– Te agradezco, viejo -dijo Emmanuel-. ¿Tomas un trago?
– No, disculpa, tengo que ir a buscar a los compañeros que me esperan… Hasta luego a todo el mundo.
– ¡Bueno! -dijo el Mayor, cuando Vautravers se fue-, ¿en alguna medida es una relación interesante?
– Bastante interesante -aprobó Emmanuel.
– Si no ven inconveniente -interrumpió Vidal-, tal vez podríamos apurarnos un poco, porque…
– Miqueut puede subir -completó el Mayor.
– No -dijo Vidal-, no es eso, pero me gustaría mucho dar una vuelta por lo de mi librero.
Ya hacía un mes que el Mayor formaba parte del servicio de Miqueut y sus asuntos sentimentales casi no avanzaban. No se animaba a hablarle al tío de su inclinación por la sobrina.
El susodicho tío sólo pensaba en la primera reunión de la comisión general de las surprise-parties que iba a reunirse para examinar el proyecto de Nothon del Mayor. Todo estaba listo.
Los stenciles, debidamente verificados, impresos y abrochados.
Las ilustraciones, destinadas como dijo Miqueut, "a permitir una comprensión correcta de las disposiciones del proyecto".
Las ciento cincuenta convocatorias, expedidas con bastante anticipación como para poder esperar la asistencia de nueve personas.
En fin, el manual de instrucciones febrilmente redactado por el Mayor para el presidente.
El presidente, profesor Epaminondas Lavirtud, miembro del Instituto, celebrado en el mundo entero por sus trabajos relativos a la influencia del alcoholismo del sábado a la noche sobre la función reproductora de los obreros ajustadores. Alertada desde hacía mucho, el servicio de la señora Triqueut, la organizadora de las reuniones, rebosaba de carteles señaladores que se colocarían en las entradas de la sala, prestados obligatoriamente para la circunstancia por el Sindicato de Confiteros sin Tickets de la zona parisiense.
Una hora antes de la reunión, el Mayor saltaba como una cabra por los corredores y las escaleras, verificando todo, reuniendo los legajos, consultando los documentos para poder contestar a los eventuales curiosos, asegurándose, en fin, de que nada faltara.
Cuando volvió a su escritorio sólo le quedaban diez minutos. Cambió rápidamente de camisa, reemplazó sus anteojos con montura clara por quevedos negros de ebonita estampada que lo hacían más serio y tomó un block para llevar un control detallado de la sesión.
El Sub-Ingeniero principal Léon-Charles Miqueut exigía, en efecto, que se tomara una versión integral de los debates, pero en principio prohibía a sus adjuntos, encargados de redactar el proceso verbal, utilizar esta versión cuya traducción llevaba muchos días y terminaba en voluminosos atados de papeles que jamás nadie usaba.
El Mayor echó una rápida ojeada en lo de su jefe y constató que había bajado. Recordó que el Director General debía asistir a la sesión: en estas ocasiones, Miqueut y Toucheboeuf pasaban por lo de este último mucho antes de la hora para explicarle lo que no había que decir. En efecto, a menudo pasaba que el Director, llevado por delirios de tribuno, emitía ideas tan razonables que la Comisión rechazaba pura y simplemente los proyectos de Nothons presentados. Sin esperar a Miqueut, el Mayor se fue pues directamente a la sala de reuniones. Zizanie lo había precedido. Debía hacer la versión taquigráfica.
Alrededor de la mesa estaban ya algunos miembros de la Comisión. Otros colgaban sus sombreros en la percha, cambiando ideas profundas sobre temas de actualidad. A esas sesiones sólo venían viejos habitués que se conocían todos. Apareció el Director General, seguido por Miqueut, olfateando, la nariz al viento, el buen olor de la reunión. Al pasar, el Mayor tuvo el honor de un apretón de manos y enseguida fue presentado al Presidente Lavirtud y algunos personajes menores.
Veinticuatro de las ciento cuarenta y nueve personas convocadas estaban allí; el Director General, maravillado por este éxito sin precedentes, se frotaba las manos.
Entonces hizo su entrada el Delegado Central Requin, acompañado por Vercoquin, los dos munidos de dignos portafolios de cuero. El Sub-Ingeniero principal Miqueut, perdido en genuflexiones, dejó que el segundo se las arreglara solo y guió al primero hacia la tribuna.
En el centro el Presidente. A su derecha el Delegado, después el Director General. A su izquierda, Miqueut, después el Mayor.
En la sala, en alguna parte, Vercoquin, que no había logrado aproximarse a Zizanie. Una secretaria ofrecía a cada uno para firmar una hoja de asistencia. La ola rumorosa de sillas movidas y de susurros indistintos se debilitó, después se calmó y el Presidente, consultando la orden del día preparada por el Mayor, abrió la sesión.
– Señores, hoy nos reunimos para examinar, con miras a su posible envío a la Consulta Pública, un anteproyecto de Nothon de las surprise-parties del que todos tienen un ejemplar según creo. Este documento me ha parecido muy interesante, así que le rogaría al señor Miqueut exponer, mucho mejor de lo que yo podría hacerlo, el procedimiento seguido y… hem… los fines de esta reunión…
Miqueut carraspeó para aclararse la voz.
– Y bien… señores, ¿no es cierto?, es la primera vez que se reúne la Comisión de las surprise-parties de la cual, todos ustedes, han tenido la gentileza de querer formar parti…
– Sin juego de palabras -interrumpió una fuerte risa del Director General.
La Comisión apreció con discreción este rasgo de humor y Miqueut continuó:
– Les recuerdo pues… hem… que esta Comisión ha sido constituida por pedido de numerosos usuarios y de acuerdo con el señor Delegado Central del Gobierno Requin que ha tenido el bien de honrar esta primera sesión con su presencia… y en principio, vamos a leer la lista de los miembros de la Comisión.
Hizo una señal al Mayor, que de un tirón y de memoria recitó la lista de los ciento cuarenta y nueve miembros…
Esta performance produjo una impresión muy fuerte y la atmósfera empezó a brillar con una luz especial.
– ¿La Comisión tiene algunas sugerencias eventuales o algunas modificaciones para proponer a esta lista? -continuó Miqueut con su francés más puro.
Nadie contestó y él continuó:
– Y bien, señores, antes de examinar el documento SP Nº I, voy, ¿no es cierto?… hem… para, en suma, más particularmente, las personalidades que no están al corriente de nuestros medios de trabajo, a resumir el processus seguido por el Consortium con respecto a la elaboración de un nuevo Nothon.
A grandes rasgos, y en un estilo muy personal, Miqueut trazó la marcha de las operaciones. Cinco personas, entre ellas un Inspector general que se había escurrido en la sala nadie sabe cómo, se adormecían brutalmente.
Cuando se calló reinaba el silencio más completo.
– Y bien, señores -continuó Miqueut, variando poco sus exordios-, si lo quieren, vamos a proceder al examen punto por punto del documento… ejem… objeto de esta reunión.
En este momento de la conjetura, Vercoquin se levantó discretamente y murmuró algo al oído del Delegado Central que aprobó con la cabeza.
– Propongo -dijo el Delegado- que el redactor de este importante estudio, nos lo lea. ¿Quién es, señor Miqueut?
Turbado, Miqueut sólo respondió con un vago gruñido.
– Le recuerdo -dijo el Director General, feliz de poner un laïus que conocía bien- que, de acuerdo con la instrucción provisoria del cinco de noviembre de mil novecientos algo y uno, la elaboración de los anteproyectos de Nothons incumbe a las Oficinas de unificaciones constituidas en cada Comité profesional, o a los informantes designados por las Comisiones técnicas del C.N.U. y cuya creación y composición están sometidas a la aprobación del Secretario de Estado interesado.
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