Lucía Etxebarria - Beatriz y los cuerpos celestes
Здесь есть возможность читать онлайн «Lucía Etxebarria - Beatriz y los cuerpos celestes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Beatriz y los cuerpos celestes
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Beatriz y los cuerpos celestes: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Beatriz y los cuerpos celestes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Tres mujeres: Cat, lesbiana convencida, Mónica devorahombres compulsiva Y Beatriz, que considera que el amor no tiene género. Tres momentos de la vida de una mujer y dos ciudades, Edimburgo y Madrid, para una novela únicasobre el amor a los amigos, a la familia y a los amantes.
Beatriz y los cuerpos celestes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Beatriz y los cuerpos celestes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Qué hace una chica tan guapa como tú en una esquina tan solitaria corno ésta?
– Supongo que esperar a que me entre alguien con una frase menos tópica que la que tú acabas de utilizar -le respondí, intencionadamente borde, para aparentar un dominio de mí misma que sólo impostado podría poseer.
Al momento pensé que había metido la pata, que enfadar a ese sujeto era lo peor que se me podía ocurrir, dadas las circunstancias; pero me tranquilicé al ver que él sonreía, como si la salida le hubiese hecho mucha gracia.
– Puede que tengas razón. No he estado muy inspirado. Pero tienes que reconocer que ni el momento ni el lugar dan para más…
Coco surgió de repente, detrás de la columna. Concentrada como estaba en las reacciones de aquel tipo alto, ni siquiera me había dado cuenta de cómo había llegado hasta allí. Me cogió de la mano y me arrastró hacia él.
– Bea, corazón… Llevo horas buscándote -me dijo al oído, pero lo suficientemente alto como para que el otro le oyera. Yo intenté desasirme, pero Coco me apretó más fuerte-. Anda, no te cabrees -replicó él a mi gesto. Y luego, dirigiéndose al tipo alto, dijo-: Eres un poco mayor para intentar ligarte a mi novia, ¿no?
Me dejé arrastrar hasta la pista sin oponer la menor resistencia. No me impuse hasta que estuve totalmente segura de que el tío alto no podría escuchar lo que decía.
– ¿Pero se puede saber qué haces? -le grité a Coco.
– Joder, Bea, no te cabrees. No quería que metieses la pata.
– Y, para que no metiese la pata yo, vas y la metes tú, ¿no? Ni se me había ocurrido pasarle nada al tío ese. Pero en cuanto has intervenido tú se ha notado muchísimo que le teníamos miedo. Además, entérate de que ya soy mayorcita y sé cómo cuidar de mí misma. No necesito que vengas tú a hacer de redentor.
– Vale, vale… lo siento -dijo él-, reconozco que me he puesto un poco nervioso. Anda, dame un abrazo.
Me atrajo hacia sí, y me hizo sentir incómoda, poco acostumbrada como estaba a las muestras de afecto. Y unos segundos después, esta incomodidad se acentuó, porque intuí que aquel abrazo se prolongaba más de lo necesario. Me desasí de aquellos enormes brazos enredados a mi cintura y me zafé de Coco, enfurruñada.
Amanecía en la plaza de Chueca. El cielo se hinchaba lentamente, rindiéndose al calor, velado todavía por una delgada gasa anaranjada. Habíamos salido de La Metralleta con un montón de papeles verdes y estrujados, el resultado de la venta de la caja de Dicel, y ahora íbamos a gastárnoslos en comprar algo de jaco para Mónica, que era, al fin y al cabo, la propietaria de la caja que nos había salido tan rentable.
– Si llego a saber que se nos iba a dar tan bien, hubiese insistido en que nos lleváramos dos cajas. La verdad es que las anfetas son fáciles de vender -me iba explicando Coco-. Son baratas y nunca se pasan de moda. Aunque supongo que también influye lo guapa que te has puesto. -Lo decía porque yo me había vestido para la ocasión y llevaba puestas una minifalda y una camiseta ceñidísima que le había cogido prestadas a Mónica, e incluso, por primera vez en años, me había puesto unos pendientes que me tensaban los lóbulos de las orejas; y lo cierto es que apenas cuatro días antes me hubiera creído incapaz de salir a la calle así-. Has batido un récord, en serio. Deberías dedicarte a esto.
– Olvídalo -respondí-. Primera y última vez. He estado acojonada todo el rato.
Había dos negros sentados en un banco que saludaron a Coco como a un viejo amigo y comentaron alborozados la belleza de «su nueva mujer». No me quedó claro si se referían a Mónica o a mí. Coco se sentó al lado de uno de ellos e inició un intercambio de cuchicheos. Al rato ambos se levantaron y Coco le hizo una seña a Mónica, que se alzó a su vez y les siguió.
– Espera aquí -me dijo-. Ahora volvemos.
Los tres desaparecieron en la boca del metro y yo, obediente, me quedé quietecita donde estaba, mirando al suelo. El negro que tenía a mi lado me tocó levemente el codo, como para atraer mi atención.
– Yo Salif. Tú… Cómo te llamas tú.
– Bea -respondí lacónica, y permanecí con los ojos tercamente fijos en el suelo.
Él reposó su mano sobre mi muslo desnudo y sin el menor disimulo comenzó a acariciármelo. Volví la cabeza hacia él y le dirigí una mirada estupefacta. Me levanté de un salto y fui a sentarme a otro banco, mientras el negro me seguía con los ojos, sonriendo insolentemente, como divertido ante el espectáculo de mi dignidad herida. Para no tener que enfrentarme a su rostro burlón, volví a mirar al suelo y me entretuve contando las baldosas (cincuenta y dos desde el banco a la boca del metro) hasta que Mónica y Coco regresaron con expresión satisfecha. Me alcé de un salto, como si el banco quemara, corrí hacia Mónica y me colgué de su brazo.
– Que sea la última vez que me dejas sola en mitad de esta plaza con un desconocido. Éste ya me quería follar… -protesté indignada.
– Mira -me respondió Coco-, esta peña está acostumbrada a que las pijas se lo hagan con ellos por caballo. Así que si te ven mona, atacan por si acaso.
– A ti no te he preguntado.
La discusión que hubiésemos tenido no llegó a producirse porque la abortó el chirrido destemplado de unos neumáticos sobre el asfalto. Entonces vimos aparecer por la calle Gravina un coche de la policía municipal que aparcó al lado de la plaza. Visto y no visto, tres agentes uniformados descendieron del coche. Hasta yo me di cuenta de que se trataba de una redada.
– Mantén la tranquilidad -me susurró Mónica, imperiosa.
Dos policías se dirigieron directamente a cachear a los camellos negros. Otro vino hacia nosotros y, antes siquiera de saludarnos, nos acribilló a preguntas: que qué hacíamos allí tan temprano, que qué edad teníamos, que si seríamos tan amables de enseñarles nuestras identificaciones; y yo me daba cuenta de que, pese a su insolencia, el policía estaba siendo infinitamente educado con nosotros, si tomábamos como referencia la manera en que sus amigos trataban a los negros. Mónica no perdió la calma ni un segundo, y haciendo gala de sus mejores maneras (que para algo se había dejado Charo los cuartos en un colegio de pago), le explicó al policía que ella vivía en la calle Almirante, que nosotros tres éramos compañeros de clase, que habíamos estado estudiando toda la noche preparando los exámenes de septiembre y que andábamos buscando el primer bar abierto para comprar cigarrillos, porque durante la larga noche de estudio habíamos agotado nuestra provisión.
– A propósito, agente, ¿usted sabe dónde hay un bar abierto? -remató con su sonrisa más hipócrita-. Llevamos horas buscando uno.
El tipo adoptó una expresión burlona y se me quedó mirando fijamente
– Y, ¿qué estabais estudiando, bonita? -me preguntó.
– Historia -respondí sin dudarlo un segundo. Fue la primera palabra que se me vino a la cabeza, probablemente porque se trataba de una asignatura que siempre me había gustado.
– Historia, ya… -el policía se reía con los ojos.
Era evidente que no se había tragado el cuento, pero le habíamos hecho gracia. Al fin y al cabo, le dábamos igual. Le interesaba pillar traficantes, no compradores. Yo temía que registrasen a Mónica y Coco y les pillasen lo que fuera que acabaran de comprar, pero, para mi sorpresa, el policía se puso a charlar animadamente con Mónica. Ella tomó carrerilla y le explicó que había vivido en Salamanca toda la vida, hasta que decidió venir a estudiar a Madrid, que compartía piso con unas amigas, y que había que ver lo duro que resultaba vivir en la zona, porque le intimidaba la plaza de Chueca, llena de yonquis y travestis, y a veces pasaba mucho miedo al volver a casa. Estoy segura de que él no creía una palabra de la historia que ella improvisaba; pero que, fascinado, como yo, por la representación que se sucedía ante sus ojos, y por la gracia y el encanto de la actriz, optó por dejarla seguir. Nunca supimos hasta dónde podía haber llegado Mónica porque los otros dos policías reclamaron al tipo a gritos. Éste nos hizo una seña con la mano y se dirigió hacia el coche. Sus colegas estaban acomodando a los dos negros, esposados, en el asiento trasero.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Beatriz y los cuerpos celestes»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Beatriz y los cuerpos celestes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Beatriz y los cuerpos celestes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.