»De su puño y letra escribía… Discúlpeme Padre, ¿un moribundo escribiendo de su puño y letra?… Bueno, amigo Buenaventura, es probable que escribiera los cargos un poco antes, cuando el asunto se puso muy espeso. El P. Cáceres denunció: Tales sus violencias, que los caciques del pueblo emigran en masa a las provincias vecinas con sus mugeres e hijos. El pueblo de Yaguarón se ha quedado sin más pobladores que los ancianos, inválidos y aquellos naturales que a punta de látigo y fusil, como en el antiguo régimen del yanaconato y las encomiendas, el administrador los pone a trabajar a la fuerza en sus tierras. El miedo que infundió y el odio que dejó tras de sí en aquel pueblo, fueron sus únicas obras, afirmaba el ex administrador en su lecho de muerte, por su propia mano o dictando la soflama a algún familiar.
»No lo dude usted, fray Mariano, el achacoso ex administrador, destituido de esa canonjía, respiraba por la herida ante el enérgico espíritu de empresa del capitán-administrador de las Temporalidades. Los resentimientos, la malignidad de los moribundos, suelen ser terribles.
»Lo cierto es, amigo doctor, que varios años después, cuando el capitán servía de nuevo en las milicias de la Provincia, tramitábase aún el expediente relativo a la emigración en masa de los naturales encabezados por sus caciques, entre ellos uno de nombre Azucapé (Azúcar-chato), el más rebelde y decidido de todos. El Administrador pudo mandarle ahorcar de no haber huido a tiempo.
»La causa de la ruptura entre padre e hijo habría que buscarla en estos hechos. Me consta que el abandono de la carrera eclesiástica por parte de mi sobrino, y su repentino encenagamiento en una vida de relajación y vicios, fueron posteriores a este rompimiento; probablemente su corolario y con secuencia.
»Hasta entonces ha llevado una vida monacal, conjetura alguien que se supone bien entera do. Pero ¿valdrán de algo las auste ras costumbres, revestidas por la dignidad de los hábitos talares?, se habría preguntado muchas veces. ¿Hacer tanto sacrificio por el de coro de un nombre, blanco de terribles ataques, cuando allá en Ja guarón su padre y sus hermanos Pedro y Juan Ignacio enlodaban no sólo el nombre sino la tradición de toda la familia en vacanales con indias y mulatas?
»Cambia radicalmente. Así, mientras los oprimidos naturales abandonan su ancestral heredad.
el ex Clérigo en órdenes Menores de Córdoba, se lanza de la noche a la mañana a los excesos de un desenfrenado libertinage.
»Se convierte en loco adorador de Venus. Busca amoríos fáciles, aventuras sin pena, mugeres alegres. Las noches las consagra a juergas interminables. Recorre en grupos los arrabales de la ciudad dando serenatas, interviniendo en bailes orilleros. Se luce en estas parrandas porque toca admirablemente la guitarra y sabe cantar.
»Sobre todo le entusiasma el juego. En muchas ocasiones amanece tallando al monte o al truco, en el que pierde con la misma facilidad que gana el dinero de sus pleitos en los que se ha hecho famoso por no perder uno solo desde su iniciación como abogado.» (N. del C.)
Entiérrenlo de una vez, lo más hondo que puedan. Luego traiga a los hombres. Vamos a hacer zafar la sumaca de su atascadero y regresaremos de inmediato a Asunción. Fuese el contramaestre. Reflejo veloz entre los reflejos subiendo la barranca. En lo alto del acantilado, en la blanca tiniebla del mediodía, los destellos de las velas titilan con luz muy viva de hermosos colores. Efectos de la perspectiva y la refracción, el aéreo velorio entre los árboles produce un agradable espectáculo punteado por los seis velones muy cerca de las nubes.
Las velas de los dos palos se inflaron suavemente y se pusieron tensas con el viento norte que empezó a soplar, y la sumaca continuó viaje aguas abajo en el anochecer. La voz capruna comenzó el relato de sus trabajos como capitán de las milicias del rey. La silueta recostada contra el palo mayor parecía más erguida que en los treinta días anteriores. Su voz más clara. La luz rojiza del farolillo de cabotaje dejaba entrever un semblante más saludable. La mayor parte de la tripulación, sentada a su alrededor, escuchaba cabeceando su cadenciosa e interminable retahila. Sólo unos pocos remeros indios ayudaban al viento con sus botadores en el empuje de la sumaca sobre la derrota del canal. En siete días, exactamente, avistamos el puerto preciso de Santa Fe.
(Circular perpetua)
Lo bueno, lo cierto a pesar de todo, es que aquí la Revolución no se ha perdido. El país ha salido ganando. La gente-muchedumbre ha subido a ocupar su sitio en derecho de sí. Los utensilios animados de antes son los campesinos libres de hoy. Poseen sus predios y medios; remedios para todos sus males que se han vuelto bienes. Ya no tienen que ajomalarse sino al Estado, su único patrón, que vela por ellos con leyes justas, iguales para todos. La tierra es de quien la trabaja, y cada uno recibe lo que necesita. No más, pero tampoco menos.
De las siete vacas y un toro traídos por Juan de Salazar, al fundar Asunción, hay no menos de diez millones en las sesenta y cuatro estancias de la Patria; chacras colectivas hay por centenares. El país entero está rebosando riquezas. La necesidad de mul tiplicar se ha vuelto ahora necesidad de desmultiplicar. Pues todo exceso de bienes degenera fatalmente en males, según lo acredita la experiencia. La prosperidad de un Estado no consiste tanto en la existencia de una población muy grande como en la perfecta relación del pueblo con sus medios. Vendrá el día en que los pa raguayos no podrán dar un paso sin pisar sobre montones de on zas de oro. Lo vaticinó ya hace muchos años aquel pardo rio grandense Correia da Cámara, que vino varias veces queriendo cambalachearme quimeras en nombre del Imperio. Por tiempos, los vaticinios de taimados farsantes aciertan más que las predicciones de los visionarios que sólo visionan elementos inverosímiles producidos por la ilusión crónica de la Utopía. Tacha este galimatías. Pon: Los paraguayos estamos a punto de caminar sobre el oráculo empedrado de onzas de oro que nos predijo aquel portugués-brasilero.
Nuestro pueblo, lo dije siempre, alcanzará lo suyo el mejor día; de lo contrario, el tiempo se lo dará. Ábranse los ríos al comercio exterior; es lo único que falta para que nuestras riquezas inunden el exterior. Cuando la bandera de la República sea libre de navegar hasta el mar, se admitirá que vengan a comerciar con nosotros los extranjeros en igualdad de condiciones.
Sólo entonces se arreglará no sólo el tráfico mercantil, sino lo que es más importante aún, las cuestiones de límites entre los Estados, divididos artificialmente para que mejor reinara la Colonia. Detrás de ella, las sub-colonias y los sub-imperios sostenidos por los intereses de las oligarquías. También han medrado a más no poder, disfrazados patriotismos. Hasta que la Confederación de Estados Americanos sea una realidad palmaria y no mero palabrerío de discursos y tratados, aquí se arreglarán el comercio, las relaciones exteriores, todo según convenga y del modo que sea más útil a los paraguayos. No para exclusivo aprovechamiento de los extraños, como sucedía antes de la Dictadura Perpetua.
Con su propio esfuerzo el Paraguay ha labrado su fundamento de Patria, de Nación, de República. La educación que reciben es nacional. La iglesia, la religión, también lo son. Los niños aprenden en el Catecismo Patrio que Dios no es un fantasma ni los santos una tribu de negras supersticiones con corona de latón dorado. Sienten que si Dios es algo más que una palabra muy corta está en la tierra que pisan, en el aire que respiran, en los bienes ganados en el trabajo colectivo; no pordioseando de uno en fondo a la mala de Dios por atrios, calles, mercados, pueblos, villas, ciudades y desiertos. Formados en el seno de la tierra la consideran su verdade-ra madre. Tratan a los demás conciudadanos como a hermanos salidos del mismo seno. Hum. Tacha esta imagen de la tierra-madre. No entrará en el magín de esos hijos de mala madre.
Читать дальше