Carlos Fuentes - La cabeza de la hidra

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Fuentes - La cabeza de la hidra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La cabeza de la hidra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La cabeza de la hidra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En La cabeza de la hidra (1978) ensaya una novela policiaca con un tema histórico mexicano, Una familia lejana (1980) se enraíza en la fantasía y en la historia, relaciona varios continentes, diversos niveles de historicidad (el mundo prehispánico) y tradiciones literarias.

La cabeza de la hidra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La cabeza de la hidra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Le habló a Félix pero miró a Sergio.

– ¿Qué quieres saber, corazón?

Félix hojeaba velozmente el cuaderno. No le contestó a Licha. La muchacha, simultáneamente, apretó la mano de Félix y negó con la cabeza en dirección de Sergio.

– ¿Qué misterio te traes, corazón? Si don Memo nunca hace nada fuera de lo normal. Trabaja dos turnos, de seis a tres y de seis a doce normalmente, salvo cuando un cliente lo toma por hora o para que vayan fuera de la ciudad, tú sabes, de excursión…

Le mostró a Licha el papel que le entregué en mi casa.

– ¿Este es el número de placas del taxi de don Memo?

– Sí -Licha inflexionó una duda, miró a Sergio-, creo que sí, no se me pegan esas cosas.

– La noche del diez de agosto don Memo le prestó sus placas a alguien. El registro no dice nada. ¿A quién? Tu amiguito el majo desnudo admitió que don Memo acostumbra prestar las placas, si le pagan bien.

El triángulo de miradas era como tres bolas de billar esperando el golpe que desencadenara la carambola. Sergio lo dio con una risa forzada y aguda:

– Hombre, señor, lo dije en broma, don Memo presta todo, las placas de su coche, las nalgas de su vieja, eso lo sabemos todos…

– ¿Quiénes somos todos? -dijo Félix.

Sergio entrecerró los ojos y se rascó una tetilla.

– Oiga, ¿que es usted de la poli o qué? Todos los tecolotes son medio pendejos, pero usted es el mero campeón. Yo vine a coger, no a contestar preguntas pendejas.

– Está bien -dijo Félix y caminó hacia la puerta con el cuaderno bajo el brazo.

Se detuvo en el umbral y le dijo a Licha:

– Lástima de chaparrita linda. Tu cuerpo de uva va a amanecer agujereado un día, y no como te gusta ni por quienes te gustan.

Félix dio media vuelta y salió del cuarto; Licha lo siguió al pasillo sombrío y húmedo. Lo tomó de la manga y lo volvió a abrazar. Sergio los miró, divertido, desde la cama.

– Corazón, yo sé lo que tú quieres, espera.

– Me lees el pensamiento.

– Espera, ¿quieres saber quién mató a esa muchacha que estaba en Gayosso, verdad?

– Te digo que eres pitonisa.

– Corazón, ahorita corro a este rotito, quédate conmigo, ámame tantito y yo te ayudo a encontrar al que la mató, palabra. Ándale, entra, deja ese cuaderno y vamos a querernos como tú sabes.

– Te está esperando tu bebé, Lichita.

– No me martirices, corazón. Cada quien hace su luchita. Los centavos no alcanzan. Anda, devuélveme el cuaderno. No tiene nada que ver con lo que andas buscando, palabra.

– ¿Entonces para qué lo quieres?

– Piensa en el pobre de don Memo, tan bueno. Va a estar perdido sin su lista de clientes. ¿Quieres de plano amolarlo? ¿Qué te ha hecho? Anda, corazón, no hay que ser…

Félix apartó a Licha. El rostro despintado de la mujer mostró los colmillitos de rata; se le fue encima a arañazos a Félix, sin preocuparse de que la bata se le abriera y los senos le rebotaran pequeños pero firmes y las injurias se le escaparan de los labios torcidos, cabrón, ¿qué sabes de nosotros?, ¿qué chingados sabes de los que tenemos que jodernos para no morirnos de hambre?, cabrón comemierda.

Los pitidos de los globeros llegaban desde la plaza. Licha se desinfló como un globo pinchado entre los brazos de Félix. Él le apretó juguetonamente la naricilla colorada.

– Ándale, chata, deja que termine este asunto y vuelvo a verte.

– ¿Palabra, corazón? ¿Palabra, santo? Es que me gustas con ley.

– ¿Qué quieres saber, Lichita?

– Tú eres el preguntón, no yo.

– Porque quieres saber lo que no sé oyéndome preguntar.

– ¿Para qué quieres el cuaderno de don Memo? Tú mismo dijiste que no trae nada…

– Dos cabezas piensan mejor que una, Lichita. Puede que yo no entienda nada de este cuaderno, pero el Director General sí.

– ¿Se lo vas a enseñar al viejo?

– Claro. Con sus anteojos negros, de repente lee por qué te interesa tanto recuperar un cuaderno que no dice nada el diez de agosto.

– Te juro que no tiene nada que ver con Simón ni con el viejo tenebras.

– ¿Tanto miedo le tienes?

– Hubieras visto a Simón, toditito agujereado…

– Escoge, Lichita. O todo está ligado, tú, don Memo, Simón, el Director General y la muerte de la muchacha…

Licha sólo tenía fuerzas para temblar débilmente:

– No, papacito, te lo juro por mi madre…

– O se trata de dos cosas distintas. Escoge.

– Sí, corazón, es como tú dices, al hospital fui como enfermera, por amistad con Simón, no sabía de qué se trataba, no tiene nada que ver con el coche ni con Memo, por mi madre, es como tú dices, son dos cosas distintas.

– No tiembles tanto, Lichita. Si me estás diciendo la verdad, no debes temer. Pero la policía puede entender otra cosa. Pueden creer que todo es parte del mismo asunto, ¿me entiendes?, que tú y don Memo saben de un atentado contra el Presidente, ¿me entiendes?, y el Director General no se anda con cuentos, te consta, sabe cerrar las bocas para siempre.

– ¡Jijos! -exclamó Sergio brincando de la cama y corriendo en busca de sus calzoncillos-, yo nada más vine a coger, ¿qué relajo es éste?

– Métete esto en la cabeza, Licha -continuó Félix mientras Sergio se vestía de prisa-, esa muchacha asesinada era la amante del enemigo mortal del Director General. El viejo va a sacar cuentas y luego va a exigirlas.

– Eso no, papacito, corazón, lo que quieras pero no nos eches encima al viejo…

– Oye, babosa, ¿qué relajo es éste? -dijo Sergio mientras se metía nerviosamente los pantalones entre las piernas-, ¿en qué lío me andas metiendo?

– Sólo quiero la verdad -dijo Félix sin escuchar a Sergio.

– Corazón, yo le debo todo a don Memo, ya te lo dije, no me obligues a traicionarlo, ya te lo dije, hay que ganarse la vida.

– A veces hay que ganarse la muerte.

– ¡Le tengo miedo al viejo, papacito, le tengo miedo!

– La verdad.

Sergio se anudaba la corbata. Licha lo miró y luego colgó la cabeza atarantada.

– Cuéntale, Sergio.

– Yo no sé nada de tus enjuagues, cabrona -Sergio se puso el blazer.

Félix miró con atención al muchacho pequeño y elegante.

– ¿Tú usaste las placas de don Memo el diez de agosto?

Sergio ladeó su ridicula cabecita rubia, aún más pequeña que la proporción exigida por su cuerpo.

– Hombre, no se exalte por una broma inocente. Mire nomás cómo ha puesto a la gordita. Bueno, nos vemos otro día, Lichis.

Félix detuvo a Sergio del brazo.

– Cuidado, gorila -dijo Sergio-, no me gusta el manoseo.

– Dile, Sergio -repitió Lichita, abatida sobre una silla de hulespuma-. Mejor dile o vamos a amanecer como coladera tú y yo sin ninguna culpa, palabra.

Sergio se acarició la manga donde Félix lo había apretado.

– Hombre -sonrió-, fue eso, una broma inocente, unos cuates y yo le pedimos las placas a don Memo para echar vacile esa noche, estábamos enamorando a unas gringuitas que vivían en las suites de Genova, prometimos llevarles gallo, usted sabe cómo son las güeritas, esperan mucho romance en México, no se querían ir sin una serenata, ¿qué hay de malo?

– Nada -dijo Félix-. Por eso mismo no hacía falta cambiarle de placas al convertible.

– N'hombre, usted no entiende, señor. Nuestros jefes nos traen muy cortos, con los tiempos que corren, dicen, nada de escandalitos, nada de llamar la atención o acabamos secuestrados por los comunistas, ¿quihubo pues?, nos queríamos divertir sin comprometer a nuestros papás, ¿ya entiende usted?

Sergio encendió un cigarrillo, arrojó el fósforo al piso y miró con suficiencia a Félix; además, se estaba luciendo con Licha y su vanidad era más fuerte que su miedo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La cabeza de la hidra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La cabeza de la hidra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Carlos Fuentes - Chac Mool
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - En Esto Creo
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Vlad
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Hydra Head
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Christopher Unborn
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - The Campaign
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Adam in Eden
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Instynkt pięknej Inez
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La Frontera De Cristal
Carlos Fuentes
Отзывы о книге «La cabeza de la hidra»

Обсуждение, отзывы о книге «La cabeza de la hidra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x