Colección de narrativa breve No. 6
Tragedia en cinco actos
Colección: La nave insólita, número 6
Primera edición digital noviembre 2020
Ciudad de México
Edición: Anaïs Blues y Luis Flores Ramos
Diseño de colección: Víctor Mendoza
D.R.© Alejandro Barrón
D.R.© La Tinta del Silencio, 2020
latintadelsilencio@gmail.com
www.latintadelsilencio.com
ISBN: 978-607-99031-4-5
Se puede difundir de manera parcial esta obra sin fines de lucro, con el consentimiento de su autor y/o editores.
Para Ana y José los jóvenes atrapados en una foto amarillenta que veo todas las mañanas antes de salir a trabajar, y que son mis padres.
Índice
El reflejo más oscuro - Diego J. Sañudo El reflejo más oscuro Tragedia en cinco actos es un manojo de vidas, y en especial de muertes, donde el lector podrá bucear por la más oscura tinta de Alejandro Barrón. Aquel que decida saltarse este aviso para navegantes, que bajo su propio riesgo acometa la lectura de un texto cuyo título no alcanza describir su interior. Elementos comunes se mezclan con otros sobrenaturales, giros argumentales, humor, por supuesto oscuro como la sombra del demonio, y cambios de ritmo que permiten una ágil lectura que embeberá a más de uno preguntándose, al terminar, qué esconde la noche. Barrón, con su particular mirada, nos muestra más de cien formas de morir, deformaciones de la realidad, y una lúgubre perspectiva de la vida. A lo largo del libro los relatos nos harán mirar de reojo, con desconfianza, las sombras que ofrece la ciudad para hacernos sentir inquietos con nuestro propio yo interior, rebuscando entre esos miedos que nos sobrecogen, que nos angustian. Los lugares también serán protagonistas, espacios que no volveremos a ver de igual manera tras esta interpretación. Asimismo estarán bajo esta tenebrosa lupa el amor y los sueños, componiendo de esta forma los cinco actos del libro. ¿Pero qué más puede encontrarse el lector? Joyas como el relato “Christian Andersen”, ritmos frenéticos de “Un solitario” o “Encuentro”, ejercicios de dudas existenciales como en “Camafeo”, la intratextualidad de “La señora que habita esta página”, la extratextualidad en “Venganza”, colecciones terroríficas como “Galería de mozalbetes”, metáforas sobre la tumba de la monotonía en “Traspapelado”, el viciado aire de “Los Errantes” o la ternura macabra de “Pepinillo”. Los protagonistas de estas historias efímeras son de lo más variado, aunque predominan los niños, macabros, ingenuamente oscuros… También podemos encontrar monstruos, fantasmas, pescadores, oficinistas… Una amplia variedad que nos permitirá saltar de una historia a otra con ojos nuevos, con la curiosidad de saber en qué nuevo mundo va a verse inmerso en cada página. Prepárense, abróchense los cinturones y tengan a mano una linterna y un par de velas para introducirse en el universo de Alejandro Barrón, hagan acopio de luz, porque la oscuridad ya la pone él. Diego J. Sañudo
Acto I Los habitantes de esta ciudad caben perfectamente en un vagón del metro (sabiéndolos descuartizar). Acto I Los habitantes de esta ciudad caben perfectamente en un vagón del metro (sabiéndolos descuartizar).
Ciudad Ciudad 1. Animal hipervertebrado que posee de cuarenta a setecientos tentáculos de acero y asfalto, treinta y cinco mil ojos, tres millones de patas y veinticinco millones de almas. 2. Las ciudades nacen a partir del sueño (o pesadilla) de un visionario. 3. Las ciudades viven hasta dos mil años. De hecho, muchas ciudades están muertas actualmente, pero han sabido disimularlo muy bien. 4. Hay ciudades tan enormes, que sólo caben en nuestra memoria. 5. Nosotros somos nuestra propia ciudad y nuestras cicatrices, las avenidas principales.
Traspapelado Traspapelado El oficinista movió las cajas de aquí para allá y de allá para acá. Removió y revolvió documentos, oficios, cartas, circulares, memorándums. Abrió y cerró archiveros, revisó anaqueles, libreros, cajón tras cajón; hasta que por fin encontró su propio esqueleto, traspapelado.
Diecinueve de septiembre Diecinueve de septiembre Hay una grieta en mi habitación. Llegó con el temblor, hace tres días. Cada que la miro me guiña, socarrona. Se alimenta de lagartijas, cucarachas y de mi miedo. Hay una grieta en mi habitación, que cada día crece más y más. Tengo nervios que una noche se desprenda y me mate de un golpazo. Hay una grieta en mi habitación, que está sonriendo.
Versalles 84 Versalles 84 En medio de la más silente noche tomó el revólver, se lo puso en la boca y jaló del gatillo. La pared quedó salpicada de sesos octogenarios, los trocitos de cráneo perlaron la alfombra raída y sucia de aquel departamento de la calle Versalles número 84. En el piso de arriba un recién nacido comenzó a llorar. En el piso de al lado un matrimonio joven hacía el amor como sólo los matrimonios jóvenes lo hacían. Afuera, a tres calles de allí, un coche azul se detuvo para dejar abandonada una maleta en cuyo interior se encontraba el cadáver de una niña. A la mañana siguiente el cansado Judío Errante se levantó con dolor de cabeza. Encendió un cigarro y salió rumbo a la armería, a comprar su trigésima caja de balas y a dejarse arrollar un poco en las avenidas principales, con el tiempo había tomado el gusto de verse en las primeras planas de los periódicos sensacionalistas.
Esta mañana Esta mañana Mientras me preparaba para salir rumbo al trabajo, al meter la mano en los bolsillos de mi chamarra encontré: dos boletos de autobús sin usar “destino: incierto ”; los envoltorios arrugados de mis amantes marchitas; una infancia quebrada (la pegaré más tarde, pensé, aunque ya no sirva); un ramo de flores que nunca entregué y que a pesar de todo echó raíces; el universo podrido; los ojos azules (¿o verdes?) de la francesa desconocida que jamás entró a mi vida; mi dignidad pisoteada; el carnet de conducir de una muerta; dos jóvenes secuestrados en una foto amarillenta que aseguraban ser mis padres; la nota escrita por un hombre que ayer se tiró desde el treceavo piso y que ponía: no me dejes . Guardo muchas cosas en mi chamarra, basura, las más de ellas...
El decadente El decadente Al ver que la modernidad lo invadía todo, lo devoraba todo y lo arrasaba todo; no vio necesario que los operarios usaran la maquinaria pesada: el último edificio antiguo de esta ciudad se derrumbó de pura tristeza.
Un solitario Un solitario Se despierta. Se ducha. Se viste. Camina a través de la avenida. Franquea la entrada. Pasa el boleto por el torniquete. Sube las escaleras. Baja las escaleras. Espera. Entra al vagón. Viaja a través de ocho estaciones. Lee un poco. Sale del vagón. Trasborda. Sale de la estación. Pasa el dedo por el biométrico. Espera en la fila. Entra en el elevador. Sale del elevador. Entra al baño. Se lava las manos. Sale del baño. Recuerda que veinte años atrás estaba jugando con gusanos en el patio trasero de la antigua casa. Entra a la oficina. Dice buenos días. Sonríe a las secretarias. Saca la pistola. Abre fuego.
Los errantes Los errantes Las luces parpadearon por un momento brevísimo. Parpadearon de nuevo y enseguida se encendieron. El aire acondicionado también se encendió. Habíamos estado en la penumbra por un buen rato. El vagón comenzó a moverse, a avanzar. Por momentos se detenía. Una chispa por aquí y otra por acá. Cuando por fin salió al exterior por el paso a desnivel, la ciudad era otra. Cuatro de los edificios más emblemáticos habían desaparecido, las avenidas estaban quebradas, tres socavones inmensos habían nacido caprichosamente. El ambiente estaba infecto, y el aire olía a cadáver, a nuestros cadáveres, porque en teoría cuando nos sacaron de allá adentro, ya nadie estaba vivo.
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