José Saramago - Historia del cerco de Lisboa

Здесь есть возможность читать онлайн «José Saramago - Historia del cerco de Lisboa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Historia del cerco de Lisboa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia del cerco de Lisboa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Raimundo Silva, corrector de pruebas de una editorial, introduce en el texto que está revisando -un libro de historia titulado Historia del cerco de Lisboa- un error voluntario, una partícula pequeñísima, un «no»: los cruzados no ayudaron a los portugueses a conquistar Lisboa.
Es un no que subvierte la Historia, que la niega como conjunto de hechos objetivos, al mismo tiempo que exalta el papel del escritor, demiurgo capaz de modificar lo que ha sido fijado y consagrado. El acto de insubordinación del corrector significa la rebelión contra lo que se define como verdad absoluta y no censurable. No es la Lisboa mora la que está cercada, sino la propia Historia.
El no de Raimundo Silva genera una propuesta de reflexión y un texto nuevo porque, como ha escrito el propio Saramago, «todo puede ser contado de otra manera», o «todo lo que no sea vida es literatura». Historia del cerco de Lisboa es también una hermosa historia de amor entre Raimundo Silva y María Sara, personajes contemporáneos sitiados y sitiadores, que acaban derribando los muros que los separan en el proceso de humanización de la historia oficial.
Es, en definitiva, una novela apasionante de un escritor que al novelar busca respuesta para las grandes cuestiones que atañen a los seres humanos. Y de la rebeldía de Saramago surgen obras maestras. Como esta Historia del cerco de Lisboa, definida por la crítica internacional como el más acabado ejemplo de posmodernismo literario.

Historia del cerco de Lisboa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia del cerco de Lisboa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mogueime se levantó y avanzó hacia ella, seis pasos, un hombre camina leguas y leguas durante una vida y de ésas no aprovechó más que fatiga y heridas en los pies, cuando no en el alma, y viene un día en que da apenas seis pasos y encuentra lo que buscaba, aquí, durante este cerco de Lisboa, esta mujer que de rodillas estaba y ahora para recibirle se ha levantado, tiene las manos mojadas, mojada la saya, y no sé cómo nos encontramos los dos en el agua, sintiendo el manso ahogo de la corriente en los tobillos, el rechinar de las piedrecillas menudas en el fondo, uno de los pajes que dan de beber a las mulas dice bromeando, Eh, hombre, como si dijera, Eh toro, y luego desapareció, Mogueime no oye, sólo ve el rostro de Ouroana, al fin lo ve, tan cerca que podría tocarlo como a una flor abierta, en silencio tocándole con sólo dos dedos que pasan lentamente por las mejillas y la boca, por las cejas, una, otra, dibujándole el dibujo que tiene, y después la frente y el pelo, hasta preguntarle, ya la mano toda posada en el hombro, Quieres, a partir de ahora, quedarte conmigo, y ella responde, Sí, quiero, entonces se abrieron los oídos de Mogueime, todas las trompetas del rey tocaron a gloria, con tan estentóreo sonido que es imposible que a ellas no se hayan juntado otras tantas del cielo. Acabó allí Ouroana de lavar la ropa, que por haber llegado el día prometido no se había acabado la obligación, mientras Mogueime le contaba su vida, de los parientes nada porque no los conocía, y ella, al contrario, de su vida después de robada no le habló, y en cuanto a la otra es lo común de la gente campestre, ya entonces era así, y no por coincidencia. Fue Ouroana a llevar la ropa al campamento de Monte da Graça, donde había vivido en estos días, le dijeron que pasase en otra ocasión que le darían el pago, en mantenencias, claro está, pero a ella no le importó, ni tienen que importarle las demoras a quien a hidalgos sirve, que de allí iba a partir para otra vida, con este hombre al lado, quien me quiera encontrar que me busque donde la guerra está más encendida, delante de la Porta de Ferro, pero esta noche no, por ser la primera en que estaremos juntos, mujer y hombre, apartados cuanto se pueda del campamento para que sea sin testigos nuestra entrega, bajo el cielo estrellado, oyendo el murmullo de la ola, y cuando la luna nazca aún estarán abiertos nuestros ojos, Mogueime dirá, No hay otro paraíso, y yo responderé, No fueron así Adán y Eva porque el Señor les dijo que habían pecado.

María Sara llegó a la hora prometida. Traía alguna comida, municiones de boca le llamaríamos con mayor propiedad vocabular, pues vino para una guerra, y muy consciente de sus responsabilidades, Sí, un beso, dos, tres, pero ahora no te distraigas, trabajando estabas, trabajando sigues, el tiempo llega para todo, hasta cuando es poco, y nosotros vamos a tener dos noches enteras y un día completo, la eternidad, dame sólo un beso más, y ahora siéntate, dime sólo cómo va la historia, se han encontrado ya Mogueime y Ouroana, Menos eufemísticamente, quieres decir si se han ido ya a la cama, En cierto modo, sí, Cómo en cierto modo, Es que no tenían cama, se acostaron a la luz de las estrellas, Qué suerte, Noche cálida, ellos estaban juntos y la marea subía, Espero que hayas escrito esas palabras, No, no las he escrito, pero aún estoy a tiempo. María Sara llevó los paquetes hacia dentro, mientras Raimundo Silva, de pie, miraba sus hojas con la expresión de quien sigue otro pensamiento, No puedes escribir más, preguntó ella al regresar, mi llegada te ha distraído, No es lo mismo si estás o si no estás, no somos un matrimonio viejo que ya ha perdido las emociones y hasta la memoria de haberlas tenido, al contrario somos Ouroana y Mogueime empezando, Te he distraído, Gracias a Dios, pero lo que estaba pensando es que no voy a seguir escribiendo aquí, Por qué, No sé muy bien, dejar el despacho fue huir de la rutina, una infracción a la costumbre que tal vez me ayudara a entrar en otro tiempo, pero ahora, que estoy casi regresando, me apetece volver a la silla y a la mesa de corrector, que es lo que soy a fin de cuentas, Por qué esa insistencia en lo de corrector, Para que todo quede claro entre Mogueime y Ouroana, Explícate, Igual que él nunca llegará a ser capitán, yo nunca seré escritor, Y tienes miedo de que Ouroana le dé la espalda a Mogueime cuando descubra que nunca será mujer de un capitán, Cosas así se han visto, Con todo, esa Ouroana vivió vida mejor cuando estaba con el caballero y ahora, aceptó a Mogueime y supongo que no la forzó él, No estoy hablando de Ouroana, Estás hablando de mí, bien lo sé, pero lo que dices no me gusta, Lo supongo, Que dure esta relación lo que ha de durar, pero quiero vivirla limpiamente, me gustaste tú por lo que tú eres, y supongo que lo que soy no impide que yo te guste, y basta, Discúlpame, De nada te sirve pedir disculpa, el mal está en vosotros, los hombres, todos, el machismo, cuando no es la profesión, es la edad, cuando no es la edad es la clase social, cuando no es la clase social es el dinero, es que no vais a decidiros nunca a ser naturales en la vida, Ningún ser humano es natural, No es preciso ser corrector para saberlo, una simple licenciada no lo ignora, Parece como si estuviéramos en guerra, Claro que estamos en guerra, y es guerra de sitio, cada uno de nosotros cerca al otro y es cercado por él, queremos echar abajo los muros del otro y continuar con los nuestros, el amor será que no haya más barreras, el amor es el fin del cerco. Raimundo Silva sonrió, Esa historia deberías haberla escrito tú, Nunca se me habría pasado por la cabeza la idea que a ti se te ocurrió, negar un hecho histórico absolutamente incontrovertido, Ni yo mismo sabría decir hoy por qué lo hice, Realmente, pienso que la gran división de la personas está entre las que dicen sí y las que dicen no, y tengo bien presente, antes de que me lo hagas notar, que hay pobres y ricos, que hay fuertes y débiles, pero lo que yo quiero decir no es eso, benditos los que dicen no porque de ellos debería ser el reino de la tierra, Debería, has dicho, El condicional fue deliberado, el reino de la tierra es de los que tienen el talento de poner el no al servicio del sí, o que, habiendo sido autores de un no, rápidamente lo liquidan para instaurar un sí, Bien dicho, Ouroana querida, Gracias, querido Mogueime, pero yo no soy más que una simple mujer, aunque doctora, Y yo un simple hombre, pese a ser corrector. Se echaron a reír los dos y después, ayudándose, llevaron al despacho los papeles, un diccionario, otros libros de consulta, Raimundo Silva se empeñó en ser él quien llevara el florero con las dos rosas, Esto es cosa mía, yo soy su inventor. Dispuso todo sobre la mesa, se sentó, miró muy serio a María Sara como si evaluara, por su presencia allí, el efecto de la mudanza de lugar, Ahora voy a escribir sobre los milagrosos casos de que fue autor, muerto ya y enterrado, el antes por otras admirables razones tan celebrado Enrique alemán, caballero de la ciudad de Bonn, según explicadamente se cuenta en la carta de Fray Rogeiro a aquel Osberno que acabó quedándose con la fama del cronista, carta que siendo en este punto digna de confianza mínima, es de máxima fe, y eso es lo que cuenta, Y yo, respondió María Sara mientras no llega la hora de la cena, que hoy será preparada y comida en casa, me quedaré sentada en este sofá leyendo la edificante obra de los milagros de San Antonio, para cuyo apetito me había preparado tu lectura del caso prodigioso de la mula que cambió la avena por el Santísimo Sacramento, fenómeno que no tuvo repetición, pues dicha mula, siendo estéril como todas las otras, no dejó descendencia, Principiemos, principiemos.

No había pasado más que una semana después de que el caballero Enrique fue sepultado en el cementerio de San Vicente, camposanto de los mártires extranjeros, cuando estaba Fray Rogeiro en su tienda compilando los apuntes que había tomado durante una vuelta que dio por los campamentos, caballero de su fiel mula, que en verdad tenía todas las cualidades propias de la especie, pero sufría de una gula incurable que no dejaba hierbajo ni grano de avena a salvo de sus dientes amarillos, estaba Fray Rogeiro así, de noche cerrada, cuando, por fatiga del viaje, después de haber dado tres dulces cabezadas, le entró un sueño tan profundo que parecía obra sobrenatural. Dice aquí que faltando al coro de la noche de Navidad, por asistir en la enfermería a un religioso agonizante, mereció San Antonio que se desunieran las paredes para adorar allí la hostia consagrada en el tiempo de la misa. Estaba durmiendo Fray Rogeiro, cuando entró en la tienda un caballero armado de todas sus armas menores, excepto la daga, y dirigiéndose a él lo sacudió por un hombro también tres veces, la primera con cuidado, la segunda con más ánimo, la tercera con fuerza. Dice aquí que estando San Antonio predicando al aire libre empezó a llover, e hizo entonces que lloviese sólo en derredor, quedando los oyentes en seco. Abrió Fray Rogeiro los ojos espantado y vio que tenía ante él al caballero Enrique, que le dijo, Levántate y ve a aquel lugar donde los portugueses enterraron a mi escudero, alejado de mí, y trae su cuerpo y entiérralo junto al mío, a la par de mi sepultura. Dice aquí que a una devota suya hizo oír San Antonio su voz a la distancia de una legua, y que a otra unió los cabellos cortados a los que en la cabeza continuaban. Miró Fray Rogeiro, y no viendo más al caballero ni sepultura alguna, creyó que estaba durmiendo y soñando, y para no desmentirse a sí mismo volvió a quedarse dormido. Dice aquí que habiendo San Antonio encontrado a un penitente y encontrando que él merecía absolución, se la dio, haciendo al mismo tiempo desaparecer todas las letras de un papel donde el dicho llevaba escritas sus culpas. Volvió Fray Rogeiro a dormir a sueño suelto, soñando que alguna comida averiada le había causado aquel molesto sueño, cuando volvió a entrar el caballero, otra vez lo sacudió para despertarlo, y dijo, No duermas, fraile, que te ordené que fueses a buscar a mi escudero a la tumba donde yace lejos de mí, y tú me oíste y no hiciste caso. Dice aquí que habiéndose derramado el vino en una bodega, San Antonio lo hizo volver a los toneles. Debía de estar Fray Rogeiro muy cansado para quedarse de inmediato dormido otra vez, despreciando, primero la petición, después la orden, pero ahora estaba inquieto en su sueño, como si adivinase que pronto le sería interrumpido, y así fue, que entró el caballero con suma ira y una espantosa y brava catadura, increpándolo con palabras de gran miedo, Vas a ver lo que te hago como no vayas inmediatamente a cumplir lo que tantas veces te he venido ya a decir. Dice aquí que con la señal de la cruz convirtió San Antonio un sapo en un capón, y después con la misma señal hizo de un capón un pez. No sería Fray Rogeiro digno de su sagrado ministerio si no hubiera aprendido con la lección de San Pedro, según la cual se puede negar y rechazar dos veces, pero que a la tercera, hasta sin que cante el gallo, se arriesga uno a sufrir brutales represalias, mayormente en casos en que intervengan espíritus, cuya fuerza material siempre rebasa la de los vivos en no sé qué tanto por ciento. Dice aquí que San Antonio con la señal de la cruz arrancó los ojos a un hereje por castigo, y por compasión volvió a restituírselos. Levantóse pues inmediatamente Fray Rogeiro de su conforto, y cogiendo una candela bajó al estero, asustando de paso a no pocos centinelas que creían que por allí pasaba un alma penada, tomó un batel y, esforzándose en los remos, atravesó al otro lado. Dice aquí que San Antonio unió prodigiosamente dos vasos rotos y devolvió el vino derramado al tonel de una devota, demostrando así que los milagros se pueden repetir sin que padezca mengua la potencia milagrosa. Adónde habrá ido Fray Rogeiro a buscar las fuerzas necesarias para el hercúleo trabajo que le había sido asignado, no se sabe, aunque se presume que al propio miedo que sentía, pero en poco tiempo abrió la sepultura y retiró al escudero, a quien a cuestas transportó al barco, y, empapado en sudores fríos y en sudores calientes, regresó al punto de partida, acarreó el tremendo peso cuesta arriba hasta San Vicente, y al lado del monumento del caballero hizo fosa y nueva sepultura. Dice aquí que estando San Antonio en Sicilia vio caer a una devota suya en un charco y que, incontinenti, la hizo salir de él compuesta y aseada. Entró Fray Rogeiro en su tienda y durmió el resto de la noche como una piedra, y cuando de mañana despertó y recordó lo que le había ocurrido, no sólo no dudó, pues tenía las manos y el hábito manchados de tierra y viscosidades sospechosas, sino que se escandalizó con el ingrato proceder del caballero, que ni se había dado el trabajo de venir a darle las gracias, él, que de aquel modo tan temprano lo había arrancado del precioso sueño. Dice aquí que San Antonio, estando en Roma, predicó en una sola lengua y lo entendieron perfectamente varias naciones. Ahora bien, no se acabaron así las manifestaciones maravillosas del caballero Enrique, antes bien ocurrió que a la cabecera de su tumba apareció una palma semejante a aquellas que tres siglos después traerán los romeros de Jerusalén en sus manos. Dice aquí que en Ferrara libró San Antonio a una inocente mujer de la injusta muerte maquinada por su marido, haciendo que un recién nacido hablase y declarase la inocencia de la madre. Creció la palma, empezó a echar hojas y se hizo alta, y vino el rey y todo el pueblo de soldados y de gente del común que por los campamentos andaba, y todos dieron muchas gracias a Dios. Dice aquí que en Arimino, siendo apedreado por los herejes, pasó San Antonio a las playas del mar y convocando a los peces les hizo un admirable sermón. Empezaron a venir los enfermos y cogían hojas de aquella palmera, y colgándoselas en el pecho eran curados inmediatamente de cualquier enfermedad que cada uno tuviese. Dice aquí que pasando de Arimino a Padua, convirtió San Antonio a veintisiete ladrones con un solo sermón. Qué prodigio, qué hermoso milagro. Dice aquí que, habiendo reprendido severamente San Antonio a un mozo que le había dado un puntapié a su propia madre, quedó el agresor tan compungido y arrepentido del mal que había hecho, que fue inmediatamente por un cuchillo y sin más advertencia se cortó el malicioso pie. Otros enfermos hubo que cogían las palmas y las tostaban y pisaban y mezclando el polvo con agua o vino, lo bebían, quedando luego sanos de cualquier dolor que en el cuerpo tuviesen. Dice aquí que se desangraba el mozo a punto de perder la lastimosa vida, y tantos gritos dio que se juntó pueblo alrededor de él queriendo saber el porqué, y él explicó, llorando mucho, que Fray Antonio le había dicho que aquél era el castigo que merecía, y en esto vino la madre quejándose de que el fraile había matado a su hijo, atribuyendo la imprudencia de éste al celo excesivo del santo. Corrió la fama de las virtudes curativas de la palma, y de tal manera que, en poco tiempo, de tanto llevar las hojas y los tallos, no le quedó nada sobre tierra, y como no le pusieron buena guardia, vinieron algunos de noche y arrancaron aquello que bajo tierra había quedado y se lo llevaron. Dice aquí que acudió San Antonio a la muchedumbre y, tomando el pie, que estaba separado de la pierna, con sus propias manos lo ajustó por los vestigios de la misma cisura, y haciendo sobre él la señal de la cruz, instantáneamente quedó unido con la misma solidez y la misma seguridad. No tendría fin el inventario bendito de las milagrosas obras del caballero Enrique si por extenso y con particularidades las discriminásemos todas, camino este que finalmente nos llevaría muy lejos del propósito de esté relato, que es, más que saber qué destino tuvo Lisboa, cosa que no es secreto para nadie, explicar cómo conseguimos nosotros, sin ayuda de los cruzados, llevar a buen fin el designio patriótico de nuestro rey Afonso, primero en este nombre y en todo. Dice aquí que, predicando San Antonio en Milán, apareció en Lisboa e hizo absolver a su padre de una deuda que no debía, y también dice que, estando predicando en Padua, apareció al mismo tiempo en Lisboa, donde hizo que un difunto hablara y de ello resultó el librar a su padre de la muerte. Ahora bien, testigos oculares de tales y tan maravillosos sucesos, dos hombres sordomudos que habían venido en la flota, pero no se sabe si ingleses, aquitanos, bretones, flamencos o renanos, fueron un día a la tumba del caballero y se acostaron al lado de ella, con gran devoción, pidiendo en sus voluntades que tuviera con ellos piedad y misericordia. Dice aquí que éstos fueron los milagros principales obrados por San Antonio en vida, pero que después de su muerte se observaron innúmeros y de tal calidad que en nada quedan a deber, hasta hoy, a los que operó por influjo de su presencia, en este papel sólo se mencionará uno de ésos como buena prueba de lo que queda dicho, y viene a ser que hizo pasar San Antonio a una devota suya de estéril a fecunda, y pariendo ella una mole informe la convirtió en creatura elegante, transformando así mitad de un milagro en milagro entero. Y estando los dos sordomudos así yaciendo, se quedaron dormidos ambos y en sueños les apareció el caballero Enrique en figura y traje de romero, y traía en su mano un bordón de palma, y habló a aquellos mancebos, y díjoles así, Levantaos y holgad y habed gran placer, id y sabed que por mis merecimientos y los de estos mártires que aquí yacen habéis ganado la gracia del Señor Dios, la cual gracia es con vosotros, y dicho esto, desapareció, y ellos, al despertar, notaron que podían oír, y hablar también, pero hablaban como tartajas, de manera que no se entendía en qué lengua estaban hablando, si la de los ingleses, la de los aquitanos, la de los flamencos, la de los renanos, o, conforme no pocos afirmaban, la de los portugueses, Y después, Después los dos tartajas volvieron a la sepultura del caballero con más devoción aún, si es posible, pero fueron oraciones perdidas, que tartajas quedaron para toda la vida, lo que a fin de cuentas no debiera extrañarnos, una vez que en cuestión de milagros no se puede comparar un caballero Enrique a San Antonio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia del cerco de Lisboa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia del cerco de Lisboa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
José Saramago
José Saramago - Todos los nombres
José Saramago
José Saramago - Levantado Del Suelo
José Saramago
José Saramago - The Stone Raft
José Saramago
José Saramago - Double
José Saramago
José Saramago - The Elephant's Journey
José Saramago
José Saramago - Podwojenie
José Saramago
José Enrique Ruiz-Domènec - Breve historia del siglo XXI
José Enrique Ruiz-Domènec
Отзывы о книге «Historia del cerco de Lisboa»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia del cerco de Lisboa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x