Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ciegas esperanzas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ciegas esperanzas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1992
En una llanura desértica, atravesada por un río poderoso, un hombre despierta, ignorante de su propia identidad. Únicamente la palabra ‘soldado' parece decirle algo de sí mismo. Desde la otra orilla, un extraño le hace señas invitándole a cruzar el río. Jornada tras jornada, el hombre se enfrentará durante la noche al extraño mensajero y, durante el día, rescatará lentamente del olvido las principales experiencias de un itinerario vital marcado por la incapacidad de asumir su verdadera identidad. Su infancia en un Maruecos próximo a la independencia, el descubrimiento de la figura contradictoria del padre, su amor adolescente, su carrera militar, su matrimonio, el nacimiento de una hija… A lo largo de estos "días de sueño y noches de combate" se le ofrecerá la fuga definitiva, escapar al dolor y a la memoria, y tendrá la oportunidad, al revivir su vida, de tomar auténtica consciencia de sí mismo.

Ciegas esperanzas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ciegas esperanzas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Martin echó aire y volvió a estirarse la piel de la cara con las dos manos.

– Por eso importa, Zora. Por eso importa Abdellah, igual que importa todo lo que sigue vivo. Tan vivo como si los últimos ocho años hubieran pasado en esta estación esperando que alguno de nosotros volviera.

Zora se inclinó hacia Martin y le rodeó la cabeza con los brazos.

– Así sueñan los muertos, niño. Con todos los detalles de un tiempo que se les hace largo.

Martin tocó los brazos que le cubrían como si se pusiera una corona que le protegería contra el dolor mientras pudiera tocarlos. Escuchó el rumor que venía de los labios de Zora, una especie de gemido que canturreaba en sordina.

Por los altavoces avisaron del autobús que partía para Cádiz.

– Quítate la barba, niño. Parece que te escondes. Se levantaron y recogieron los bultos del banco y del suelo al ritmo pesado con que se desembarazaban de la emoción.

– Quiero que me compres algo, Martin -volvió a decir mientras pasaban ya cargados por el escaparate de la bisutería.

– ¿Que te compre algo? ¿Dónde? -contestó embotado.

– Algo de aquí -Zora miró a Martin con una sonrisa pequeña y volvió la cabeza hacia la vitrina. Se aproximó sin entender.

– No son más que baratijas, Zora. Yo no quiero comprarte nada así.

– Si me lo compras, lo llevaré siempre conmigo. Y además te lo cambiaré por la tají.

Los dos miraron a la pieza que la mujer llevaba bajo el brazo y Martin sintió un deseo absurdo y desesperado de quedársela. Como si en el apero de barro se encerrasen lo que compartían y perdían y, de repente, él pudiera ser el único propietario de los restos de una despedida y de un mundo que se iba alejando.

– No quiero quitarte tu tají. No te la cambio por nada -dijo.

– ¿De verdad no la quieres? -insistió ella descargando lo que llevaba y acercando la tají como una ofrenda hacia donde estaba Martin.

Siguió estirando sus brazos hasta que él, sintiendo el esfuerzo con que Zora aguantaba la pieza pesada, se deshizo de sus bultos y la cogió por la base. Allí debajo se encontraron las manos y mantuvieron el contacto prolongado de las yemas, una caricia donde ninguno de los dos podía verla. Martin supo lo que Zora le entregaba con su tají y Zora se dio cuenta de cómo se iba abriendo paso entre las paredes de Martin, cómo se quedaba allí y qué poco de ella se llevaría el autobús que estaba a punto de partir.

Martin miró el escaparate y se paró en dos pendientes de piedra roja, con forma de gota.

– Quiero escoger yo lo que te lleves -dijo.

– Yo también quiero.

Cuando estaban pasando a la tienda, Zora dijo:

– Pero no digas que volverás a Larache, no lo digas, Martin -y los ojos se llenaron del agua densa.

– No.

16

Puede que fuera guapa y puede que fuera más cosas, pero a él no le resultaba fácil averiguarlo. Tal vez -y al menos ese rango de apreciación lo dominaba- fuese un acopio de signos tranquilizadores de los que ocupan un espacio sin que nadie haga preguntas, sin que nadie se sobresalte o ponga en cuestión, sin ninguna posibilidad de extrañamiento o de violencia, sin la marca de lo diferente, lo suspicaz o lo imposible: pelo rubio, ojos azules, vestidos lisos un poco por encima de su edad, pulcritud machacona en la presencia, delgadez y una llamativa discreción de persona que ha reunido los elementos de su posición en la vida en una forma de moverse.

Lo demás no le resultaba fácil y menos fácil en ese momento en que -en el interior de la casa que miraba el paseo de árboles de poniente, sentada en una silla enfrente de la suya, cerca del ventanal- le cogía las manos y le hablaba.

– Yo no puedo ayudarte, Martin. Tienes que controlar tus sentimientos, sobre todo cuando alteran la vida de los que están contigo. Ya sé lo importante que era Zora -vaciló medio segundo, bajó los ojos y los labios empequeñecieron- y las demás cosas de Larache. Yo también estuve allí, pero ahora tengo cosas que hacer. Igual que tú deberías tener cosas que hacer. Mañana voy al despacho del padre de Jorge para una entrevista de trabajo.

– Una entrevista con el padre de Jorge no puede impedirte estar conmigo esta tarde -Martin hablaba deprisa, intentando que la voz saliera cuanto antes del cuerpo rígido, sentado en el borde de la silla en un falso equilibrio-. Necesito que hoy estés conmigo. No te lo pediré más, sólo hoy. Te lo prometo.

Elisa separó las manos, las juntó en la comba de la falda y se echó hacia el respaldo. Desvió la cara al ventanal y tardó en regresar.

– Quiero estar tranquila esta tarde. Tengo papeles que revisar -contestó con la fatiga que había sustituido al tono persuasivo anterior.

– ¿Cómo puedes hablar así? -ahora se estaba deslizando de la crispación a la angustia, como si hubiera descubierto de repente que la cuerda de la que se agarraba se había hecho elástica y su propio peso la estuviese acercando más al fondo-. Te estoy diciendo que te necesito. Hoy no puedo estar solo.

– Hola, papá -dijo Elisa levantando la cara por encima de la de Martin-. ¿No llegas un poco tarde?

– Es la hora de siempre. Hola, Martin -el hombre alto, de una complexión parecida a la del padre de Martin y que de lejos hubiera podido confundirse con él, pero que en la proximidad se le advertía más basto, más trabajado por esfuerzos físicos, analizó durante unos segundos la escena de la pareja hasta que pareció haberla compuesto definitivamente en su cerebro-. Me quedaré por aquí, si no os molesto.

– No te preocupes, papá. No nos molestas en absoluto -respondió Elisa con una especie de alegría sofocada que llegó más adentro de Martin que la punta de sus últimas palabras.

De nuevo quedaron silenciosamente frente a frente, mientras escuchaban al padre acomodarse en el otro extremo del salón. Cuando dejaron de escuchar, Martin observó el rostro relajado de la mujer, casi desafiante, como si le retase a hablar igual que antes.

Pensó que tenía que irse. No solamente porque hubiera llegado don Curro, sino porque todo le indicaba, con Elisa a la cabeza, que tenía que irse. Pero no se movió. Ni siquiera apuntó el gesto. Imaginó velozmente la salida al pasillo, la entrada en el ascensor, la calle, las calles que sucederían a esa calle, las luces transportando su peso nocturno, el vagabundeo por las horas que correrían deprisa hacia la casa en la que no quería estar solo, en medio de una ciudad en la que ya estaba solo con la sensación de haber dejado la maleta en una consigna para buscar alimento y refugio en el sitio que desconocía.

– Vámonos -fue capaz de decir, saltando por encima de sus sensaciones con lo que se parecía mucho a un conjuro.

– No puedo, Martin -contestó Elisa tratando de que el tono no se entrometiera con alguna irregularidad en los oídos del padre.

– Vámonos -repitió ahora con un susurro tenso, de rabia infantil y agarrando una de las manos de Elisa como si fuera a tirar de ella.

Elisa miró fugazmente a don Curro, precavida por aquel susurro alarmante que podría desmontar la normalidad en la que, con la presencia tranquilizada del testigo, sabría defenderse de Martin.

– Suéltame. No puedo ir contigo. Mañana al mediodía hablaremos y estaremos juntos todo el tiempo que quieras -inesperadamente, lo suyo también fue un susurro.

– Elisa… -oyó decir al padre, mientras Martin veía delante la puerta del ascensor, sin fuerza para haber llegado hasta allí, ignorando cómo no había podido moverse un minuto atrás y ahora se encontraba, mediante una especie de salto que le había ahorrado todos los intermedios, en aquellas afueras del descansillo decidiendo inmediatamente bajar por las escaleras.

La avenida de acacias estaba desierta. A la derecha, se escuchaba el ruido de los automóviles que circulaban por la carretera general. Contempló la curva que hacía la avenida y la cuesta siguiente con bloques de pisos. Después venía un descampado con edificios aislados en construcción, un túnel pequeño y otra avenida sin casas. Más tarde, encontraría las terrazas y la gente, el olor agrio del verano que se pudría en la nariz igual que el aire caliente que no se movía del suelo. Esa dirección era la dirección de su angustia -larga, a la intemperie, con habitantes extrañados-, que iba de lo conocido a lo conocido, para terminar en algún cuarto de la casa delante de un plato o de una ventana en los que no se consumía ni pasaba el tiempo. Una ciudad despojada e insuficiente para protegerle: no podía ir a ningún resguardo, ni esperar un refugio. No estaba la iglesia de don Elías, ni la escuela, ni la gruta de Salima: ¿cómo podían estar tan lejos y él tan vivo? Y ahora tampoco quedaba Zora. Elisa podía haberse apretado como una venda en esa zona de dolor. Pero no había querido. Se sentía arrojado por la fuerza -por una fuerza desproporcionada y advenediza- al propio encierro, al encierro del que no saldría sin ayuda. Y sabía que nunca más tendría esa ayuda: era eso lo que finalizaba el mundo. No escaparía.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ciegas esperanzas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ciegas esperanzas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Christie Ridgway - Amor a ciegas
Christie Ridgway
Alejandro Gándara - Nunca Sere Como Te Quiero
Alejandro Gándara
John Galsworthy - Esperanzas juveniles
John Galsworthy
Alejandro Basañez - Vientos de libertad
Alejandro Basañez
Alejandro Rozitchner - Argentina Impotencia
Alejandro Rozitchner
Charles Dickens - Grandes Esperanzas
Charles Dickens
Alejandro Cintado Valero - Confesiones a la luna
Alejandro Cintado Valero
David Alejandro Mora Carvajal - Fragmentación del derecho internacional
David Alejandro Mora Carvajal
Alejandro Romero Seguel - El arbitraje interno y comercial
Alejandro Romero Seguel
Alejandro Moreno - Dirección empresarial
Alejandro Moreno
Отзывы о книге «Ciegas esperanzas»

Обсуждение, отзывы о книге «Ciegas esperanzas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x