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Manuel Puig: Boquitas pintadas

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Manuel Puig Boquitas pintadas

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El texto nos remite a un pasado argentino, a la oculta sordidez de un mundo de novela rosa transcrito con implacable objetividad a través del calco paródico de los clichés del lenguaje periodístico, de la impasibilidad feroz de las descripciones aparentemente neutras, de la trivialidad exasperante de unas vidas despersonalizadas. Nené, varias décadas después, aún conserva las cartas de su antiguo enamorado, Juan Carlos, a pesar de su actual matrimonio. Don Juan Carlos ya fallecido en un sanatorio víctima de la tuberculosis, se va reconstruyendo, mediante la intimidad de unos seres rencorosos o inocentes, esa relación amorosa acontecida en la Argentina de los años treinta.

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El día sábado 18 de abril de 1947, a las 15 horas, Juan Carlos Jacinto Eusebio Etchepare dejó de existir. Junto a él se encontraban su madre y su hermana, a quienes había venido a visitar en Semana Santa como todos los años, porque el comienzo del otoño era la época recomendada por los médicos para sus breves permanencias en Coronel Vallejos. No había dejado su habitación durante los últimos cuatro días debido a un profundo agotamiento físico. A mediodía había comido con más apetito que de costumbre, pero un dolor agudo en el pecho lo despertó de su siesta, llamó a su madre a gritos y a los pocos instantes dejó de respirar, asfixiado por una hemorragia pulmonar. El Dr. Malbrán llegó diez minutos después y lo declaró muerto.

El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947, a las 15 horas, Nélida Enriqueta Fernández de Massa pasó un trapo enjabonado por el piso de la cocina de su departamento en la Capital Federal. Había terminado de lavar los platos y utensilios de cocina correspondientes al almuerzo y estaba satisfecha de haber hecho su voluntad, pese a la oposición del marido. Éste se había quejado una vez más de que la mucama no trabajase los sábados y le había pedido a su esposa que dejara el lavado de los platos para después de la siesta. Nené había replicado que la grasa fría y endurecida era mucho más difícil de quitar y él de malhumor había continuado la discusión aduciendo que más tarde la entrada de ella en el dormitorio lo despertaría y no podría volver a conciliar el sueño que tanto necesitaba para calmar sus nervios. Nené había respondido finalmente que para evitar molestias, después de terminar con la cocina, se acostaría en la cama de uno de los niños.

El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947, a las 15 horas, María Mabel Sáenz de Catalano, aprovechando la presencia de su madre en la Capital Federal para celebrar juntas la Semana Santa, la dejó a cargo del lavado de la cocina y llevó a su hija de dos años a tomar sol a la plaza. Como ya lo temía, no estaba abierto el negocio de artículos para hombre, situado en la esquina, donde trabajaba el joven vendedor con quien tanto simpatizaba.

El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947, a las 15 horas, los despojos de Francisco Catalino Páez yacían en la fosa común del cementerio de Coronel Vallejos. Sólo quedaba de él su esqueleto y se hallaba cubierto por otros cadáveres en diferentes grados de descomposición, el más reciente de los cuales conservaba todavía el lienzo en que se los envolvía antes de arrojarlos al pozo por la boca de acceso. Ésta se encontraba cubierta por una tapa de madera que los visitantes del cementerio, especialmente los niños, solían quitar para observar el interior. El lienzo se quemaba poco a poco en contacto con la materia putrefacta y al cabo de un tiempo quedaban al descubierto los huesos pelados. La fosa común se hallaba al fondo del cementerio lindando con las más pobres sepulturas de tierra; un cartel de lata indicaba «Osario» y diferentes clases de yuyos crecían a su alrededor. El cementerio, muy alejado del pueblo, estaba trazado en forma de rectángulo y lo bordeaban cipreses en todo su contorno. La higuera más próxima se encontraba en una chacra situada a poco más de un kilómetro, y dada la época del año se encontraba cargada de frutos maduros.

El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947 a las 15 horas, Antonia Josefa Ramírez decidió matar al pollo colorado del gallinero porque el pollo bataraz que ya había separado, con las patas atadas en un rincón del corral, estaba un poco flaco y la clienta se lo había encargado muy carnoso. Le pidió a una niña de siete años, descalza, que lo corriera y agarrara. Era la hija menor del viudo con quien vivía en concubinato desde cerca de dos años, vecino del rancho de su tía. Raba no quería distraer al niño mayor, de doce años, que estaba punteando la tierra en la huerta, y los otros dos niños intermedios, de once y nueve años, se encontraban en el pueblo trabajando como mandaderos de un almacén y una fonda respectivamente. Su propio hijo, Francisco Ramírez, contaba nueve años y se desempeñaba como repartidor de diarios. Raba por lo tanto debía servirse de la niña más pequeña, ya que el embarazo avanzado le impedía correr detrás de los animales del corral.

*

El cajón que contenía los restos de Juan Carlos Jacinto Eusebio Etchepare fue colocado en uno de los nichos del paredón blanco levantado para ese uso, meses antes, en el cementerio de Coronel Vallejos, a pocos pasos de la entrada principal. El paredón contaba con cuatro hileras horizontales de nichos y el cajón fue colocado en la tercera hilera, cotizada como la de más precio por estar las inscripciones a la altura de la vista de quien visitara el lugar. Pocos nichos estaban ocupados.

La lápida de mármol blanco contaba con el adorno de dos floreros de vidrio sostenidos por sendos brazos de bronce atornillados al mármol. En bajorrelieve estaba grabada la inscripción correspondiente al nombre y a las fechas de nacimiento y muerte del difunto y lucían algo apretadas, debido al poco espacio disponible, cuatro placas recordatorias en bronce de diferente diseño.

La placa colocada en el ángulo superior izquierdo tenía forma de libro abierto colocado sobre ramas de muérdago y de las páginas surgían en altorrelieve las letras onduladas: «¡JUAN CARLOS! AMISTAD fue el lema de tu vida. A tu última morada vaya este homenaje de acendrado cariño. Por tu gran camaradería no te borrarás nunca de la memoria de tus compañeros del Colegio N° 1 y esperamos que la inmensa desdicha de haberte perdido no nos haga olvidar la dicha de haberte conocido… Tu recuerdo es un rosario cuyas cuentas comienzan y terminan en el infinito.»

La placa colocada en el ángulo superior derecho tenía forma rectangular. Junto a una antorcha en relieve aparecía la inscripción dispuesta en líneas rectas paralelas: «JUAN CARLOS J. E. ETCHEPARE Q.E.P.D. Falleció el 18-4-1947. Esta vida es un sueño, el verdadero despertar es la muerte que a todos iguala. Sus superiores, camaradas y amigos de la Intendencia Mu nicipal, a su memoria.»

La placa colocada en el ángulo inferior izquierdo era cuadrada y tenía como único adorno una cruz: «RUANCA! con tu partida no sólo he perdido a mi hermano querido, sino a mi mejor amigo de ésta, desde ahora, mi pobre existencia. Tu recuerdo inolvidable tiene en mi corazón un templo que recibirá perennemente el incienso de mis lágrimas… Eternamente tu alma buena sea desde el más allá la guía de tu hermanita

DIOS LO QUISO CELINA.»

La placa restante, colocada en el ángulo inferior derecho, consistía en una figura de ángel con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho, suspendido en una nube a la que llegaban rayos desde lo alto. La inscripción decía: «¡Silencio! mi hijito duerme. Mamá.»

*

…él me miraba siempre cuando yo pasaba por el bar, a casa de vuelta de hacer los mandados… Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén… Porque llueva y no se seque el pasto, porque mi abuela se cure, porque no vuelvan las langostas que se comen todo, porque no haya más plaga de tucura ¡a los trece años, Santa María Madre de Dios, qué sabía yo lo que eran los hombres! y desde entonces todos los días pedí que se muriese, y pido perdón de todo corazón que estoy arrepentida de haberle deseado la muerte a ese pobre muchacho que se murió ayer, que tanto lo odiaba ¡hace tantos años! el 14 de setiembre de 1937, ya hizo nueve años, mamá, y hay una cosa que nunca te conté, pero prometeme que vas a ser buena conmigo después que te lo diga ¡nunca se lo pude contar a nadie! él me miraba siempre si yo pasaba por el bar, y hoy ante todo pido salud para mi familia, que a los frutales les caiga lluvia, que broten las semillas, que la cosecha nos dé este año un poco más que el año pasado, después de hacer los mandados, sabés mamá, al pasar por el bar si él no se daba cuenta yo lo miraba pero un día no estaba más y pasaron no sé cuántos meses y la de al lado lo vio bajar del expreso ¡tostado del sol! ¿adónde estuvo tanto tiempo?… a las cinco es de noche en invierno, en una calle oscura a una cuadra del bar ¿será que me está siguiendo? «vos sos de la chacra que está detrás de la vía ¿verdad? ya sos una señorita» y me empezó a hablar… que había estado en una estancia paseando, vos sabés mamá, él había llegado el día antes en el expreso y estaba muy amargado me dijo, porque había tenido una gran desilusión… en la esquina de casa, todas las cuadras ya por el descampado me contaba del baile de la Primavera, y él estaba seguro de que yo iba a salir Reina de la Primavera cuando tuviera quince años, estaba muy amargado esa noche, se había peleado con la Nené ¿vos te acordás de ella, mamá? era una empaquetadora de «Al Barato Argentino», hace muchos años que ya no vive más acá. «Qué amargura tengo» me decía ese muchacho, y no me acuerdo de más nada ¿prendida fuego? ¿borracha? ¿dormida? tenía cara de bueno, mamá ¿vos no te acordás? yo tenía trece años, cuando entré te enojaste porque había tardado tanto, yo te pelé las papas lo más rápido que pude, y piqué la cebolla y pelé el ajo, lo corté en pedacitos, vos me mirabas, mamá ¿no te acordás que yo entré a casa temblando? porque corrí un poco que era tarde, fue la mentira que le dije a mi mamá ¿y si mi mamá se pone muy triste cuando yo le cuente todo? ese muchacho que se murió ayer se aprovechó de mí ¿entendés, mamá? me hizo lo peor que le puede hacer un muchacho a una chica, me sacó la honra para siempre ¿no me lo vas a creer? al cielo le pido ante todo salud para toda la familia, y si me puedo aguantar sin decirle nada a mamá sería mucho mejor ¿a las cinco de la tarde volví a pasar al otro día? para preguntarle muchas cosas… si ya él estaba enojado del todo con la Nené… pero no me saludó, no me siguió y nunca más me volvió a hablar, mamá ¡una sola vez caminó al lado mío! porque se había sacado las ganas el desgraciado ¡y que se muera!… Ave María purísima, yo le deseé la muerte ¿y alguien me habrá oído?… quiero quitarme el pecado, él no tuvo la culpa, fui yo que me dejé tentar ¡que no haya sido por mí que se murió ese muchacho! mamá, yo no te voy a contar nada ¿para qué? te vas a amargar como yo, si Dios me ayuda me voy a quedar callada. ¿Qué le pasaba aquel día a ese muchacho? «qué amargura tengo» me decía caminando al lado mío, pero después de ese día nunca más me volvió a hablar…

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