Eduardo Lago - Llámame Brooklyn

Здесь есть возможность читать онлайн «Eduardo Lago - Llámame Brooklyn» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Llámame Brooklyn: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Llámame Brooklyn»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una historia de amor, amistad y soledad. Un canto al misterio y el poder de la palabra escrita.
Un periodista del New York Post recibe la noticia de que su amigo Gal Ackerman, veinticinco años mayor que él, ha muerto. El suceso le obliga a cumplir un pacto tácito: rescatar de entre los centenares de cuadernos abandonados por Ackerman en un motel de Brooklyn, una novela a medio terminar. El frustrado anhelo de su autor era llegar a una sola lectora, Nadia Orlov, de quien hace años que nadie ha vuelto a saber nada.
Llámame Brooklyn es una historia de amor, amistad y soledad, es un canto al misterio y el poder de la palabra escrita. Una novela caleidoscópica en la que, como en un rompecabezas, se construye un artefacto literario insólito en la tradición literaria española.

Llámame Brooklyn — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Llámame Brooklyn», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En contraste con lo que le dije antes hablando de cuando se quedó embarazada de mí, la historia de Nadia antes de su matrimonio, es sumamente singular. Nació, creció y se educó en Laryat, Siberia, en una ciudad artificial cuyos habitantes eran casi en su totalidad científicos. Si antes hablé de la religión de la belleza, ahora habría que hablar de la del pensamiento, el conocimiento y la cultura. Había un cuadro de educadores cuya misión era que los niños recibieran una formación enciclopédica: música, idiomas, física, matemáticas, astronomía, historia, literatura, filosofía, ciencias sociales. Nadia se fue siendo aún demasiado pequeña. Muy joven, ya en los Estados Unidos, se puso de manifiesto que su vocación era la música. Tenía un talento extraordinario para el violín. Antes de cumplir los doce años, la admitieron en el Conservatorio de Boston. Aunque es una institución habituada a los niños prodigio, el tribunal se quedó asombrado cuando la oyó tocar en el examen de ingreso. Años después, cuando entró en la Juilliard después de graduarse de Smith College, causó una impresión semejante. A lo largo de su carrera colmó ampliamente las expectativas que sus profesores habían puesto en ella. Cuando se graduó le dieron el premio extraordinario de su promoción y una beca para estudiar técnicas avanzadas de interpretación en el Conservatorio de París. Todo esto se lo cuento, Chapman, porque el final engarza de manera misteriosa con el principio de la historia. La idea era propiciar las condiciones ideales para que debutara como concertista, pero a raíz de conocer a Bruno y de tenerme a mí, aquello pasó a un segundo plano. Nadia eligió llevar un tipo de vida completamente diferente. Ahora que lo veo con cierta perspectiva, ocurrió algo muy extraño. Nadia Orlov (después Rossofi pero de esa etapa de su vida no sé nada) desapareció, dando paso a una persona muy distinta, Nadia Gouvy.

Mi padre y yo nunca hablamos de cosas íntimas. Le resulta sencillamente imposible. Es un hombre refinado, de una sensibilidad exquisita, capaz de sentimientos muy profundos, sólo que no necesita el orden de lo verbal para comunicarlos. La pasión de Bruno Gouvy no podía ser otra que la pintura: una forma de expresión estática, visual, contemplativa. Yo he heredado las inclinaciones de mis padres a partes iguales. Para mí el arte y la música constituyen una combinación perfecta. Son mis grandes pasiones, y siempre he pensado que mi vocación por la arquitectura se debe a que, en cierto modo, es un punto de equilibrio perfecto entre los mundos de mis padres. Una cosa curiosa de Bruno es que pese a lo apacible de su carácter, su pasión por la pintura roza en ocasiones la locura. Es perfectamente capaz de recorrer miles de kilómetros sólo para poder estar delante de un cuadro. Recuerdo que cuando yo tenía, qué se yo, unos diez años, quiso que Nadia y yo le acompañáramos en uno de aquellos viajes. Tenía que desempeñar no sé qué misión diplomática en la Ciudad del Vaticano. Finalizada la misión, nos anunció que en lugar de volver a Londres, íbamos a acercarnos a Palermo, y al día siguiente por la mañana alquiló un coche. ¡Nos llevó de un tirón nada menos que a Sicilia! Se dice pronto. Todo porque quería que viéramos con él la Nunziata de Antonello da Messina.

Llegamos al museo donde se conserva el óleo después del horario de visitas. Un empleado del palazzo nos esperaba a la puerta. Bruno había concertado con él una cita a través de la embajada. Abrieron el museo sólo para nosotros. Guiados por el funcionario, fuimos directamente a la sala donde se encontraba la Nunziata . Yo era muy pequeña para pensar en los términos que estoy empleando al hablar con usted ahora, pero retrospectivamente le doy toda la razón a Bruno. Vale la pena ir a Sicilia para contemplar la tabla de Antonello da Messina. Es una experiencia inolvidable. Hicimos noche en un hotel del centro, y al día siguiente por la mañana, volvimos a ver el cuadro para despedirnos de él, e inmediatamente después emprendimos el viaje de regreso a Roma. ¿Se imagina, Néstor, hacer una cosa así? Pues bien, ése es Bruno Gouvy.

Mi padre defiende una teoría muy curiosa, según la cual, lo sepa o no, cada individuo tiene un cuadro que es el suyo, uno solo, una obra maestra que contiene las claves de nuestra personalidad, una obra de arte que nos identifica y que en cierto modo resume nuestra forma de entender la vida, nuestro mundo estético y espiritual. En aquel viaje, cuando Nadia la tuvo delante, sintió que la Nunziata de Da Messina era su cuadro, en el sentido que le había oído decir tantas veces a Bruno. Esperó a estar en Londres para preguntarle a papá si la había llevado a verlo porque sospechaba que iba a ocurrir aquello, y él le contestó con toda franqueza que no. El motivo por el que nos pidió que fuéramos con él a Palermo era su deseo de compartir con nosotras la experiencia de contemplar el original de una obra que le fascinaba desde hacía mucho tiempo, a pesar de que sólo la conocía a través de reproducciones.

¿El cuadro favorito de Bruno? Por supuesto que no me importa decírselo, no es ningún secreto. Es La vista de Delft , de Vermeer. Mi padre tiene localizados todos los lienzos del maestro holandés que hay dispersos por el mundo, así como también ha acumulado un montón de datos relativos a las telas que se han perdido. Mantiene un catálogo razonado de las atribuciones falsas y las dudosas. Ha ido a ver todos los vermeers de que se tiene noticia, sin excepción. Ha conseguido que le abran las puertas los propietarios de los más inaccesibles. Hasta la Casa Real de Inglaterra le ha concedido permiso para estudiar los vermeers de su propiedad. Cuando mi padre me viene a ver a Nueva York, hace obligatoriamente un alto en el palacete de la Frick Collection, en la Quinta Avenida. Allí hay tres vermeers que, como el resto de las pinturas de la colección, no pueden salir del museo bajo ningún concepto. La sensación que tengo cuando Bruno me habla de sus visitas a la Frick es que ha ido a ver a unos amigos que padecen arresto domiciliario por motivos políticos. Es algo extraño y maravilloso a la vez. Y no crea, sigue haciendo expediciones de ese tipo, bien para ver cuadros que arde en deseos de conocer, bien porque necesita volver a estar delante de alguno que echa de menos: Kandinski, Fragonard… la lista es larguísima y abarca todas las épocas. El último caso, como sabe usted, es el de Ensor. Si le digo la verdad, me encanta que mi padre sea así. De hecho, si me resulta posible, cuando hace un viaje de ese tipo, voy con él, como hacíamos antes de la muerte de mi madre.

No se lo tome a mal, pero me entra la risa cuando recuerdo la cara que puso hace un rato al oír mi nombre. Tendría que haberse visto. Tengo un nombre bastante peculiar, lo reconozco. Todo el mundo reacciona con sorpresa al oírlo, aunque usted tiene razones de sobra para hacerlo. ¿Entiende ahora por qué no se lo quería decir? No era por crear un efecto dramático, sino porque todo va junto, y si le daba un dato aislado, poco a poco tendría que ir añadiendo lo demás, como una bola de nieve. Por eso me resistía también a entregarle los documentos antes de tiempo. De todos modos, no soy un caso único. A lo largo de los años me he tropezado con dos personas que se llaman como yo, una periodista neozelandesa con quien coincidí en una recepción, en Londres, hace mucho, y más recientemente un arquitecto que vino a dar una conferencia a Cooper Union, holandés, curiosamente. Raro o no, me encanta mi nombre. Es un vocablo enigmático, musical, ni masculino ni femenino, un nombre de lugar, lleno de resonancias ocultas. Nadia decía que le hacía pensar en un corredor lleno de puertas que al abrirlas llenaban el espacio de melodías diferentes. Recuerdo que en el colegio, cuando tenía nueve o diez años, o sea que todavía vivíamos en Londres, a una de las chicas de mi clase se le ocurrió la idea de jugar a cambiarnos de nombre, porque el que teníamos no lo habíamos escogido nosotras sino nuestros padres. Un caso de rebeldía infantil bastante frecuente, todo el mundo ha jugado alguna vez a eso de pequeño. ¿Usted no? Mis amigas se pusieron a elegir nombres como quien escoge un vestido nuevo. Cuando me tocó a mí, salí con que el mío me encantaba y no lo pensaba cambiar por nada del mundo. Chiquilladas, por supuesto, hace bien en reírse, ahora le toca a usted. Lo cierto es que el juego me dejó un poco pensativa. Por la tarde, al llegar a casa, les pregunté a mis padres cómo es que se les había ocurrido ponerme Brooklyn. Me dijeron que en parte era un homenaje al pasado de mi madre, pero más que nada, aclaró ella, lo había elegido simplemente porque le encantaba. Mi padre me sentó en sus rodillas y me preguntó a qué venía todo aquello y yo les conté a los dos lo que había pasado en el colegio. No ahondé nunca más en ello, entre otras cosas porque no pensaba que hubiera nada en qué ahondar. Fue Bruno quien sacó el tema a colación cuando mi madre murió de cáncer hace dos años.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Llámame Brooklyn»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Llámame Brooklyn» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Llámame Brooklyn»

Обсуждение, отзывы о книге «Llámame Brooklyn» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x