Rosa Montero - La loca de la casa

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Montero - La loca de la casa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La loca de la casa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La loca de la casa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Este libro es una novela, un ensayo, una autobiografía. La loca de la casa es la obra más personal de Rosa Montero, un recorrido por los entresijos de la fantasía, de la creación artística y de los recuerdos más secretos. Es un cofre de mago del que emergen objetos inesperados y asombrosos. La autora emprende un viaje al interior en un juego narrativo lleno de sorpresas. En él se mezclan literatura y vida en un cóctel afrodisíaco de biografías ajenas y autobiografía novelada.

La loca de la casa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La loca de la casa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Apareció Martina y está bien, gracias a Dios. Arréglate que nos vamos a tu casa.

– ¿Qué le ha pasado? -pregunté.

– Ya te lo contarán tus padres.

Y aquí viene lo más extraño y lo más inquietante de todo: nunca me lo contaron. Llegué a mi casa y me encontré a Martina jugando a los recortables en la mesa del comedor, como si no hubiera ocurrido nada; peor aún, como si ella fuera la hija lista y buena, la que siempre se había quedado en casa, y yo la que regresara tras tres días de ausencia, tras haber desaparecido, tras haberme perdido, tras haber sido expulsada a quién sabe qué exilio. ¿Qué ha pasado?, me apresuré a preguntar nada más entrar. Nada, no ha sucedido nada, una tontería, ya está terminado, no hay nada que contar ni nada que hablar, me contestaron; y me hicieron sentar junto a Martina para que jugara con ella a los recortables. Mi hermana estaba quizá un poco pálida pero tenía buen aspecto, e incluso me pareció advertir en ella una expresión altiva, como de importancia, o de burla, o de triunfo. También a ella la interrogué cien veces sobre lo sucedido, ese mismo día y las siguientes semanas, abiertamente o en la intimidad, cuando estábamos solas; y nunca conseguí otra respuesta que un bufido de suficiencia o una sonrisa maliciosa. A los pocos meses, el tema de la desaparición de mi hermana se había convertido en uno de esos tabúes que tanto abundan en las familias, lugares acotados y secretos por los que nadie transita, como si ese acuerdo tácito de no revisión y no mención fuera la base de la convivencia o incluso de la supervivencia de los miembros del grupo familiar. Y son tan poderosos estos tabúes, estos pozos de realidad intocable e indecible que, de hecho, pueden perdurar durante generaciones sin ser nunca nombrados, hasta que desaparecen de la memoria de los descendientes. En nuestro caso concreto, después de aquellas primeras semanas de ansiedad no volví a preguntar ni a mi hermana ni a mis padres sobre el extraño incidente de la desaparición; ni siquiera ahora, siendo ya todos tan mayores como somos, se me ha ocurrido interrogarles sobre lo que pasó en esos tres días. Tal vez esté escribiendo este libro justamente para preguntar al fin qué sucedió. Tal vez en realidad todos los escritores escribamos para cauterizar con nuestras palabras los impensables e insoportables silencios de la infancia.

Nueve

Me gusta mucho Italo Calvino; me gusta su prosa limpia, me gustan sus novelas fantásticas, me gustan sus ensayos literarios de Seis propuestas para el próximo milenio. Pero hace poco leí un curioso libro suyo, Ermitaño en París, que reúne textos diversos, fundamentalmente autobiográficos, y que hizo que Calvino me resultara en ocasiones un tanto cargante. El núcleo del volumen lo compone un diario que llevó en su primer viaje a Estados Unidos, realizado en 1959 con motivo de una beca que le concedieron. ¡Y hay momentos en los que resulta tan vanidoso! Por ejemplo, escribe periódicamente a la editorial italiana para la que trabaja (Einaudi), enviando cada vez varias páginas con sus reflexiones sobre Estados Unidos; y le explica a la receptora de las cartas: «Daniele, esto es una especie de periódico para uso de los amigos italianos (…) lo guardas todo junto en una carpeta a disposición de todos los colegas y también de los amigos y visitantes que tengan voluntad de leerlo, y procura que no se pierda pero que sea leído, de modo que el tesoro de experiencias que acumulo sea un patrimonio de toda la nación». ¿Y por qué sólo de la nación? ¿Por qué no del mundo entero? Qué prepotencia tan absurda la de este párrafo. Por cierto que las reflexiones sobre Estados Unidos son bastante panolis y el tesoro de experiencias es más bien un pequeño cajón de baratijas. A favor de Calvino hay que decir que, cuando años más tarde se le propuso editar este diario, él se negó a hacerlo, pensando, con razón, que carecía de la calidad suficiente (la publicación ha sido póstuma), de manera que cabe la esperanza de que uno vaya mejorando a medida que envejece.

En aquel viaje, Calvino era desde luego joven, aunque tampoco tanto: treinta y dos años. Uno de sus libros había salido en inglés un poco antes de que él llegara a Estados Unidos, y Calvino escribe: «¿Mi libro está expuesto en las librerías, en los escaparates o en los mostradores? No, ni siquiera en una». De manera que se va a hablar con su editor y le «arranca» la promesa de mandar a alguien para que hable de su libro con los libreros… He aquí de nuevo la vanidad asomando a sus ojitos ansiosos, y una vanidad además perfectamente reconocible, porque todos los escritores somos pasto de este narcisismo loco, sólo que unos somos tal vez más conscientes del ridículo e intentamos reprimirnos y aguantarnos, mientras que otros viven su vanidad como un largo viaje sin retorno. Todos los escritores nos sentimos tentados de entrar en las librerías para comprobar si nuestro libro está y si se encuentra bien expuesto, y lo peor de todo es que muchos autores lo hacen, entran en todas las librerías que encuentran a su paso y en otras por las que pasan a propósito, y rebuscan sus obras, y siempre les parece que están mal colocadas, y luego martirizan a sus editores y a sus agentes con angustiadas e indignadas llamadas telefónicas.

Ah, la vanidad del escritor… Podemos llegar a ser una auténtica peste. Quizá sea por nuestra especial dependencia de la mirada ajena, o porque la falta de criterios objetivos a la hora de juzgar una novela hace que siempre nos sintamos un poco inseguros, siempre un poco en el aire; pero lo cierto es que la vanidad es, para nosotros, como una droga dura, un chute de reconocimiento exterior que, como toda droga, nunca sacia la necesidad de aprobación que padecemos. Al contrario: cuanto más cedemos a la vanidad (cuanto más nos pinchamos), más necesitamos. Lo veo en mí misma y a mi alrededor e intento aprender de ello: veo que todos queremos siempre más, mucho más, independientemente de nuestra situación. Los que tienen éxito de crítica, ansían el éxito de público; los que venden montones de libros, se quejan porque no creen tener suficiente éxito de crítica; y los que han triunfado tanto en las ventas como en el reconocimiento de los mandarines de la cultura, hale-hop, ¡también lloran! Porque de alguna manera les parece que todos los premios que han ganado no son suficientes, que los muchos lectores que tienen deberían ser todavía más, que hay un par de críticos que les han mirado mal. En fin, como la vanidad es una droga para nosotros, la única manera de no caer esclavo de ella es abstenerse de su uso lo más posible. Algo verdaderamente difícil, porque el mundo actual fomenta la vanidad hasta el paroxismo.

Ya se sabe que hoy los libros forman parte del mercado y son vendidos con técnicas comerciales tan agresivas como las que emplean los fabricantes de refrescos o de coches. Lo cual tiene sus cosas malas, pero también algunas buenas: por ejemplo, que los libros llegan a más gente; o que, al estar dentro del mercado, están dentro de la vida, porque hoy todo es mercado, y si la literatura permaneciera totalmente al margen quizá se convertiría en una actividad elitista, artificiosa y pedante. Pero las cosas malas que esta situación conlleva son desde luego muy malas; como, por ejemplo, que los libros de tirada corta apenas si pueden subsistir, porque, para vender tres mil ejemplares de un título, la obra tendría que estar un año en las tiendas, un par de copias aquí, otro par de copias allá; pero resulta que hoy esos libros son devueltos y guillotinados a los quince días porque las librerías carecen de lugar donde exponerlos, atiborradas como están con las desbordantes torres de best-sellers. Es una tragedia, porque la literatura y la cultura de un país necesitan esas obras de tres mil ejemplares que hoy nos estamos perdiendo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La loca de la casa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La loca de la casa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La loca de la casa»

Обсуждение, отзывы о книге «La loca de la casa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x