Array Array - Los cuadernos De don Rigoberto

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los cuadernos De don Rigoberto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los cuadernos De don Rigoberto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los cuadernos De don Rigoberto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los cuadernos De don Rigoberto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los cuadernos De don Rigoberto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Volvió al local de marras y ahí seguían bailando la mulata y Rosaura, el falso varón. Ahora, para su dicha, se manoseaban descaradamente y también se besaban en la boca. Pero, cómo: ¿no eran reacias las profesionales a ofrecer los labios a sus clientes? Sí, pero ¿acaso había obstáculo que Rosaura–Lucrecia no pudiera vencer? ¿Cómo había conseguido que la gran mulata abriera esa bocaza de gruesos labios bermejos y recibiera la visita sutil de su lengua serpentina? ¿Le habría ofrecido dinero? ¿La habría excitado? No importaba cómo, lo importante era que esa lengua dulce y blanda, casi líquida, estaba ahí, en la boca de la mulata, ensalivándola y absorbiendo la saliva —que imaginó espesa y olorosa— de esa exuberante mujer.

Y, entonces, lo distrajo la pregunta: ¿por qué Rosaura? Rosaura era también un nombre de mujer. Si se trataba de camuflarla por completo, como había hecho con su cuerpo abrigándolo con ropas de varón, preferible llamarla Carlos, Juan, Pedro, Nicanor. ¿Por qué, Rosaura? Casi inconscientemente se había levantado de la cama, puesto bata y zapatillas y mudado a su estudio. No necesitaba ver el reloj para saber que pronto asomarían en las tinieblas, como saliendo del mar, las lucecitas del amanecer. ¿Conocía él alguna Rosaura de carne y hueso? Buscó y fue categórico: ninguna. Era, pues, una Rosaura imaginaria, venida a aposentarse en su sueño sobre Lucrecia y a fundirse con ella, esta noche, desde la página olvidada de una novela o desde algún dibujo, óleo, grabado, que tampoco recordó. En todo caso, el nombre postizo seguía allí, adherido a Lucrecia, como ese traje de varón que habían comprado esa misma tarde en una tienda de la Zona Rosa, entre risas y cuchicheos, una vez que él preguntó a Lucrecia si accedería a materializar su fantasía y ella —«como siempre, como siempre»— dijo sí. Ahora, Rosaura era un nombre tan real como esa parejita que, cogida del brazo —la mulata y Lucrecia eran casi de la misma altura— había dejado de bailar y se acercaba a la mesa. Se levantó a recibirlas y, ceremonioso, extendió la mano a la mulata.

—Hola, hola, mucho gusto, asiento.

—Me muero de sed —dijo la mulata, abanicándose con las dos manos—. ¿Pedimos algo?

—Lo que tú quieras, amorcito —le dijo Rosaura–Lucrecia, en el acto, acariciándole la barbilla y llamando a un mozo—. Pide, pide tú.

—Una botella de champagne —ordenó la mulata con una sonrisa de triunfo—. ¿De veras, te llamas Rigoberto? ¿O es tu nombre de guerra?

—Así me llamo. Un nombrecito algo raro ¿no?

—Rarísimo —asintió la mulata, mirándolo como si en vez de ojos tuviera dos tizones llameantes en la cara redonda—. Bueno, al menos, es original. Tú también eres bastante original, la verdad. ¿Quieres saber una cosa? Nunca he visto unas orejas y una nariz como las tuyas. ¡Qué enormes, madre mía! ¿Me dejas que te las toque? ¿Me permites?

A don Rigoberto, el pedido de la mulata —alta, ondulante, ojos incandescentes, cuello largo, hombros fuertes y una bruñida piel que destacaba con el vestido amarillo canario de amplio escote— lo dejó mudo, sin ánimos siquiera para responder con una broma a lo que parecía una demanda muy seria. Lucrecia–Rosaura vino a socorrerlo:

—Todavía no, amorcito —dijo a la mulata, pellizcándole la oreja—. Cuando estemos solos, en el cuarto, le tocarás todo lo que se te antoje.

—¿Vamos a estar solos los tres en un cuarto? —se rió la mulata, revolviendo los ojos de sedosas pestañas postizas—. Gracias por ponerme al tanto. ¿Y qué voy a hacer yo sola con ustedes dos, angelitos? No me gustan los números impares. Lo siento. Puedo llamar a una amiga y así seremos dos parejas. Yo sola con dos, ni muerta.

Pero, cuando el mozo trajo la botella de lo que él llamaba champagne y era un espumante dulzón con reminiscencias de trementina y alcanfor, la mulata (dijo que se llamaba Estrella) pareció autoanimarse con la idea de pasar el resto de la noche con la desigual pareja, e hizo bromas, lanzó risotadas y distribuyó amables manazos entre don Rigoberto y Rosaura–Lucrecia. De tanto en tanto, como un estribillo, volvía a burlarse de «las orejas y la nariz del caballero», a las que miraba con una fascinación impregnada de misteriosa codicia.

—Con unas orejas así, uno debe oír más que las personas normales —decía—Y, con semejante nariz, oler lo que no huele el común de los hombres.

«Probablemente», pensó don Rigoberto. ¿Y si fuera cierto? ¿Si él, gracias a la munificencia de esos dos órganos, viera más y oliera mejor que sus congéneres? No le gustaba el sesgo cómico que iba tomando la historia —su deseo, avivado hacía un momento, decaía, y no lograba reanimarlo, pues, por culpa de las burlas de Estrella, su atención se apartaba de Lucrecia–Rosaura y la mulata para concentrarse en sus desproporcionados adminículos auditivo y nasal. Trató de quemar etapas, saltando por encima de la negociación con Estrella que duró lo que aquella botella de supuesto champagne, de los trámites para que la mulata saliera de la boîte —hubo de canjear una ficha con un billete de cincuenta dólares—, del gargantoso taxi aquejado de temblores de terciana y del registro en el hediondo hotel — Cielito lindo decía el letrero luminoso en rojo y azul de su fachada— y de la negociación con el recepcionista bizco que se hurgaba las narices, para que los dejara ocupar un solo cuarto. Aplacar sus temores a que la policía hiciera una redada y multara al establecimiento por alquilar un dormitorio a un trío, costó a don Rigoberto otros cincuenta dólares.

En el mismo momento en que cruzaron el umbral de la habitación, y, bajo la endeble luz del mismo foco, apareció la cama de dos plazas cubierta con una colcha azulada junto a la cual había un lavador, una palangana con agua, una toalla, un rollo de papel higiénico y una desportillada bacinica —el bizco acababa de irse, entregándoles la llave y cerrando tras él la puerta—, don Rigoberto recordó: ¡Por supuesto! ¡Rosaura! ¡Estrella! Se dio un golpe en la frente, aliviado. ¡Naturalmente! Esos nombres venían de aquella función madrileña de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Y una vez más sintió en el fondo de su corazón brotar, como un surtidor de agua clara, un tierno sentimiento de gratitud hacia esas profundidades de la memoria de las que inagotablemente estaban manando sorpresas, imágenes, fantasmas, sugerencias, para dar cuerpo, escenario y anécdota a los sueños con que se defendía de la soledad, de la ausencia de Lucrecia.

—Desnudémonos, Estrella —decía Rosaura, levantándose, sentándose—. Te vas a llevar la sorpresa de tu vida, así que prepárate.

—No me quito el vestido si no le toco antes la nariz y las orejas a tu amigo — repuso Estrella, esta vez muy seria—. No sé por qué, pero las ganas de tocárselas me comen vivita.

Esta vez, en lugar de encolerizarse, don Rigoberto se sintió halagado.

Había sido una función que doña Lucrecia y él vieron en un teatro de Madrid, en su primer viaje a Europa a los pocos meses de casados, una representación tan anticuada de La vida es sueño que hasta risas desembozadas se oyeron en la oscuridad de la platea durante la obra. El flaco y espigado actor que encarnaba al príncipe Segismundo era tan malo, su voz tan engolada y se lo veía tan abrumado por el papel, que el espectador — «bueno, este espectador», matizó don Rigoberto— se sentía inclinado a ser benevolente con su cruel y supersticioso padre, el rey Basilio, por haberlo tenido encadenado toda su niñez y juventud, como fiera feroz, en esa solitaria torre, temeroso de que se cumplieran con ese hijo, si subía al trono, los cataclismos que los astros y su ciencia matemática habían predicho. Todo había sido pobre, tremebundo y torpe en aquella función. Y, sin embargo, don Rigoberto recordó clarísimamente que la aparición de la joven Rosaura, vestida de hombre, en la primera escena, y, más tarde, con espada al cinto, lista para entrar en la batalla, le llegó al alma. Ahora sí, estaba seguro de haber sido visitado desde entonces, varias veces, por la tentación de ver alguna vez a Lucrecia ataviada con botas, sombrero emplumado, casaca de guerrero, a la hora del amor. ¡La vida es sueño! Pese a ser espantosa aquella función, execrable su director, peores los actores, no sólo esa actricilla había perdurado en su memoria e inflamado muchas veces sus sentidos. Además, algo en la obra lo había intrigado, porque —el recuerdo era inequívoco— lo indujo a leerla, algún tiempo después. Algunas notas deberían quedar de esa lectura. A cuatro patas sobre la alfombra del estudio, don Rigoberto revisó y descartó cuaderno tras cuaderno. Éste no, éste no. Tenía que ser éste. Este era el año.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los cuadernos De don Rigoberto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los cuadernos De don Rigoberto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los cuadernos De don Rigoberto»

Обсуждение, отзывы о книге «Los cuadernos De don Rigoberto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x