– ¡Bueno! -dijo Miqueut tartamudeando, pues no tenía facilidad de palabra-, eh… hoy voy a hablar de… eh… varias cosas sobre las cuales creo útil atraer de nuevo… al menos para algunas de ellas, vuestra atención.
Los consideró a todos con la mirada de un topo que hubiera hecho una broma, humedeció sus labios con un poco de saliva blancuzca, y prosiguió:
– En principio, el problema de las comas… He notado, y muchas veces… fíjense que no hablo especialmente de nuestro servicio, donde, por el contrario, fuera de algunas excepciones, en general se presta atención, que la ausencia de comas puede, en ciertos casos, ser particularmente enojosa… ustedes saben que las comas, que están destinadas a marcar en la frase que se escribe, una pausa que debe respetar, dentro de lo posible, la voz del que lee, en el caso, por supuesto, de que ese documento deba ser leído en voz alta… en suma, pues, les recuerdo que es necesario poner mucha atención, en el caso, sobre todo, de documentos, no es cierto, que deban ser enviados a la Delegación.
La Delegación era el organismo gubernamental presidido por el señor Requin, encargado de estudiar las sugerencias y proyectos de Nothons que emanaban del C.N.U. y hacia el cual Miqueut sentía un terror santo, porque representaba a la Administración.
Miqueut se detuvo. Siempre se ponía un poco pálido y solemne cuando hablaba de la Delegación, y bajaba la voz varios tonos.
– Les recuerdo, sobre todo cuando se trata de informes, que es necesario poner mucha atención y estoy seguro de que harán todo lo necesario para no olvidar esta observación, que, repito, no se aplica a nuestro servicio donde, en general, fuera de algunas excepciones, se presta bastante atención. Tuve ocasión de charlar hace poco con una persona que examina frecuentemente estos problemas, y les aseguro que lo importante en los Nothons, es el texto que los acompaña y los presenta, y, no es cierto, hay… eh… mucho interés en poner la mayor atención ya que lo que se lee en los Nothons es el informe, y es por eso que yo insisto siempre para que pongan mucha atención en eso, pues en las relaciones con el exterior y en particular con la Delegación, insisto sobre este punto, debemos cuidarnos de bromear, pues peligra en transformarse en drama, y después, es toda una historia… y de todas maneras, les aconsejo vivamente no contar con nuestro organismo de control, que debe controlar, pero que de hecho no debe tener nada que hacer, y por otra parte, algunos de ustedes a quienes ya he hablado, han constatado a su costa, que existe cierto riesgo en fiarse de ese control que, repito, está ahí para controlar pero que de hecho no debe tener nada que controlar cuando los documentos bajan.
Se detuvo, satisfecho, paseando una mirada circular sobre los seis adjuntos que se adormecían beatíficamente, escuchándolo con una ligera sonrisa en los labios.
– En suma -prosiguió-, lo repito, es necesario poner mucha atención. Y ahora quisiera hablarles de otro problema que es casi tan importante como el de las comas, es el de los punto y comas…
Tres horas después, el consejo hebdomadario que, en principio, debía durar diez minutos, proseguía todavía y Miqueut decía:
– Y bien, yo creo que… eh… casi hemos agotado el programa de esta mañana… ¿Ven algún otro problema que pudiéramos estudiar?
– Sí, señor -dijo Adolfo Troude, despertándose sobresaltado-. Está el problema de Épatant y del Petit Illustré .
– ¿Qué es lo que no anda? -preguntó Miqueut.
– Anda muy mal -afirmó Troude-. Las secre… nos los roban y los Inspectores Generales no terminan de leerlos.
– Sabe que debemos mostrar la mayor deferencia, yo tanto como usted, frente a los Inspectores Generales, que son tipos macanudos…
– No es una razón -dijo Troude, sin lógica aparente-, para que las secre nos roben L'Épatant .
– En todo caso hace bien en informarme -dijo Miqueut, que anotó el resumen en un block especial-. Interrogaré a la señora Longre sobre este tema… ¿No ve ningún otro?
– No -dijo Troude, y los otros hicieron "no" con la cabeza.
– Entonces, señores, se levanta la sesión… Léger, quédese un minuto, tengo que hablarle.
– Enseguida, señor -dijo Léger-. Voy a tomar mi anotador.
Al volver a su escritorio como un vendaval, Léger se frotó durante unos instantes su bigotito que las polillas habían comido un poco durante el invierno a raíz de la escasez de paradiclorobenceno, debida a la epidemia de influenza que acababa de asolar la región lionesa. Ajustó sus polainas salmón, tomó un grueso legajo de correspondencia urgente que golpeó contra su muslo para quitarle el polvo, y se precipitó a lo de Miqueut.
– Aquí está, señor -dijo sentándose a la izquierda de ese hombre temible-. He preparado ciento veintisiete respuestas para el correo de la mañana y tengo treinta y dos notas para la Delegación que usted me había pedido para mañana.
– ¡Perfecto! -dijo Miqueut-. ¿Hizo tipear el stencil de seiscientos cincuenta y cuatro páginas que recibimos anteayer?
– La señorita Rouget acaba de tipearlo -dijo Léger-. La he sacudido un poco… No estoy demasiado contento con su trabajo.
– En efecto -dijo Miqueut-, no trabaja demasiado rápido. En fin, cuando vengan tiempos mejores, trataremos de encontrarle una secretaria… a su altura. Por el momento, no es cierto, es necesario tomar lo que se encuentra. Vamos, veamos esas cartas.
– La primera -dijo Léger-, es la respuesta al Instituto del Caucho para los ensayos de vesículas de vidrio.
El Sub-Ingeniero principal Miqueut ajustó sus gafas y leyó:
"Señor
Como respuesta a v/carta cuya referencia citamos arriba…"
– No -dijo-, ponga: "Tenemos el honor de acusar recibo de v/carta cuya referencia citamos arriba"… es la fórmula consagrada, no es cierto…
– ¡Ah, sí! -dijo Léger-, perdóneme, la había olvidado.
Miqueut prosiguió:
"…tenemos el honor de informarles que…"
– ¡Bien! -aprobó-, comprendió la fórmula. En el fondo, su primera redacción podía andar… la restablecerá, no es cierto…
"…de informarles que nos proponemos proceder próximamente a ensayos sobre vesículas de vidrio en las condiciones normales de utilización. Quedaríamos reconocidos si tuvieran a bien hacernos saber…"
– No, no es cierto, en suma, dependen más o menos de nosotros y no vamos a ser demasiado… eh… obsequiosos, no… en fin, se da cuenta, no es la palabra… se da cuenta, ¿eh?
– Sí… -respondió Léger.
– ¿Pondrá otra cosa, eh? confío en usted… Ponga: "le rogamos"… o… en fin, usted verá…
"…tuvieran a bien hacernos saber…"
– Vamos, usted arreglará eso, ¿eh?
"…si le será posible participar en esta reunión en la cual tomarán parte igualmente S. Em. el cardenal Baudrillon, el señor Director del Látex y de Comunicaciones del Ministerio Central de Turberas y Vías de Agua, y el señor Inspector de Juegos Inocentes del Departamento del Sena. Le rogamos hacernos saber…"
– Van a ser dos "le rogamos", si se cambia la frase precedente -señaló Léger, que tenía un ojo de lince.
– En fin… eh… arreglará eso, no es cierto, le tengo confianza…
"…de hacernos saber lo más pronto posible si podrá asistir"…
– ¡Ah! no -protestó Miqueut-, su redacción no es buena…
Armándose de un lapicito directoral -de una marca reservada a los Cuadros del Consortium-, escribió entrelineas, con caracteres concisos:
"…de hacernos saber con toda urgencia" -no es cierto- "si le será posible asistir"…
– Comprende, así, en suma, es más… en fin, usted comprenderá…
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