Elia Kazan - Actos De Amor
Здесь есть возможность читать онлайн «Elia Kazan - Actos De Amor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Actos De Amor
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Actos De Amor: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Actos De Amor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Actos De Amor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Actos De Amor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Para remachar su argumentación, rezó en griego, en frases más formales.
Después, habiendo hecho cuanto podía hacer para solucionar el problema, se quedó dormido.
2
No hablaron. La mano de Ethel estaba en la portezuela. Teddy situó el coche junto al bordillo de la acera de la casa de Ethel y dio un tirón del freno de emergencia, como si intentara arrancarlo del suelo. Ella abrió la puerta.
– ¡Espera un minuto! -exclamó él-. Dime por qué me miras de ese modo.
Teddy estaba dirigiéndose a la parte posterior de la cabeza de Ethel.
– Toda la noche. Tan enfadada conmigo por lo visto.
Ella siguió sin responder.
De las diferentes partes de la casa en donde ella vivía llegaban ruidos de música y repentinas risas.
– ¡Es mejor que digas algo ahora, y rápidamente!
– ¿Por qué no haces lo que él quiere, y te casas con una de vuestras…?
– ¡Por qué no te vas a la porra! Cierra la puerta. -Se inclinó y dio un portazo.- ¿Qué es lo que te pasa ahora, por ejemplo? ¿Ahora mismo?
– Nunca te había visto -dijo Ethel- del modo que te mostrabas ante él.
– ¿Qué querías que hiciera cuando me golpeó… darle un puñetazo?
– Toda la noche estuviste fingiendo con él, y dándole apoyo, y cuando yo necesité ayuda me dejaste ahí sola.
– Le caíste bien, ¿no es así? Llevé el asunto del único modo posible con él. ¿Crees que es un hombre fácil? Intenta alguna vez hacerle cambiar de opinión sobre algo que está perfectamente claro, como si está o no está lloviendo. Si no hubiera suavizado las cosas un par de veces esta tarde, seguirías todavía en tu aseada habitación pintándote las uñas y pensando cuándo se rendiría el viejo y accedería a verte. Hago lo que he de hacer para conseguir los resultados que deseo. ¿Qué hay de malo en ello?
Ethel volvió la cabeza y lo consideró como si fuese un extraño.
– Y ahora, ¿qué es lo que quieres con esa maldita mirada de superioridad? -dijo Teddy-. Me he pasado la vida manejando a ese hombre, así que no me des lecciones en ese arte. Suave como el visón contigo, claro. «¡Miss Ethel! Bonita chica.» Toda esa comedia. Pero contradícele alguna vez, a ver si te atreves, y prepárate a salir corriendo.
– ¿Por qué no hablar honestamente con él?
– Porque tiene la cabeza dura. Mi madre lo lleva igual que yo. Los dos lo hemos visto en pleno furor. Y hay algo más, que tú no comprenderías porque naciste rica. Cuando yo estaba en esa Universidad juvenil, él consiguió el dinero necesario, hasta el último centavo, de una mísera tienda de cebos y cerveza. Y yo voy a pagarle con aquello que él aprecia más, ¡respeto! Por eso le he pagado el billete hasta aquí. ¿Crees que lo necesito para que me diga qué es lo que debo hacer?
Ethel seguía mirándolo fríamente.
– ¿Qué demonios debo hacer contigo… estar dándote pruebas todo el tiempo? -Teddy ardía en cólera.- ¿Es así como vamos a vivir? Si es así, ¡que buen provecho te haga! Anda, ve a tu casa. No quiero molestarme más contigo.
Girando la llave de encendido, pisó el acelerador. El motor rugió. Ella corrió.
La casa donde Ethel vivía estaba al borde de un cerro y había sido una gran casa cuando se construyó hacía cincuenta años. Las torres gemelas a cada extremo de la fachada habían proporcionado una impresionante vista del puerto. Ahora estaba frente a una hilera de bloques construidos en las laderas de la colina. Esa era la perspectiva que Ethel disfrutaba.
Compartía una pequeña habitación de la torre con una chica a la que casi nunca veía. Esa joven enfermera, prometida a un abogado, sólo utilizaba la casa para lavarse el cabello, cambiar de vestido y recibir la correspondencia de sus padres. La mayor parte del tiempo Ethel disponía de la habitación para ella sola, como ocurría esa noche.
Ethel no podía dormir.
La otra cama estaba cubierta con los desechos del rápido cambio de vestidos de su compañera de cuarto; unos panties usados, varios cinturones que se había probado y decidido no llevar, un espejo y varios frasquitos de sombra de ojos en tonos ligeramente diferentes, un perfilador de ojos con la punta rota, una pequeña botella de plástico con desmaquillador, una bolsita de torundas de algodón para esparcir el líquido, dos toallas, una de ellas sucia de maquillaje, un secador de pelo, el tubo semejante a un pedazo de intestino blanco, y una copia del Photoplay que la chica había estado leyendo mientras se secaba el cabello. Todo había sido usado con prisa, y se había dejado allí en donde había caído.
Por alguna razón, el desorden, al que Ethel ya estaba acostumbrada, aquella noche la deprimió, quizá porque sugería la ansiedad de su compañera por encontrarse con su amante.
Desde abajo subía el ruido de diferentes músicas desde diferentes habitaciones, un sonido que alteró más todavía los nervios de Ethel.
Se cubrió las orejas con las puntas de los dedos y se metió debajo de los cobertores.
Seguía sin poder dormir.
Finalmente llamó por teléfono a Teddy.
– Hola -le dijo.
– Iba justamente a llamarte -respondió Teddy.
– No puedo dormir cuando nos enfadamos.
– Tampoco puedo yo.
– Estaba pensando en lo que ha sucedido esta noche.
– Papá fue rudo.
– Me gusta, pero me asusta.
– Se necesita desfachatez para hacerte esas preguntas.
– El quería saber si yo era virgen. Es una curiosidad natural.
– Únicamente para gente anticuada como él.
– No. Son muchas las personas que lo piensan pero no lo preguntan. Todavía es importante para la gente. ¿Te hace sentir mal que yo estuviera con otros antes de estar contigo?
– No pienso en ello.
– Sí, sí piensas en ello, Teddy.
– Antes solía hacerlo.
– No, ahora todavía. Yo creo que eso te hace sentir mal ahora. Yo también aborrezco la idea de que tú hayas estado con tu pequeña oportunista griega. Ahora te he llamado porque… quería que supieras que después que he vuelto y no podía dormir y he estado pensando en ti y en mí, y… lo que quería decirte es que te quiero mucho, en este mismo momento.
– Esto es todo lo que me interesa -dijo Teddy.
– Te quiero, te quiero. ¿Y sabes qué? El dolor de cabeza se me ha pasado.
– Ahora ya podré dormir.
– No, no duermas. Porque, oye Teddy, escúchame. Cuando nos casemos yo haré todo lo que tú quieras que haga. Voy a obedecerte en todo.
Teddy se echó a reír.
– ¡Obedecerme! Esto sí que no lo creo.
– Quiero que me pegues si te desobedezco. Así es exactamente como siento, Teddy. Eres tan bobo. Estoy tratando de decirte que me ha desaparecido el dolor de cabeza y que yo… Realmente, Teddy, ¡te cuesta mucho entender!
– Oh. ¡Llego en un momento!
En la casa se había organizado una fiesta con drogas; de modo que Ethel esperó a Teddy a un lado de la carretera. Ella le indicó dónde podían ir; al final de una calle oscura había una haya cuyas ramas descendían a pocos centímetros del suelo. Cuando entraron con el auto debajo, otro vehículo estaba saliendo.
Ethel había traído consigo un pequeño cojín que su madre le había regalado. Hicieron el amor en el asiento de delante, habilidad posible para los jóvenes.
Se elevaron en vuelo. Ethel olvidó que había un mundo.
Cuando regresaron a la tierra, aterrizaron juntos, agotados, felices y sin nada importante que decir.
Ethel habló consigo misma en voz alta:
– Nosotros conseguiremos que dé resultado -dijo con toda la confianza en lo imposible que se tiene después de haber hecho el amor-. Teddy…
– ¿Qué?
– Yo creo que él también estaba nervioso.
– Ya te lo dije; por eso se emborrachó tan aprisa.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Actos De Amor»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Actos De Amor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Actos De Amor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.