Charles Bukowski - Mujeres
Здесь есть возможность читать онлайн «Charles Bukowski - Mujeres» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Mujeres
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Mujeres: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mujeres»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Mujeres — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mujeres», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– De acuerdo. Muy bien.
El podría intentar tener el termo montado para ese mismo día. Podríamos estar faltos de medios. Es difícil obtener medios en domingo.
– Está bien, voy a hacerme la cama -dije.
– Yo la haré por usted.
– No, por favor, yo la haré.
Entré en el dormitorio y empecé a hacerme la cama. Entonces me vino. Saqué corriendo mi orinal portátil. Pude oírle a él martilleando contra el termo mientras yo estaba agachado, cagando. Me alegré de que estuviese dándole al martillo. Solté una tranquila retahila de imprecaciones. Luego me metí en la cama. Oí a la pareja de la habitación de al lado. El estaba borracho Estaban discutiendo.
– ¡El problema contigo es que no tienes idea de nada! ¡No sabes nada! ¡Eres estúpida! ¡Y por encima de todo, eres una puta!
Era de nuevo el hogar. Era magnífico. Me acurruqué sobre mi estómago. En Vietnam los ejércitos estaban en ello. En los callejones los vagabundos chupaban botellas de vino. El sol estaba alto todavía. La luz pasaba a través de las cortinas. Vi a una araña arrastrándose por el borde de la ventana. Vi un viejo periódico en el suelo. Había una foto de tres jovencitas saltando una valla, mostrando mucha pierna. El lugar entero se parecía a mí y olía como yo. El papel de la pared me conocía. Era perfecto. Yo era consciente de mis pies, mis codos y mi pelo. No me sentía un viejo de 45 años. Me sentía como un condenado monje que acaba de tener una revelación. Sentí como si estuviese enamorado de algo que era muy bueno pero no estaba seguro de lo que era, sólo sabía que estaba allí. Escuché todos los sonidos, los sonidos de las motos y de los coches. Oí perros ladrando. Gente riéndose. Entonces me dormí. Dormí y dormí y dormí. Mientras, una planta miraba por la ventana, mientras una planta me miraba. El sol seguía brillando y la araña se arrastraba por las paredes.
Confesiones de un hombre lo bastante loco como para vivir con las bestias
1
Me recuerdo meneándomela delante del espejo del armario después de ponerme los zapatos de tacón alto de mi madre, mirándome las piernas, levantándome lentamente la falda por los muslos, más y más alta, como si estuviese descubriendo los muslos de una mujer, recreándome en la visión de las piernas oscurecidas por las medias; y siendo interrumpido por dos amigos entrando en la casa.
– Sé que está por aquí en alguna parte.
Y yo vistiéndome apresuradamente, y entonces uno de ellos abriendo la puerta y encontrándome.
– ¡Hijos de mala puta! -grité yo, y los eché fuera de casa destempladamente, y los oí hablar mientras se alejaban:
– ¿Qué le pasa? ¿Qué coño le pasará?
2
K era una antigua modelo, y solía enseñarme sus viejos recortes y fotos. En una ocasión casi ganó un concurso de Miss América. La conocí en un bar de la calle Alvarado, lo más cercano del mar que se puede estar sin tener que mojarse el culo.
Había ganado peso y edad, pero quedaban todavía signos de una figura, una distinción, aunque fuesen signos muy velados. Ambos estábamos de baja. Ninguno de los dos trabajaba y jamás sabré cómo salimos adelante. Cigarrillos, vino y una casera que se creía nuestras historias de dinero a punto de llegar, pero no exactamente ahora. En fin, más que nada necesitábamos tener vino.
Dormíamos la mayor parte del día. A veces, cuando empezaba a oscurecer, teníamos que levantarnos, y nos parecía como si subiésemos de los abismos de un infierno particular.
K: -Mierda, no puedo aguantar sin un trago.
Yo seguía en la cama fumándome el último cigarrillo.
Yo: -Bueno, leches, baja al Tony's y trae un par de oportos.
K: -¿Botellas?
Yo: -Claro, dos botellas. Que no sean Gallo. Ni de ese otro, me ha dado un dolor de cabeza para dos semanas. Y trae dos cajetillas de tabaco. De cualquier clase.
K: -¡Pero sólo hay 50 centavos!
Yo: -¡Ya lo sé! Pelea y enróllatelo por el resto. ¿Qué te pasa, estúpida?
K: -Dijo que no nos daría más…
– Yo: -Dijo, dijo. ¿Quién es ese tío? ¿Dios? ¡Háblale deprisa, sonríele! ¡Agita el culo delante de él! ¡Hínchale la polla! ¡Tíratelo en la trastienda si es preciso, pero trae ese VINO!
K: -Está bien, está bien.
Yo: -Y no vuelvas sin él.
K decía que me amaba. Solía atarme cintitas alrededor de la polla y luego hacía un pequeño sombrerito de papel para la cabeza.
Si ella volvía sin el vino o sólo con una botella, entonces yo bajaba como un loco y gritaba, amenazaba y sacudía al viejo hasta que me daba lo que yo quería, y más. Algunas veces yo volvía con sardinas, pan y patatas fritas. Fue una época particularmente buena, y cuando Tony vendió el negocio empezamos el juego con el nuevo dueño, que era más duro de roer, demasiado duro. Eso se llevó lo mejor de nuestra relación.
3
Era como un taladro de madera, podía ser un taladro de madera, olí el aceite quemándose, y entonces ellos me metieron esa cosa en la cabeza, en mi carne, y empezó a taladrarme y a sacar sangre y pus, y yo había sentado allí a mi simiesco espíritu columpiándose sobre un precipicio. Mi cara estaba llena de granos del tamaño de pequeñas manzanas. Era ridículo e increíble. «El peor caso que he visto en mi vida», dijo uno de los doctores, y era bastante viejo. Me rodearon como si fuese una especie de monstruo. Era un monstruo. Sigo siendo un monstruo. Cogí el tranvía de ida y vuelta hasta el hospital de caridad. Los niños en los tranvías me miraban y preguntaban a sus madres:
– ¿Qué le pasa a ese señor? Mamá, ¿qué le pasa a ese señor en la cara ?
Y las madres les decían: -¡¡¡SHSSSSSSHHH!!!
Y ese shsssssshhh era la peor condenación, y entonces dejaban a los pequeños bastardos mirarme por encima de los respaldos de los asientos y yo miraba por la ventanilla y veía pasar los edificios, y me ahogaba, aspiraba bocanadas de aire y me ahogaba, sin nada que hacer. Los médicos, por ausencia de casos precedentes o por lo que fuese, lo llamaban Acné Vulgaris. Yo me sentaba durante horas en un banco de madera mientras esperaba mi taladro. Vaya una historia digna de lástima, ¿eh? Recuerdo los viejos edificios de ladrillo, las enfermeras sencillas y descansadas, los doctores riéndose, teniéndolo hecho. Fue allí cuando aprendí de la falacia de los hospitales: que los doctores eran dioses y los pacientes mierda y que los hospitales existían para que los doctores pudieran hacérselo en su blanca superioridad almidonada, pudiendo hacerlo también, cómo no, con las enfermeras: «Doctor. Doctor. Doctor, píncheme el culo en el ascensor, olvide la amenaza del cáncer, olvide la amenaza de vida. No somos unas pobres imbéciles, no moriremos nunca; bebemos nuestro jugo de zanahoria, y cuando nos sentimos mal podemos tomar una pastilla, una inyección, toda la droga que necesitemos. Chiip, chiip, chiip, la vida nos cantará. Larga vida para nosotras». Yo me sentaba y ellos me metían el taladro. ZIRRRR ZIRRRR ZIRRRR ZIR, el sol mientras tanto hacía crecer dalias y naranjas y brillaba a través de los vestidos de las enfermeras, volviendo locos a los pobres diablos. Ziirrrr, zirrr, zirr.
– ¡Nunca vi a nadie que soportara la aguja de este modo!
– ¡Mírale, frío como el acero!
Veo otra vez el corro de folla-enfermeras a mi alrededor, un corro de hombres que poseían grandes casas y tenían tiempo para reírse y leer y acudir a los partidos y comprar pinturas y olvidarse de pensar, y olvidarse de sentir nada. Blancura almidonada y mi derrota. Por encima de mí y a mi alrededor, observándome.
– ¿Cómo te sientes?
– Maravillosamente.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Mujeres»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mujeres» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Mujeres» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.