUNCADOS: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «DESTINOS TRUNCADOS»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

DESTINOS TRUNCADOS — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «DESTINOS TRUNCADOS», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

repulsiva, la corriente de amoníaco golpeó su cerebro y se derramó en algún lugar tras los

ojos. Víktor respiró por la nariz un aire que se había vuelto insoportablemente frío, y metió

los dedos en el paquete de té.

—Bien, Teddy, gracias. Anota en mi cuenta lo que se debe. Ellos te dirán cuánto es.

Me voy.

Masticando té, volvió a su mesita. El joven de gafas gruesas y su acompañante

larguirucho devoraban presurosos la cena. Ante ellos había una botel a con agua mineral

de una marca local. Pavor y Gólem habían hecho sitio sobre el mantel para jugar a los

dados, mientras que el doctor R. Kvadriga se aguantaba la cabeza con las manos y

cantaba monótonamente:

La Legión de la Libertad es el baluarte del Presidente. Mural... En el feliz aniversario

de Vuestra Excelencia... El Presidente es el padre de los niños. Cuadro alegórico... —Me

voy —dijo Víktor.

—Lástima —respondió Gólem—. Bien, te deseo suerte.

—Saluda a Roscheper —dijo Pavor, guiñando un ojo.

Roscheper Nant, diputado —se animó R. Kvadriga—. Retrato. Barato. De medio

cuerpo...

Víktor recogió su encendedor y el paquete de cigarril os y caminó hacia la salida. A sus

espaldas, el doctor R. Kvadriga pronunció, con voz clara: «Supongo, señores, que es hora

de presentarnos. Soy Rem Kvadriga, doctor honoris causa, pero ustedes, señores, no sé

quiénes son...». Al llegar a las puertas, Víktor tropezó con el robusto entrenador del

equipo de fútbol Hermanos de Raciocinio. El entrenador estaba muy preocupado, muy

mojado y le cedió el paso a Víktor.

El autobús se detuvo.

—Hemos llegado —dijo el chofer.

—¿El sanatorio? —preguntó Víktor.

30

A

r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D

e s t i n o s t r u n c a d o s

Fuera había una niebla lechosa, densa. En ella se dispersaba la luz de los faros y no se

veía nada.

—El sanatorio, el sanatorio —gruñó el chofer, mientras encendía un cigarril o.

Víktor se acercó a la puerta.

—¡Qué niebla! —dijo al bajar del estribo—. No veo nada.

—Encontrará el camino —le prometió el chofer con indiferencia, y escupió por la

ventanilla—. Vaya lugar para poner un sanatorio. Por el día, niebla, por la noche, niebla...

—Que tenga buen viaje —se despidió Víktor.

El chofer no respondió. El motor comenzó a zumbar, las puertas se cerraron y el

enorme autobús vacío, de grandes ventanillas e iluminado por dentro como un

supermercado de madrugada, giró en busca del camino de vuelta, y a los pocos minutos

no era más que una mancha de luz difusa que se alejaba en dirección a la ciudad. Víktor

recorrió con las manos la cerca metálica, encontró la portezuela con dificultad y echó a

andar por el caminito sin ver nada. Cuando sus ojos se habituaron a la oscuridad,

comenzó a distinguir confusamente las ventanas iluminadas del ala derecha y una

oscuridad especialmente profunda en el lugar del ala izquierda, donde ahora dormían los

miembros del equipo Hermanos de Raciocinio, agotados tras pasar el día bajo la lluvia. En

la niebla se escuchaban los sonidos habituales como a través de algodón: sonaba un

tocadiscos, se oía el entrechocar de platos, alguien gritaba con voz ronca. Víktor siguió

adelante, intentando mantenerse en el centro del caminito de arena para no tropezar con

ninguno de los jarrones de yeso. Apretaba con cuidado contra el pecho una botella de

ginebra y se movía con muchas precauciones, pero a los pocos momentos tropezó con

algo blando, cayó y se quedó a cuatro patas. Detrás de él, alguien dijo un improperio con

voz cansada y soñolienta, y después pidió que encendieran la luz. Víktor buscó en las

tinieblas la botella caída y siguió adelante, con la mano libre extendida al frente. A los

pocos pasos tropezó con un coche, lo palpó para rodearlo y tropezó con otro. Demonios,

al í había un montón de coches. Víktor, maldiciendo, caminaba entre el os como en un

laberinto, y durante largo rato no logró avanzar en dirección al turbio resplandor que

indicaba la entrada al vestíbulo. Los laterales lisos de los coches estaban empapados por

la niebla que se les depositaba encima. En algún lugar cercano se oían risitas y gemidos

de rechazo.

Esta vez, el vestíbulo estaba vacío, nadie jugaba al escondite, nadie corría sacudiendo

el gordo trasero, nadie dormía en los butacones. Por doquier yacían impermeables

arrugados, y algún tío listo había colgado su sombrero de una planta ornamental. Víktor

subió al segundo piso por la escalera alfombrada. La música retumbaba. Por el pasillo a la

derecha, todas las puertas que daban a los alojamientos del diputado estaban abiertas; de

el as salían olores grasientos de comida, cigarrillos y cuerpos calientes. Víktor giró a la

izquierda y tocó en la puerta de la habitación de Diana. Nadie respondió. La puerta estaba

cerrada, la l ave colgaba de la cerradura. Víktor entró, encendió la luz y colocó la botella

sobre la mesita del teléfono. Se oyeron pasos y él sacó la cabeza y miró afuera. Por el

pasillo, a la derecha, se alejaba a pasos largos y firmes un hombre corpulento que vestía

un frac. En el descansillo de la escalera se detuvo ante el espejo, levantó la cabeza, se

arregló la corbata (Víktor logró distinguir el perfil aguileño, de un bronceado amarillento, y

la barbil a aguda), y a continuación su aspecto cambió: se encogió, se inclinó levemente a

un lado y, con un grotesco meneo de caderas, se perdió por una de las puertas abiertas

de par en par.

«Qué pijo», pensó Víktor sin estar muy seguro. Había ido a vomitar... Miró a la

izquierda. Allí todo estaba oscuro.

Se quitó el impermeable, cerró la habitación y se dedicó a buscar a Diana. «Habrá que

ir al dormitorio de Roscheper —pensó—. ¿En qué otra parte puede estar?»

31

A

r k a d i y B o r i s S t r u g a t s k y D

e s t i n o s t r u n c a d o s

Roscheper ocupaba tres habitaciones. En la primera habían cenado hacía poco: sobre

las mesas, cubiertas por manteles manchados, se amontonaban platos sucios, ceniceros,

botel as, servilletas arrugadas, y no había nadie, a no ser una calva sudorosa y solitaria

que roncaba encima de un plato con áspic de pescado.

En la habitación central el humo era denso y pesado. Sobre la enorme cama de

Roscheper saltaban unas chicas forasteras, semidesnudas. Jugaban un extraño juego

con el señor burgomaestre, rojo al borde de la apoplejía, que metía su hocico entre las

dos como un cerdo entre bellotas, y también emitía chillidos y gruñidos de satisfacción.

También estaban al í otras personas: el jefe de policía, sin guerrera; el juez de la ciudad,

con ojos que estaban a punto de salírsele de las órbitas del nerviosismo y la falta de aire;

y una vivaracha desconocida, vestida de color lila. Los tres jugaban en una mesa de billar

infantil, colocada sobre el tocador. En un rincón, recostado en la pared, estaba sentado el

director del gimnasio, con las piernas extendidas, la chaqueta manchada y una sonrisa

idiota en el rostro. Víktor se disponía ya a marcharse cuando alguien le agarró la pernera

del pantalón. Miró hacia abajo y se apartó de un salto. Allí estaba, a cuatro patas, el

diputado, caballero de diversas órdenes, autor del sonado proyecto sobre la repoblación

de los embalses de Kitchingan, el mismísimo Roscheper Nant.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «DESTINOS TRUNCADOS» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arkadi Strugatsky - The Ugly Swans
Arkadi Strugatsky
Arkady Strugatsky - The Doomed City
Arkady Strugatsky
Arkady Strugatsky - The Dead Mountaineer's Inn
Arkady Strugatsky
Arkadi Strugatsky - Ciudad condenada
Arkadi Strugatsky
Arkady Strugatsky - Roadside Picnic
Arkady Strugatsky
Arkady Strugatsky - Definitely Maybe
Arkady Strugatsky
Boris Strugatsky - Noon - 22nd Century
Boris Strugatsky
Danielle Steel - Destinos Errantes
Danielle Steel
Arkady Strugatsky - Tale of the Troika
Arkady Strugatsky
Arkadij Strugatsky - Picnic la marginea drumului
Arkadij Strugatsky
Boris Strugatsky - Stalker
Boris Strugatsky
Отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS»

Обсуждение, отзывы о книге «DESTINOS TRUNCADOS» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x