• Пожаловаться

Josefina Aldecoa: Historia de una maestra

Здесь есть возможность читать онлайн «Josefina Aldecoa: Historia de una maestra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Josefina Aldecoa Historia de una maestra

Historia de una maestra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de una maestra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Historia de una maestra es un relato en el que la protagonista rememora con serena lucidez la historia de su vida. Entregada a una profesión que la lleva de pueblo en pueblo, en condiciones casi siempre miserables, Gabriela vive su historia personal sobre el telón de fondo de un periodo decisivo en la historia de España: desde los años veinte hasta el comienzo de la guerra civil. El advenimiento de la República, con sus promesas de grandes cambios y su exaltación del papel de los maestros en la transformación de la sociedad española, la lucha contra la ignorancia y el caciquismo, la revolución de Octubre vivida en un pueblo minero, la violencia y el brutal desgarramiento familiar, la nostalgia recurrente de la única aventura de su vida, su primera escuela en Guinea… todo ello va conformando la vida de una mujer testigo y protagonista de unos hechos que explican en gran parte los sucesos que vinieron después. El sueño individual y colectivo, la lucha y las renuncias de los que entregaron su vida para conseguir despertar a un pueblo adormecido transcurren por las páginas de esta excelente novela, que se convierte así en un homenaje a unos personajes olvidadas y sin embargo clave en la historia de España: los maestros de la República.

Josefina Aldecoa: другие книги автора


Кто написал Historia de una maestra? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Historia de una maestra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de una maestra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A las doce, cuando cerré la escuela para irme a comer vi el caballo del Cura atado junto a la casa del Alcalde.

– Estarán comiendo -dijo Genaro que caminaba a mi lado-. Comen y se lo apañan todo juntos -continuó-. Ellos mandaron que usted no se quedara en casa de don Wenceslao…

Mi padre tenía la cabeza muy clara y me había educado con libertad, pero también con prudencia. Mi madre era una mujer bondadosa, pero desdibujada. Dejó mi educación en manos de mi padre, a quien admiraba sin reservas. Yo todo lo que soy, o por lo menos lo que era entonces, se lo debo a mi padre. Era un modesto funcionario de ferrocarriles que consumía sus días tras una mesa de escritorio, dibujando con su perfecta caligrafía relaciones de mercancías, horarios de trenes, fechas de referencia. Y cuando llegaba a casa se encerraba a leer.

Aún ahora que lo contemplo con la frialdad de los años pasados, valoro su pasión por el saber, el ansia por alcanzar fines nobles que proyectó en mí. «Dios no existe», me decía y le brillaban los ojos con el fervor del descubrimiento. «Dios no existe como lo ven los que creen en Él. Si hay una forma de divinidad está en todo lo que nos rodea: el mar y el monte y el hombre son Dios…» Mi madre escuchaba y guardaba silencio. Una noche les oí hablar. «Es una niña», decía mi madre, «y va a tener muchos disgustos con las ideas que le metes en la cabeza.»

Solíamos pasear juntos por la carretera que salía del pueblo hacia el Norte. O subíamos a los montes cercanos por caminos que él conocía muy bien. Eran los mejores momentos, aquellos en que los dos solos hablábamos o hablaba él y yo escuchaba o interrumpía para que me aclarara alguna duda.

A veces se quedaba pensativo, detenía su marcha y me miraba.

«¿Tú crees que estoy loco?», me preguntaba. Yo me apresuraba a negar esa locura; le cogía de la mano y le sonreía. «Es muy difícil aceptar la incongruencia de la vida», me decía. «Por eso debes entender que haya gente que necesita religiones para dar respuesta a sus temores.» Yo no lo entendía bien entonces. Pero recibía el mensaje de mi padre: «Respeta a los demás, respeta y trata de comprender a los otros.»

Traté de comprender que no debía quedarme a vivir en la casa de don Wenceslao pero no lo conseguí. Fue una imposición, un abuso de poder, una coacción. Acababa de entrar en la casa, empujada por la mujer que llevaba mi maleta, y ya se oía tras de nosotras un cloqueo de madreñas, repiqueteando sobre las piedras de la calle. «Pase, pase, adelante», me dijo Raimunda. Y me señalaba una puerta cerrada al fondo del portal. Fui hacia la puerta, la abrí y una sala luminosa y cálida apareció ante mis ojos. Las lámparas encendidas en varios puntos de la enorme habitación despedían un leve olor a petróleo quemado. Cerca de la chimenea encendida un anciano sentado en una butaca, más bien hundido en ella, me contemplaba. No hizo ademán de levantarse. «Acérquese», ordenó. Y su voz era firme y más joven que el cuerpo del que procedía. Me fui acercando y me extendió la mano. «Es usted una niña. ¡Vaya maestra!», dijo. Sostuvo mi mano entre las suyas por un instante. Luego me invitó a sentarme. «Nadie le quiere, ¿eh? La verdad es que no han tenido mucha suerte. La última maestra se pasaba la vida en su pueblo, no muy lejos de aquí…»

Tenía unos ojos vivos que me examinaron con un par de giros rápidos, de arriba abajo, de derecha a izquierda.

– ¿Tú querrías quedarte con nosotros? La casa es grande y sobra sitio. Raimunda te la enseñará. No hay otra decente en este pueblo…

En el portal se oían voces. Hablaban varias personas a la vez. A poco Raimunda entró sin llamar:

– Don Wenceslao, dice el Alcalde que María la de la herrería se queda con ella. -Y me señalaba como si fuera un objeto en una subasta que ha encontrado, finalmente, comprador.

– Ya entiendo -dijo el anciano-. Nadie quería pero al fin ha surgido un voluntario… Haga lo que quiera. Si no le van bien las cosas esta casa está abierta para usted…

Cerró los ojos como dando por terminada la entrevista. Mi desconcierto iba en aumento. ¿Debía irme o quedarme? ¿Rechazaba el alojamiento o lo aceptaba sin discusión? Mi anfitrión no estaba dispuesto a intervenir. Me dejaba a solas con la decisión. Raimunda esperaba.

– Está bien. Iré. Buenas noches.

El anciano murmuró algo y con la mano hizo un gesto de despedida.

No había sido una elección. Genaro tenía razón: ellos habían decidido por mí que no me quedara en la casa que se me ofrecía.

– ¿Y tú por qué crees que no querían? -pregunté a Genaro. Se quedó callado reflexionando. Buscaba las palabras porque no dudaba de lo que iba a decir sino de la forma de decirlo.

– Yo creo que les parece pecado, quedarse allí usted sola con ese hombre.

«Creo», me escribió mi padre «que lo hacen movidos por escrúpulos de moral. Son estrechos de mente e ignorantes, no lo olvides. Trata de que sus hijos se conviertan en algo diferente.»

Como Genaro, mi padre opinaba que había razones éticas para impedir mi estancia en la casona de don Wenceslao. Era una forma de velar por mi buen nombre o un deseo de impedir que me convirtiera en un mal ejemplo. De todos modos, me parecía que aquellas razones tenían un punto de nobleza que no acababa de aceptar.

La verdadera causa de aquella imposición la fui descubriendo poco a poco. Tenía que ver con la amplitud de espíritu de don Wenceslao y con el miedo a que, si yo la compartía, ambos nos convirtiéramos en una fuerza peligrosa en el pueblo; la fuerza de la inteligencia.

Todos los días antes de acostarme, escribía a la luz de la vela mi Diario de Clase.

«He dividido a los niños en tres grupos. Los que no saben ni las letras. Los que están torpes de lectura y escritura pero ya van sabiendo dominar estos mecanismos y por último los que leen y escriben con cierta soltura. Mientras unos trabajan en cálculo y los otros hacen ejercicios de lenguaje, los más atrasados trabajan directamente conmigo. Estoy empleando el método de la lectura por la escritura y me da buenos resultados.

»Luego voy cambiando de actividad: enseño a contar a los últimos, hago leer en voz alta al grupo intermedio y los más adelantados escriben una redacción. Después del recreo, la última hora de la mañana hago una explicación para todos de temas muy elementales, un día de ciencias, otro de geografía, otro de historia.

»El estado de ignorancia es tan general que empleo el mismo vocabulario y los mismos recursos para los tres grupos.

»Nunca han oído estos niños una explicación sobre el lugar que ocupa la Tierra en el Universo, Europa en la Tierra, España en Europa. Creo que ni siquiera están seguros del punto de España en que se encuentran. Les entusiasma el descubrimiento de los movimientos de la Tierra, el paso del día a la noche, la marcha de las estaciones. He encargado a Lucas, el mandadero, el guía que me trajo, un globo terráqueo…»

Por Genaro me mandó don Wenceslao un recado: que no comprara el globo, que él tenía uno y que en el pueblo grande tampoco iba a encontrarlo. Que pasara a recogerlo cuando quisiera…

Era tarde y no pensé acercarme a la Casona, pero ya estaba María murmurando: «No son horas.» Y luego me indicó haciéndome sitio entre los pucheros.

– Se prepare la cena, señora maestra.

Acerqué a la brasa el cazuelo desportillado que me había prestado para la leche y en el tazón de loza fueron cayendo las rebanadas finas de la hogaza que para mi tenía apartada.

– Hay miel -me había dicho-. Si quiere le aparto un pocillo para usted.

Yo tenía mi pan, mi miel, mi plato, mi cuchara. Todo aparte. Pagaría por todo a la mujer que me había acogido y que me advirtió desde el principio: «Usted me pide lo que yo tenga y yo se lo voy poniendo aparte y le llevo la cuenta en mi cabeza de lo que me debe.»

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia de una maestra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de una maestra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Carlos Fuentes: Instinto De Inez
Instinto De Inez
Carlos Fuentes
libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
Diane Liang
Fernando Schwartz: El Desencuentro
El Desencuentro
Fernando Schwartz
Mercedes Salisachs: La gangrena
La gangrena
Mercedes Salisachs
Отзывы о книге «Historia de una maestra»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia de una maestra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.