Juan Saer - Palo y hueso

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Saer - Palo y hueso» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Palo y hueso: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Palo y hueso»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los cuatro relatos que integran el volumen de Palo y Hueso fueron escritos entre 1960 y 1961 y aparecieron publicados en Buenos Aires por primera vez en 1965, editados por Camarda Junior y constituyen otra muestra más de la percepción de la realidad en la obra del autor.
El relato Palo y Hueso fue llevado al cine, allá por 1967, con guión escrito por el propio Saer y dirigido por Alejandro Sarquis.

Palo y hueso — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Palo y hueso», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Dobló a la izquierda, hizo dos cuadras, y dobló a la derecha, internándose en una callejuela de tierra. El Chevrolet avanzaba lentamente, dando bandazos. La de la hermana de Dora era una pequeña casa, no muy nueva, de color amarillo desvaído, con un descuidado jardín al frente y un tejido de alambre que separaba el jardín de la vereda, desde donde se penetraba a la casa a través de un irregular sendero de ladrillos. El Chevrolet se detuvo.

– A las nueve menos cuarto en punto, eh -dijo Dora. Descendió. Él la miraba.

– Sí -dijo, mirándola-. Hasta luego.

– Hasta luego -dijo Dora, rodeando el Chevrolet por la parte delantera y dirigiéndose a la casa.

Arrancó, avanzó en primera hasta la próxima esquina, dio la vuelta, lentamente, dando bandazos, en medio del polvo, y volvió a pasar frente a la casa del cuñado de Dora. Dora ya no estaba afuera; pero la puerta de hierro y vidrios granulados de un color dorado que daba al jardín se hallaba entreabierta. La casa quedó atrás, el Chevrolet llegó al asfalto de nuevo, doblando hacia la izquierda, y de nuevo, entonces, pasó junto a la parada de los ómnibus y los tranvías, cerca de la rambla, entró en la costanera nueva con su ralo caserío a un costado y la vasta superficie violácea del agua en el otro, acelerando después en la recta de la vieja costanera: el paseo, los álamos, los brillantes y limpios chalecitos de techo rojo se desplazaban a los lados del coche. El hombre y la mujer continuaban charlando sentados en el banco junto al paseo, impasibles en el viento, cruzados de piernas, haciendo gestos contra el pesado y trabajoso fondo del puente, cuya boca sorteó el Chevrolet en seguida, disminuyendo la marcha, pasando después frente al Club de Regatas, tomando la avenida del puerto con su lento y complicado tránsito de camiones, hasta que llegó al parque del palomar, avanzó por la Ave nida Rivadavia pasando junto a los fondos del correo y después dobló, disminuyendo la marcha, arrimó a la vereda y frenó en la parada frente al bar de la estación.

Descendió y penetró en el bar. Las agujas del reloj hexagonal marcaban las seis y diez. Coria no estaba. El cajero lo llamó desde detrás del mostrador: era un hombre de pelo rubio y piel blanca, de torpes manos rubias y un fino bigote dorado bajo la nariz.

– Dice Coria que se va a demorar. Va a estar aquí a las diez y media -dijo el cajero-. Dice que puede tomar lo que quiera a cuenta de él.

– Nada -dijo, llegando al mostrador y dando la vuelta en seguida, comenzando a regresar a la calle-. Gracias.

Una pareja acababa de subir al coche. Traían un par de bolsos y una valija. Se sentó frente al volante y volviendo ligeramente la cabeza hacia el asiento trasero preguntó la dirección. El hombre se la dijo. Por el retrovisor vio su rostro: era una de esas caras preocupadas, de color chocolate, llena de arrugas prematuras y de fluctuaciones sombrías. Estaba vestido con un traje marrón, y llevaba una corbata negra. La mujer se hallaba totalmente vestida de negro; era un poco gruesa, de unos treinta y cinco años, los senos desarrollados por la maternidad, abultados bajo el suéter negro. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese estado llorando mucho, y los del hombre, brillantes e inquietos, evidenciaban un malestar algo vago que le formaba unas hondas arrugas en la frente; al hablar con la mujer movía nerviosa y lentamente la cabeza de un lado al otro. Hablaban de alguien que había muerto. Él podía oírlos; sólo veía el rostro del hombre a través del retrovisor, un rostro oscuro y preocupado. La mujer se echó a llorar. "Es injusto que se haya muerto así", dijo. "Bueno -dijo el hombre con voz tímida y dulce-. No llores". La mujer le respondió con un ligero aire de reproche en la voz. "Sí-dijo-. Es fácil para vos; es muy fácil". "¿No era también hija mía? ¿Acaso no era también hija mía?" dijo el hombre con aire paciente. La mujer se sonó la nariz. "Sabías desde hace tiempo que se iba a morir". El hombre suspiró. "Sí", dijo. "Lo sabía". Hicieron silencio. Vio el rostro del hombre a través del retrovisor: se hallaba a punto de decir algo, estaba al parecer tratando de redondear la frase; después comenzó a hablar. "Es cierto. Yo sabía" -dijo-. "Sin embargo…" -el hombre vaciló; por el retrovisor vio que sus ojos se tornaban brillantes ahora, inmóviles y húmedos-. Sin embargo todo este tiempo vos tenías alguna esperanza. No sabías. Ella estaba viva para vos. Yo sufría porque sabía que la vida de Teresa era imposible. -Hizo silencio nuevamente, por un momento, y después continuó hablando en un tono delicado y reflexivo-. Más adelante, cuando esto pase, vos vas a recordar a Teresa como cuando ella vivía. Para mí, aunque te parezca horrible, no era más que una muerta, siempre, porque yo sabía. Y tenía que tratarla como si estuviera viva. Tenés que creerme", dijo el hombre. La mujer comenzó a llorar, dejando de escucharlo. El hombre se calló. Mirando por la ventanilla (lo vio a través del retrovisor), un momento después, suspiró con pesadumbre, y murmuró para sí mismo: "Es inútil intentar vivir".

Los dejó en una esquina del sur. El viento se había detenido. La ciudad parecía silenciosa e inmóvil. La esquina era una de esas casas bajas, de tipo colonial, sin ochava, pintada de amarillo, con rejas bajas y techo de tejas sucias por la intemperie. Una vieja casa a cuya puerta golpeó el hombre, separándose después de ella hasta quedar junto a su mujer, en medio de la vereda, aguardando que salieran a recibirlos. Él los miró antes de partir: la mujer tenía una mirada distraída, los brazos cruzados sobre el pecho, como si sintiera fiebre o frío, de pie junto a la valija y los bolsos apilados sobre la vereda. El hombre se alisaba nerviosamente el pelo, con una gran mano color chocolate, mirando hacia la puerta.

Arrancó y dobló en la esquina hacia el centro, alzando la banderita roja. La atmósfera estaba tornándose ligeramente azul; solamente al oeste, el cielo y el aire estaban tocados por unos plácidos matices color té. El Chevrolet rodaba lentamente, sorteando los pesados y ruidosos tranvías, a través de calles angostas de grueso empedrado. Los rápidos automóviles pasaban frente a él zumbando, adelantándose rápidamente hasta mezclarse con el abigarrado tránsito del centro. Recordó a Dora: "Hace frío. Vámonos". Pero él se hallaba ahora regresando a la parada de taxis frente a la Terminal: el claustro tranquilo del trabajo, sin un solo día franco (no le interesaba, nada le interesaba demasiado) y comer y dormir, y defecar y fornicar de vez en cuando en algún lupanar de la zona del puerto. Frenó en la esquina: un automóvil cruzó velozmente la bocacalle, desapareciendo en seguida, y entonces reanudó la marcha en segunda velocidad, y pudo asistir a la extinción en su memoria del nostálgico rostro de Dora, registrando en cambio el demorado sabor cálido de aquella voz sibilina, lenta y siniestra que sin palabras ni nada que se le pareciera (un palpitante y pesado coágulo húmedo color ocre estallando), repetía haciéndole entrecerrar los ojos de placer, aquellos inconfesables "no soy nada", "nadie es nada", mezclándose ahora, por primera vez, al recuerdo de aquel sombrío rostro color chocolate que acababa de murmurar, como sin inocencia: "Es inútil intentar vivir". El mundo era transparente y sólido como un diamante tibio, calentado entre almohadones de tibia lana; y el obsceno sentimiento ascendía y descendía modelándolo, alisando la superficie de su conciencia, una planicie semejante al desierto de los santos, vasta y vacua, pero voluptuosamente aceptada. Todo aparecía perfectamente claro y ordenado: levantarse temprano por las mañanas, ir al garage en busca del coche, trabajar durante toda la mañana, hacer un paréntesis para almorzar, reanudar después el trabajo hasta la noche, cenar, y acostarse de nuevo para levantarse a la mañana siguiente: había que tener demasiada mala suerte para que le pasara algo diferente a eso; y cuando lo pensaba, cuando recordaba que hasta entonces, desde que llegara a la ciudad, él estaba viviendo en un mundo ordenado y claro, esas obscenas ondas cálidas lo inundaban una y otra vez, lenta y dulcemente, lo sumergían en una dulce nada que resultaba finalmente blanca y ciega como el limbo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Palo y hueso»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Palo y hueso» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Juan Saer - The Clouds
Juan Saer
Juan Saer - The One Before
Juan Saer
Juan Saer - Lo Imborrable
Juan Saer
Juan Saer - Las nubes
Juan Saer
Juan Saer - La Pesquisa
Juan Saer
Juan Saer - Responso
Juan Saer
Juan Saer - Glosa
Juan Saer
Juan Saer - Cicatrices
Juan Saer
Juan Saer - El entenado
Juan Saer
Juan Ariel Pullao - Poesía
Juan Ariel Pullao
Отзывы о книге «Palo y hueso»

Обсуждение, отзывы о книге «Palo y hueso» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x