Marta Rivera de laCruz - En tiempo de prodigios

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La novela finalista del Premio Planeta 2006 Cecilia es la única persona que visita a Silvio, el abuelo de su amiga del alma, un hombre que guarda celosamente el misterio de una vida de leyenda que nunca ha querido compartir con nadie. A través de una caja con fotografías, Silvio va dando a conocer a Cecilia su fascinante historia junto a Zachary West, un extravagante norteamericano cuya llegada a Ribanova cambió el destino de quienes le trataron. Con West descubrirá todo el horror desencadenado por el ascenso del nazismo en Alemania y aprenderá el valor de sacrificar la propia vida por unos ideales. Cecilia, sumida en una profunda crisis personal tras perder a su madre y romper con su pareja, encontrará en Silvio un amigo y un aliado para reconstruir su vida.

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– Elijah ha ido a visitarlas varias veces. Están bastante bien. Tendré que ponerme en contacto con Hannah para darle las malas noticias. Le resultará duro saber que Ithzak ha muerto, pero es mejor así. Espero que ahora se decida a rehacer su vida. Está muy guapa, ¿sabes? Elijah dice que la mitad de los hombres de Baltimore quieren casarse con ella.

Un criado retiró la bandeja de los bocadillos y nos trajo dulces y café. Zachary sirvió las tazas.

– ¿Y qué me cuentas de ti, Zachary? ¿Qué es eso de que has dejado la embajada? ¿Y por qué dices que no te gusta la política, si recuerdo que no había nada que te interesara más? ¿De verdad trabajas para una corporación?

Mi amigo dejó en la mesa la taza de café que sostenía, y luego me miró gravemente.

– Han cambiado algunas cosas. Silvio… Hace seis años te pedí una ayuda que me negaste… Entonces tenías tus motivos y sé que ahora piensas de forma diferente. Por eso estás aquí. Pero quiero saber si esta vez puedo contar contigo, porque te necesito de nuevo.

– Estoy a tus órdenes.

– Ni siquiera sabes lo que voy a pedirte.

– Da igual.

– Entonces, escucha…

Supongo que ya lo habrás adivinado, pero Zachary West era un espía. Había empezado a trabajar para los servicios secretos de su país al término de la primera guerra mundial. Su cargo en la embajada americana de Madrid era una tapadera cómoda que le permitía viajar sin problemas por España y por otros lugares de Europa, y la lesión de su pierna (en realidad, bastante menos aparatosa de lo que pensábamos todos) le convertía a los ojos de los demás en un inofensivo lisiado ideal para no levantar sospechas. Según me contó, en un principio se le encomendaron misiones más bien sencillas, hasta que un día de 1926, en mitad de la noche, recibió la visita de uno de sus superiores americanos. Querían encargarle un trabajo de mayor enjundia e iban a enviarle a Alemania. Fue entonces cuando se produjo el misterioso traslado de Elijah a Ribanova. Por primera vez, Zachary tuvo la sensación de que su vida podía correr peligro, y por eso prefirió no dejar a su hijo a merced de los acontecimientos. Si algo malo ocurría, Elijah estaría mejor en nuestra casa que con media docena de criados. Recordé con una sonrisa aquellas cartas sin sobre que mi padre entregaba al bueno de Elijah, y cómo yo había tramado un plan para interceptar la correspondencia de mi amigo y averiguar así el lugar exacto en el que se encontraba su padre.

Zachary West había sido enviado a Alemania para hacer un seguimiento de la actividad del partido nazi. Durante años viajó regularmente al país para elaborar larguísimos memorándums que recogían nombres concretos e informaciones oficiales, pero también comentarios escuchados en fiestas y rumores que circulaban por los cafés. Aquellas idas y venidas se sucedieron hasta la victoria electoral de Hitler, que no sorprendió a nadie que estuviese al tanto de los entresijos de la política alemana: la extrema popularidad de la que gozaba el partido nazi tenía que reflejarse en las urnas.

Durante sus viajes a Berlín, Zachary había conocido de primera mano los planes antisemitas de Hitler, y pudo así anticiparse y colaborar con algunas asociaciones americanas de judíos que aconsejaron a los suyos abandonar Alemania cuanto antes. Después, cuando estalló la guerra, mi amigo siguió trabajando para los servicios secretos, esta vez proporcionando apoyo material a la resistencia en Francia. Ahora acababa de incorporarse a su nuevo destino en Madrid para pasar información sobre el gobierno de Franco. Estaba oficialmente desvinculado de cualquier labor diplomática, y se le había buscado una nueva tapadera profesional: era representante en España de una compañía aeronáutica propiedad del magnate Howard Hughes.

– No puedes imaginar la libertad de movimientos y las posibilidades de husmear en todos los ambientes que tienen en este país los hombres de negocios.

Imaginé que Zachary West iba a pedirme alguna cosa relacionada con el ministerio: papeles, contactos, qué se yo. Decidí que pondría a su disposición cualquier documento que solicitara. En cuarenta y ocho horas, lo que había sido mi vida en los últimos años había dado un vuelco completo. Muchas cosas habían dejado de importarme, y experimentaba un deseo acuciante de volver a formar parte de un mundo al que había renunciado. Quería que Zachary recuperase la confianza en mí. Quería volver a ver a Elijah, quería escribir a Hannah Bilak una carta larguísima en mi inglés oxidado que ahora, ya sí, ella podría leer. Todo lo demás había perdido trascendencia. Se me estaba dando la oportunidad de recuperar mi pasado.

– Muy bien. Dime qué necesitas del ministerio. Te advierto que no soy un personaje influyente, pero estoy bien considerado y puedo conseguir…

A pesar de la oscuridad, pude ver que Zachary abría los ojos en señal de sorpresa.

– ¿Qué estás diciendo? No se trata de eso. Mi trabajo en los servicios secretos es asunto mío, y jamás te comprometería en él. No tienes ninguna obligación con la inteligencia estadounidense. Te he contado esto para ponerte en antecedentes. Pero en los últimos tiempos me he buscado una ocupación que se complementa con mi labor para los servicios secretos y que ejerzo, digámoslo así, de forma oficiosa. Y es ahí donde puedes ayudarme.

Me sentía completamente despistado.

– Verás… hace algunos meses que manejo informaciones fiables acerca de los planes de muchos jefes nazis que no fueron detenidos tras la victoria aliada. Algunos de ellos piensan establecerse en España. El gobierno de Franco va a convertir tu país en una especie de santuario para miembros del partido y altos mandos de las SS.

– Pero eso no es posible, Zachary… en cuanto se sepa lo que ha ocurrido en los campos, cuando se publiquen esas fotos, no creo que nadie esté dispuesto a ofrecer asilo a…

– No seas ingenuo, Silvio. Los españoles tardarán muchos años en poder ver imágenes de Auschwitz. Además, Franco y los suyos estaban al tanto de la existencia de los campos de exterminio. Incluso de la presencia de compatriotas en ellos. Se intentó presionar a Serrano Súñer para que solicitase la liberación de los presos republicanos españoles que se encontraban en Mauthausen o en Treblinka, pero fue inútil. El gobierno de Franco se ha dado la mano con Adolf Hitler demasiadas veces. Y ahora que las cosas se han complicado para los alemanes, sus amigos españoles están preparándoles un retiro tranquilo.

Zachary West me contó que estaban constituyéndose distintas organizaciones con el propósito de localizar a los miembros del partido nazi, los oficiales de las SS o los agentes de la Gestapo que permanecían ocultos desde el final de la guerra. Muchos habían conseguido llegar a Suiza. Otros estaban en Austria, en Italia, en Francia. Algunos tenían una nueva identidad, pero otros estaban camino de empezar otra vida sin ni siquiera cambiarse el nombre. Lo que West y los suyos pretendían era identificar a los criminales huidos y ponerlos a disposición de la justicia, pues sabían que las administraciones de muchos países estarían dispuestas a colaborar para detener a los antiguos nazis que se encontrasen en sus territorios. Pero no esperaban semejante ayuda por parte de Franco.

– Precisamente ahí entro yo. En España habrá que hacer las cosas de otro modo. En primer lugar, actuaremos desde la clandestinidad. Y me temo que habrá que utilizar métodos que a veces serán no del todo ortodoxos. ¿Me sigues?

– Más o menos.

– Silvio, dentro de unos meses el gobierno de Franco empezará a tramitar permisos de residencia y visados especiales que se entregarán a capitostes del partido nazi y a altos oficiales de las SS. Mucha documentación pasará por tu ministerio. Necesito que me tengas informado de todo lo concerniente a esas personas: dónde piensan instalarse, si se les va a dar una identidad nueva, si van emprender negocios… cualquier cosa que nos sirva para tenerles controlados mientras se encuentren aquí. ¿Podrás hacerlo?

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