No quise mirar a Tommy. Yo me sentía asombrosamente en calma, y aunque las palabras de la señorita Emily deberían habernos destrozado, había en ellas un tono que implicaba algo más, algo aún no revelado, que dejaba entrever que no habíamos llegado aún al fondo del asunto. Existía incluso la posibilidad de que no estuviera diciendo la verdad. Así que pregunté:
– ¿La cuestión, pues, es que los aplazamientos no existen? ¿No hay nada que ustedes puedan hacer?
La señorita Emily sacudió la cabeza de un lado a otro, despacio.
– No hay nada de verdad en ese rumor. Lo siento. Lo siento de verdad.
Tommy, de pronto, preguntó:
– ¿Alguna vez fue verdad? ¿Antes de que cerraran Hailsham?
La señorita Emily siguió negando con la cabeza.
– Nunca fue verdad. Ni antes del escándalo Morningdale, ni antes de que Hailsham fuera considerado como un modelo en su género, un ejemplo de cómo podíamos conseguir un modo mejor y más humano de hacer las cosas. Ni siquiera entonces hubo tal cosa. Es mejor aclararlo rotundamente. Era un rumor cargado de buenas intenciones. Y eso es todo lo que siempre ha sido. Oh, ¿serán ésos los hombres que vienen por la cómoda?
Sonó el timbre, y se oyeron unos pasos que bajaban las escaleras para ir a abrir. Llegaron unas voces masculinas desde el pasillo estrecho, y Madame salió de la oscuridad a nuestra espalda, pasó por delante de nosotros y salió del salón. La señorita Emily se inclinó hacia delante en la silla de ruedas, aguzando el oído. Y luego dijo:
– No son ellos. Es otra vez ese hombre horrible de la casa de decoración. Marie-Claude se encargará de hablar con él. Así que, queridos míos, tenemos unos minutos más. ¿Hay alguna otra cosa de la que queráis hablarme? Esto, por supuesto, va en contra de todas las reglas, y Marie-Claude no debería haberos hecho pasar. Y, naturalmente, yo debería haber hecho que os despidiera en cuanto he sabido que estabais aquí. Pero Marie-Claude no hace mucho caso de las reglas últimamente, y debo decir que yo tampoco. Así que si queréis quedaros un rato más, podéis hacerlo.
– Si el rumor no fue nunca cierto -dijo Tommy-, ¿por qué se llevaban todos nuestros trabajos de arte? ¿Tampoco existía la Galería, entonces?
– ¿La Galería? Bien, en ese rumor sí había algo de verdad. Hubo una Galería. Y, en cierto modo, aún la hay. Hoy día está aquí, en esta casa. Y tuve que reducir el número de piezas, lo cual lamento. Pero no había sitio para todas. ¿Para qué nos llevábamos vuestros trabajos? Es ésa vuestra pregunta, ¿no es cierto?
– No es sólo eso -dije en voz baja-. Para empezar, ¿para qué hacíamos todos aquellos trabajos artísticos? ¿Por qué enseñarnos, y animarnos, y hacernos producir todo aquello? Si lo único que vamos a hacer en la vida es donar, y luego morirnos, ¿para qué todas aquellas clases? ¿Para qué todos aquellos libros y debates?
– ¿Y por qué Hailsham, en primer lugar? -dijo Madame desde el pasillo. Volvió a pasar por nuestro lado y se adentró de nuevo en la parte oscura-. Una buena pregunta por vuestra parte.
La mirada de la señorita Emily la buscó en la oscuridad, y por espacio de un momento quedó fija en algún punto a nuestra espalda. Sentí deseos de darme la vuelta para ver qué podían estar diciéndose con la mirada, pero casi había vuelto a ser como cuando estábamos en Hailsham, y teníamos que seguir mirando hacia el frente y con una atención plena. Y al final la señorita Emily dijo:
– Sí, antes que nada, ¿por qué Hailsham? A Marie-Claude le gusta preguntar eso a menudo últimamente. Pero no hace tanto, antes del escándalo Morningdale, jamás se le habría ocurrido formular una pregunta semejante. No le habría cabido en la cabeza. ¡Sabes que es verdad, no me mires así! En aquel tiempo sólo había una persona capaz de formular una pregunta así, y esa persona era yo. Me lo pregunté mucho antes de Morningdale, desde el principio mismo. Y eso les facilitó las cosas al resto de mis colegas de Hailsham; todos podían seguir con lo que hacían sin preocuparse. Y también vosotros los alumnos. Mientras yo me mantuviera firme, ninguna duda os pasaría por la cabeza a ninguno de vosotros. Pero tú has hecho tus preguntas, querido muchacho. Contestemos a la más sencilla, y ello quizá responda también a las demás. ¿Por qué nos llevábamos vuestros trabajos artísticos? ¿Por qué hacíamos tal cosa? Has dicho algo muy interesante antes, Tommy. Cuando estabas hablando de esto con Marie-Claude. Has dicho que era porque la obra de arte revelaba cómo era su autor. Cómo era en su interior. Eso es lo que has dicho, ¿no es cierto? Bien, no estabas en absoluto errado en eso. Nos llevábamos vuestros trabajos artísticos porque pensábamos que nos permitirían ver vuestra alma. O, para decirlo de un modo más sutil, para demostrar que teníais alma.
Hizo una pausa. Y Tommy y yo nos miramos por primera vez en un largo rato. Y entonces pregunté:
– ¿Por qué tenían que demostrar una cosa así, señorita Emily? ¿Es que alguien creía que no la teníamos?
Una fina sonrisa se dibujó en su semblante.
– Es conmovedor, Kathy, verte tan desconcertada. Demuestra, en cierto modo, que hicimos bien nuestro trabajo. Como dices, ¿por qué habría alguien de dudar que teníais alma? Pero tengo que decirte, querida mía, que no era algo comúnmente admitido cuando empezamos nuestra andadura hace tantos años. Y aunque hayamos recorrido un largo camino desde entonces, no es aún una idea universalmente aceptada, ni siquiera hoy día. Vosotros, alumnos de Hailsham, por mucho que llevéis ya tiempo en el mundo, seguís sin saber casi nada. En este mismo momento, en todo el país, hay alumnos que se educan en condiciones deplorables, condiciones que vosotros los alumnos de Hailsham difícilmente podríais imaginar. Y ahora que nosotros ya no estamos, las cosas no van a hacer sino empeorar.
Volvió a callar, y durante un instante pareció examinarnos detenidamente a través de sus ojos entrecerrados. Y luego continuó:
– Nosotros, al menos, nos preocupamos de que todos quienes estabais a nuestro cuidado crecierais en un medio maravilloso. Y procuramos también que, después de que nos dejarais, pudierais manteneros lejos de lo peor de esos horrores. Como mínimo pudimos hacer eso por vosotros. Pero ese sueño vuestro, ese sueño de poder llegar a aplazar… Conceder tal cosa siempre ha estado fuera de nuestro alcance, incluso cuando estuvimos en la cima de nuestra influencia. Lo siento. Sé que lo que estoy diciendo no va a ser bien recibido por vosotros. Pero no debéis abatiros. Confío en que sepáis apreciar lo mucho que fuimos capaces de ofreceros. ¡Miraos ahora! Habéis llevado una buena vida; sois educados y cultos. Siento que no pudiéramos conseguiros más de lo que os conseguimos, pero tendríais que daros cuenta de que un día las cosas fueron mucho peor. Cuando Marie-Claude y yo empezamos, no había sitios como Hailsham. Fuimos los primeros, junto con Glenmorgan House. Luego, unos años después, vino Saunders Trust. Juntos formamos un pequeño pero influyente movimiento que desafiaba frontalmente la forma en que se estaban llevando los programas de donaciones. Y, lo que es más importante, demostramos al mundo que si los alumnos crecían en un medio humano y cultivado, podían llegar a ser tan sensibles e inteligentes como los seres humanos normales. Antes de eso, los clones (o alumnos, como nosotros preferíamos llamaros) no tenían otra finalidad que la de abastecer a la ciencia médica. En los primeros tiempos, después de la guerra, eso es lo que erais para la mayoría de la gente. Objetos oscuros en tubos de ensayo. ¿Estás de acuerdo, Marie-Claude? Está muy callada. Normalmente, cuando se habla de este tema, no hay quien la haga callar. Vuestra presencia, queridos míos, parece que le ha sellado la boca. Muy bien. En fin, respondiendo a tu pregunta, Tommy: por eso nos llevábamos vuestros trabajos artísticos. Seleccionábamos los mejores y organizábamos exposiciones. A finales de los setenta, cuando mayor era nuestra influencia, organizábamos grandes actos por todo el país. Asistían ministros, obispos, todo tipo de gente famosa. Se pronunciaban discursos, se prometían cuantiosos fondos. «¡Eh, mirad!», decían. «¡Mirad estas obras de arte! ¿Cómo puede atreverse alguien a afirmar que estos chicos son seres inferiores a los humanos?» Oh, sí, en aquella época hubo un gran apoyo a nuestro movimiento; estábamos con el aire de los tiempos.
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