– ¡Pero yo quiero a Ingrid de verdad!
– ¡Faltaría más! Vaya una respuesta. Seguro que ella también te quiere y, si pudiera, te criaría ella, te enseñaría que uno no puede esconderse, que debe tener el valor de seguir creyendo en el amor… Además del que siente por su hija. El amor de pareja. Construir juntos, un día tras otro, caer, volver a levantarse, equivocarse, perdonar y amar. Amar, ¿lo entendéis? -Sacude la cabeza y sale dando un portazo.
Todos se miran, pero el técnico es el único que tiene agallas para hablar.
– Bueno… Creo que tiene razón. Yo vivo con mi esposa desde hace treinta años… Algunas veces la mataría, pero otras comprendo que sin ella sería muy infeliz… Y esto último me sucede con más frecuencia que lo primero…
Pietro, Flavio y Enrico se miran. Después, sin pronunciar una palabra, Enrico coge en brazos a Ingrid, Flavio se seca las manos y los dos salen de casa. Pietro coge a su vez las llaves del coche. Y los tres echan a correr en diferentes direcciones. Cada uno con sus preocupaciones, con sus miedos y sus contradicciones a cuestas.
La maleta está casi lista. Diletta ha cogido de todo. Incluso más.
– Amor mío, pero si sólo vamos a estar diez días.
– Sí, pero nunca se sabe. ¡Mejor llevar varias mudas! También he comprado algunos vestidos de premamá, mira qué monos… -Los pone sobre la cama.
– Sí, estarás guapísima… Oye, ¿crees de verdad que podemos marcharnos?
Diletta lo mira extrañada.
– Por supuesto que sí, ¿por qué lo dices?
– Porque estás embarazada, si te cansas…
– ¡Tú lo has dicho, estoy embarazada, no enferma! Además, perdona…, ¿sabes lo bien que le sentará la brisa marina al bebé? ¡Olas de verdad para una olita que está a punto de llegar! Lo más. Nos bañaremos, pasearemos por la playa y bailaremos. ¡Nos lo pasaremos en grande! Además, así también te relajas tú… -Sigue metiendo las cosas en la maleta. Una camiseta. Otro par de chanclas. Pantalones. Camisetas sin tirantes. Tops. Después corre al cuarto de baño y coge el neceser-. Por otra parte, las mujeres embarazadas están incluso más guapas, lo he leído en una revista… ¡Así que quiero lucirme todo lo posible!
Filippo se echa a reír.
– ¡Sí, pero sin exagerar! ¡Tú eres mi Diletta y llevas una olita en la tripa! -Se acerca a ella y la besa con ternura-. Bueno, venga, vayámonos ya, los demás nos esperan. Mi maleta está ya en el maletero del coche. ¡Al aeropuerto! -Abre los brazos imitando a un avión y se aleja.
Diletta sonríe sacudiendo la cabeza. Es como un niño. Pero en el fondo también es bonito que sea así. Acaba de hacer la maleta. Sí, dentro de unas horas estaremos volando con las Olas y los amigos de Niki rumbo a Fuerteventura. Niki. Cómo me gustaría que en estos momentos fueses tan feliz como yo. Pequeña e indecisa Niki. ¿Qué harás? Espero que estas vacaciones te ayuden.
El tráfico es particularmente intenso. Erica repiquetea nerviosa con el dedo en la ventanilla. Después mira a su madre, que va al volante.
– Venga, mamá, muévete… ¡Me esperan en el aeropuerto! ¡Ya sabes que odio llegar tarde cuando organizo un viaje!
La madre de Erica sonríe.
– ¡Ni que yo tuviera una varita mágica capaz de hacer desaparecer todos esos coches! Además, la próxima vez, en lugar de perder tres horas haciendo las maletas intenta darte un poco más de prisa y así podremos salir antes.
Erica mira afuera. A fin de cuentas, ella siempre tiene razón. Aunque no me importa. Esta vez no quiero enfadarme. Quiero disfrutar. Fuerteventura. Un nuevo inicio. Mar. Playa. Discotecas. Sin preocupaciones por fin. Sin chicos rondándome por la cabeza. Nada. Mis amigas y yo, nada más. Y varios compañeros de la facultad de Niki. Sí. Sencillez. Sin problemas. El mar y yo. Acto seguido mira de nuevo a su madre y le planta un beso en la mejilla. Como no se lo esperaba, casi le hace dar un bandazo.
– Pero ¿qué haces, Erica? ¡Casi nos matamos! Avisa, ¿no?
Ella se echa a reír.
– Claro, te diré: «¡Perdona, mamá, pero voy a besarte! Prepárate, ¿eh?» ¿Ves?, ése es precisamente el problema de los tiempos que vivimos. Nadie está ya acostumbrado a los gestos de afecto. Ni siquiera tú. Pero, en cambio, nos equivocamos. Es algo parecido a esa historia de los abrazos gratis…, ¿sabes que por la calle regalan abrazos gratis a los desconocidos? Existe incluso el día mundial, que se celebra desde hace unos años. Me parece precioso. La gente se abraza, a menudo sin conocerse, por un único motivo: intercambiar un afecto sincero. De modo que, como estás conduciendo y no puedo abrazarte, acepta mi beso y calla.
La madre de Erica sacude la cabeza.
– Tengo la impresión de que necesitas estas vacaciones, tesoro… ¡Estás un poco estresada! -y sigue conduciendo hasta que, al final, vislumbran el aeropuerto.
El aeropuerto está lleno de gente que camina arriba y abajo arrastrando maletas de todo tipo. Los grupos organizados rodean a la correspondiente guía y escuchan sus indicaciones. Algunos se despiden con un abrazo y mil advertencias. Otros, en cambio, parten solos y miran los paneles horarios con ansia o aburrimiento, según el caso. Los anuncios ininterrumpidos en varios idiomas llenan el aire. Niki, Diletta, Filippo, Erica y varios chicos de la facultad, entre los cuales se encuentra también Guido, están de pie junto a un quiosco. Hablan felices, imaginan cómo será el viaje y bromean. Filippo abraza por detrás a Diletta y le muerde una oreja. Erica enseña a las otras chicas unos folios que ha impreso de Internet y que muestran varios locales e itinerarios de Fuerteventura. Niki deambula silenciosa. Guido la mira desde lejos. Últimamente está un poco distante. Pero es normal, después de todo lo que le ha sucedido quizá necesite un poco de tranquilidad. En cualquier caso, en Fuerteventura tendrán tiempo de solucionarlo todo.
– Oh, pero ¿cuándo llegará Olly? El mostrador de facturación no tardará en cerrar.
– Y yo qué sé, cuando tenemos que ir a algún sitio siempre llega tarde.
De repente, del fondo del pasillo, en medio de la multitud, aparece Olly corriendo. Arrastra una maleta enorme y lleva una bolsa en bandolera. Erica la ve.
– ¡Menos mal, aquí está!
Olly les sonríe desde lejos y alza la mano en un gesto de saludo. Al cabo de unos instantes llega a su lado.
– ¡Hola, chicos! ¡Aquí estoy!
Todos la saludan.
– Bien, en ese caso podemos ir al mostrador -dice Erica.
– No, esperad un momento -replica Olly.
– ¿Aún? ¿Por qué?
– Tiene que venir alguien más, ha entrado un momento en el servicio…
Erica, Diletta y Niki se miran. Después miran a su amiga.
– ¿Se puede saber quién es? Pero ¿no habías dicho que vendrías sola?
– Lo sé, pero encontró plaza en el avión y no creo que en el hotel nos pongan pegas por una persona más o menos…
– No… -reconoce Erica-. Pero te dije que me avisaras…
– Tienes razón, sólo que entonces no sabía nada…
Pasados unos instantes llega Simone tirando de dos maletas con ruedas. Casi tropieza con una de ellas, se detiene de golpe y mira intimidado al resto del grupo.
– Hola…, encantado… Soy Simone, trabajo con Olly.
Todos lo observan. Niki, Erica y Diletta sonríen. Saben de sobra quién es, Olly les contó toda la historia de los diseños. Aunque la verdad es que jamás se habrían imaginado verlo allí.
– Sí, él es Simone…
Erica se acerca a toda prisa a Olly y le da un codazo.
– ¡Así que estás con él!
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