Array Array - Lituma en los Andes

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Lituma en los Andes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lituma en los Andes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lituma en los Andes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lituma en los Andes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lituma en los Andes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Trató de decirle que todo este tiempo había estado averiguando por ella. Trató de preguntarle qué había pasado con ese hijo que estaba esperando, si había nacido albino como él. Pero no le salió la voz. Ellos hablaron largo rato, cambiaron ideas en español y en quechua. Le hicieron preguntas que no supo contestar. Cuando vio que habían tomado una decisión sobre su suerte, tuvo una sensación de irrealidad. Ahí estaba, pues, la mujer a la que había buscado tantos años. Se acercaba a él con la escopeta apuntándole a la cabeza. Y Casimiro estuvo seguro de que la mano no le temblaría al disparar.

— Guardia civil, guardia civil–dijo Mercedes-. Lo último que se me hubiera pasado por la cabeza es que fueras un cachaco de esos que dirigen el tránsito.

— Ya sé que conmigo has bajado de nivel–repuso el muchacho-. Pero no te preocupes, con una mujer como tú a mi lado llegaré muy lejos.

— Si alguna vez te viera vestido de guardia civil me moriría de vergüenza–dijo ella.

— ¿Por qué nos tenía en tan mal concepto? — gruñó Lituma.

— Por qué va a ser–suspiró Tomasito-. Por la miseria que ganamos.

Habían salido de Huánuco cerca de las seis, con una hora de atraso, y ellos ocupaban los dos asientos de adelante del viejo Dodge, junto al chofer. Atrás se apiñaban cuatro pasajeros, entre ellos una señora que gemía «Ay, Jesús» con cada bache. El chofer llevaba una gorrita hundida hasta las orejas y una bufanda le cubría la boca de modo que casi no se le divisaba la cara. Tenía puesta la radio a todo volumen, así que lo que Carreño y Mercedes se decían al oído no lo escuchaban los demás. A medida que el colectivo iba trepando la Cordillera, la radio se oía peor y la música naufragaba entre pitos y zumbidos. — Tan apretaditos como iban, aprovecharías para toquetearla–comentó Lituma.

— Me hablas para tener un pretexto y poder besarme en el cuello–dijo ella, hablándole también con la boca. pegada en el oído.

— ¿Te molesta? — susurró él, frotándole los labios despacito en el contorno de la oreja.

— Esas pachamancas en los autos son cojonudas–sentenció Lituma.

— Me haces cosquillas . — dijo ella-. El chofer debe creerme una idiota que se ríe y se ríe todo el tiempo.

— Es que para ti el amor no es cosa seria–volvió a besarla Carreño.

— Prométeme que nunca más en la vida te pondrás el uniforme de cachaco–dijo Mercedes-. Mientras estemos juntos, por lo menos.

— Te prometo todo lo que me pidas–se acarameló el muchacho.

— Y ya ves–suspiró Lituma-. Te lo volviste a poner, y aquí ni siquiera puedes quitártelo. Morirás con las botas puestas, Tomasito. ¿Viste ese peliculón?

Carreño le tenía pasado el brazo por los hombros y trataba de amortiguar con su cuerpo los respingos que el Dodge hacía dar a Mercedes. Oscurecía de prisa y comenzaba a hacer frío. Se habían puesto las chompas de alpaca que compraron en Huánuco, pero uno de los cristales del vehículo estaba rajado y por el hueco se colaba un vientecito helado. El chofer terminó por apagar la radio, ya inaudible.

— No es que crea que va a pasar nada–dijo, hablando fuerte, detrás de la bufanda-. Pero mi obligación es advertirles. Hay muchos asaltos en esta ruta últimamente.

Ninguno de los pasajeros hizo comentario alguno, pero la atmósfera del vehículo se espesó, como una leche que se corta. Carreño sintió que Mercedes se ponía rígida.

— Y lo más probable es que a los dos nos lleven a la tumba con los uniformes puestos, Tomasito. ¿No te cansas a veces de esperarlos? ¿No piensas a veces: «Que vengan de una vez y que termine esta maldita guerra de nervios>?

— ¿Y eso qué quiere decir? — preguntó, por fin, en el asiento de atrás, la señora de las exclamaciones-. ¿Que estamos en peligro?

— Espero que no–replicó el chofer-. Pero tengo el deber de prevenirlos.

— ¿Y en ese caso, qué? — preguntó otro pasajero.

— En ese caso, lo mejor es no ponerse respondones–sugirió el chofer-. Ésa es mi recomendación, al menos. Los que asaltan van armados y con el dedo en el gatillo.

— O sea, les damos todo lo que tenemos, como mansos corderitos–dijo la señora, irritada-. Aunque nos quedemos con una mano atrás y otra adelante. Qué buen consejo, caracho.

— Si quiere dárselas de heroína, allá usted–dijo el chofer-. Yo sólo doy una opinión.

— Usted está asustando a los pasajeros–intervino Carreño-. Una cosa es un consejo y otra meter miedo a la gente.

El chofer ladeó un poquito la cabeza para mirarlo.

— No es que quiera asustar a nadie–afirmó-. Sólo que me han asaltado tres veces ya, y en la última me partieron la rodilla de un combazo.

Hubo un largo silencio, entrecortado por los ronquidos y espasmos del motor y los sonidos metálicos de la carrocería sacudida por los huecos y piedras del camino.

— No sé por qué hace usted un trabajo tan peligroso, entonces comentó un pasajero que hasta ahora no había hablado.

— Por la misma razón que viajan ustedes a Lima por tierra, sabiendo que. es peligroso–dijo el chofer-. Por necesidad.

— Maldita la hora en que vine a Tingo María, maldita la hora en que acepté la invitación de ese baboso–susurró Mercedes en el oído del muchacho-. Me iba muy bien, tenia para comprarme ropa, en el show del Vacilón me divertía, era independiente.. Y, ahora, perseguida y arrejuntada con un guardia civil.

— Era tu destino–la volvió a besar en la oreja el muchacho, sintiendo que ella se estremecía-. Aunque no te lo creas, ahora comienza la mejor parte de tu vida. ¿Sabes por qué? Porque estamos juntos. ¿Y quieres que te diga una cosa?

— Yo siempre esperando cositas ricas, plancitos, manoseos, polvos que me distraigan del ayuno forzoso, y tú siempre yéndote por lo romántico–se quejó Lituma-. No tienes remedio, Tomasito.

— ¿Cuál? — susurró ella.

— Juntos hasta que la muerte nos separe–le mordisqueó Carreño el borde de la oreja y Mercedes se rió, fuerte.

— ¿No estarán ustedes en viaje de novios, por casualidad? — les lanzó una ojeada el chofer.

— Acabamos de casarnos–confirmó al instante Carreño-. ¿Cómo lo adivinó?

— Mi sexto sentido–se rió el chofer-. Y por tantos besitos que se dan.

Alguien se rió en el asiento de atrás y un pasajero murmuró: «Felicitaciones a los novios». Carreño apretó a Mercedes contra él y, besándola, le susurró:

— Ya eres mi mujercita ante todo el mundo. Ya no podrás librarte nunca de mí.

— Si me sigues haciendo cosquillas me cambio de sitio–susurró ella-. Me estoy haciendo pis de la risa.

— Pagaría cualquier cosa por ver a una hembrita haciendo pis–mugió Lituma, estremeciendo el catre-. Nunca se me ocurrió, maldita sea. Y ahora que me provoca, no hay hembras a la vista.

— Tendrías que ir en la maletera–dijo Carreño-. Bueno, te doy un recreo. Diez minutos sin besarte. Puedes dormirte en mi hombro, como en el camión. Te despertaré si nos asaltan.

— Se ponía bueno con eso del pipí y tú la mandas a dormir–protestó Lituma-. Ay, qué desgracia.

— Qué gracioso eres, cachaquito–dijo ella, acomodándose.

— Nadie podrá estropear nuestra luna de miel–dijo el muchacho.

La carretera estaba vacía; de rato en rato cruzaban un aparatoso camión que obligaba al Dodge a salirse del camino. No llovía, pero el cielo estaba encapotado y, en vez de estrellas, un tenue resplandor difuminaba los contornos de algunas nubes plomizas y el horizonte de cumbres y crestas de nieve. Carreño fue adormeciéndose.

— Me despertó un brillo que me hirió en los ojos y una voz que decía: «Documentos» — continuó el guardia-. Luchando contra el aturdimiento, me palpé la cintura y el revólver estaba donde debía.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lituma en los Andes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lituma en los Andes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lituma en los Andes»

Обсуждение, отзывы о книге «Lituma en los Andes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x