Elia Kazan - Actos De Amor
Здесь есть возможность читать онлайн «Elia Kazan - Actos De Amor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Actos De Amor
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Actos De Amor: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Actos De Amor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Actos De Amor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Actos De Amor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Oh pobrecillo… querido viejecito.
– Está asustado por si tu padre y tu madre lo encuentran demasiado tosco o poco educado, creen que es lo que él llama un vlax. Mi padre es tan orgulloso como el que más, pero sigue pensando que aún huele a esponja moribunda y ¡hay que ver cómo huelen!
– No me importa lo que diga mi padre, tú lo sabes bien.
– Esa no es la cuestión. A Costa Avaliotis le preocupa.
– A lo mejor simpatizarán. Quizá.
Sin embargo, Ethel no lo creía posible. Su padre, el doctor Ed Laffey era cirujano, un inflexible profesional. Su madre era una inválida para quien parecía no existir curación. El doctor Laffey llevaba su casa como un hospital con un solo paciente.
– Tengo una idea -dijo Ethel-.Mañana nos montamos en un avión, los tres, y volamos a Tucson. Tal como dijo tu padre, todos hemos de conocernos. Tendremos el resultado final una hora después que ellos se hayan conocido.
– Entonces que se joroben; nosotros haremos lo que queramos.
– Oh, Teddy -exclamó Ethel, reviviendo su éxtasis.
– Pero creo que le eres simpática. Quiero que sea así. Quiero que él sea feliz.
– Ganaré su cariño.
– Esa es la idea. Ya es demasiado viejo para un revolcón pero sí puede apechugar con mucho mimo.
– Le daré todo el que quiera. Y a ti también.
– Ven aquí.
– Teddy, te quiero tanto…
– Y cállate.
– Teddy, recuerda, no llevo eso dentro…
Cuando Ethel era feliz, todo lo demás desaparecía.
Se pasó el resto de la noche soñando con su amante. Era un sueño infantil, realmente, y sucedía así: si ella y Teddy hicieran el amor bajo la mirada de su padre -esa era su fantasía- Costa sabría lo feliz que ella hacía a su hijo. Ethel vio entonces que la cosa sucedía realmente de ese modo, y Costa se mostraba muy grave en las circunstancias, comentando: «modo conveniente» o «estilo adecuado» o algo muy fuerte que la hacía reír, y…
El teléfono la despertó.
– Todo convenido -dijo una voz.
– ¿Quién? ¿Cómo? ¿Teddy? ¿Eres tú?
– ¿A quién esperabas?
– Estaba dormida. Espera un minuto.
Se metió debajo de los cobertores con el teléfono y doblando las rodillas hasta la barbilla se acurrucó con él en la oscuridad.
– ¿Convenido con quién? ¿Con él? Estupendo.
– Con una condición: que tú vas primero y él y yo iremos tres días más tarde.
– Oh, no.
– Se lo dije. Eh, papá, ella no va a tardar tres días en preparar a sus padres. «Ya verás como yo tengo razón», me respondió. Está sufriendo una resaca y esto lo hace más testarudo.
Ethel ya estaba despierta.
– No quiero pasar tres días con mi padre -dijo-. No quiero pasar tres días en esa casa con mi madre. No quiero pasar tres días sola en Tucson.
– Bueno, pues tendrás que hacerlo.
– ¿Por qué?
– Porque yo lo dispongo así. Obedéceme y calla. Porque él lo quiere así. «Modo conveniente», dice él. «Mi padre…» y no sé qué más. A propósito, le gustas. «Una persona de alto nivel», dijo. Así es como habla mi padre, como si tú estuvieras presentándote para alcaldesa. «Excelente persona.» ¡Jo, jo! Levántate. Tengo tu billete para el avión de las once y veinte.
– ¿Me llevarás al aeropuerto?
– He de atender mi clase.
– Esa maldita clase. Deja que otro se haga cargo.
– No quiero que otro se encargue. Especialmente si voy a dejarlo tres días después. Apresúrate ahora. Vístete.
Antes de salir de la cama Ethel consiguió que Teddy accediera a llevarla hasta el autobús del aeropuerto. Media hora más tarde Teddy estaba bajo su torre, llamándola.
– Bajo ahora mismo -gritó Ethel a través de la persiana de la ventana.
Pero no bajó en seguida. A pesar del hecho de que el viejo producía un estremecimiento de temor en ella cada vez que él la miraba, lo que según ella era agradable, y quizás era así, Ethel se sintió aliviada al no tener que verlo aquel día. Le inspiró un deseo perverso. Decidió ponerse el vestido que a él le gustaría menos entre los que ella poseía. Su elección, después de mucho considerar, recayó en un vestido blanco de seda tan ligera que flotaba cuando ella se volvía. Lo complementó con un chal amarillo que daba realce a su cabello. Las chicas la detuvieron abajo para decirle cuan intolerablemente sexy era su aspecto.
– Otra vez con retraso -le dijo Teddy cuando finalmente Ethel cruzó la puerta y corrió por el paseo hasta donde él se había detenido. Entonces se dio cuenta del vestido-. ¿Algún novio en Tucson o algo parecido? -preguntó-. ¿Algún valentón que va a esperarte al aeropuerto?
– ¿Por qué dices eso?
Ethel entró en el auto y tiró del borde del vestido, recatadamente, cubriéndose las rodillas.
– ¡Tu vestido!
– ¿Qué pasa con mi vestido?
– Nada para un extraño. Puedo ver tus pechos.
– Creí que te gustaban.
– ¿Qué clase de respuesta es ésa?
– Ahora no vamos a ver a tu padre, así que…
– Mi padre está en este momento frente a la posada esperando para despedirse de ti. Hubieras debido ponerte otra vez tu vestidito azul.
– ¿Y qué hubiera dicho tu padre de esas pequeñas manchas blancas que dejaste anoche en mi vestido?
Teddy tuvo que reír.
La reacción de Costa ante el vestido de Ethel fue menos discreta.
– Qué clase de vestido es ese, por el amor de Dios. A la Franka'
– Sólo un vestido ligero… En Tucson se está casi a cien grados. [4] Llamé a mi padre por teléfono y está deseando conocerlo.
– Puedo verlo todo.
– Ah, ¿el vestido? Las chicas ahora se visten de esta manera -dijo Ethel con voz mimosa.
– ¿Qué clase de chicas?
– Chicas como las de la casa en que vivo. -¿Van a casarse esas chicas?
– La mayoría de ellas así lo esperan.
– Pues que esperen. Nada que hacer aquí, lo garantizo.
Habló entonces a su hijo, enérgicamente, en griego. A lo que Teddy replicó:
– No podernos, papá. Ya tenemos el tiempo muy justo para llegar al autobús.
– Lo siento -dijo Ethel cuando se dirigían a la autopista-. Si hubiera sabido que íbamos a vernos con él… ¿Qué es lo que te dijo en griego?
– Me dijo que te llevara a casa y te hiciera cambiar el vestido.
– ¿Que tú me llevaras a casa y me hicieras cambiar el vestido?
– ¡Así es! Y que si yo no conseguía hacer de ti una mujer al estilo griego con toda rapidez, sería él mismo quien lo hiciera.
– No quiero irme… no quiero irme… no quiero dejarte -repetía Ethel una y otra vez durante todo el camino a la ciudad.
– Tres días -dijo Teddy.
– En tres días pueden suceder muchas cosas. En tres días puedes olvidarme. ¿Qué vas a hacer? Dímelo. Cada día, ¿qué harás?
– Mi padre. Cada día. El hablará, yo escucharé.
Dieron la vuelta a una esquina y llegaron a la estación de autobuses.
– Nunca más quiero estar sola -dijo Ethel-. Me asusta dejarte, Teddy. -Se apoyó firmemente contra él y murmuró: – Teddy, realmente, ¿por qué no me llevas todo el camino hasta el aeropuerto? Iremos a la parte de atrás, a ese aparcamiento en donde estuvimos aquella vez… ¿te acuerdas de aquellos autobuses escolares estropeados? Entonces me sentiré mejor.
– Me habías dicho que no te gustaban los trabajos rápidos.
– Prefiero eso a nada.
– ¿Qué hora es?
– Vamos. Vayamos. Podemos hacerlo. No seas tan meticuloso.
– Mira, ahí está tu autobús cargando gente. -La empujó suavemente alejándola del volante, se sentía tan halagado, y dirigió el auto hacia el bordillo.- Vamos, nena, cógelo. ¡Sólo serán tres días! Y llámame. Cada día. Estaré esperando que me llames.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Actos De Amor»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Actos De Amor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Actos De Amor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.