Considerado peligroso, Juan Maltiempo. Lo llevaron a la habitación que servía de cárcel, fue otra vez José Calmedo quien lo llevó, parecía como si no hubiera nadie más en el puesto, y Juan Maltiempo, antes de dejarse encerrar, dijo, Así que me engañó, y José Calmedo primero no respondió, se sentía ofendido, había querido hacer bien y éste era el pago, pero no podía quedarse mudo como si hubiera cometido algún delito, No quise que vinieras preocupado, este José Calmedo no merece realmente el uniforme que viste, por eso se lo quitará un día de éstos e iniciará una nueva vida en tierras donde no sepan que fue guardia, y eso es todo lo que de su vida sabremos.
Faustina Maltiempo y las dos hijas rondan el puesto. Están en lágrimas ansiosas, no saben de qué lo acusan, sólo que su marido y padre será conducido a Vendas Novas, y como hay coincidencias desgraciadas, así suele decirse, es en un instante en que las tres, por esto o por aquello, están ausentes cuando llega de Vendas Novas el jeep con una patrulla de fusil y bayoneta a buscar al criminal. A la vuelta sabrán que allí no está ya aquel a quien buscan, son tres mujeres en el camino, a la puerta del puesto de la guardia, tienen cerrada la entrada, Aquí ya no está, fueron órdenes que recibimos, vuélvanse a casa, que en su tiempo lo sabrán todo, dicen esto a las pobres infelices, será por escarnio, como escarnio fue que los guardias que vinieron de Vendas Novas le dijeran a Juan Maltiempo, con risa burlona, Venga, métete ahí, en el coche, que vas a dar un paseo. A este hombre no lo llama la guardia para ir a dar paseos por otros lugares, con transporte por cuenta de la patria, que es quien estas cosas paga del bolsillo de todos nosotros, y bien le gustaría a Juan Maltiempo viajar, salir de aquella tierra de latifundios y ver otras, pero estando calificado de peligroso no se mira la incomodidad de la guardia, que aprecia su descanso, ni el precio de la gasolina, ni la depreciación del material circulante, y así se dispone de inmediato un jeep y una patrulla de fusil y bayoneta para ir a Monte Lavre a buscar al malhechor y llevarlo con toda seguridad a Vendas Novas, Métete ahí, en el coche, que vas a dar un paseo, si esto no es escarnio, no sé lo que es escarnio.
El viaje es corto y callado, agotaron de prisa los guardias el manantial de gracias, siempre las mismas, y Juan Maltiempo, después de pensar y repensar, se dice a sí mismo que si está perdido por cien, lo mismo da estarlo por mil, que nadie sabrá de su boca información que a otros comprometa, mejor será que se partan en todo el mundo los espejos y cierre los ojos quien a mí venga, para que no vea mi propia cara si hablo. Esta carretera tiene grandes memorias, fue por aquí donde murió Augusto Pintéu al atravesar esa torrentera con un carro de mulas, y más allá, tras aquella loma, me acosté por primera vez con Faustina, era invierno y las hierbas estaban húmedas, cómo pudimos hacerlo, lo que es la juventud. Y le viene a la boca el gusto del pan con chorizo que después comieron y era su primera refección de hombre y mujer casados según la ley de la naturaleza. Se lleva Juan Maltiempo la mano a los ojos como si le ardieran, admitamos que son lágrimas, y un guardia le dice, No llores, hombre, y otro insiste en la humillación, Éstos siempre se acuerdan de llorar cuando los pillan, y eso no es verdad, No estoy llorando, responde Juan Maltiempo, y tiene razón, aunque lleve los ojos llenos de lágrimas, qué culpa tiene él de que los guardias no entiendan de hombres.
Ahora está Juan Maltiempo dentro del puesto de la guardia en Vendas Novas, el viaje fue un sueño, y en este civil nada hay que llame a engaño, visto uno vistos todos, experiencia la tiene Juan Maltiempo de sobra, dice el de civil, mientras el comandante del puesto se hurga los dientes con un palillo, Sí señor, aquí tenemos al caballero que va a darse un paseo conmigo hasta Lisboa, qué idea fija la de esta gente, sólo hablan de pasear, vamos a dar un paseo, y a veces son paseos de los que no se vuelve, es lo que se oye decir, pero mientras tanto el civil se vuelve a un guardia y le da la orden, el comandante del puesto está aquí para obedecer, es un mandado, un don nadie, Llévese a éste al balneario, que descanse allí hasta mañana. Y Juan Maltiempo siente que lo agarran del brazo de un modo brutal y que lo llevan a la parte de atrás del puesto, es un jardín, ese gusto floral que tiene la guardia republicana, quizá por él le sean perdonados muchos pecados, a los pobres guardias les gustan las flores. Y eso es porque no todo está perdido en sus endurecidas almas, un momento de belleza y gracia rescata a los ojos del supremo juez el peor de los crímenes, este de sacar a Juan Maltiempo de Monte Lavre y meterlo en calabozos de paso y en otros más demorados, sin contar lo que sólo más tarde sabremos. Es ahora una celda de un puesto de provincias, y esto es una tarima con una estera y un lío de mantas que dan asco, y también un grifo de agua, tanta sed, arrimo la boca y está caliente, pero eso sólo lo hice después de haber salido el guardia, y ahora sí puedo llorar, no se rían de mí, tengo cuarenta y cuatro años, pero hombre, a los cuarenta y cuatro años uno es un crío, está en la fuerza de la vida, mal hablar es ése aquí en el latifundio y a mi cara, cuando tan cansado me siento, esta punzada que no me deja nunca, y estas arrugas, que todavía el espejo puede mostrarme, si ésta es la fuerza de la vida, entonces déjenme llorar en paz.
Pasemos sobre la noche que Juan Maltiempo no durmió, cuatro pasos de ida, cuatro pasos de vuelta, que en el camastro no quiso descansar el cuerpo. Clareó el día, este hombre está cansado e inquieto, qué rumbo será el mío, y cuando dieron las nueve se abrió la puerta y un guardia dijo, Sal de ahí delante de mí, ésta es su manera de hablar, no les han dado otra enseñanza, y ahora es el civil quien dice, Vamos al tren, que ya es hora, vamos a nuestro paseo. Y salen acompañados hasta la puerta por el comandante del puesto, que en esto es hombre de mucho escrúpulo y buena educación, Hasta luego, dice, y si Juan Maltiempo es hombre inocente, no lo es tanto que piense que va por él esta despedida, pero de camino hacia la estación, en aquella plaza desierta, jura desesperado, Señor, soy inocente. Si el tren no estuviera a punto de salir, podríamos sentarnos aquí a discutir hasta aclarar de verdad qué es esto de inocencia y de ser inocente, y si Juan Maltiempo cree de hecho en el juramento que hizo y cómo es un creer tal que parece perjurio, y veríamos, si para tanto diese el tiempo y la argucia, la diferencia que hay entre ser inocente de culpa y de culpa inocente, aunque estas sutilezas no se avengan con el acompañante de Juan Maltiempo que responde tempestuoso, Deja ya de lamentarte, en Lisboa te harán la cama.
Pasemos ahora sobre el viaje, visto que no es capítulo admitido en la historia de los ferrocarriles de Portugal. Es el cuerpo tan soberano señor que Juan Maltiempo llegó a dormitar, vigorosamente mecido por el vagón y por el golpeteo de las ruedas en las junturas de los raíles, trastras, pero luego abría los ojos angustiado para descubrir cada vez que no iba soñando. Después fue el barco para Terreiro do Paço, si me tirara al agua, son pensamientos negros, acabo conmigo, y no es acción heroica, que tiene Juan Maltiempo esto de singular, no haber ido nunca al cine y no saber lo fácil y aplaudido que es el salto sin manos sobre la amurada, la inmersión impecable y aquel nadar americano que lleva al fugitivo hasta el misterioso barco fletado que alejado espera con la embozada condesa que para realizar esta acción quebrantó los sagrados vínculos familiares y los dictámenes del patrimonio condal. Pero Juan Maltiempo, sólo más tarde se sabrá, es hijo de rey y único heredero del trono, real, real por Juan Maltiempo rey de Portugal, ahí se va acercando el barco al embarcadero, quien iba adormilado se despertó, y cuando el preso se da cuenta hay dos hombres ante él, Sólo éste, preguntan, y el que vino de acompañante responde, Esta vez no hay más.
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