• Пожаловаться

Marta Rivera de laCruz: En tiempo de prodigios

Здесь есть возможность читать онлайн «Marta Rivera de laCruz: En tiempo de prodigios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Marta Rivera de laCruz En tiempo de prodigios

En tiempo de prodigios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En tiempo de prodigios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela finalista del Premio Planeta 2006 Cecilia es la única persona que visita a Silvio, el abuelo de su amiga del alma, un hombre que guarda celosamente el misterio de una vida de leyenda que nunca ha querido compartir con nadie. A través de una caja con fotografías, Silvio va dando a conocer a Cecilia su fascinante historia junto a Zachary West, un extravagante norteamericano cuya llegada a Ribanova cambió el destino de quienes le trataron. Con West descubrirá todo el horror desencadenado por el ascenso del nazismo en Alemania y aprenderá el valor de sacrificar la propia vida por unos ideales. Cecilia, sumida en una profunda crisis personal tras perder a su madre y romper con su pareja, encontrará en Silvio un amigo y un aliado para reconstruir su vida.

Marta Rivera de laCruz: другие книги автора


Кто написал En tiempo de prodigios? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

En tiempo de prodigios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En tiempo de prodigios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mis padres vivían en Lugo, pero mi madre siguió aquí todo su tratamiento oncológico. No fue por capricho: en su hospital los médicos la habían desahuciado dos años antes. Ventajas de las medicina de provincias. Así que mi madre se trasladaba a Madrid cada tres meses para seguir un protocolo con el que intentaba frenar el avance de su enfermedad, y cuando se puso peor los médicos le recomendaron que no se moviera de aquí. Ella y mi padre vivían en casa de mi hermana, y cada noche yo les abandonaba con cierta sensación de culpa. Al cerrarse la puerta, en aquel piso quedaba guardado todo el dolor que se había abatido sobre las personas que amaba, y marchándome yo estaba escapando de una parte de él. Por eso me atormentaba la certeza de que la carga soportada por mi hermana era mucho más pesada que la mía.

A veces me pregunto si hubiera podido hacer las cosas de otra manera, pero no se me ocurre cómo. La casa de mi hermana era más grande que mi apartamento, y se encontraba justo enfrente del hospital donde mamá recibía las radiaciones. Además, estaba el bebé. El contacto diario con mi sobrina, con su nieta, proporcionó a mi madre sus escasos momentos de felicidad durante aquella temporada infausta. Evidentemente, se encontraba mejor en el hogar de Lidia de lo que hubiera estado en mi piso. A pesar de ello, cada vez que me iba de la casa (muchas veces pasada ya la medianoche y cuando mi madre dormía) me sentía un ser despreciable porque no podía evitar que en mí se mezclasen la culpa y el alivio ante la perspectiva de pasar unas horas de relativa libertad, dibujando hipogrifos, nereidas y musas, leyendo en silencio o, simplemente, durmiendo sin temor a que me sobresaltase en plena noche algún quejido de mi madre. Intentaba compensar la poca equidad del reparto de tareas durante el fin de semana, o preparando cantidades industriales de comida para que Lidia se viese al menos liberada del incordio de algunas tareas domésticas. Pero incluso mientras guisaba dos kilos de carne y preparaba litros de salsa para pasta, no me abandonaba la certeza de estar llevándome la mejor porción de aquel pastel amargo que había que repartir entre todos.

Aquella noche me dormí pensando en Silvio. Cuando volví a su casa, tres días después, me recibió con una sonrisa jovial que debía de ser muy parecida a la de sus mejores tiempos, y en cuanto me senté frente a él me di cuenta de que había estado mirando una foto que parecía ser más vieja que el propio mundo. Movida por la curiosidad, hubiese querido echarle un vistazo, pero Silvio no hizo ninguna oferta al respecto y la foto se quedó boca abajo, presidiendo en una posición tan poco digna la reunión de aquella tarde.

– ¿Cómo se encuentra hoy?

– Bien, señorita. Como siempre. Ya le he dicho que tengo una salud estupenda, así que no se preocupe por eso.

– Lo que me preocupa es que me llame señorita. Me da la impresión de que estoy en un internado. Prefiero que me llame Cecilia… y que me tutee.

Silvio asintió.

– Como prefieras. Cuéntame cosas de ti. ¿A qué te dedicas?

– Soy ilustradora. De libros para niños.

Silvio abrió mucho sus pequeños y arrugados ojos de galán de cine en blanco y negro.

– Qué bonito. ¿Tú tienes hijos?

– No…

– ¿Estás casada?

– Tampoco.

– ¿Y eso por qué?

Contesté encogiéndome de hombros. Debería haber respondido con la verdad: que no me habían interesado ninguno de los hombres que quisieron casarse conmigo, y que el único con el que hubiera querido hacerlo no demostró la más mínima intención de abandonar en mi favor la soltería. Pero eran muchas explicaciones sobre un tema que empezaba a aburrirme después de haberlo tratado un millón de veces con amigos, parientes indiscretos y compañeros impertinentes que creen que tienes que justificar ante ellos tu estado civil.

– Tendrás novio, al menos…

Lo decía como para aferrarse a la última posibilidad de no estar en presencia de una especie de ermitaña aquejada de una aguda misantropía.

– Pues no, Silvio, no tengo novio, ni perro, ni siquiera un pez de colores. Vivo sola. Pero no se preocupe: soy bastante normal. Simplemente, no he tenido mucha suerte en ese aspecto. Y preferiría que hablásemos de otra cosa, si no le importa.

– Te has enfadado…

– Qué va. Yo no me enfado nunca.

Era mentira, por supuesto, pero Silvio no tendría ocasión de comprobarlo porque, desde luego, no pensaba enojarme con él por mucho que me provocara. Enfadarse con un viejo es como enfadarse con un niño pequeño: una crueldad y una pérdida de tiempo.

– ¿Y usted? ¿En qué trabajaba?

Tuve la sensación de que Silvio estaba pensándose la respuesta, porque tardó un poco en contestar.

– Era escritor de novelas policíacas.

– ¿De verdad?

– Claro. Firmaba con seudónimo: Nathaniel Prytchard.

– Espere. -Acababa de recordar una colección de novela negra que mi padre conservaba de su época de soltero-. ¿No escribió usted un libro que se llamaba… ¿Quién mató a Walter… nosequé?

Silvio se animó visiblemente.

¿Quien mató a Walter Evans? Pertenece a la serie de Townsend, el detective privado. ¿Lo has leído?

– Sí… En casa de mi padre. Le encanta la literatura policíaca. Pero siempre supuse que el autor del libro era un inglés. De hecho, creo que la biografía de la solapa…

– Oh, claro, cosas del editor. Decía que era difícil llamar la atención del público con un escritor de nombre español, y posiblemente tenía razón, así que siempre firmé con seudónimo.

Aquella tarde, Silvio me contó cómo el falso Nathaniel Prytchard había vendido un montón de libros, y que incluso uno de ellos, El caso Collins , había sido llevado al cine en 1957 por una productora americana. Aquella película (dirigida por un realizador desconocido que se puso al frente de un reparto mediocre donde sólo sobresalía el nombre de Peter Lorre en una misteriosa aparición de cuatro minutos) no fue precisamente un éxito, pero a pesar de todo el señor Prytchard había cobrado dos mil dólares de la época por la cesión de derechos y tres mil más por adaptar a guión su propio texto.

– ¿Era capaz de escribir en inglés?

– Sí, sin problemas.

– ¿Donde aprendió?

– Es una historia muy larga. -Silvio me sonrió. No sé si esperaba que le animase a contarla, o si prefería aparcar aquella conversación. Quizá le costaba recordar, o no quería hacerlo. Se pasó la mano por la cara. Tenía los dedos largos, nudosos, y las uñas pulidas y perfectamente cortadas.

– Como escritor no fui gran cosa… -dijo al fin-. Era un trabajo para sobrevivir. En ese sentido, no puedo quejarme: gané mucho dinero y lo invertí bien. La vejez es más fácil si uno no tiene que hacer números para llegar a fin de mes.

– ¿Cuándo dejó de escribir?

– Hace unos veinte años, en cuanto descubrí que podía vivir de las rentas. Y no, no lo echo de menos, si es eso lo que vas a preguntarme. La literatura no me entusiasmaba. Escribía libros como hubiera podido hacer chorizos.

Parecía el discurso de un cínico, pero Silvio no lo era. Hablaba de sí mismo con una distancia admirable, como si la tarea literaria del señor Nathaniel Prytchard nada tuviese que ver con la suya, como si el personaje del escritor hubiese sido en realidad alguien a su servicio del que prescindió en cuanto dejó de resultarle necesario. Silvio me contó después que fueron muy pocos los que conocieron la identidad del creador del detective Townsend, y que incluso muchos de sus allegados nunca sospecharon cuál era su verdadera profesión.

– ¿Y a qué creían que se dedicaba?

– Oh, les decía «tengo negocios», sin dar más explicaciones. -Frunció el ceño-. Aquéllos eran otros tiempos. Entonces a la gente sólo le importaba que tuvieses dinero, y no de dónde lo sacabas. Ahora sería distinto: si alguien no puede justificar sus ingresos, empiezan a decir que se dedica a vender drogas o al tráfico de armas.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En tiempo de prodigios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En tiempo de prodigios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «En tiempo de prodigios»

Обсуждение, отзывы о книге «En tiempo de prodigios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.