José Saramago - Levantado Del Suelo

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Un escritor es un hombre como otros: sueña. Y mi sueño fue el de poder decir de este libro, cuando lo terminase: «Esto es el Alentejo». De los sueños, sin embargo, nos despertamos todos, y ahora heme aquí, no delante del sueño realizado, sino de la concreta y posible forma del sueño. Por eso me limitaré a escribir: «Esto es un libro sobre el Alentejo». Un libro, una simple novela, gente, conflictos, algunos amores, muchos sacrificios y grandes hambres, las victorias y los desastres, el aprendizaje de la transformación, muertes. Es un libro que quiso aproximarse a la vida, y ésa sería su más merecida explicación. Lleva como título y nombre, para buscar y ser buscado, estas palabras sin ninguna gloria: Levantado del suelo. Del suelo sabemos que se levantan las cosechas y los árboles, se levantan los animales que corren por los campos o vuelan sobre ellos, se levantan los hombres y sus esperanzas. También del suelo puede levantarse un libro, como una espiga de trigo o una flor brava. O un ave. O una bandera. En fin, ya estoy otra vez soñando. Como los hombres a los que me dirijo.
JOSÉ SARAMAGO

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Otras visitas habrá, diferentes éstas, más tranquilas, vendrán las hijas, vendrá su hermano Anselmo, vendrá Antonio Maltiempo y saldrá furioso, nadie lo hizo enfurecer pero saldrá furioso, se quedará mucho tiempo viendo el fuerte con expresión airada, ni siquiera parece Antonio Maltiempo, vendrá Manuel Espada, entrará grave y saldrá con una luz serena en el rostro, y también aparecerán unos primos y unos tíos, algunos viven en Lisboa, pero la visita de éstos será en los pasillos, tras una tela metálica tan menuda que cuesta ver a las personas del otro lado, y un policía siempre pasando, a la escucha de las quejas. Y transcurrirán los meses, los largos días y las noches larguísimas de la prisión, acabará el verano, se fue el otoño y se acerca el invierno, Juan Maltiempo está allí, no lo llaman para nuevos interrogatorios, se han olvidado de que existe, quién sabe si se quedará preso para siempre, hasta que un día, inesperadamente, vio a Alburquerque y a Sigismundo Canastro, también Sigismundo estaba preso y él no lo sabía, fue Alburquerque, esto lo sabrá Juan Maltiempo más tarde, cuando esté ya de vuelta en Monte Lavre y oiga decir que han soltado a Sigismundo Canastro y regresa, y ambos se abrazarán con el corazón liberado, No hablé, Tampoco yo he hablado, Fue Alburquerque, y Sigismundo Canastro todavía sufrió más, pero se ríe, mientras que Juan Maltiempo no puede evitar cierta melancolía, es de la injusticia que le hicieron. Se habla mucho en la sala seis, se discuten asuntos de política y otras materias, hay quien estudia o enseña, se dan clases de lectura, de aritmética, otros dibujan, es una universidad popular, son casos conocidos, no hay nada que contar, o la eternidad no bastaría.

Hoy es el día de la liberación. Han pasado seis meses, es enero. Aún la semana pasada Juan Maltiempo estuvo trabajando en la carretera de acceso con otros compañeros de sala, bajo la lluvia, y qué fría estaba, era como nieve derretida, y ahora está sentado pensando qué vida le estará destinada, ya muchos fueron a juicio y él aún no, pero hubo quien le aseguró que era buena señal, cuando se abre la puerta y aparece un guardia llamando, con la voz arrogante de costumbre, Juan Maltiempo, y Juan Maltiempo se pone firme, como es de reglamento en la prisión, y el guardia dice, Prepara tus cosas para dejar la cárcel, y rápido. Cuánta alegría en los que se quedan, cómo pueden sentirla, es como si fueran ellos los liberados, y uno dice, Cuanto más rápido vacíen las mazmorras, mejor, aquí no se hace nada, es una declaración tan lógica como decir, Cuanto más rápidamente me den la herramienta, más pronto empiezo a trabajar, y entonces estalla el alboroto, parecen madres vistiendo al hijo, hay quien le calza los zapatos o le ayuda a ponerse la camisa, le sacuden la chaqueta, es como si llevaran a Juan Maltiempo a presencia del papa, dónde se ha visto cosa semejante, son como chiquillos, están todos a punto de romper a llorar, ellos aún no, pero sí Juan Maltiempo cuando le preguntan, Bueno, Maltiempo, seguro que no tienes dinero para volver a casa, y él responde, Camaradas, tengo poco, pero ya me arreglaré, y ellos empiezan a reunir dinero, uno cinco escudos, otro da diez, y entre todos alcanzan una cantidad que cubre el viaje y aún sobra algo, y entonces sí, al ver cómo el dinero pobre puede ser amor grande Juan Maltiempo no puede contener las lágrimas y dirá, Gracias, camaradas, y adiós, buena suerte a todos, y gracias también por todo lo que habéis hecho por mí. Cada vez que sale uno, hay una fiesta igual, son las alegrías de la prisión.

Era ya de noche cuando la furgoneta dejó a Juan Maltiempo a la puerta de Aljube, parece que el diablo de esta viuda alegre no conoce otros caminos, y cuando Juan Maltiempo se apeó, pie ahora libre, le dice el policía, Desaparece de aquí, parece que tenga pena al verlo marchar, estos policías son así, le cogen cariño a un preso y luego les cuesta trabajo separarse de él. Juan Maltiempo se lanza a la carrera calle abajo, como si llevara aún el diablo tras él, tanto es así que mira por encima del hombro a ver si alguien lo persigue, quién me dice a mí que esto no es un juego de los policías, ponen un preso en libertad y luego organizan la gran cacería, y por más que el pobre huya, le cae la red al paso, y ahí lo tienes otra vez atrapado, metido en el coche celular, con todos riéndose a carcajadas, los policías se agarran la barriga, ay qué gracia, que no puedo más, en mi vida me he divertido tanto, ni en el circo. Son capaces de estos refinamientos.

La calle está desierta, desierta de verdad, ha caído la noche del todo, afortunadamente no llueve, pero el viento entre estos altos edificios es una navaja roma de barbero con prisa, pasa y repasa las pobres ropas de Juan Maltiempo, tan desnudo está el viento como él, así parece. Ya no corre, tiene las piernas desacostumbradas, y anda corto de huelgos, ni sabe andar, se arrima a una esquina con su saco y la maleta atada con cuerdas, y aunque todo esto pese poco, los brazos casi no pueden sostener la carga, y por eso la posa en el suelo, quién ha visto a este hombre y quién lo ve, las cargas que ha soportado, y ahora ni una gata por el rabo, si no fuera tanto el frío allí se dejaría caer también, tiene demasiado sufrimiento encima para mantenerse de pie pero se mantiene. Pasan algunas personas, siempre acaban apareciendo, y ni lo miran, cada uno va pensando en su propia vida, bastante trabajo me da, no imaginan que aquel hombre de la esquina acaba de salir de la prisión de Caxias donde ha estado seis meses, e hizo la estatua setenta y dos horas y fue apaleado, no se cree que tales cosas ocurran en nuestro hermoso país, quien las cuenta seguro que exagera. Qué hará Juan Maltiempo en una ciudad que no conoce, no hay puerta alguna donde pueda llamar, Camaradas, dadme albergue por esta noche, acabo de salir, esto sería una conversación distinta, cómo sabe él cuáles son esas casas, él fue detenido en Monte Lavre por el guardia José Calmedo, y allí tiene que volver, hoy no, que es de noche, pero mañana, con este dinero que me dieron unos hombres que también lo necesitaban, de ésos sí sabe que son camaradas, pero tendría gracia que volviera ahora a Caxias llamando a la puerta de la sala seis, suponiendo que pudiera entrar tranquilamente, y cuando le abrieran diría, Camaradas, dadme albergue por esta noche, acabo de entrar, sin duda está loco, o se quedó dormido pese al frío, debe de haberse quedado dormido, tanto es así que ya no está de pie como creía, sino sentado en la maleta, y se acuerda, ya se acordó antes, pero ahora se acuerda otra vez, que puede llamar a la puerta de la casa donde su hermana está sirviendo y decir, María de la Concepción, crees que tus señores me permitirían dormir aquí esta noche, pero no irá, en otras condiciones quizá no les importara, mandarían a María de la Concepción echar un colchón en la cocina, no se puede dejar a un cristiano dormir en la calle como los perros sin amo, pero así, saliendo de la cárcel, de aquella cárcel, y por estos motivos, aunque lo permitieran luego pondrían mala cara a la hermana, pobrecilla, ni siquiera se ha casado, siempre sirviendo a los mismos señores, es como si hubiera nacido para eso, quién sabe lo que le habrán dicho ya, no es difícil imaginarlo, Son unos ingratos, y si no fuera por nosotros se morirían de hambre, esas malas ideas de tu hermano le van a costar caro, van contra nosotros, a ver si lo entiendes, van contra nosotros, menos mal que somos tus amigos, no te vamos a hacer pagar la mala cabeza de tu hermano, pero, a partir de ahora, será mejor que no entre en esta casa, y tú ten cuidado, quedas avisada.

Éstas son sólo las letanías domésticas del ama y señora, que el señor es categórico y menos palabrero, Aquí no pone un pie en su vida, y voy a avisar para que en nuestras tierras de Monte Lavre no trabaje más, que se vaya a Moscú. Parece que Juan Maltiempo ha vuelto a quedarse dormido, muy cansado estará cuando duerme con este frío, y ha escarchado, golpea con los pies el suelo y resuena el ruido multiplicado en ecos por el espacio helado, a ver si viene ahora un policía a detenerme otra vez por turbar el descanso de los vecinos, entonces Juan Maltiempo coge el saco y la maleta y desanda el camino, calle abajo, apenas puede con los pies, cojea, recuerda vagamente que la estación queda a la izquierda, pero teme perderse y por eso pregunta a un hombre que pasa, y éste le dice, Va bien, y añade unas explicaciones, menos mal, Juan Maltiempo coge la maleta y el atadijo con las manos entumecidas y se dispone a seguir, pero el otro le pregunta, Quiere que le ayude, aquí podríamos temblar ante la aventura, sabe Dios si será un ladrón este viandante y trama ya robarle al labriego sus bienes, no sería difícil, hasta de noche se ve que apenas puede con su cuerpo, No señor, gracias, dice Juan Maltiempo educadamente, y el otro no insistió, resulta que no es un maleante, y se limita a preguntar, Ha estado en la cárcel, tiene todo el aire de acabar de salir, y nosotros que conocemos a Juan Maltiempo y sabemos qué sensible es a las buenas palabras, ya estamos oyéndole contar todo, que estuvo seis meses en Caxias y de allí viene, lo han dejado aquí y tiene que volver a su aldea, a Monte Lavre, en el concejo de Montemor, soy alentejano, sí señor, no sabe si hay barco a esta hora, ni tren, Voy a ver a la estación, no, no tiene dónde dormir, una hermana está sirviendo, Pero no quiero molestar, los señores podrían enfadarse, y el otro pregunta, es un hombre curioso, Y si no hay barco ni tren, dónde va a dormir, y Juan Maltiempo responde sencillamente, Pasaré la noche en la estación, habrá algún banco, lo malo es el frío, pero ya estoy acostumbrado, gracias por su atención, y dicho esto se aleja, pero el otro dice, Voy hasta allí con usted, déjeme el saco, se lo llevo yo, y Juan Maltiempo que duda, pues si viene de estar seis meses con hombres de humanidad, que cuidaron de él, le enseñaron cosas, le dieron tabaco y dinero para el viaje, parecería mal que ahora desconfiase, dejó el saco en manos del otro, a veces la ciudad tiene espectáculos así, allá van los dos, bajan lo que falta de calle, y luego la gran plaza, a lo largo de las arcadas, y después la estación, Juan Maltiempo tiene dificultades para entender los horarios, aquellos números minúsculos, y el hombre le ayuda, recorre con el dedo las columnas, no, no hay tren hasta mañana por la mañana, y al oír esto ya está Juan Maltiempo buscando un lugar donde enroscarse, pero el hombre le dice, Está usted cansado y se ve que tiene hambre, venga a dormir a mi casa, allí come un plato de sopa y descansa, si se queda aquí va a morirse de frío, estas palabras fueron dichas, nadie cree que cosas como éstas puedan ocurrir, y es verdad verdadera, Juan Maltiempo sólo supo responder, Muy agradecido, es una obra de misericordia, aquí cantaría hosanna el padre Agamedes, daría vivas a la bondad de los hombres, tiene toda la razón el cura, este hombre que lleva el saco a cuestas merece todas las loanzas, aunque no sea un hombre de misa, no es que él lo haya dicho, son cosas que el narrador sabe, aparte de otras que no vienen al caso, pues esta historia es del latifundio y no de la ciudad. El hombre es mayor que Juan Maltiempo, pero más fuerte y más ligero de piernas, por eso tiene que moderar su marcha para acompañar el paso doloroso del resucitado, y para animarlo dice, Vivo aquí cerca, en Alfama, y vuelve hacia la calle de la Alfándega, cobró ánimo Juan Maltiempo, luego se metieron por callejuelas húmedas y escarpadas, húmedas, con este tiempo no es sorprendente, una puerta, una escalera estrechísima, una buhardilla, Buenas noches, Ermelinda, este señor duerme en casa esta noche, mañana se irá a su tierra y no tiene dónde quedarse, y Ermelinda es una mujer gorda que abre la puerta como si estuviera abriendo los brazos, Entre, y Juan Maltiempo, perdonen los exquisitos y los que sólo cuidan y estiman los grandes lances dramáticos, la primera sensación que tiene es el olor a comida, una sopa de verdura y habichuelas que ha estado hirviendo, y el hombre le dice, Póngase a gusto, y luego, Cómo se llama, Juan Maltiempo ya está sentado y le entra en el cuerpo una fatiga repentina, pero dice el nombre y el otro responde, Yo me llamo Ricardo Reis, y mi mujer Ermelinda, son nombres de personas, es lo que sabemos de ellas, poco más, y también estos platos de sopa sobre la mesa de la cocina, Coma lo que quiera, ya ha ido disminuyendo el frío, finalmente Lisboa es tierra suave, esta ventana mira al río, hay unas lucecitas de barcos, en la otra orilla son más escasas, quién diría que un día, vistas desde aquí, serán una fiesta, Beba un vaso más, y quizá también por esto, por el nuevo vaso de vino espeso que ha bebido, sonríe tanto Juan Maltiempo, hasta cuando cuenta lo que le ha pasado en la cárcel, y es ya tarde cuando acaba, se cae de sueño, está Ricardo Reis muy serio y Ermelinda Reis se enjuga los ojos, y entonces le dicen, Ahora váyase a dormir, que ya es hora, tiene que descansar, y Juan Maltiempo ni se da cuenta de que la cama es de matrimonio, oye pasos en el corredor, pero no son los de la guardia, no son los de la guardia, no son los de la guardia, y, libre, se queda dormido.

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