Kazuo Ishiguro - Los inconsolables

Здесь есть возможность читать онлайн «Kazuo Ishiguro - Los inconsolables» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los inconsolables: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los inconsolables»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ryder, un famoso pianista, llega a una ciudad de provincias en algún lugar de Europa central. Sus habitantes adoran la música y creen haber descubierto que quienes antes satisfacían esta pasión eran impostores. Ryder es recibido como el salvador y en un concierto apoteósico, para el que todos se están preparando, deberá reconducirlos por el camino del arte y la verdad. Pero el pianista descubrirá muy pronto que de un salvador siempre se espera mucho más de lo que puede dar y que los habitantes de aquella ciudad esconden oscuras culpas, antiguas heridas jamás cerradas, y también demandas insaciables. "Los inconsolables" es una obra inclasificable, enigmática, de un discurrir fascinante, colmada de pequeñas narraciones que se adentran en el laberinto de la narración principal, en una escritura onírica y naturalista a un tiempo, y cuentan una historia de guerras del pasado, exilios y crueldades, relaciones imposibles entre padres e hijos, maridos y mujeres, ciudades y artistas. Una obra que ha hecho evocar "El hombre sin atributos" de Musil.

Los inconsolables — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los inconsolables», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Fiona, a mi lado, se había estado moviendo con impaciencia tratando de interrumpir el torrente verbal de Inge. Entonces, ante la pausa de ésta, me dio un codazo en el brazo y me miró como diciendo: «¡Ahora, éste es el momento!» Por desgracia yo aún no había recuperado totalmente el resuello después de subir todas aquellas escaleras, y ello quizá me hizo vacilar unos instantes. En cualquier caso, fue un momento bastante violento, porque las tres mujeres me estaban mirando fijamente. Al cabo, al ver que no decía nada, Inge prosiguió su relato:

– Bien, si no te importa, Fiona, terminaré lo que estaba diciendo. Seguro que tienes montones de cosas interesantes que contarnos, querida, y tenemos verdaderas ganas de oírlas. Seguro que has tenido otro día enormemente interesante en tus tranvías mientras nosotras estábamos en el centro ocupándonos de lo que te estoy contando, pero si no te importa esperar unos segundos quizá oigas algo extremadamente interesante. Después de todo -añadió, y aquí el sarcasmo de su tono superó a mi juicio la frontera de todo comportamiento civilizado-, se trata de algo relacionado con tu viejo amigo, con tu viejo amigo el señor Ryder…

– ¡Inge, qué cosas tienes! -dijo Trude, pero a sus labios asomó una sonrisa, y las dos amigas intercambiaron una solapada y rápida risita.

Fiona volvió a darme un codazo. La miré y comprendí que se había agotado su paciencia y que deseaba que sus torturadoras recibieran sin tardanza su merecido castigo. Me incliné hacia adelante y me aclaré la garganta, pero antes de que pudiera decir nada Inge había retomado la palabra.

– Bien, lo que decía era que cuando te pones a pensar en ello te das cuenta de que no es sino lo que ahora merecemos, ese nivel de trato. El señor Von Braun opina de ese modo, en cualquier caso. Se portó amable y cortésmente con nosotras todo el tiempo. Y cuando tuvo que irse al ayuntamiento a unirse a la comisión oficial, nos pidió todo tipo de disculpas… «Llegaremos al zoo dentro de una media hora», nos repitió. «Espero que ustedes dos estén allí para entonces.» Sería perfectamente aceptable, nos dijo, que nos acercáramos a unos cinco o seis metros del grupo. ¡A fin de cuentas no íbamos a ser unas meras visitantes más en aquel parque zoológico! Oh, perdona, Fiona, no lo habíamos olvidado: íbamos a mencionarle al señor Von Braun que una de nuestro grupo, es decir tú, querida, que una de nuestro grupo era buena amiga del señor Ryder, una muy buena amiga de muchos años… Teníamos intención de mencionárselo, te lo aseguro, pero desgraciadamente la cosa no vino a cuento en ningún momento, ¿verdad, Trude?

Las dos mujeres volvieron a intercambiar unas risitas. Fiona las miraba fijamente, llena de una rabia fría. Comprendí que las cosas habían llegado demasiado lejos y decidí intervenir. Sin embargo, se me presentaron de inmediato dos opciones. Una de ellas consistía en llamar la atención sobre mi identidad incorporándome elegantemente al curso de lo que en ese momento estuviera diciendo Inge. Por ejemplo, podía terciar tranquilamente: «Bueno, no hemos tenido el placer de encontrarnos en el zoo, pero ¿qué puede importar eso cuando nos encontramos en la comodidad de su propia casa?» O algo por el estilo. La otra alternativa era levantarme bruscamente, quizá extendiendo los brazos hacia ellas al hacerlo, y declarar categóricamente: «¡Yo soy Ryder!» Deseaba, como es lógico, dar con el modo capaz de causar el mayor impacto posible, pero la vacilación entre ambas opciones me hizo perder de nuevo la ocasión de intervenir, porque Inge había vuelto a su relato de los hechos:

– Llegamos al zoo y nos pusimos a esperar, y, bueno, supongo que esperamos unos veinte minutos, ¿no, Trude? Estuvimos en ese quiosco donde puedes tomarte un café, y al cabo de unos veinte minutos vimos cómo todos esos coches se acercaban a la entrada, y luego cómo se apeaban todas esas personalidades. Eran unos once, todos varones. Estaba el señor Von Winterstein, y el señor Fischer y el señor Hoffman. Y el señor Von Braun, por supuesto. Y, en medio de todos ellos, el señor Brodsky, con un aire de lo más distinguido, ¿verdad, Trude? Nada del aspecto al que nos tenía acostumbrados. Nosotras, claro, buscamos inmediatamente con la mirada al señor Ryder, pero no estaba en el grupo. Trude y yo fuimos mirando cara por cara, pero eran las de siempre, los concejales y demás, ya sabes… Durante un segundo pensamos que el señor Reitmayer era el señor Ryder, justo cuando se estaba bajando del coche. El caso es que no estaba entre ellos, y nos decíamos la una a la otra que probablemente vendría un poco más tarde, con lo apretado de su agenda y demás… Y allí estaban todos aquellos caballeros subiendo por el camino, todos con abrigo oscuro menos el señor Brodsky, que llevaba uno de color gris, elegante de veras, con su sombrero a juego… Llegaron a la altura de los arces, todos a paso pausado, y luego a las primeras jaulas. El señor Von Winterstein parecía hacer de anfitrión, y le señalaba las cosas al señor Brodsky, los animales en sus jaulas y demás. Pero estaba claro que nadie prestaba demasiada atención a los animales: de lo que todo el mundo estaba pendiente era del encuentro entre el señor Brodsky y la señorita Collins. Y no pudimos resistir la tentación, ¿verdad, Trude? Nos adelantamos a la comitiva, torcimos la esquina que da a la explanada central y, sí señor, allí estaba la señorita Collins, sola, enfrente de las jirafas, mirándolas. Había unos cuantos visitantes por los alrededores, pero por supuesto nadie tenía la menor idea de nada, y sólo cuando el grupo oficial dio la vuelta a la esquina la gente se dio cuenta de que algo estaba pasando y se apartó respetuosamente, y allí seguía la señorita Collins delante de las jirafas, con aire más solitario que nunca, y vimos cómo miraba hacia la comitiva que se acercaba. Parecía tan en calma…, era imposible saber lo que estaba pasando en su interior. Y el señor Brodsky…, veíamos su expresión, muy envarada, lanzando miradas furtivas a la señorita Collins a pesar de estar aún bastante lejos el uno del otro, a pesar de separarles aún todo el trecho de las jaulas de los monos y los mapaches. El señor Von Winterstein parecía ir presentándole los animales al señor Brodsky; era como si los animales fueran invitados oficiales a un banquete, ¿verdad, Trude? Nosotras no entendíamos por qué aquellos caballeros no podían ir directamente hasta el sitio de las jirafas, donde estaba la señorita Collins, pero estaba claro que era así como lo tenían planeado. Y resultaba tan emocionante, tan conmovedor… Por un momento hasta nos olvidamos de la posibilidad de que apareciese el señor Ryder… Podíamos ver en el aire el aliento del señor Brodsky, que era como una neblina, y también el de los demás miembros de la comitiva, y luego, cuando sólo faltaban unas cuantas jaulas, el señor Brodsky pareció perder todo interés por los animales y se quitó el sombrero. Fue un gesto muy respetuoso, muy de los viejos tiempos. Nos sentimos honradas de estar allí para presenciarlo.

– Dejaba entrever tanto… -intervino Trude-. El modo en que lo hizo… Y luego se lo dejó pegado al pecho. Fue como una declaración de amor y una petición de disculpas al mismo tiempo. Fue muy conmovedor.

– Pero lo estaba contando yo, gracias, Trude. La señorita Collins es tan elegante; desde cierta distancia, nadie adivinaría la edad que tiene. Su figura es tan juvenil. Se volvió hacia él con aire como negligente. Les separaban una o dos jaulas. Para entonces la gente se había retirado por completo, y Trude y yo recordamos lo que nos había dicho el señor Von Braun acerca de los cinco o seis metros, y nos acercamos todo lo que nos pareció prudente, pero el momento parecía tan íntimo que no nos atrevimos a acercarnos mucho. Al principio se dirigieron una inclinación de cabeza e intercambiaron algún tipo de saludo normal y corriente. Luego el señor Brodsky dio de pronto unos pasos hacia adelante y tendió la mano, muy rápidamente…, como si lo tuviera planeado de antemano, dice Trude…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los inconsolables»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los inconsolables» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los inconsolables»

Обсуждение, отзывы о книге «Los inconsolables» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x