Felipe Reyes - Mercado de espejismos

Здесь есть возможность читать онлайн «Felipe Reyes - Mercado de espejismos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Mercado de espejismos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mercado de espejismos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 2007
Una parodia sutil, aunque hilarante y demoledora, de las novelas de intrigas esotéricas.
Corina y Jacob han vivido siempre de la organización de robos de obras de arte. Cuando se dan por retirados de la profesión a causa de su edad avanzada y de la falta de ofertas, reciben un encargo imprevisto por parte de un mexicano libertino y de tendencias místicas que sueña con construir un prisma para ver el rostro de Dios. El encargo consiste en llevar a cabo el robo de las presuntas reliquias de los Reyes Magos que se conservan en la catedral alemana de Colonia.
A partir de ahí, Benítez Reyes traza una parodia sutil, aunque hilarante y demoledora, de las novelas de intrigas esotéricas, de su truculencia y de sus peculiaridades descabelladas. Pero Mercado de espejismos trasciende la mera parodia para ofrecernos un diagnóstico de la fragilidad de nuestro pensamiento, de las trampas de la imaginación, de la necesidad de inventarnos la vida para que la vida adquiera realidad. Y es en ese ámbito psicológico donde adquiere un sentido inquietante esta historia repleta de giros sorprendentes y de final insospechado.
A través de una prosa envolvente y de una deslumbrante inventiva, Benítez Reyes nos conduce a un territorio de fascinaciones y apariencias, plagado de personajes insólitos y de situaciones inesperadas.

Mercado de espejismos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mercado de espejismos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El apodado Penumbra es hijo del checo Honza Manethová, que tuvo mucho prestigio en la profesión durante la década de los setenta hasta que murió de su muerte en un hotel de Helsinki, donde se hallaba trajinando la venta de una colección de incensarios de plata perteneciente a un obispo alemán que tuvo la insensatez de acoger como asistente a un efebo no recuerdo si palestino o turco que, al cabo de una semana, desapareció al mismo tiempo que los incensarios, dejando maltrecho por partida doble el corazón de su ilustrísima.

A este Penumbra, que era un niño cuando murió Honza, se le aceptó más tarde en la profesión por respeto a la memoria de su padre y por compasión hacia su madre, que quedó desvalida en las cercanías de Waterford, allá en Irlanda, en una casa de pescadores junto al mar Céltico, donde a Honza le dio por localizar el sueño siempre postergado de dedicarse a la pesca con caña y a la meditación, dos ilusiones que una vez tras otra acababan desbaratadas por su tendencia natural al póquer y a la asechanza de las mujeres, que era por donde desaguaban sus fortunas repentinas, sucesivas y fugaces.

Al día de hoy, al menos hasta donde sé, el Penumbra está fuera del escenario, y las noticias que circulan en torno a él son más bien de mala esencia, pero, hasta hace dos o tres años, aunque muy de tarde en tarde, algunos profesionales serios le encargaban faenas de bajo nivel, casi siempre en calidad de figurante o de pinche, pues se ganó fama de ser poco de fiar para empresas que requiriesen habilidades de pensamiento, dadas sus complicaciones de carácter, aunque, según se cuenta, no existe nadie más indicado que él para los asuntos relacionados con los muertos, al no tener reparo alguno en profanar una tumba a las pocas horas de ser sellada, habilidad que, por lo visto, le ha valido la confianza del escalafón más bajo de los cobardes : el de los profanadores de tumbas de celebridades contemporáneas, pues, aunque resulte difícil de creer, existe un mercado boyante de reliquias de estrellas del cine, del rock y de las artes populares en general.

Vista así la cosa, la propuesta -la exigencia más bien- de Cristi Cuaresma pudiera parecer razonable, al haber reliquias por medio, pero lo que de ninguna manera resultaba razonable era que alguien mostrase empeño en trabajar con el Penumbra, que, como he dicho, es algo que siempre ha supuesto un engorro compasivo por fidelidad al recuerdo de Honza, que tan rumboso fue con las amistades, así lo fuesen del momento, y que dilapidaba en una noche lo que le costaba meses ganar, por esa cosa suya de repartir alegría allá por donde fuese, a la manera de un ilusionista del júbilo. Por Honza, en fin, y por su viuda Loretta, que sigue estando a la cuarta pregunta y con lo puesto allá en las grisuras brumosas de la costa irlandesa, mirando el rompeolas y rogando a todas las madonas de su tierra napolitana que se la lleven pronto y sin dolor, ya que nada le queda en este mundo sino el peso del mundo mismo.

«Lo del Penumbra es decisión mía», le dije. «No creo. O él entra en el juego o salgo yo. Y si salgo yo, sale Sam. Y si sale Sam, no hay juego. Y si no hay juego, sales tú», me replicó.

A falta de argumentos, y a falta de ganas de buscarlos, quedé con Cristi Cuaresma en que nos llamaríamos a la mañana siguiente («Dame tu número de móvil… ¿Cómo que no tienes móvil? ¿Seguro que no estás muerto?») y me fui paseando al hotel.

Era tarde para llamar a tía Corina, así que me tomé una pastilla y me dormí. En mi sueño, Cristi Cuaresma siguió avasallándome, pero creo recordar que la desnudé. O dicho de manera científica: creo recordar que mi subconsciente la desnudó. Aunque luego soñé con una china. Y luego con una jirafa. Porque va a ser verdad lo que dijo el correoso Schopenhauer: todos somos un auténtico Shakespeare mientras soñamos.

A la mañana siguiente llamé a tía Corina. Me dijo que se encontraba mucho mejor, aunque no logró tranquilizarme, porque sabía yo de sobra que, así estuviera atravesada de costado a costado por la lanza de san Jorge, me hubiese dicho lo mismo. «Además, estoy intentando convencerme de que existe un Paraíso para los justos, por si acaso. A mi edad conviene evitar las sorpresas póstumas», y la broma me entristeció.

«Mañana espero estar de vuelta.» Pero insistió en que no me preocupara, ya que lo importante era resolver el asunto de una vez.

Después de hablar con tía Corina llamé a Cristi Cuaresma. Me salió el contestador. «Buenos días. Soy Jacob. Llámeme al hotel cuando usted pueda. Gracias», y mucho me temo que lo dije con tono de mayordomo inoportuno, que era lo que menos pretendía.

Avisé en recepción de que iba a estar en la cafetería para que me pasasen allí cualquier llamada. Y en la cafetería estuve durante un par de horas, ojeando periódicos y leyendo una novela de intrigas templarías que había comprado en el aeropuerto y en la que el autor, en un momento de inspiración especialmente álgido, había transformado a Jacques de Molay, el último maestre de la Orden, en el jefe de una banda de muertos vivientes que deambulaba de noche por las calles de Nicosia, a lomos de caballos espectrales, para decapitar a los descendientes chipriotas de una familia francesa que en su día profanó la tumba de san Bernardo de Claraval. («Cuando la oscuridad se hizo densa y compacta, los fantasmales caballeros, urgidos por su centenario afán vengativo…»)

Llamé de nuevo a Cristi Cuaresma, y de nuevo me salió el contestador. Es decir, toda la mañana perdida, excepción hecha de mi compadecimiento por el martirio del maestre, que murió en la hoguera maldiciendo a sus verdugos, el rey Felipe IV de Francia y el papa Clemente V, y prediciendo la pronta muerte tanto de su alteza como de su santidad, como así fue, circunstancia que el autor de aquella novela de fantasía libre aprovechaba para atribuir al jerarca templario el don profético y para poner en su boca media docena de predicciones referidas al siglo XX, entre ellas los bombardeos atómicos sobre Japón y el atentado contra el Papa polaco.

Más allá de la una de la tarde, el botones me anunció una llamada. «Jacob, oye, mira, acabo de levantarme, ¿sabes?, y…» Noche larga, en definitiva. Cristi tenía la voz más ronca de lo que debían de tenerla los secuaces trasmundanos de Jacques de Molay. Quedamos en vernos para almorzar. «Donde usted me diga», y me rogó que no le hablase de usted, aunque les confieso que prefiero dispensar ese tratamiento a la gente de la que no me fío ni un pelo.

Me citó en un restaurante del Trastévere, y para allá me fui dando un paseo a pesar del calor, que era mucho y muy húmedo.

¿Existe algo más ridículo que una persona que espera a otra persona en un restaurante? ¿Una persona que alinea una docena de veces los cubiertos, que se aprende de memoria la cenefa del plato, que pasa el dedo por las copas para componer una música ululante, que mordisquea un poco de pan, que juega con las migajas de pan caídas sobre el mantel como si fuesen las cuentas de un ábaco? ¿Una persona que mira sin parar hacia la puerta y a la que el camarero trata con piedad y a la vez con desprecio: el chucho abandonado en la autopista?

Eran más de las tres de la tarde y Cristi Cuaresma seguía sin aparecer. La llamé varias veces, pero me salía siempre el contestador. A la quinta vez que el camarero me preguntó si iba a tomar algo le dije que sí, porque era casi la hora de cerrar.

Hice el camino de vuelta al hotel con el ánimo muy rebelde, maldiciendo a Cristi Cuaresma y a su madre, a los difuntos de Cristi Cuaresma y al calor romano, que a esas horas era de octavo círculo dantesco (ya saben: aquel en el que encontramos al astuto Ulises y al sacrílego Diomedes -que hirió a Afrodita en la mano con su espada vanagloriosa- convertidos en una bola de fuego parlanchina).

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mercado de espejismos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mercado de espejismos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Mercado de espejismos»

Обсуждение, отзывы о книге «Mercado de espejismos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x