No se supo dónde nació esta didáctica consigna. Si vino de Lisboa, si nació en Évora, Beja, Portalegre, o si fue dicha de modo jocoso en el gremio de Montemor o por osadías de coñac, o si la trajo Leandro Leandres de la casa de los dragones, sea como fuere el hecho es que en pocos días se difundió por todo el latifundio, corrió de Norberto a Gilberto, de Berto a Lamberto, de Alberto a Angilberto, y habiendo hallado general aceptación, fueron llamados los capataces y se dieron las órdenes oportunas, Siega que esté haciéndose, se interrumpe, las otras no se comienzan. Será esto por alguna plaga, tal vez las mieses estén leprosas y el latifundio se haya apiadado de sus hijos segadores y no los quiera ver desfigurados, con los dedos convertidos en muñones, las piernas descepadas, las narices ausentes, para desgracia ya basta. Este pan está envenenado, póngase en los límites de los sembrados espantajos con calaveras mostrando los dientes para infundir miedo hasta en las almas más resueltas, y si aun así se empeñan en entrar, se llama a la guardia para que los meta en cintura. Y dice el capataz, No será preciso, nadie es tan tonto que se ponga a segar sin tener la paga asegurada y expuesto además a llevarse un tiro en el lomo, lo malo es el perjuicio. Y dice Alberto, Piérdanse los anillos pero queden los dedos, si dejamos este año el trigo en los campos, no por eso vamos a arruinarnos. Y dice el capataz, Quieren aumento de salario, dicen que la vida está cada vez más cara y que pasan hambre. Y dice Sigisberto, Yo no tengo nada que ver con eso, salario es lo que queramos pagar, la vida también está cara para nosotros. Y dice el capataz, Dicen que se van a juntar para hablar con el amo. Y dice Norberto, No quiero perros ladrando detrás de mí.
En todo el latifundio sólo se oye el ladrido de los perros. Ladraron cuando entre el Minho y el Algarve, entre la costa del mar y la frontera de levante se agitaron los pueblos ante el nombre y verbo del general, y ladraron un ladrar nuevo que en lenguaje humano significaba claramente, Si quieres que te aumenten lo pagado, vota a Delgado, este gusto por la rima viene de lejos, qué le vamos a hacer, somos un país de poetas, y de tanto ladrar juntos vinieron a ladrarnos a las puertas, Señor cura Agamedes, no tardarán mucho en empezar a profanar iglesias, es lo primero que hacen, ofender a la santa madre iglesia, No me hable de eso, no me hable de eso, doña Clemencia, aunque yo no rechazo las palmas del martirio, pero Nuestro Señor no permitirá que en estas tierras se repitan atentados como el de Santiago do Escoural, donde convirtieron la iglesia en escuela, imagínese, que no lo vi ni estaba allí, no fue en mi tiempo, pero así me lo contaron, Verdad fue, padre Agamedes, verdad fue, tan verdad como que estamos aquí, desvaríos de la república que no se repetirán, si Dios quiere, y cuidado al salir, no le muerdan los perros. Cuando el padre Agamedes se asoma a la puerta de la casa, suelta trémula su voz aguda y pregunta, Están atados los perros, y hay quien le responde indiferente, Éstos lo están, y quedamos sin saber qué perros están presos y qué perros están sueltos, pero el padre Agamedes confía en que la información le defienda los intereses de la pantorrilla, y sale al patio, es verdad que los perros están presos, pero cuando atraviesa el portalón y sale a la calle, hay un ajuntamiento de personas, no es que ladren, era lo que faltaba, hombres ladrando, pero si este murmullo no es como el gruñir de un perro, pierda yo el nombre que tengo, y no ve el padre Agamedes las hormigas que van a lo largo de la casa alzando como canes las cabezas y, aunque por ahora calladas, qué será de nosotros si un día se une toda esta jauría.
Dicho está que por castigo de la impertinencia habitual de pedir mejores salarios y del crimen excepcional de apoyar a Delgado y por él jurar en todo cuanto fue lugar habitado o ayuntamiento, no habrá este año siega en los latifundios. A mí, tanto me importa, dice Adalberto, lo que sí quiero es que me garanticen que el gobierno de la nación está de acuerdo, Está el gobierno de acuerdo y nosotros también, que nos parece magnífica la idea, dijo Leandro Leandres. Y los perjuicios, señor gobernador civil, va a haber perjuicios, con nuestra buena voluntad puede contar, pero sólo donde todos paguen, y éste es un reparo justificado, hecho en un lugar cualquiera del latifundio no identificado, sería ciudad, qué iba el gobernador civil a hacer en aldea pequeña no habiendo inauguración, pero dondequiera que haya sido, fue, quién sabe si en mirador abierto al paisaje, No se preocupe, Don Berto, ya se están estudiando los medios de apoyo a la agricultura, el gobierno de la nación conoce los anhelos de los labradores y no olvidará servicios patrióticos como este de ahora. Poco faltó para que izaran banderas, pero no vale la pena, ya ha pasado el día de las elecciones, el presidente es Tomás, que más da, si los otros riman por qué no voy yo a rimar, no soy menos que ellos y puedo hacer otras rimas muy hermosas, qué les parece por ejemplo ésta, Ya pasé hambre bastante, entre invierno y primavera, dice la muerte en el infierno, tienes la hoz a la espera, y tras esta canción cantada a coro se hace un profundo silencio en el latifundio, qué va a pasar, y cuando estamos ansiosos, con los ojos en el suelo, rápida una sombra pasa y al levantar la cabeza vemos al gran milano, ahora planeando, y fue el grito del milano este gemido que me salió del pecho.
Aquella noche acudió Sigismundo Canastro a casa de Juan Maltiempo, habló con él y con Antonio Maltiempo, y de allí salió para casa de Manuel Espada, donde se entretuvo más. Visitó otras tres casas, dos de ellas aisladas en el campo, hablando de esta o de aquella manera, con unas palabras o con otras, que no con todos el habla puede ser la misma, o, siéndolo, es el entender distinto, y el recado, en lo fundamental, es que vayan dentro dos días a Montemor para manifestarse ante el ayuntamiento, el máximo de personas del concejo que se puedan juntar, para pedir el trabajo que, habiéndolo, no nos es dado. De camino se dirá lo que los hombres del latifundio piensan de la fantochada que puso en la presidencia de la mísera república al imbécil pastoso y sí-sí nombrado, una vez basta, cuántas más serán. Este amargor de boca no es del mucho haber bebido o hartura de masticar, son exageraciones en general no practicadas en el latifundio, aunque no falte quien empine demasiado el codo, pero hasta eso tiene disculpa, la de verse un hombre durante toda su vida preso a una estaca, fumar y beber son maneras diferentes de huir, pero bebiendo se huye más, aunque sea una muerte lenta. Si estas bocas tanto amargan, fue por haber hablado y esperado hablar todavía mejor, si viniese la libertad, y al final la libertad no vino, alguien ha visto la libertad, tanto se habla de ella, pero la libertad no es mujer que ande por los caminos, no se sienta en una piedra esperando que la inviten a cenar o a dormir en nuestra cama el resto de la vida. Anduvieron por ahí en ayuntamientos los hombres y algunas mujeres, dieron vivas, y ahora notamos la boca amarga como si hubiéramos bebido, los ojos ven cenizas y poco más, campos por segar, Qué haremos, Sigismundo Canastro, tú que eres más viejo y con más experiencia, Iremos a Montemor el lunes, a reclamar el pan de los hijos y de los padres que los han de criar, Pero eso es lo que hemos hecho siempre, y los resultados, Lo hicimos, lo hacemos y lo haremos, mientras no pueda ser de otro modo, Es un cansancio que nunca acaba, Un día acabará, Cuando estemos ya muertos todos y aparezcan nuestros huesos si hubiera perros que los desentierren, Vivos habrá bastantes cuando llegue el día, tu hija está cada vez más guapa, Son los ojos de mi padre, eso dijo Gracinda Maltiempo, que toda la conversación había sido hasta entonces con el marido Manuel Espada, y es él quien dice, Doy mi alma al diablo a cambio de ese día, y que no sea mañana, sino hoy, y Gracinda Maltiempo levanta del suelo a la hija que tiene tres años, y regaña, Dios mío, Manuel, esas cosas no se dicen, y Sigismundo Canastro, mayor de vida y de experiencia, sonríe, El diablo no existe, no hace tratos, eso de jurar y prometer es hablar en vano, lo que no consigue el trabajo no lo consigue nada, y ahora, el trabajo es ir a Montemor el lunes, irá gente de todas partes.
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