Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Gándara - Ciegas esperanzas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ciegas esperanzas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ciegas esperanzas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1992
En una llanura desértica, atravesada por un río poderoso, un hombre despierta, ignorante de su propia identidad. Únicamente la palabra ‘soldado' parece decirle algo de sí mismo. Desde la otra orilla, un extraño le hace señas invitándole a cruzar el río. Jornada tras jornada, el hombre se enfrentará durante la noche al extraño mensajero y, durante el día, rescatará lentamente del olvido las principales experiencias de un itinerario vital marcado por la incapacidad de asumir su verdadera identidad. Su infancia en un Maruecos próximo a la independencia, el descubrimiento de la figura contradictoria del padre, su amor adolescente, su carrera militar, su matrimonio, el nacimiento de una hija… A lo largo de estos "días de sueño y noches de combate" se le ofrecerá la fuga definitiva, escapar al dolor y a la memoria, y tendrá la oportunidad, al revivir su vida, de tomar auténtica consciencia de sí mismo.

Ciegas esperanzas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ciegas esperanzas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

15

– Hemos llegado con mucho adelanto, Zora.

La mujer negra, con el pañuelo negro en la cabeza y la sahariana negra siguió mirando el escaparate del otro lado del corredor -intermitentemente escondido por grupos de pasajeros- con una tristeza indiferente, cansada de deambular.

– Queda menos de una hora -contestó concentrándose ingenuamente en el brillo de la bisutería dispuesta en repisas.

Martin, con el uniforme de faena sucio y cargado de correajes, recién apeado de la tempestad de alguna maniobra, estaba sentado junto a ella en un banco largo, cerca de las taquillas donde colgaban nombres de trayectos. Les separaba una tají de barro en la que Zora apoyaba una mano que vigilaba lo más valioso de un equipaje hecho de hatillos.

– Tienes dinero para un taxi. Cuando llegues no cargues con los bultos hasta el muelle.

– No me gusta que te hayas dejado la barba, Martin. Parece que te escondes. Tu cara con barba es una cara escondida -dijo Zora sin apartar los ojos del escaparate.

– No me estás escuchando.

– ¿Por qué no? -fue una sorpresa ligera, casi desanimada.

El militar se echó hacia el respaldo. Luego miró en la dirección contraria de Zora y dijo:

– Desde que dijiste que volvías, no me escuchas.

– Nunca había visto una estación de autobuses.

– En Larache había una, la de mi tío. La has vistos más de una vez.

– Hay días en que no recuerdo cosas de Larache. Es verdad, las guaguas que iban a Tetuán. Pero no era una estación como ésta. A veces, no me acuerdo de cosas. Tengo miedo de volver.

– Abdellah está en Larache.

– Abdellah… -la mirada de la negra gigante dejó de ver durante un segundo las repisas y los brillos.

Martin volvió a mirarla. El perfil chato, la boca desmesurada y echada hacia adelante como la de un pez, cerrada sobre los apreciados dientes de oro, la piel negra que había sido ébano y que ahora trasparentaba una gasa lívida que subía del fondo de los años.

– Muchos días de aquí os he visto entrar juntos por la puerta. Por la puerta de aquí, no por la de Larache. Sólo sois niños, mis niños. Tan lejos. Muchos días de estos años entrando juntos por la puerta.

– Abdellah podía haber venido, si hubiese querido -dijo Martin en un tono que tenía mitades de disculpa y de consuelo y que, en realidad, no fue más que el reflejo de una parte blanda y removida de los sentimientos.

– Llegó Elisa y te estuvo esperando -Zora quitó la mano de la tají y la cruzó con la otra en el regazo, después se inclinó y la postura pareció tapar un hueco de frío-. No salió del salón. Leía revistas. Yo estaba preparando harira. Esa tarde llovió y se escucharon los cristales. Pensé que no estaba en la casa de Larache. No pensé nada más que en eso mientras se hacía la harira. Aunque Elisa no dijo nada, ni nadie hizo nada. Pero pensaba en eso y pensaba que ese pensamiento no se quitaría. ¿Elisa es guapa, Martin?

– ¿Guapa? No lo sé. Quizá es guapa.

– ¿Y cuando estás con ella piensas que no quieres nada?

– No sé lo que pienso cuando estoy con ella -había pasado de un desconcierto perezoso a la decisión completa de eludir algo.

– Tu tío está contento -deshizo el nudo de las manos y volvió a dejar una en la tají.

– Sí.

– No es como tu padre.

– Supongo que no.

– Tu tío ha vuelto y hace cosas para estar olvidando. Cuando te cases con tu prima pensará que eso también podía haber pasado en Larache. Así olvida. Y tú has encontrado una casa. Pero yo pienso en la casa de Larache que no está aquí.

Martin se llevó las manos a la cara. Luego las fue separando con una fuerza que estiraba la piel. Aparecieron los ojos líquidos asomados a una visión fija.

– Tengo que vivir aquí -dijo muy bajo, repitiendo algo que podía desaparecer-. Tengo que vivir aquí.

– Tienes el cuartel, la casa de tu tío y pronto tendrás mujer. Está bien todo. Y tal vez creas que un cuarto es igual que otro cuarto.

– No quiero que hables así. Te pido que no hables así, si lo único que vas a hacer es marcharte -la voz de Martin salió con mezclas desiguales de aire.

Volvió a mirar a Zora y vio el perfil con lágrimas abultadas como si salieran de un manantial espeso.

– No quiero que te vayas -murmuró poniendo las dos manos sobre la que estaba en la tají.

– Y yo no quiero que tengas miedo.

– No tendré.

– Entonces dejarás que me vaya y sólo lo lamentarás cuando te acuerdes de mí. Sólo entonces.

Martin retiró las manos y ladeó la cabeza de un modo que pareció retraerse hacia un cobijo entre el pecho y el hombro.

– Tampoco quiero que digas que volverás a Larache -el líquido de Zora empezaba a gotear cerca de la barbilla.

– No lo diré.

Salió de su cobijo oblicuamente, hacia una zona de campos intermedios con Zora.

– Ahora puedes decirme por qué Abdellah no quiso venir a Madrid.

Martin trató de endurecerse y dar un giro a la conversación.

– Eso sólo lo sabe Abdellah.

– Entonces dime lo que crees tú.

– Lo que yo creo es mío y no vale nada.

– Zora…

Por vez primera desde que estaban en la estación se cruzaron. En los rasgos de la negra había una mueca que podía precipitar, casi al tiempo, una carcajada o un sollozo. Dos de sus dientes de oro asomaron por la boca deformada. Martin estuvo a punto de pedirle que olvidara todo y que sólo pensara en el muelle de La Línea, en el autobús de Tánger, en la llegada, la tarde próxima, a Larache.

– Tal vez creyó que tú no te marchitabas, sino que tú huías de Larache. Tal vez creyó que él no tenía motivos para huir. Tal vez creyó que él no tenía que escapar con los que escapan. Tal vez tú no miraste atrás mientras corrías. He pensado mucho en Abdellah cuando no vino. Demasiadas cosas parecen verdad. Pero han pasado los años y hay otras que también son verdad. ¿Qué importa ahora?

– Desde que dijiste que te ibas he estado soñando con cosas de allí. Pero no son sueños. Son las cosas tal como fueron entonces. El sueño no pone nada: todo es exacto. Parece durar lo mismo, igual de rápido o de lento. Es lo de menos. Lo peor es que todo es idéntico. No, no es idéntico, es que está vivo, es que está ahí. Suele estar Salima. Hace un gesto o dice una palabra que yo había olvidado, olvidado del todo, pero hace que me despierte y me acuerde. El otro día vino a buscarme a casa, a la casa de mi padre. Cuando salía para ir a buscarla, la encontré sentada en la grama del jardín con una falda blanca, de esas que tienen vuelo y se ajustan a la cintura, y una camisa de flores. Igual que las chicas que iban de la península en vacaciones. Me dije: ahora sí que es un sueño, porque Salima jamás se atrevería a venir a la casa y menos vestida como una beldi -Martin se cogía el pelo desde los brazos apoyados en los muslos, mirando desde abajo el rostro de Zora que controlaba su emoción con una presión de los labios estriados-. Cuando me acerqué me dijo: ¿te da vergüenza? Era su voz igual a la voz de siempre, que cantaba sin darse cuenta, con una campanilla, yo sé lo que era esa campanilla. La voz que estaba olvidando, Zora, porque lo que más me cuesta de ella es ese timbre que sólo sonaba con ella. También me costaba en la Academia, en cuanto me separaba un poco, un día o sólo unos kilómetros. Así como su cara, no. Su cara la tengo grabada y está cada minuto de cada hora del día, no he dejado de verla un solo día desde el primer día. Cuando han pasado horas sin acordarme y después regresa, es como si yo hubiera estado haciendo algo falso en ese tiempo, como si hubiera hecho cualquier cosa, incluso mala, para que ella no estuviera allí, como se hace con un miedo y después vuelve el miedo más fuerte que antes, porque te preguntas cómo es posible haberlo olvidado, qué fuerte debe ser el miedo para que haya algo más fuerte que él y a lo que, sin embargo, retorna. Ayer pasé con el coche por una calle por la que paso siempre y la vi bebiendo en la barra de una cafetería. Seguí conduciendo y pensando que debería volver a pasar por la cafetería. Pensaba: puede que me esté buscando. El pensamiento empieza a salir fuera de mí, se escurre a los cuerpos y se queda en ellos con la cara de Salima. Mientras estaba sentada en la grama, mientras me hacía la pregunta y yo me iba acercando, me fijé en los lunares del borde de los párpados. Eran dos en cada ojo, dos motas grandes más claras que los lunares corrientes, con una forma de estrella. Recuerdo que pensé que eso tenía que ser también del sueño, porque yo no me acordaba de esas motas. Antes de que contestara a si me había dado vergüenza, me desperté. Entonces me acordé de que Salima vino a buscarme un día en que yo volvía por la noche a Tánger y después a Zaragoza, vestida de la misma manera y de que Salima tenía esas motas en los ojos y de que yo solía decirle que eran por no haberse lavado de pequeña. Bajé a la calle y no podía estar en la calle, todo me apretaba. Entonces volví a subir y me quedé en la cocina contigo, haciendo comida y te hice hablar de Larache hasta que fue de noche. Poco a poco, mientras tú hablabas de Larache, yo fui saliendo de Larache y respirando. Pero no dejo de pensar, cada mañana que salgo de casa, que ese día puedo encontrar a Salima en cualquier calle por la que yo pase.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ciegas esperanzas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ciegas esperanzas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Christie Ridgway - Amor a ciegas
Christie Ridgway
Alejandro Gándara - Nunca Sere Como Te Quiero
Alejandro Gándara
John Galsworthy - Esperanzas juveniles
John Galsworthy
Alejandro Basañez - Vientos de libertad
Alejandro Basañez
Alejandro Rozitchner - Argentina Impotencia
Alejandro Rozitchner
Charles Dickens - Grandes Esperanzas
Charles Dickens
Alejandro Cintado Valero - Confesiones a la luna
Alejandro Cintado Valero
David Alejandro Mora Carvajal - Fragmentación del derecho internacional
David Alejandro Mora Carvajal
Alejandro Romero Seguel - El arbitraje interno y comercial
Alejandro Romero Seguel
Alejandro Moreno - Dirección empresarial
Alejandro Moreno
Отзывы о книге «Ciegas esperanzas»

Обсуждение, отзывы о книге «Ciegas esperanzas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x