No se puede detener el crimen, el castigo no ha podido detenerlo. Sigue aumentando porque, de hecho, la mentalidad jurídica y la mentalidad criminal son dos caras de la misma moneda; no son diferentes. Todas las mentes jurídicas son esencialmente criminales y todas las mentes criminales pueden convertirse en buenas mentes jurídicas, porque tienen el potencial. No son dos mundos independientes; forman parte del mismo mundo. El crimen sigue aumentando y la ley se va volviendo cada vez más complicada y compleja.
El hombre no ha cambiado debido al castigo sino que, en realidad, se ha vuelto más corrupto. Los tribunales no lo han cambiado pero lo han corrompido más. Y tampoco han servido los conceptos de recompensa, cielo o respetabilidad. Ya que el infierno depende del miedo y el cielo depende de la codicia; son estos dos conceptos, miedo y codicia, el problema. ¿Cómo vas a cambiar a la gente por medio de ellos? Son enfermedades, y la mente jurídica insiste en decir que son medicinas.
Es necesaria una actitud completamente distinta, la actitud del amor. Cristo aporta amor al mundo. Destruye la ley, el mismo fundamento de la ley. Ese fue su crimen y por eso le crucificaron, porque estaba destruyendo los cimientos de esta sociedad criminal; estaba destruyendo el pilar fundamental del mundo criminal, de las guerras, la violencia y la agresión. Proporcionó un pilar fundamental completamente nuevo. Hay que intentar comprender estas líneas en toda su profundidad.
Entonces, uno de ellos, que era doctor en leyes, le hizo una pregunta tentándole y diciendo…
«Tentándole.» Quería arrastrar a Jesús a una discusión legalista. Hay muchas ocasiones en la vida de Jesús en las que le tentaron a bajar de las alturas del amor a los oscuros valles de la ley. Y la gente que intentó tentarle era muy capciosa. Por el tipo de preguntas que le hacían, si Jesús no hubiese sido un ser realizado, habría caído en la trampa. Le planteaban lo que en la lógica se llama un dilema: respondas lo que respondas, estás perdido. Si dices una cosa estás perdido, pero si dices lo contrario también estás perdido.
Seguro que conoces esta famosa historia. Él está sentado a la orilla del río, la gente se acerca llevándole a una mujer. Le dicen que esta mujer ha cometido un pecado: «¿Tú qué opinas?». Le están tentando porque las escrituras antiguas dicen que cuando una mujer comete un pecado, hay que lapidarla hasta la muerte. Ahora le están dando a Jesús dos alternativas. Si sigue las escrituras, entonces le preguntarán: «¿Dónde ha ido a parar tu concepto del amor y la compasión? ¿No eres capaz de perdonarla? ¿De manera que todo lo que dices sobre el amor no es más que palabrería?». No tiene salida. Pero si dice: «Perdonadla», ellos contestarán: «Entonces estás en contra de las escrituras; y tú has estado diciendo a la gente "Yo vendré a cumplir las escrituras, no a destruirlas"». Esto es un dilema, estas son las dos únicas alternativas.
Pero la mente jurídica no se da cuenta de que un hombre de amor tiene una tercera alternativa que la mente jurídica no conoce, porque la mente jurídica solo puede pensar en opuestos. Para la mente jurídica solo existen dos alternativas, sí o no. No sabe nada de la tercera alternativa, a la que De Bono ha denominado po; la primera sí, la segunda no y la tercera alternativa es po. No es ni sí ni no, sino completamente diferente. Jesús es el primer hombre en el mundo que dijo po. No utilizó ese término, el término ha sido inventado por De Bono, pero dijopo, en realidad lo hizo. Él dijo a la multitud: «Solo aquellos de entre vosotros que no hayan pecado nunca y nunca hayan pensado en cometer un pecado, que den un paso al frente. Coged las piedras con vuestras manos y matad a esta mujer». Pero no había ni una sola persona que no hubiese cometido un pecado o que nunca hubiese pensado en cometerlo.
Tal vez haya gente que no ha cometido nunca un pecado pero pueden estar pensando constantemente en ello. En realidad, es inevitable que lo hagan. La gente que comete pecados no piensa tanto en ello. Los que no lo hacen están constantemente pensando o fantaseando sobre ello. Y en el fondo de tu ser, no hay ninguna diferencia entre pensar o actuar.
Poco a poco la gente empezó a desaparecer. Los que estaban en primera fila se fueron hacia atrás, los juristas expertos de la sociedad y los ciudadanos eminentes de la ciudad empezaron a irse. Este hombre había usado una tercera alternativa. No dijo sí ni dijo no. Dijo: «Sí, matad a esta mujer, pero solo pueden hacerlo quienes no hayan cometido nunca un pecado ni hayan pensado en cometerlo». La multitud desapareció. Dejaron a Jesús solo con la mujer; ella cayó a sus pies y le dijo: «Realmente he cometido un pecado, soy una mala mujer. Puedes castigarme».
Jesús le respondió: «¿Quién soy yo para juzgarte? Esto es un asunto entre tú y tu Dios. Es algo entre tú y la existencia. ¿Quién soy yo para interferir? Si te das cuenta de que has hecho algo mal, no vuelvas a hacerlo».
Estas situaciones se repetían continuamente. La gente solo estaba interesada en llevar a Jesús a una disputa en la que pudiera salir ganadora la mente jurídica. No puedes discutir con una mente jurídica, si lo haces te derrotará, porque la mente jurídica es muy eficiente en la discusión. Adoptes la posición que adoptes -eso no importa- serás derrotado.
Jesús no podía ser derrotado porque nunca discutía. Esta era una de las señales, uno de los signos de que había alcanzado el amor. Se mantenía en su cumbre; nunca descendía.
Entonces, uno de ellos, que era doctor en leyes, le hizo una pregunta tentándole y diciendo: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?».
Esta es una pregunta muy difícil. ¿Cuál es el mandamiento, más grande, cuál es el principal mandamiento, cuál es el mandamiento fundamental de la ley? Es muy complicado porque cada ley depende de otras, están entrelazadas. No puedes encontrar una ley fundamental, no hay una ley fundamental. Todas dependen de las demás; son interdependientes.
En la India, este ha sido uno de los grandes debates: ¿Qué es lo básico, la no violencia o!a verdad? Si te encuentras en una situación en la que tienes que escoger entre la verdad y la no violencia -si dices la verdad habrá violencia, y si no dices la verdad se puede evitar la violencia-, ¿qué harías? ¿Dirías la verdad y permitirías que se cometiera la violencia?
Por ejemplo, estás sentado en un cruce de caminos y llega un grupo de policías que te preguntan: «¿Ha visto pasar por aquí a un hombre? Tenemos que atraparle y matarle porque ha escapado de la prisión. Tiene una sentencia de muerte». Tú le has visto. Puedes decir que sí y estarás diciendo la verdad, pero entonces serás responsable de la muerte de ese hombre. Puedes decir que no le has visto o puedes darle a la policía una pista equivocada; de esta manera el hombre se salvará. Sigues siendo no violento pero has mentido. ¿Qué harías? Parece imposible escoger, casi imposible. ¿Qué ley es la más fundamental?
Jesús le respondió: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Esto es po: no está respondiendo a la pregunta en absoluto; está respondiendo a otra cosa. No está bajando al mundo de las leyes; se mantiene situado en su cumbre del amor. Dice: «Este es el primer gran mandamiento. Ama a Dios con todo tu corazón, toda tu mente y todo tu espíritu». La pregunta era sobre la ley, pero la respuesta es sobre el amor. En realidad, no ha contestado a la pregunta, o puedes decir que ha contestado a la pregunta, porque esta es la única respuesta ya que no puede haber otra respuesta.
Hay que comprender esto. Solo se puede responder una pregunta de un plano más bajo desde un plano más alto; si te quedas en el mismo plano, es imposible responder. Por ejemplo, desde donde te encuentras surge la pregunta, surgen muchas preguntas. Si le preguntas a una persona que está en tu mismo plano, no podrá responderte. Sus respuestas pueden parecer relevantes pero no lo son, porque él está en la misma situación que tú.
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