Después de Mantas van al Vale da Canseira, a Reivas, al Monte da Areia, a Fonte Pouca, a Serralha, a Pedra Grande, en todos los montes y heredades se toman las llaves y levantan inventarios, somos trabajadores, no hemos venido a robar, no hay nadie aquí que diga lo contrario, porque de todos estos lugares recorridos y ocupados, montes, casas, bodegas, establos, caballerizas, pajares, majadas, bordas, corralas, pocilgas y gallineros, cisternas y albercas, tanques de riego, ni hablando ni cantando, ni callando ni llorando, están Norbertos y Gilbertos ausentes, adonde han ido, lo sabe Dios. La guardia no sale de su puesto, los ángeles barren el cielo, es día de revolución, cuántos son.
Va el milano pasando y contando, un millar, sin hablar de los invisibles, que es el sino de los hombres vivos la ceguera, no entender cuántos hicieron lo hecho, mil vivos y cien mil muertos, o dos millones de suspiros que se levantan del suelo, cualquier número servirá, y todos serán pequeños si de lejos sumamos, asomados a los adrales van los muertos, miran al interior buscando algún conocido, de los más allegados de cuerpo y corazón, y si no encuentran a quien buscan, se unen a los que van a pie, mi hermano, mi madre, mi mujer y mi marido, por eso es natural que reconozcamos a Sara de la Concepción, allí va, con una botella de vino y un paño, y Domingo Maltiempo, con el cabo de su soga al cuello, y ahora pasa Joaquim Carranca, que murió sentado a la puerta de su casa, y Tomás Espada, al fin cogido de la mano de su mujer Flor Martinha, cuánto has tardado, cómo no se darán cuenta estos vivos, creen que están solos, andan en sus trabajos de gente viva, cuando uno muere lo entierran, eso es lo que creen, pero los muertos vienen muchas veces, ahora unos, luego otros, pero hay días, muy raros desde luego, en los que salen todos, y quién sería capaz de mantenerlos en sus sepulcros conformes cuando los tractores atruenan el latifundio y las consignas no cesan, Mantas, Pedra Grande, Vale da Canseira, Monte da Areia, Fonte Pouca, hambre mucha, Serralha, no hay quien vaya, por pobre colina y valle, y aquí en esta revuelta del camino está Juan Maltiempo sonriendo, estará esperando a alguien, o quizá es que no se puede mover, murió con las piernas paralizadas, será por eso, llevamos a nuestra muerte todos los males y también los últimos, pero fue un error pensar esto, le vuelven a Juan Maltiempo sus piernas de muchacho y ahora salta, es un bailarín volando, y se va a sentar al lado de una vieja sorda muy vieja, Faustina mi mujer que conmigo comiste pan con chorizo una noche de invierno y te quedaste con la falda mojada, tantas nostalgias.
Posa Juan Maltiempo su brazo de invisible humo en el hombro de Faustina, que no oye nada, ni siente, pero empieza a cantar, vacilante, un son de baile antiguo, es su parte en el coro, se acuerda del tiempo en que bailaba con su marido Juan, fallecido hace tres años, que en gloria esté, y éste es el errado voto de Faustina, que no puede saberlo. Y mirando desde más lejos, desde la altura del milano, podemos ver a Augusto Pintéu, el que murió con las mulas en una noche de temporal, y tras él, casi agarrándolo, su mujer Cipriana, y también el guardia José Calmedo, venido de otras tierras y vestido de paisano, y otros de quienes no sabemos los nombres, pero conocemos las vidas. Van todos, los vivos y los muertos. Y delante, dando los saltos y las carreras de su condición, va el perro Constante, cómo iba a faltar en este día levantado y principal.
*Ratinhos: temporeros del norte y centro de Portugal que iban a trabajar al Alentejo. (N. del E.)
*El 28 de mayo de 1926 se levantó en Braga el general Gomes da Costa y marchó sobre Lisboa. Fue el preludio de la dictadura. (N. del T.)