Uno puede usar una bayoneta y el otro amenazarte con que «Voy a hacer un largo ayuno si no me haces caso». Uno puede estar amenazándote con matarte y el otro puede estar amenazándote con matarse si no se le sigue, pero los dos están usando la fuerza. Los dos están creando situaciones en las que pueden obligarte a ser algo que no quieres ser y que nunca has querido ser. Los dos son políticos. Hitler no te ama, y Gandhi tampoco. Gandhi habla del amor, pero no ama. No puede amar porque la idea en sí -el ideal de cómo deberías ser- se lo impide.
Solo hay una forma de amar a las persona y es amarlas tal como son. Y ahí está la belleza: cuando las amas como son, cambian. No según tu criterio sino según su propia realidad. Cuando las amas se transforman. No se convierten; se transforman. Se vuelven algo nuevo, alcanzan nuevas alturas del ser. Pero eso sucede en su ser y de acuerdo con su naturaleza.
Ayuda a la gente a ser natural, ayuda a la gente a ser libre, ayuda a la gente a ser ellos mismos y no intentes obligar a nadie, no intentes tirar, empujar y manipular. Ese es el camino del ego. Y eso es política.
¿ Cuándo el sentir cariño por alguien se acaba convirtiendo en una intromisión en su vida?
En el momento que entra la ideología se convierte en una intromisión. El amor se vuelve amargo, se convierte casi en un tipo de odio y tu protección se convierte en una prisión. La ideología es la que marca la diferencia.
Por ejemplo, si eres una madre cuidas a tu hijo. Tu hijo te necesita, no puede sobrevivir sin ti. Eres imprescindible porque necesita alimentos, amor, cariño… pero no necesita tu ideología. No necesita tus ideales ni tu cristianismo, hinduismo, tu islam o tu budismo. No necesita tus escrituras ni tus creencias. No necesita tus ideales de cómo debería ser. Simplemente evita los ideales, los objetivos, las metas; entonces el cariño será hermoso, será inocente. De lo contrario, será interesado.
Cuando en tu cariño no hay ideologías, no quieres convertir a tu hijo en cristiano, no quieres hacer de él esto o lo otro, comunista o fascista, no quieres que se convierta en empresario, médico o ingeniero… No tienes ideas preconcebidas para tu hijo. «Yo te querré y cuando crezcas, tú elegirás -le dices-, sé lo que naturalmente quieras ser. Seas lo que seas, tienes mi aprobación y decidas lo que decidas, por mi parte lo acepto y lo apoyo. Esto no significa que te vaya a querer si te conviertes en el presidente de la nación, y no te vaya a querer y me avergüence de ti si solo eres un carpintero. No te daré una buena acogida solo cuando llegues con una medalla de oro de la universidad, y me sentiré avergonzado si fracasas. No vas a ser mi hijo solo si eres bueno, virtuoso, moral, y esto y aquello, y si no es así, no tendrá nada que ver contigo y tú no vas a tener nada que ver conmigo.
En cuanto introduces una idea empiezas a corromper la relación. El cariño es algo hermoso, pero cuando ese cariño comporta alguna idea, entonces es interesado. Es un trato, tiene sus condiciones. Y todo nuestro amor es interesado; de ahí la infelicidad que hay en el mundo, el infierno en el que se vive. No es que no haya cariño, hay cariño, pero muy interesado. La madre cuida, el padre cuida, el marido cuida, la mujer cuida, el hermano, la hermana… todo el mundo cuida. La gente cuida demasiado y sin embargo el mundo es un infierno. Aquí debe de haber un error, algo está fundamentalmente equivocado.
¿Cuál es ese error fundamental? ¿Dónde fallan las cosas? El cariño tiene condiciones, «¡Haz esto! ¡Sé aquello!». ¿Alguna vez has amado a alguien sin poner condiciones? ¿Alguna vez has amado a alguien tal como es, sin querer mejorar a la persona, sin querer cambiarla; aceptándola absolutamente, totalmente? En-tonces sabes qué es el cariño. A través de ese cariño te sentirás satisfecho y ayudarás inmensamente al otro.
Y recuerda, si cuidas sin ningún interés, sin ambición, la persona a la que cuidas te amará para siempre. Pero si tu cariño tiene alguna intención, la persona a la que has cuidado no será capaz de perdonarte jamás. Por eso los niños no pueden perdonar a sus padres. Pregunta a los psicólogos o a los psicoanalistas; casi todos los casos que tratan son de personas cuyos padres les cuidaban demasiado cuando eran niños. Y su cariño era interesado, frío y calculado. Querían satisfacer algunas de sus ambiciones a través de sus hijos.
El amor debe ser un regalo. En el momento que tiene una etiqueta con un precio deja de ser amor.
3. La compasión en acción
Nadie puede dejar de ser un egoísta excepto los hipócritas. La palabra «egoísta» ha adquirido un tono de condena porque todas las religiones la han condenado. Quieren que seas altruista, pero ¿por qué? Para ayudar a los demás…
Esto me recuerda algo, un niño estaba hablando con su madre y la madre le dijo: «Recuerda que siempre hay que ayudar a los demás». Y el niño preguntó: «¿Y los demás qué harán?». La madre, naturalmente, contestó: «Ayudar a los demás». El niño dijo: «Me parece un método muy raro. ¿Por qué no ayudarte a ti mismo en vez de a otro y complicar las cosas sin necesidad?».
El egoísmo es natural. Sí, siendo egoísta llega un momento en el que estás compartiendo. Cuando te encuentras en un estado de alegría desbordante es cuando puedes compartir. Ahora mismo la gente infeliz está ayudando a otra gente infeliz, los ciegos guían a otros ciegos. ¿Qué ayuda puedes ofrecer? Esta es una idea muy peligrosa que ha prevalecido a través de los siglos.
En una pequeña escuela, la profesora le dijo a los niños:
– Debéis hacer una buena acción al menos una vez por semana.
Un niño le preguntó:
– Por favor, denos al menos algún ejemplo de buenas acciones porque no sabemos lo que es bueno.
De manera que ella respondió:
– Por ejemplo: una ciega quiere cruzar la calle y la ayudáis a cruzar la calle. Esa es una buena acción; es un acto virtuoso.
La semana siguiente preguntó:
– ¿Alguno de vosotros se ha acordado de hacer lo que os dije? -Tres niños levantaron la mano-. Eso no está bien, el resto de la clase no ha obedecido, pero a pesar de todo, al menos hay tres niños que han hecho algo bueno -dijo la profesora-. ¿Qué has hecho tú? -le preguntó al primero.
– Exactamente lo que usted dijo -contestó-. Ayudé a cruzar la calle a una ancianita ciega.
– Eso está muy bien -dijo la profesora-, que Dios te bendiga-. ¿Qué has hecho tú? -le preguntó al segundo.
– Lo mismo -contestó-, ayudé a cruzar la calle a una ancianita ciega.
La profesora estaba un poco sorprendida, ¿dónde han encontrado a tantas ancianas ciegas? Pero como se trata de una gran ciudad pueden haber encontrado dos. Preguntó al tercero y este le dijo:
– He hecho exactamente lo que han hecho ellos, ayudar a cruzar la calle a una ancianita ciega.
La profesora exclamó:
– Pero ¿dónde habéis encontrado a tres ciegas?
– No lo entiendes -dijeron-, no había tres ciegas, solo había una y ¡fue tan difícil ayudarla a cruzar la calle! Nos daba golpes gritando y chillando porque no quería cruzar, pero nosotros estábamos empeñados en realizar una buena acción. Se reunió un montón de gente a chillarnos, pero les dijimos: «No os preocupéis, sólo queremos ayudarla a cruzar la calle». ¡Pero ella no quería cruzarla!
Dicen a la gente que ayude a los demás, pero ellos mismos están vacíos. Dicen a la gente que ame a los demás -a sus vecinos, a sus enemigos- pero nunca les han dicho que se amen a sí mismos. Directa o indirectamente, todas las religiones dicen a la gente que se odie. La persona que se odia no puede amar a nadie; solo puede fingir que ama.
Lo fundamental es amarte tanto a ti mismo que el amor rebose y alcance a los demás. No estoy en contra de compartir, pero estoy absolutamente en contra del altruismo. Estoy a favor de compartir, pero primero debes tener algo para compartir. De ese modo no estarás haciendo algo como una obligación hacia nadie, sino al contrario, la persona que recibe algo de ti te está haciendo un favor. Deberías estar agradecido al otro, porque podía haber rechazado tu ayuda y ha sido generoso aceptándola.
Читать дальше