Array Array - La guerra del fin del mundo
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - La guerra del fin del mundo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La guerra del fin del mundo
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La guerra del fin del mundo: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra del fin del mundo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La guerra del fin del mundo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra del fin del mundo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¿Ingleses? —exclama el cura, desorbitado—. Nunca vi un extranjero en Canudos, sólo la gente más humilde y más pobre. Qué hacendado ni político pondría los pies entre tanta miseria. Se lo aseguro, señor. Hay gente venida de lejos, desde luego. De Pernambuco, del Piauí. Es una de las cosas que me sorprenden. Cómo tanta gente ha podido…
—¿Cuanta? —le interrumpe el Coronel y el curita respinga.
—Miles —murmura—. Cinco, ocho mil, no sé. Los más pobres, los más desamparados. Se lo dice alguien que ha visto mucha miseria. Aquí abundan, con la sequía, las epidemias. Pero allá parece que se hubieran dado cita, que Dios los hubiera congregado.
Enfermos, inválidos, todas las gentes sin esperanza, viviendo unos encima de otros. ¿No era mi obligación de sacerdote estar con ellos?
—Siempre ha sido política de la Iglesia Católica estar donde cree que está su conveniencia —dice Moreira César—. ¿Fue su Obispo quien le ordenó ayudar a los revoltosos?
—Y, sin embargo, pese a la miseria, esa gente es feliz —balbucea el Padre Joaquim como si no lo hubiera oído. Sus ojos revolotean entre Moreira César, Tamarindo y Cunha Matos—. La más feliz que he visto señor. Es difícil admitirlo, también para mí. Pero es así, es así. El les ha dado una tranquilidad de espíritu, una resignación a las privaciones, al sufrimiento, que es algo milagroso.
—Hablemos de las balas explosivas —dice Moreira César—. Entran en el cuerpo y revientan como una granada, abriendo cráteres. Los médicos no habían visto heridas así en el Brasil. ¿De dónde salen? ¿Algún milagro, también?
—No sé nada de armas —balbucea el Padre Joaquim—. Usted no lo cree, pero es cierto, Excelencia. Se lo juro por el hábito que visto. Ocurre algo extraordinario allá. Esa gente vive en gracia de Dios.
El Coronel lo mira con sorna. Pero, en un rincón, el periodista miope ha olvidado la sed y se halla pendiente de las palabras del párroco, como si lo que dice fuera para él de vida o muerte.
—¿Santos, justos, bíblicos, elegidos de Dios? ¿Eso es lo que debo tragarme? —dice el Coronel—. ¿Eso son los que queman haciendas, asesinan y llaman Anticristo a la República?
—No me hago entender, Excelencia —chilla el prisionero—. Han cometido actos terribles, desde luego. Pero, pero…
—Pero usted es su cómplice —murmura el Coronel—. ¿Qué otros curas los ayudan?
—Es difícil de explicar —baja la cabeza el párroco de Cumbe—. Al principio, iba a decirles misa y jamás vi fervor igual, una participación así. Extraordinaria la fe de esa gente, señor. ¿No era pecado volverles la espalda? Por eso seguí yendo, pese a la prohibición del Arzobispo. ¿No era pecado dejar sin sacramentos a quienes creen como no he visto creer a nadie? Para ellos la religión lo es todo en la vida. Le estoy abriendo mi conciencia. Yo sé que no soy un sacerdote digno, señor.
El periodista miope quisiera, de pronto, tener consigo un tablero, su pluma, su tintero, sus papeles.
—Tuve una conviviente, hice vida marital muchos años —balbucea el cura de Cumbe—. Tengo hijos, señor.
Queda cabizbajo, temblando, y es seguro, piensa el periodista miope, que no percibe la risita del Mayor Cunha Matos. Piensa que seguramente está rojo de rubor bajo la costra de tierra que le embadurna la cara.
—Que un cura tenga hijos no me quita el sueño —dice Moreira César—. Sí, en cambio, que la Iglesia Católica esté con los facciosos. ¿Qué otros sacerdotes ayudan a Canudos?
—Y él me dio una lección —dice el Padre Joaquim—. Ver cómo era capaz de vivir prescindiendo de todo, consagrado al espíritu, a lo más importante. ¿Acaso Dios, el alma, no deberían ser lo primero?
—¿El Consejero? —pregunta Moreira César, con sarcasmo—. ¿Un santo, sin duda?
—No lo sé, Excelencia —dice el prisionero—. Me lo pregunto todos los días, desde que lo vi entrar en Cumbe, hace ya muchos años. Un loco, pensaba al principio, como la jerarquía. Vinieron unos Padres capuchinos, mandados por el Arzobispo, a averiguar. No entendieron nada, se asustaron, también dijeron que era loco. ¿Pero cómo se explica entonces, señor? Esas conversiones, esa serenidad de espíritu, la felicidad de tantos miserables.
—¿Y cómo se explican los crímenes, la destrucción de propiedades, los ataques al Ejército? —lo interrumpe el Coronel.
—Cierto, cierto, no tienen excusa —asiente el Padre Joaquim—. Pero ellos no se dan cuenta de lo que hacen. Es decir, son crímenes que cometen de buena fe. Por amor de Dios, señor. Hay una gran confusión, sin duda.
Aterrado, mira en derredor, como si hubiera dicho algo que podría provocar una tragedia.
—¿Quiénes han inculcado a esos infelices que la República es el Anticristo? ¿Quién ha convertido esas locuras religiosas en un movimiento militar contra el régimen? Eso es lo que quiero saber, señor cura. —Moreira César sube la voz, que suena destemplada—. ¿Quién ha puesto a esa pobre gente al servicio de los políticos que quieren restaurar la monarquía en el Brasil?
—Ellos no son políticos, no saben nada de política —chilla el Padre Joaquim—. Están contra el matrimonio civil, por eso lo del Anticristo. Son cristianos puros, señor. No pueden entender que haya matrimonio civil cuando existe un sacramento creado por Dios…
Pero enmudece, después de emitir un gruñido, porque Moreira César ha sacado la pistola de su cartuchera. La descerroja, calmado, y apunta al prisionero en la sien. El corazón del periodista miope parece un bombo y las sienes le duelen del esfuerzo que hace por contener el estornudo.
— ¡No me mate! ¡No me mate, por lo que más quiera, Excelencia, señor!
—Se ha dejado caer de rodillas.
—Pese a mi advertencia, nos hace perder tiempo, señor cura —dice el Coronel.
—Es verdad, les he llevado medicinas, provisiones, les he hecho encargos —gime el Padre Joaquim—. También explosivos, pólvora, cartuchos de dinamita. Los compraba para ellos en las minas de Cacabú. Fue un error, sin duda. No lo sé, señor, no pensé. Me causa tanto malestar, tanta envidia, por esa fe, esa serenidad de espíritu que nunca he tenido. ¡No me mate!
—¿Quiénes los ayudan? —pregunta el Coronel—. ¿Quiénes les dan armas, provisiones, dinero?
—No sé quiénes, no sé —lloriquea el cura—. Es decir, sí, muchos hacendados. Es la costumbre, señor, como con los bandidos. Darles algo para que no ataquen, para que se vayan a otras tierras.
—¿También de la hacienda del Barón de Cañabravas reciben ayuda? —lo interrumpe Moreira César.
—Sí, supongo que también de Calumbí, señor. Es la costumbre. Pero eso ha cambiado, muchos se han ido. Jamás he visto a un terrateniente, a un político o a un extranjero en Canudos. Sólo a miserables, señor. Le digo todo lo que sé. Yo no soy como ellos, no quiero ser mártir, no me mate. Se le corta la voz y rompe en llanto, encogiéndose.
—En esa mesa hay papel —dice Moreira César—. Quiero un mapa detallado de Canudos. Calles, entradas, cómo está defendido el lugar.
—Sí, sí —gatea hacia la mesita plegable el Padre Joaquim—. Todo lo que sepa, no tengo por qué mentirle.
Se encarama en el asiento y comienza a dibujar. Moreira César, Tamarindo y Cunha Matos lo rodean. En su rincón, el periodista del Jornal de Noticias siente alivio. No verá volar en pedazos la cabeza del curita. Divisa su perfil ansioso mientras dibuja el mapa que le han pedido. Lo oye responder atropelladamente a preguntas sobre trincheras, trampas, caminos cortados. El periodista miope se sienta en el suelo y estornuda, dos, tres, diez veces. La cabeza le revolotea y vuelve a sentir, compulsiva, la sed. El Coronel y los otros oficiales hablan con el prisionero sobre «nidos de fusileros» y «puestos de avanzada» —éste no parece entender bien qué son — y él abre su cantimplora y bebe un largo trago, pensando que ha violentado una vez más su horario. Distraído, aturdido, desinteresado, oye discutir a los oficiales sobre los confusos datos que les da el párroco y al Coronel explicar dónde se instalarán las ametralladoras, los cañones, y en qué forma deben desplegarse las compañías para encerrar a los yagunzos en una tenaza. Lo oye decir:
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La guerra del fin del mundo»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra del fin del mundo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La guerra del fin del mundo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.