No tuve corazón para quedarme en la era viendo cómo lo sacrificaban, así que seguí mi camino hacia Xinfeng. Pero andando, andando, no conseguía quitarme ese buey de la cabeza. Él sabía que iba a morir, tenía un charco de lágrimas debajo de la cabeza.
Cuando más avanzaba, peor me sentía. Y al final pensé: «Lo compro, y no se hable más.» Volví a toda prisa a la era. Ya le habían atado las patas. Me abrí paso a empujones hasta el hombre del cuchillo.
– Ten piedad, véndeme este buey -le dije.
El hombre del torso desnudo estaba probando el filo con los dedos. Se quedó un buen rato mirándome.
– ¿Qué has dicho? -preguntó al fin.
– Que quiero comprar este buey -dije yo.
Se rió a carcajada limpia, y todos los del corro estallaron a risotadas con él. Yo sabía que se estaban riendo de mí. Me saqué el dinero que llevaba encima y se lo puse en la mano.
– Cuéntalo.
El hombre del torso desnudo se quedó patidifuso, mirándome y remirándome, rascándose la nuca.
– ¿De verdad lo quiere comprar? -me preguntó.
No dije nada. Me puse en cuclillas para desatar las patas del buey. Luego, en pie, le di unas palmadas en la cabeza. El animal resultó ser muy listo, se dio cuenta de que ya no iba a morir, y se levantó de golpe, dejando de llorar.
– Cuenta el dinero -dije al hombre mientras agarraba la cuerda.
El tipo se puso el fajo de billetes delante de los ojos, como si comprobara el grosor.
– No lo cuento. Llévate el buey.
Y me lo llevé. Oí detrás de mí las risotadas de la gente.
– Hoy sí que he hecho buen negocio -decía el hombre-, hoy sí que he hecho buen negocio.
Los bueyes entienden al hombre: cuando me lo llevaba, él sabía que yo le había salvado la vida, y se arrimaba a mí, cariñosísimo.
– Anda, anda -le decía yo-, no estés tan contento, que si te llevo conmigo es para que trabajes, no para criarte como si fuera tu padre.
Cuando llegamos al pueblo, todo el mundo se acercó a curiosear, diciendo que yo estaba ya mal de la cabeza por haber comprado un buey tan viejo.
– ¡Fugui! -dijo uno-. ¡Este buey es más viejo que tu padre!
Los que entendían de bueyes me dijeron que, como mucho, me viviría dos o tres años. Pensé que ya estaba bien, que seguramente yo tampoco viviría tanto tiempo. Quién nos iba a decir que hoy seguiríamos vivos. En el pueblo, todo el mundo se extraña y se sorprende al vernos. Anteayer mismo, sin ir más lejos, alguien dijo que éramos «un par de vejestorios».
Una vez el buey en casa, se convirtió en un miembro de mi familia, así que tuve que ponerle nombre. Estuve dándole vueltas y vueltas, y al final pensé: «Lo mejor será llamarlo Fugui.» Una vez que decidí llamarlo Fugui, lo mirara como lo mirara, siempre le encontraba parecidos conmigo, así que me quedé muy satisfecho de mí mismo. Más tarde, la gente del pueblo también empezó a decir que nos parecíamos mucho, y me reía pensando que eso ya lo sabía yo desde el principio.
Fugui es un buen tipo. A veces, él también remolonea cuando no lo veo. Pero si yo mismo lo hago cada dos por tres, ¡cómo no lo va a hacer el buey! Sé muy bien cuándo tengo que hacerlo trabajar y cuándo tengo que dejarlo descansar: cuando estoy cansado, sé que él también lo está, y lo dejo descansar. Cuando ya he descansado lo suficiente y me encuentro con más fuerza, él también tiene que ponerse a trabajar.
* * *
Mientras hablaba, el anciano se puso en pie, se sacudió la tierra del culo y llamó al buey, que seguía en la orilla de la laguna. El animal acudió y, al llegar junto al anciano, bajó el testuz. El anciano se echó el arado al hombro y se alejó lentamente, tirando del buey.
Los dos Fugui tenían los zapatos y pezuñas llenos de barro, y se bamboleaban ligeramente al andar. Oí al anciano decirle al buey:
Hoy, Youqing y Erxi han arado un mu; Jiazhen y Fengxia han arado casi un bancal entero. Kugen, como es pequeño, sólo ha arado medio mu. En cuanto a ti, no pienso decirte cuánto has arado hoy, porque si te lo digo creerás que quiero avergonzarte. También hay que decir que ya eres viejo y que para poder arar ese poquito habrás puesto toda el alma y toda tu fuerza.
El anciano y el buey fueron alejándose lentamente. Hasta mí llegaba la voz cascada y conmovedora del viejo. Su canción flotaba como la brisa en el cielo despejado del atardecer:
De joven, disipado,
de adulto afortunado,
de viejo abandonado.
El humo de las chimeneas se elevaba en volutas sobre las techumbres de las casas, disipándose y desvaneciéndose en el cielo resplandeciente de arreboles.
Las llamadas de las madres a sus hijos se sucedían ininterrumpidamente. Un hombre pasó delante de mí llevando cubos de estiércol con la palanca, que iba crujiendo con su trote. Poco a poco, los campos fueron tendiendo a la quietud, los contornos se desdibujaron, el arrebol de las nubes fue extinguiéndose.
Yo sabía que el crepúsculo estaba a punto de pasar, y la noche a punto de caer. Vi la tierra espaciosa mostrar su pecho sólido, en actitud de llamada. Al igual que una mujer llamando a su hija, la tierra convocaba a las tinieblas de la noche.
***
[1]Tradicionalmente, el embrión humano tarda diez meses del calendario lunar en desarrollarse. Aquí se trata de una canción tradicional acerca de los sentimientos y sensaciones de una madre en cada uno de los meses de embarazo. ( Todas las notas son de la traductora .)
[2]Para la traducción de los nombres -salvo los que ya tienen tradición en nuestra lengua- se ha usado la transcripción fonética pinyin, oficial en la República Popular China y de uso general en las publicaciones en lenguas occidentales. Sin embargo, en ocasiones el pinyin se aleja de la pronunciación castellana. A fin de evitar errores en la pronunciación de determinados nombres, se ofrece aquí su transcripción según el sistema Wade-Giles (negrita):
Changgen [Ch'ang-ken], Chen [Ch'en], Erxi [Er-hsi], Fengxia [Feng-shia], Fugui [Fu-kui], Jiazhen [Chia-chen], Lao Quan [Lao Ch'üan], Kugen [K'u-ken], Wang Si [Wang Azu], Wang Xi [Wang hsi], Xu [Hsü], Yuoqing [You-ch'ing].
[3]El mu equivale a 0,0667 hectáreas.
[4] Qian zi wen, antiguo manual de instrucción básica para niños compuesto de mil caracteres diferentes por Zhou Xingsi en el siglo VI, revisado y aumentado varias veces hasta la actualidad.
[5]Es un nombre que, en chino, se asocia fácilmente a los prostíbulos.
[6]Huevo conservado en una mezcla de cal, arcilla, sal y paja de arroz. Una vez pelado y limpio, es un manjar muy apreciado, pero su aspecto entre gelatinoso y viscoso y su color entre pardo y verde oscuro no resultan muy atractivos.
[7]Juego de fichas parecidas a las del dominó muy en boga en la época de la República (1912-1949).
[8]Medida china de longitud que equivale aproximadamente a medio kilómetro.
[9]El vestido manchú, o qipao, es el que conocemos como «vestido chino», de cuello cerrado y aberturas laterales.
[10]En principio, el varón primogénito es quien se encarga, en una familia, del culto a los antepasados.
[11]Se trata del paraíso del buda Amitâbha.
[12]Unidad que indica la cantidad y calidad del trabajo llevado a cabo, y su retribución en las comunas populares rurales.
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